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Viernes 14

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Sus manos se apoyan en el volante del Ford Torino del 69, dando pequeños golpecitos sobre este al son de Dark shines de Muse. Su nombre es Kelly. Tiene unos veinticinco años y es bastante atractiva. Alguien vestido con un mono gris oscuro, se inclina sobre la ventanilla. Sobre la pechera lleva una pequeña chapita identificativa en la que se lee «Slash».

—¿Que va a ser? —pregunta.

Desde su posición ni siquiera puede verle la cara, lo cual no le importa en absoluto.

—Llénelo, por favor —y continua canturreando la canción.

Pero aquel hombre no se mueve de donde está. Ella no quiere mirarle pero nota como la observa.

—Perdone, ¿no me ha oído? —un poco molesta.

Por fin se aparta y se dirige a la parte trasera del coche.

—Será un placer, ricura.

La reacción de Kelly es de: «¿se que va?». Mira por el retrovisor pero lo único que ve es como coloca el surtidor en el depósito. No se siente cómoda con este individuo. Se fija en como van pasando las cifras en el contador conforme va entrando la gasolina en el coche. El empleado de la gasolinera vuelve a acercarse a la ventanilla y ella vuelve a mirar hacia adelante pues no quiere que piense que le está prestando ninguna atención. Pero es un problema que él no tiene pues allí se queda junto a la ventanilla. Algo que, por cierto, vuelve a incomodar bastante a Kelly, a la que se le están haciendo los minutos horas. Entonces cae en la cuenta que su blusa anudada sobre el ombligo y escasamente abotonada deja una vista de su escote muy pronunciada.

En ese momento, la puerta del acompañante se abre y entra en el coche su amiga Sarah.

—Vámonos.

***

En medio de un denso y profundo bosque se encuentra un edificio abandonado. Parece mentira que alguien haya construido algo ahí. Es un tétrico y tenebroso motel para la posible explotación del turismo rural, en otro tiempo pasado, claro.

Dentro del motel reina la penumbra. Gracias a la multitud de agujeros y grietas que hay por todas partes entran un sinfín de haces de luz provenientes de la luz de la luna llena que impera esta noche. El edificio consta de dos plantas. La primera, en la que está lo que antiguamente debió ser la recepción del motel. Y subiendo un pequeño tramo de escaleras que dan paso al segundo piso, un largo pasillo con habitaciones a ambos lados. Hay cantidades industriales de polvo y telarañas. El viento recorre todo el motel y silva al pasar por el cuantioso volumen de rendijas que abundan en las paredes. O sea, un lugar encantador

Al principio no consigue ver nada. Todo está borroso. Poco a poco la visión se va haciendo más nítida. Va diferenciando unas formas. Alguien está de pie frente a ella. No, está sobre una silla. Cuando la nitidez se hace total logra distinguir que es Sarah quien está frente a ella pero al otro lado de la habitación. Está subida a una silla, con las manos hacia atrás, como si no pudiera moverlas. Una soga sobre la garganta hace que estire el cuello hacia arriba casi teniendo que mantener el equilibrio pues se encuentra prácticamente de puntillas. Sus ojos están hinchados y enrojecidos, y negras hileras de rimel reseco corren por sus mejillas. Y tiene los labios cosidos. Ahora escucha unos pasos. Alguien se acerca. Un tipo enorme vestido con unos vaqueros desgastados y una camisa de leñador irrumpe en la habitación. Lleva una persona al hombro. Es una chica. Una chica desnuda, completamente. La deja caer al suelo. Y esta lo hace sin ofrecer resistencia a la caída. Como si no tuviera ni un hálito de fuerzas. Pero no está muerta pues se mueve débilmente. El tipo, al cual no podemos ver su cara pues lleva un pasamontañas negro puesto arrastra ruidosamente una mesa de madera que se encontraba pegada a la pared, hasta colocarla entre Sarah y Kelly. El tipo sale de la habitación y vuelve a los pocos segundos portando algo en sus manos. Como si se tratara de una muñeca coge a la chica de un brazo y la lanza sobre la mesa dejándola bocabajo. Aquel tipo levanta en alto el objeto que porta. Suena el potente rugido de una motosierra.

Las manos atadas juntas por una cuerda que también cuelga del techo le impiden poder zafarse a Kelly. Forcejea sin éxito y lo único que consigue es desgarrarse las muñecas pues todo el peso de su cuerpo cuelga sobre ellas. Sus pies no llegan a tocar el suelo. Mira hacia éste y ve jirones de su propia ropa arrancada y desperdigada por la habitación. Es cuando se da cuenta que sólo conserva la ropa interior.

