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Schweigen Club (El Club del Silencio)

por

I. El Club

11:55 de la noche. Münster, calle Vobgasse 37, como todos los sábados desde hace nueve años acudo a mi reunión mensual del Club del Silencio, como siempre, estoy nervioso, no aturdido, pero si lo suficientemente nervioso para notar las primeras ganas de mear de la noche, aun habiéndolo hecho hace media en mi casa. Vivo en esta ciudad desde mis tiempos de estudiante de universidad, ahora doy clases de literatura, que irónico, años levitando entre la gente insulsa y mediocre de la ciudad para ahora intentar enseñarles algo de lo que puedan estar orgullosos.

11:56. Tengo que entrar por la puerta a mi hora en punto, la puerta del club es antigua, de hecho la casa es antigua, quizás la mas longeva de esta pútrida e infecta ciudad de mentiras, sobrevivió al mas encarnizado bombardeo de los aliados en la 2ª guerra mundial y cuantas otras desgracias.

11:57. Toco mis cartas de póquer del bolsillo, mi excusa, mi mentira menos amarga, mi mujer piensa que todos los sábados quedo con mis amigos de juventud para jugar y recordad viejos tiempos, idiota, se queda viendo la televisión, aburridos documentales de animales, nunca dura mas de quince minutos hasta que se despierta con sus propios ronquidos, la quiero, siempre la he querido, desde el mismo momento en que la vi. bajando las escaleras de la facultad de ingeniería, con su pelo rubio, largo y liso, sus ojos azules y esa sonrisa que enloquecía a todos.

11:58. Mis dos hijos estarán durmiendo ahora, Hans y Sondra, once y siete años, la alegría de mi vida y también de mi muerte. Si no hubiera sido por el club, ya los habría matado, con amor.

11:59. Tengo treinta y seis años y no recuerdo ni un solo momento de mi vida en el cual haya sido feliz, he tenido situaciones interesantes, alegres, de satisfacción, pero nunca felices, solo hay una cosa que me llena como nada en el mundo lo hace y por eso pertenezco a este selecto club.

12:00. Llamo al timbre y espero que me abra el maestro, nunca tarda mas de diez segundos en hacerlo, cuatro, cinco, con su barba blanca y sus gafas de montura estrecha, siete, ocho, nueve, oigo como alguien coge del pomo y tira hacia dentro, aquí está de nuevo. Tengo un problema con el tiempo.

II. Saludos

Cuando entro en la casa me embargan recuerdos de otras reuniones, conversaciones, gritos y palabras susurradas, creo deslizarme por el pasillo sin sentir siquiera el suelo bajo mis pies, una sonrisa empieza a florecer en mis labios. Entro en la pequeña sala de estar, sigo al maestro hasta mi sofá de orejas, de piel curtida y olor a antiguo, me encanta mi sofá, podría estar allí durante horas sin mover ni un parpado, y eso hago.

12:07. A mi izquierda se sienta Klaus, un tipo enorme, que casi no cabe en su sofá, pero aun así se las arregla para no parecer disgustado, siempre tiene la imagen de haberse comido un par de jabalís antes de venir, gordo, con unos brazos como jamones y una papada digna de un cardenal, siempre sudoroso y de amplia sonrisa, nunca deja de hacerlo, incluso cuando a veces llora y grita, nunca deja de hacerlo. Es uno de los grandes, no le admiro, pero si le respeto, a un hombre así hay que respetarle aunque te regale un coche, un talón por seis mil euros y se cague después en la puerta de tu casa, dejando una nota de agradecimiento por la cena.

Klaus «El Carnicero de Hannover»

Hace una semana…

Tengo un garaje debajo de mi casa, de paredes negras, y cadenas y grilletes repartidos por todos los rincones, este es mi pequeño trozo de cielo, mi lupanar de la inmundicia, aquí tengo mis cortos momentos de alegría.

Ya van treinta y una, rubias, delgadas y con ojos angelicales, toda la culpa la tuvo mi madre, la degeneración encubierta, desde los cinco años dándome palizas y caricias al anochecer en el cuarto oscuro de la casa de un vecindario obrero en Hannover.

Reconozco que siento placer desde el primer momento, desde que las secuestro, hasta que las desangro, a veces incluso con mis propias uñas, deseo satisfacer todos mis sueños, mis locuras y pensamientos morbosos.

