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Semana Santa

por

29 de marzo de 2010

Comienza la tortura de 13:00 a 21:00.

Ya no lo soporto más. He llegado al límite de mi existencia.

Nunca pensé que pudiera llegar a esto pero así ha sido.

Ellos se lo han buscado.

Sólo tres días. Tres días, y por fin libre. Mis queridas y ansiadas vacaciones…

No. No son los clientes. Los clientes son unos hijos de puta de la peor ralea que existe y aún así, no llegan, ni por asomo, al nivel de repulsión que me producen mis compañeros.

—Sí, sí, señora Fernández…

No me dejan elección.

—Por supuesto que sí, señora Fernández, tiene garantía de indemnización desde el primer día y le cubre absolutamente todo…

Yo sí que te cubría, pero de mierda, vieja chocha.

Alguien dijo que somos lo que hacemos, no lo que decimos. Bien. Hagamos pues.

—¿Qué tal vaaas Caarmeen? Parece que no llevas muy bien este mes el ratio de ventas… je, je, je.

Marilí Santos. Más conocida como «La Hiena». Su presencia me repugna tanto como su estridente risa.

Decido que ella será la primera.

La pobre Nadia me lanza un gesto de complicidad mientras sus ojos me piden calma. Ella me conoce bien. Sólo por eso le perdonaré la vida. Sí, Nadia merece vivir. Además, hoy tenía cita para ir a la peluquería.

14:00 horas. Comienza el show.

En el trabajo nos han enseñado que hay que resolver los problemas de uno en uno, y yo he decidido empezar por el más gordo: Marilí Santos sufrirá un terrible accidente dentro de, exactamente, diez minutos.

Había imaginado múltiples formas de acabar con su vida pero ninguna me convencía. El problema es que me daba tanto asco tocarla que pensé que lo mejor sería empujarla cuando estuviera asomada a la ventana. Algo que ella hace constantemente.

Lo malo es que así no sufrirá demasiado pues caerá sobre la rampa de salida del parking, y además habrá que llamar a la grúa para recoger los despojos de semejante vaca.

Joder. No hay tiempo, ya está en la ventana, fumando. Miro a mi alrededor. Han salido todos a comer.

Decido lanzarme como alma que lleva el diablo y la empujo con fuerza al vacío. Oigo sus gritos mientras cae y me asomo justo en el momento en que aterriza sobre el techo de un BMW.

El impacto hace rebotar su asqueroso cuerpo. A continuación se desliza por el parabrisas hasta caer justo delante del parachoques, al tiempo que el conductor acelera y la aprisiona entre sus ruedas.

Observo tranquilamente como el coche se da a la fuga dejando una mole de carne sangrienta a su espalda. Bien hecho.

El BMW está abollado pero me alegra ver que tanto el conductor como la rubia que lleva al lado no han sufrido ningún daño. No hay porqué ser cruel.

Vuelvo a mi sitio.

Al cabo de unos minutos se oye la sirena de la policía. Mis compañeros han regresado de comer y se forma un gran revuelo en la recepción.

Nadia y Pilar confirman la versión de la directora.

–Sí, sí señor. Dios mío, ella siempre salía a fumar a la ventana… y se inclinaba bastante…

16:00 horas. Después de los pertinentes interrogatorios nos dejan marchar a todos más pronto.

Fin de la jornada laboral.

30 de marzo de 2010

Comienza la tortura de 13:00 a 21:00.

Se comunica la baja oficial de Marilí Santos por… razones obvias.

Guadalupe se echa a llorar.

Guadalupe Llorente, alias «La Ursulina» por su excesiva educación religiosa y su inexistente vida sexual, es una estúpida e insignificante mujer que vive sus días arrastrada como una babosa a las puertas del despacho de Dirección.

Me asquea su debilidad. Es denigrante.

Últimamente ha estado de baja por depresión. No entiendo por qué no se suicida de una vez por todas y nos hace un favor a los demás.

Realmente pienso que la vida humana está muy sobrevalorada, cuando es bien sabido que no todo el mundo merece vivir. Lo que ocurre es que nos hemos vuelto tan políticamente correctos que no expresamos lo que en realidad sentimos… y deseamos. Y si no, que alguien me explique qué valor puede tener la vida de una mujer como esta.