El tipo sujeta la motosierra por encima del cuerpo de la chica, a medio metro sobre su espalda.

— ¡Noo! ¡Noo! ¡Socorroo! —implora.

Sarah contempla la escena, casi guiñando los ojos.

Kelly sacude la cabeza. No puede creer lo que está viendo.

— No lo hagas, por favor —le suplica.

El rugido de la motosierra parece hacerse ensordecedor. Esta se acerca poco a poco al cuerpo de la chica. Ésta se desgañita suplicando compasión. La motosierra está ya a unos pocos centímetros.

— ¡No lo hagas! ¡Maldito animal, hijo de puta, no lo hagas! ¡Oh, dios mío!

La sierra mecánica casi toca la piel de chica. Desciende hasta penetrar en su carne arrojando múltiples salpicones de sangre por todas partes. Ella chilla y chilla.

Sarah desvía la cabeza hacia un lado y cierra los ojos con fuerza.

— ¡Asesino, hijo de puta! —insulta Kelly.

La hoja de la sierra mecánica atraviesa el delgado cuerpo de la chica llegando a penetrar también en la mesa. La sangre chorrea abundantemente por la brecha abierta en la madera. Entonces se detiene. Agarra con una sola mano y por el cabello de su víctima y levanta su cuerpo en vilo. Su medio cuerpo. Sus piernas han quedado separadas. Estas caen al suelo junto a una gran cantidad de sangre y vísceras. El asesino le muestra su obra a Kelly. La expresión del rostro de la ya inerte joven mantiene sus ojos  y su boca abiertos en una especie de mueca de lo que ha sido un alarido.

Sarah sigue apretando los párpados para no abrirlos.

Kelly rompe a vomitar compulsivamente como si estuviera reventando.

***

Tras el mostrador del interior de la tienda de la gasolinera hay un hombre de unos setenta años, de barba canosa. Es un establecimiento amplio. Tres o cuatro pasillos de estantes repletos de típicos artículos de paso. La puerta se abre y por ella entra una chica rubia de llamativa apariencia. Su nombre es Sarah. Su look de colegiala no pasa inadvertido para el anciano dependiente.

—Hola —saluda ella.

—Buenas noches, ¿qué deseas?

Sarah se da la vuelta y señala hacia fuera.

—Aquel de allí.

—Todavía no ha terminado de repostar.

—Ah pues mientras déme un paquete de Marlboro —Sarah se gira como notando la penetrante mirada de alguien en la nuca—. Y un paquete de chicles también, de los de menta.

Hay un hombre, tras uno de los estantes, con una gorra roja, al cual no puede ver la cara a causa de esta.

—Treinta y ocho dolares, señorita —Sarah se encontraba tan ensimismada tratando de saber quien posiblemente la estaba mirando que la voz del dependiente la sobresalta.

—Oh, lo siento.

—No, no se preocupe, estaba distraída. ¿Treinta y ocho, verdad? —mientras le paga vuelve a mirar hacia el hombre de la gorra.

—De acuerdo, señorita. Que tenga buen viaje.

***

El asesino se lleva la mano a algo que tiene en la cintura. Se trata de un espectacular machete de unos cincuenta centímetros con el que corta la cuerda que mantenía a Kelly colgada cuando ya ella creía que iba a probar el sabor de la hoja de tan impresionante arma. Kelly desploma sobre el suelo, como es de suponer. Dura poco allí porque el enorme tipo con enorme machete la coge en bolandas y la pone sobre la ensangrentada superficie de la mesa, bocabajo. Ella solita llega a la conclusión de lo que viene después. Es entonces cuando empieza a patalear e intenta revolverse. El asesino clava el machete en la mesa y le da la vuelta, colocándola boca arriba. Y la abofetea muy sonoramente. Auque la potencia de los dos bofetones casi la desencajan la mandíbula, sabe que no tendrá otra oportunidad. Alcanza el machete y golpea con él en la pierna derecha de su captor. Ahora es él el que suelta un gran alarido de dolor, Se separa de ella llevándose las manos a la herida.

Sarah, al escuchar los gritos, ha abierto los ojos y con ellos ve a su amiga levantarse de la mesa como un resorte, se acerca ella y, con sorprendente decisión, corta la cuerda que sujeta a Sarah por la garganta. Y, por supuesto, esta cae al suelo desde la silla.

