Ir directamente al contenido de esta página

Top secrets

por

Es una noche cualquiera, de un año cualquiera, en un antro cualquiera, de una país cualquiera, en medio de una  guerra cualquiera. Y ahí estoy yo, esperando a mi contacto, al que obviamente no conozco para pasarle la información y la traslade al cuartel general. Los medios y formas que utilice no me importan, no quiero saberlo, de hecho no me importa quién es o cómo es, sólo quiero terminar con esto pronto e irme cuanto antes. No me gusta el tugurio, no me gusta la gente, no me gusta el ambiente, en definitiva no me gusta estar aquí.

He pedido una cerveza, pero lo mismo podía haber pedido agua sucia, no tiene gas, está caliente… es un puto meado de perro. ¿Pero qué se puede esperar? Cuando me ofrecieron este trabajo pensé que sería emocionante, viviría al límite. Y vivo al límite, del suicidio por aburrimiento y asqueamiento.

Se abre la puerta, ya ni miro, que me busque mi contacto, además no sé quien, es. Pero hay algo que me hace girarme, a pesar de mi decisión, es una energía que tira de mí. Me giro hacia la puerta, y mis ojos se desorbitan, acaba de entrar la mujer más espectacular que nunca he visto, alta, de curvas sinuosas, unas piernas largas como el día enfundadas en medias de rejilla unos pechos que te hablan, un pelo espectacular, pero lo mejor es su boca, una boca pintada de un rojo intenso, de labios perfectos. Imposible dejar de mirar.

—Querido, sabes que no soy remilgada, ¿pero por qué estamos aquí?

—Caramelito, es una sorpresa.

Se sientan, en una mesa frente a la mía. Perfecto, así no tendré que girarme para seguir mirándola, no hacerlo duele. Se nota que ella sabe de su atractivo y que la gusta ser observada, cada gesto, cada movimiento de sus manos, de su pelo, de sus ojos lo hacen saber.

De nuevo la puerta se abre, esta vez no miro, no puedo apartar los ojos de ella. De repente un montón de hombres, que más que hombres parecen armarios empotrados, se sientan en la mesa de ella. Me fijo, llevan camisetas de los All Blacks.

—Chi Chi Fu, caramelito, te presento a los mejores jugadores de rugby, los más machos y aguerridos, como a ti te gustan.

—¡Oh! Mi querido Chemang, qué sorpresa tan agradable.

Piden cantidades ingentes de cerveza, es brutal lo que puede llegar a ingerir en un segundo esas malas bestias. Pero ella parece encantada, es el centro de atención de todos ellos, le llenan la copa (ella bebe vino blanco), le encienden los cigarros. Tan metida en su papel está que no se da cuenta, de que su «Caramelito» la ha dejado dejándola sola, con ellos.

De repente se levanta, se acerca a la barra y departe unos minutos con el camarero, al cual, como no puede ser de otra manera se le cae la baba. Se acerca a un rincón del garito, donde  está el karaoke y se pone a cantar ¡Oh dioses que voz!, que alguien la calle, canta cual grajo afónico.

De repente me sobresalto, vamos que casi acabo colgado de la lámpara del susto. Alguien me ha tocado el hombro, ha sido sigiloso cual felino eso o por los graznidos de Chi Chi Fu, no me he enterado.

Me giro y me encuentro con una mujer de mediana edad, pelo corto, traje de bibliotecaria amargada, con el pelo recogido en un moño, y unas gafas que dan entre susto y miedo.

—Hola, ¿eres Agapito? Soy Emilia.

Mmmmm, creo que es mi contacto.

—Hola, ¿qué quieres tomar?

—Nada gracias, no tengo tiempo, que todavía tengo que hacer el conejo para comer mañana. Porque fíjate tú, que con todo lo que trabajo, que yo a las ocho estoy en mi puesto, no te creas, eso sí a las once me bajo a la cafetería a desayunar, porque yo sin café no soy nadie, y oye, los descansos se han de respetar y si yo tengo media hora para el desayuno, pues lo tengo y lo tendré que coger ¿no?, y claro son demasiadas hora con el estomago vacio, porque a mí una porrita o una tostada con su mantequilla y mermelada no me la quita nadie, que es lo más sano, no como esas tonterías que tiene mi amiga Mari, que la da por desayunar una manzana y un yogurt, y luego claro se pasa la mañana muerta de hambre y no trabaja, casi nada, porque claro yo trabajo un montón, pero es que ella no hace casi nada. Ahora que lo pienso creo que debe ser anoréxica de esas, porque está muy flaca, un buen cocido la daba yo y se le quitaba toda la tontería. Bueno como te decía, que fíjate que con todas las horas que trabajo, sin parar, bueno, porque los ratos que voy a fumar o al baño no cuentan, que se supongo que tenemos derechos a cinco minutos de descanso cada hora, ¿verdad?, aunque algunos están más tiempo del reglamentario, que se creen que no me doy, cuenta, pero vamos que si me la doy, que a mí no me engañan. Es como la secretaria del jefe, se creerá que es muy lista y que me engaña, pero vamos con lo tonta que es, seguro que ese puesto lo ha conseguido porque está liada con él. Claro que menudo apaño, un señor ya entrado en años con cinco hijos, y ¡su pobre mujer!, porque la pobre es una santa, aguantar un tipejo así. Pero claro yo no soy nadie para decir nada, que a mí no me pagan por perder el tiempo y cotillear, porque yo otra cosa no, pero cotilla, no soy, cada uno que haga de su capa un sayo, sí señor, que está muy feo meterse en la vida de los demás y andar cuchicheando a sus espaldas…