Qué asco.

Y qué fácil.

No tendré que ensuciarme las manos esta vez.

La Responsable de Operaciones se ha reunido con la Supervisora y el Coordinador de nuestro grupo. Los rumores ya están circulando. Va a haber despidos y Guadalupe es una de las candidatas.

Efectivamente, cuando el rumor llega a su mesa, rompe a llorar.

Me fijo en ella detenidamente mientras se dirige al baño. La sigo.

—¿Te encuentras bien? —pregunto con la mejor de mis sonrisas.

Ella se echa a llorar. A Guadalupe Llorente le gusta mucho llorar.

Cálma. No dejes que este ser pusilánime te haga perder la compostura.

Empiezo a hablar. Sé muy bien lo que tengo que hacer.

Al cabo de veinte minutos se tranquiliza. Ha tomado una gran decisión. Perfecto.

Guadalupe me roza la mano. Siento arcadas. Intento disimular.

—Tenemos que volver. ¿No te echarás atrás verdad?

—No, claro que no…

Cuando salimos del baño nos están esperando. Ella tiene mucho mejor cara y eso los tranquiliza a todos.

17:00 horas. Me comunican que Guadalupe Llorente no será una de las despedidas del mes. Intento disimular mi furia mientras me las ingenio para colarme en la reunión de directivos y arrinconar a Mariola Garrido, la directora del departamento.

Ella me escucha. A solas, como siempre.

Ella accede. Como siempre.

Ella tiene mucho que callar.

20:00 horas. A una hora del cierre, llaman a Guadalupe al despacho de Dirección. A las 20:30 está despedida.

Esa misma noche, Guadalupe Llorente, siguiendo los sabios consejos de una compañera, se traga un tubo de pastillas y se suicida en la intimidad de su habitación.

31 de marzo de 2010

Comienza la tortura de 13:00 a 21:00.

Guadalupe no ha venido hoy a trabajar por… razones obvias.

Conmoción general por la noticia.

18:00. Caída general del sistema. Llegan los informáticos, puntuales como siempre.

El responsable es un tipo calvo y trajeado con gafas de pasta y piel sonrosada que se asemeja a la del cerdito feliz.

Se pasea por los puestos detectando posibles incidencias.

Cuando llega a mi altura se detiene y me mira descaradamente el escote por encima de mi hombro. Mis deseos de abrirle la cabeza con el extintor aumentan por momentos. Me contengo. Él se inclina aún más.

A buen sitio has ido a poner la era…

Me levanto para ir la baño mientras le dejo disimuladamente una nota en el bolsillo de su chaqueta. A los cinco minutos el cerdito está sonriendo.

19:30. La oficina está completamente vacía. Todo el mundo ha salido hoy antes por ser víspera de Semana Santa. Pienso que en este momento estarán desperdigados por toda la ciudad emborrachando sus miserables vidas y dando rienda suelta a su infinita estupidez.

Me dirijo serena a mi cita. El cerdito feliz ya debe de estar esperándome.

Camino despacio por el largo pasillo que lleva hasta la sala de reuniones. Aún no es de noche. Espero unos minutos mientras medito tranquilamente lo que estoy a punto de hacer.

Las sabias palabras de mi antecesora acuden una y otra vez a mi cerebro. Aprende de tu cuerpo y usa tu poder. Es tu deber.

20:00. Entro en la sala. Está a oscuras. Tan sólo dos largas velas encendidas sobre la mesa iluminan la habitación. El olor a incienso es perfecto.

— Pasa preciosa. He colocado todo a tu gusto como me indicabas en la nota.

Qué obediente.

No me molesto en contestar. Simplemente me subo de un salto a la mesa y me sitúo justo en el centro, entre las dos velas. A continuación me bajo el vestido, muy lentamente, y lo dejo caer hasta mis pies. Seguidamente deslizo mis manos por mi ombligo hasta encontrar la cara interna de mis muslos y empiezo a masajearlos. Primero con suavidad, después con violencia.