El asesino demuestra toda su fuerza cuando coge a Kelly del pelo, que se disponía a ayudar a su compañera caída a incorporarse, y la lanza contra la pared, cual pelele. Es literalmente estampada. Se desliza hasta el suelo conmocionada. Tiene una gran brecha en la frente y sangra por la nariz. Pero reacciona bastante rápido al notar que su agresor de acerca de nuevo. Se gira y coloca su espalda pegada a la pared. A esas alturas es consciente que la posesión del machete le ha durado muy poco pues el tipo del pasamontañas lo ha recuperado y está frente a ella. Lo levanta en alto. Ella cierra los ojos. Ya está, se acabó. Él hace impulso echando el brazo hacia atrás y justo en el momento en el que se dispone a descargar el golpe fatal, el sonido de la sierra mecánica arrancando le paraliza. Se queda como una estatua, gira levemente la cabeza para ver con el rabillo del ojo lo que tiene a su espalda. Su sorpresa es al ver a Sarah como la pura encarnación de la furia desatada. Sujetando la motosierra con las dos manos y sosteniéndola en lato para después hacerla descender contra él. Su brazo cae en solitario al suelo. Su exdueño se postra de rodillas gritando como un cerdo en una matanza. En cazador ha pasado en pocos segundos a ser la presa. Y asumiendo ese rol intenta escapar saliendo a gatas de la habitación.

Sarah no tiene prisa por perseguirlo.

Kelly mantiene una mirada de incredulidad. Todo está sucediendo demasiado rápido como para que su cerebro pueda procesarlo.

***

Kelly conduce mientras se acerca un encendedor al cigarrillo que lleva entre los labios. Se lo enciende y expulsa suavemente el humo.

—Ha sido una estupidez.

Sarah se pone a mirar por la ventana la gran zona boscosa que rodea la solitaria carretera por la que transitan.

—Me has oído. Una completa gilipollez.

—Ya lo sé —contesta Sarah.

—¿Te has parado a pensar en quien nos podíamos haber encontrado?

—Oye —mira a Kelly con cara de pocas bromas—, vale, captado. Ya puedes cortar el rollo. No estoy dispuesta a aguantar una de tus charlas, ¿de acuerdo? —hace una pausa—. Sólo quería jugar un poco. Sólo eso. Es que…

Kelly le da una calada al cigarrillo, esperando a que termine la frase. Lo cual no ocurre.

—¿Es que qué?

—Has cambiado, te has vuelto un verdadero coñazo.

—He madurado. Y tú deberías hacer lo mismo. Ya no tenemos quince años. Tú querías que hiciéramos algo juntas. Bien, pues aquí estamos, viajando juntas por las desiertas y solitarias carreteras de la jodida América. No es necesario hacer estupideces como citarme con unos tíos que has conocido por Internet. Si quiero echar un polvo no veo necesario recorrer quinientas putas millas para unos degenerados salidos me violen. ¿Qué clase de gente hace eso? ¿Qué clase de gente se cita con otra gente que no conoce y que no saben a quien se puede encontrar? Gente que no es siquiera de su mismo estado.

—¡Cállate!

Por un segundo reina el silencio. Kelly se ha quedado muy sorprendida del volumen empleado por Sarah

—Yo, vale, yo soy esa clase de persona. Me pareció divertido. Mi mejor amiga y yo, solas en la carretera, ante múltiples peligros. Y sí, yo qué sé a quien podríamos habernos encontrado, pero ahora da igual. No ha aparecido nadie en la jodida gasolinera. Estamos a salvo. ¿Podemos seguir ya con el maldito viaje?

Las dos chicas se quedan en silencio. Parece que ninguna de ellas está dispuesta a romperlo. Sarah mira al frente con la mirada perdida en el vacío y con evidente enfado. Kelly sigue conduciendo, con una mano en el volante y la otra sujetando un cigarrillo al cual le da repetidas y cortas caladas, aunque este casi se le ha acabado ya.

—Oye —se decide Kelly— sabes que tú también eres mi mejor amiga. Lo pasaremos bien, ya lo verás. Como siempre, tú y yo.

Lanza el cigarrillo por la ventana y le tiende la mano a Sarah, sin quitar la vista de la carretera. Esta le hace caso omiso. Pero Kelly no está dispuesta a rendirse y le tiende la mano otra vez tras darla un pequeño empujón. Sarah sigue mirando al frente pero no puede evitar sonreir y acepta su mano.

—Olvidémoslo todo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —contesta Sarah.

—Por cierto, ¿seguimos por aquí? No tengo ni idea de por dónde vamos.