Me siento mareado, menuda verborrea incontenible, dejo de escucharla, veo como su boca no deja de gesticular. ¿Cómo respira? Es prácticamente imposible que lo haga, ni siquiera coge aire para seguir hablando, ¿es de este planeta? De repente esa boca ha parado de moverse, creo que me ha dicho algo.

—Perdona, es que con el ruido no te he escuchado bien con el ruido

—A ver, que no te enteras, estás un poco tonto, esto lo teníamos que haber hecho mucho antes, pero claro, a mí no se me escucha, a Emilia para que la vamos a hacer caso…

—Los plazos vienen establecidos desde arriba, yo no puedo hacer nada —no sé cómo lo he hecho, pero he conseguido interrumpirla, lo cual me ha costado una mirada asesina, acabo de ser defenestrado, lo sé, lo siento.

—Ya claro, bueno y entonces, ¿a quién se lo tengo que entregar?

Creo que su no verborrea es su manera de mostrar su enfado y desprecio, hacia mí, mejor, porque si no soy capaz de estrangularla y no sentirme ni medio mal. Le digo donde lo tiene que enviar. Creo que no la cuadra, puesto que los ojos se le han salido de las órbitas, y la mandíbula se le ha desencajado de lo que la ha abierto.

—Está claro, eres tonto. Para entregar los documentos hipersecretos y los planos del arma destructora definitiva, a los mandos supremos que están en otros países, ¿no conocerás a nadie, un amigo o un amigo de un amigo que pueda llevarlo? Porque desde aquí es un lío enviarlo, porque si lo hacemos por correos y el paquete pasa de dos kilos, pues claro me va a tocar buscar a alguien que lo lleve, porque claro yo no puedo que no estoy para esos trotes, que estoy fatal de la circulación, ya sabes herencia de familia, que digo yo que podría haber heredado otra cosa, pero no, voy y tengo que heredar la mala circulación. Así que es imposible, que yo lo haga. ¿Cuánto pesa? ¿No lo sabes?, oye de verdad te pagan por hacer tu trabajo, porque la verdad además de tonto pareces bastante inepto.  Es que si no es por correo ordinario, con los tiempos que corren es bastante difícil mandarlo, y luego la gentes, es que es muy vaga de verdad, que mira que les cuesta trabajo llevar las cosas, si total, es cruzar un par de fronteras y la cosa no está tan mal, que tengo una prima, bueno no es prima carnal, es una prima segunda de mi marido, pues lo que te decía, que esta prima, la Juli, el mes pasado se fue al otro lado a visitar a su novio, que no es por criticar pero es un golfo, y mira que cuando nos le presento se lo dijimos todos que le iba a dar muy mala vida, pero para que nos va ha hacer caso…

Siento que la cabeza me va a explotar en breve. ¿Por qué no se callará?, ¿de dónde saca tanta energía? Qué capacidad más inaudita de enlazar temas. Me empieza a doler el estómago. Me arriesgo a apartar un segundo  la mirada de ella buscando a Chi Chi Fu. Veo como la han rodeado los armarios empotrados y se la llevan, a ella no parece hacerle mucha gracia, busca a su hombre con la mirada, pero él hace mucho que la ha abandonado.

—…y claro, yo creo que mejor las otras copias, para los jefes, por llamarles algo, porque no son más que jefecillos, que se las van dando de lo que no son, y que se creen muy listos, pero que en el fondo no tienen ni la más mínima idea de nada, que si no fuese por nosotras a ver cómo se las apañaban, pues que casi te la quedas tú y la guardas en tu casa o donde quieras, porque total, para tenerla yo en el despacho cogiendo polvo, porque luego nadie viene a buscarlos, pues es tontería, y si acaso las piden, lo cual es casi imposible porque mira que son unos vagos, pues ya te llamo y quedamos o vemos como lo hacemos. Hale majete, hasta la próxima cita.

Veo como se marcha, ha estado casi una hora hablando sin parar, ni siquiera ha bebido nada, y lo más curioso es que se ha ido dejándome como había llegado y sin llevarse los papeles. La diferencia es el dolor de cabeza, que no sé si se me quitará alguna vez.

¿Te ha gustado? ¡Compártelo! Facebook Twitter

Comentarios

  1. SonderK dice:

    para meter a Chichifu y a Emilia en un cuarto oscuro jajaja, un relato divertido y ameno, pena que no durara mas 😉 claro que asi me imagino yo a los espias de este pais de pandereta…

  2. levast dice:

    La Emilia es mi personaje de esta edición. Quiero verla de protagonista en una auténtica misión de black ops. No hay excusas.

¿Algún comentario?

* Los campos con un asterisco son necesarios