El cerdito pasa de estar sonrosado sudoroso a rojo cachondo. Se quita la ropa y se sube torpemente a la mesa. No dejo que me toque. En vez de eso le indico que se tumbe. Entre mis piernas.

Sin más preámbulos me siento sobre su pene y me lo meto hasta el fondo.

Está cachondo como un perro. Mejor.

Empiezo a moverme, me balanceo. El intenta tocarme con ansia pero yo lo detengo a tiempo inclinándome súbitamente hacia delante mientras le sujeto por las muñecas.

El cerdo gime. Lo cabalgo con fuerza. Noto como se convulsiona.

Es el momento. Cierro los ojos y arqueo la espalda hacia atrás hasta formar una curva perfecta al tiempo que presiono fuertemente los muslos.

El cerdito empieza a sentirse incómodo. Desea soltarse pero yo se lo impido empujándole aún con más fuerza. Siento un intenso calor, apenas puedo respirar… Es tu deber.

Entonces lo oigo. El cerdo quiere decirme algo. Lo ignoro.

Tiene los ojos desencajados, inyectados en sangre.

En un desesperado intento por sobrevivir el cerdito in-feliz intenta volcarme sin éxito.

Yo le golpeo la cara con fuerza y él empieza a sangrar como su propio nombre indica. Entonces me giro y, cruzando las piernas, presiono su pene todavía más con los músculos de mi vagina hasta retorcérselo.

El cerdo chilla y yo sonrío mientras le escucho suplicar.

Es un momento glorioso. No es más que un despojo humano y es mi deber eliminarlo.

El calor sigue subiendo por mi cuerpo hasta un límite insoportable, así que decido terminar de una vez por todas.

Contraigo mi vagina hasta un límite que ningún cuerpo humano podría soportar y, tras un súbito y violento golpe de cadera, le arranco su sucio pene de cuajo.

Los gritos del cerdo son estremecedores.

Intento acallarlos metiéndole su propia polla llena de sangre en la boca. Pero antes he de arrancármela de mis ingles. Así lo hago y por fin, el silencio.

Un golpe de aire inesperado apaga las velas dejando la habitación a oscuras y la fría mesa cubierta de sangre.

21:00. Fin de la jornada laboral. Me espera mi merecido descanso vacacional. Estoy realmente agotada.

De vuelta a mi despacho me encuentro con una sorpresa inesperada.

Beatriz Melero, nuestra joven escritora se lo está montando sobre mi mesa con mi compañero de despacho, Rubén Ramírez, alias «Mr. Perfecto».

Odio las sorpresas.

Bea se ruboriza al instante mientras recoge apresuradamente su ropa, pero el gilipollas de Rubén, que sufre de «altivitis», no puede evitar soltar uno de sus estúpidos comentarios jocosos.

Joder.

Sopeso la situación y también mi cansancio mientras la chica intenta llegar cabizbaja a la puerta.

Mi jornada ya ha terminado. ¡Joder!

Por fin me decido.

La chica levanta la vista y me mira a los ojos.

Lo siento guapa. La dignidad es todo un arte, y tú la acabas de perder con semejante capullo.

Cierro la puerta tras de mi.

En fin… mis vacaciones tendrán que esperar. Al fin y al cabo es mi deber…

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Comentarios

  1. marcosblue dice:

    Estooo… ¿el relato vas a dejar que lo lean tus compañeros de trabajo? A ver si un día vas a tener un mal día, te van a hacer un reproche y… que los cerebros los carga el diablo y cosas más tontas se han visto.

  2. levast dice:

    Toma historia chunga, joer como están las mentes esta edición, también mola pero dejad de odiar un poquito y respetad la sangre del prójimo, coñoooo. 😉

  3. laquintaelementa dice:

    Joer, y yo que vengo de un Team Building… como para haberlo leído antes del paintball jojojojojojo

  4. Mentxu dice:

    Chicos… Es lo que hay.

    Por cierto… Mis compañeros de curro ya no podrán decir nada…

    Saludos a tos.

  5. javi dice:

    Enhorabuena. Estilo directo. Me engancho al instante.

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