—Sí, ya llegaremos a algún sitio. Total, no nos esperan en ninguna parte. Oye, ¿a ese qué le pasa?

—¿A quiéen?

—A ese que viene de frente, va por el centro de la carretera.

—Y sin luces.

Las dos chicas no le quitan ojo al vehículo que se les aproxima en dirección contraria. Cada vez lo tienen más cerca y ni enciende las luces ni hace ademán de echarse a un lado.

—Kelly, no me gusta.

—Ni a mí.

Las luces del coche en cuestión se encienden. Sea quién sea da las largas y por supuesto eso deslumbra a Kelly que intenta taparse los ojos como puede con una mano. Pero ya lo tienen encima, y en un acto de puro reflejo, gira el volante violentamente hacia la derecha.

El Ford Torino se sale de la vía rompiendo el quitamiedos y cayendo por una pequeña cuesta por un terreno de hierba pero de gran desnivel. Da varias vueltas de campana hasta que golpea contra un árbol que frena su progresión.

El coche que se ha abalanzado sobre ellas se detiene a la altura donde se han salido de la carretera.

***

El asesino/presa ha llegado hasta la mitad del pasillo fuera ya de la habitación, en dirección a la escalera. Ya no gatea, directamente se arrastra. Tras él, la silueta de Sarah se acerca. Camina a un par de metros de distancia, acercándose lentamente pero cada vez más. Hace rugir su mecánica arma como quien pisa el acelerador al arrancar una motocicleta. El asesino se detiene y se da la vuelta como puede. Ha perdido mucha sangre, todo el pasillo lo atestigua, y eso le ha debilitado hasta el punto de rendirse y dejar de huir. Sarah, la psicópata llega hasta él. Poniéndole la planta desnuda de su pie en el pecho le empuja y éste queda tendido cuan largo es sobre el suelo del pasillo. Ella se coloca sobre él, en pie a cada lado y se sienta en su vientre, a horcajadas. Levanta la motosierra en alto, la agita en el aire. Entonces la coloca mirando hacia abajo como si empuñara una espada. Y descarga violentamente contra la cara de su oponente. Su propio rostro empieza a llenarse de una lluvia de salpicones sanguinolentos. Las paredes a ambos lados también se llenan de sangre. Las gotas se escurren hacia el suelo. Pero Sarah no ceja en su empeño y continua atacando la cabeza del ya cadáver asesino. Se esfuerza concienzuda y alocadamente en dejarlo bien muerto, como si quisiera triturarlo. Y desde luego, que lo está consiguiendo. Por fin, se detiene. Está totalmente bañada en sangre. Resopla. Ríe. Llora. Va tranquilizándose gradualmente. Aunque su expresión enloquecida sigue instaurada en su cara.

Es una obviedad decir que el cadáver de su víctima ha dejado de tener cabeza. Lo que tiene de cuello para arriba es una auténtica carnicería. Como si alguien hubiera reventado una sandía contra el suelo. De repente, Sarah vuelve a levantar la motosierra en alto, en actitud de triunfo. Es tal la rabia que siente que rompe el hilo que cose sus labios y emite un brutal y deshumanizado grito, liberando así la tensión contenida.

Sarah suelta el arma y su cuerpo parece relajarse y estar fuera de toda tensión. Sin embargo, al levantar la mirada lo que ve hace que vuelva a recuperar esa tensión, aunque es lo único que le da tiempo a hacer. Slash, el empleado de aquella gasolinera está frente a ella sosteniendo un hacha como un bateador de béisbol.

— ¡Nooo! —grita Kelly, que había presenciado toda la escena, desde la entrada de la habitación.

Pero Slash le asesta un duro y seco hachazo que hace que la cabeza de Sarah salga despedida y ruede por el pasillo hasta llegar a los pies de Kelly, quien se queda mirándola horrorizada.

Slash pasa por encima de los decapitados cuerpos de Sarah y su depravado compañero. Kelly se da cuenta que no puede quedarse ahí parada como un pasmarote. Mira en derredor, el machete está prácticamente a su lado. Lo recoge. Slash continúa avanzando hacia ella. Paso a paso. Kelly sujeta el mango del machete con las dos manos y le espera allí. Los pasos de Slash parecen acelerarse

—¡Ven aquí, capullo! ¡Ven jodido hijo de puta! Aquí te espero.

Slash sigue con paso firme levantando el hacha en la misma posición en la que Kelly le espera, como si fueran a batearse mutuamente. Llega hasta a ella y las dos armas chocan en el aire. Pero es una lucha desigual y la joven sale trastabillada y se ve obligada a retroceder. Slash se dispone a endosarle otro golpe a lo que ella vuelve a oponer resistencia con su machete. Y cómo no, se ve obligada a declinar otra serie de metros. Ya poco más puede retroceder pues el pasillo ha terminado y lo único que hay detrás de ella es un ventanal que da a Dios sabe qué.

Fuera en la parte trasera del motel hay un pequeño lago, cubierto en su mayor parte por cieno, y rodeado por todas partes de una hierba especialmente alta.

Repentinamente, Kelly y Slash, rompen el ventanal al final del pasillo de la segunda planta del motel y caen directamente al la ciénaga, quedándose momentáneamente sumergidos. De un brinco, es Kelly quien antes sale del agua. Mira en todas las direcciones, buscando a su enemigo sin ningún resultado. Tampoco tiene a la vista ninguna de las dos armas. El agua le llega por la cintura. De pronto, su expresión se torna a la de una sorpresa total. Parece que se le van a salir los ojos de las órbitas. De su boca comienzan a brotar espesos hilos de sangre. Echa la cabeza hacia atrás. Su cuerpo se arquea y es elevado, haciéndolo salir progresivamente del agua. Cuando lo hace al completo es sostenido en el aire con el machete atravesándola y saliendo por el estómago y dejándola en una postura de total empalamiento. Un brazo sostiene el machete, un brazo que también sale del agua y que se diría que porta su trofeo como si llevara una antorcha, como si no le costara nada mantener el peso de una persona. Kelly, en cambio, ni siquiera intenta zafarse. Gorgotea sangra por la boca. Parece que su cuerpo pudiera partirse en dos en cualquier momento. Pero es dejado caer al agua. Su asesino contempla como este se hunde en el fango.

El silencio se hace con el gobierno del minúsculo lago. El último superviviente da por concluido el partido y decide retirarse dando la espalda al lugar donde se han tragado las negruzcas y asquerosas aguas.

—Aún no he terminado contigo… ricura.

Slash se da la vuelta de inmediato. Kelly está frente a el. Todavía lleva el machete clavado, aunque no parece notarlo. Se queda inmóvil mirándolo. Sus manos están bajo la superficie. Cuando las saca Slash puede ver que lo que lleva es su propia hacha. Como tantas veces han hecho unos y otras esa misma noche, levanta esa hacha con ambas manos por encima de la cabeza. El primer hachazo impacta sobre el pecho. Su receptor recula un paso. Kelly prepara su siguiente ataque. Slash levanta el brazo intentando evitar lo inevitable. El segundo hachazo cae nuevamente en pleno pecho. Vuelve a recular un par de pasos. Se tambalea. Ella se acerca.

—¿Duele?

Dando un descarnizado grito, descarga el último y definitivo hachazo en mitad de su cabeza. El rostro de Kelly recibe un cuantioso salpicón de sangre. Le ha abierto el cráneo en dos.

—Jódete.

***

Kelly despertó al final de la clase. Estaba desconcertada. ¿Qué hacía ahí? Estaban proyectando diapositivas, mientras un profesor explica algo así como la función que tienen los glóbulos rojos en la sangre y todo eso.

—Ya era hora, vaya sueñecito te has pegado.

A su lado, Sarah recoge sus libros y apuntes de la mesa. Los demás compañeros también lo hacían.

Salieron al pasillo del instituto en dirección a las taquillas.

—¿Cuánto tiempo he dormido?

—Pues, nena, lo que se dice toda la clase.

—He tenido un a pesadilla. Joder, tía, era de lo más real.

—Ah sí, ¿de qué trataba?

—Mejor no te lo digo.

—Bueno. ¿Qué haces esta noche? ¿Vamos al cine?

—¿Qué ponen?

—No sé, una de gritos y sangre, ya sabes.

Kelly miró a Sarah con desconfianza, frunciendo el entrecejo.

—¿Cuál?

—La última de Viernes 13.

—Ni Viernes 13 ni Viernes 14.

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Comentarios

  1. marcosblue dice:

    Es estupendo, además, lo de la motosierra me recuerda los viejos tiempos del Doom… ¡Si Freddy levantara la cabeza…! Se la volveríamos a cortar, claro.

  2. levast dice:

    Mola, parece un clásico del género, todo un homenaje en cuanto a ambientación, personajes y final peliculero. Oye, también haztelo mirar. 😉

  3. laquintaelementa dice:

    Slasher de manual, jejejejeje… somos hijos nacidos en Viernes 13 😉

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