La última, Elke, despierta de su profundo sueño inducido por las drogas que la suministré en contra de su voluntad, atada de pies y manos con mis nuevas cadenas refulgentes. No sabe donde esta y mira hacia todos los lados y yo, escondido en las sombras de un rincón, deleitándome con su iniciado miedo y tocándome sin pudor la entrepierna.

Salgo despacio de mi escondite y la chica grita, inútil, las paredes están insonorizadas con la mejor tecnología que pueda existir, me acerco a ella y la propino un puñetazo en el estómago, que la deja sin aliento y hace que su cabeza caiga casi inconsciente en su pecho, intentando exhalar el necesario oxigeno para poder seguir viviendo. Sin mas dilación me desnudo y le muestro mi cuerpo de dos metros de altura y ciento ochenta kilos, estoy gordo, y sobre todo fofo, no he hecho ejercicio en mi vida, pero con extremo frenesí arranco sus ropas como si fueran de papel, y allí queda, desnuda, indefensa, que placer mas sutil, que genialidad la mía al engañarla para que me ayudara a subir a mi casa, haciéndome pasar por tullido, cada día lo hago mejor, claro, entreno para ello.

La violo así, de pie, sin importarme sus gritos y lloros, es lo que mas me enerva, lo que mas inflama mi corazón, la violo sin piedad varias veces, hasta que la sangre empieza a manar.

Creo que ha llegado el momento de sacar mis instrumentos, sierra, bisturí, tijeras y grapadoras de clavos son mis favoritos, pero poco a poco, no quiero perderme ni un segundo de su sufrimiento, por que todo su dolor es lo que me da la vida. Sudando de esfuerzo y sin limpiarme la sangre que corre por mis piernas, la corto una oreja y la mastico sin pudor, no me gusta su sabor, pero su expresión de tremendo horror hace que tenga de nuevo una erección palpitante y monstruosa, escupo los restos de su oreja y empiezo a cortar despacio entre sus costillas, sublimes cortes delicados y sugerentes, me gusta pensar que es arte, arte de la carne…

Se desmaya con un suspiro, así que voy a por la botella de agua y se la echo por la cabeza, tarda unos segundos en despertar de nuevo, dispuesta a seguir deleitándome, finos hilos de sangre corren hacia abajo y pequeños charquitos de sangre aparecen a sus pies.

Cojo las tijeras de sastre y con un diestro movimiento le corto un pezón y lo recojo del suelo, después le pego una patada y sale disparado hacia una de las paredes del fondo, gime y llora como nunca lo ha hecho, su vida ha sido siempre un triunfo de la belleza y ahora descubre cuan frágil es el cuerpo humano, cuan frágil es la piel y la carne tersa.

Durante unos minutos que parecen horas dejo que descanse, quiero que dure, quiero que sufra, quiero que piense unos momentos que hace allí, quien soy y por que estoy haciéndole todo esto, la experiencia me dice que todas imploran por su vida, todas prometen cosas inimaginables a un gordo cabrón y sucio como yo, pero no me creo nada, la primera puta fue mi madre, las demás son solo copias irredentas del original, no hay perdón, tampoco lo conozco, solo el momento de las súplicas y devaneos absurdos es real.

Cojo la grapadora y la examino detenidamente, esta completamente cargada, cincuenta clavos, me pregunto cuantos aguantará esta sin desmayarse de nuevo, hubo una mujer que aguantó dos cargadores y por ello la amé.

Sin pensarlo le meto cuatro clavos en los brazos, nada de venas, se me moriría en unos minutos, calculo la trayectoria y solo atravieso carne, aun así ella estira su cuello todo lo que puede hacia el techo, eso duele, la digo.

Cuatro clavos mas en los muslos, con el mismo cuidado de antes, es una buena zona para volver a clavar otros tantos, así que descargo mi violencia allí hasta que cae sin sentido de nuevo, treinta y dos clavos, si, me ha gustado.

La despierto de nuevo pasada media hora y después de haber cerrado con sutura las heridas mas complicadas, eso me dará un par de horas más. Estas sesiones no tienen sentido si por lo menos no me duelen los brazos de esfuerzo.

Después de detenerme un buen rato en sus nalgas, con unos cuantos cortes mas de bisturí, creo que ha llegado el momento y voy a por la sierra, no sin antes hacerle un torniquete a la altura del codo, ella ya sabe lo que va a pasar y de nuevo grita, por fin, otra vez ese sonido celestial, sus ojos están hundidos y sus labios después de unas bofetadas con la mano abierta ya no son los mismos, son simples caricaturas de lo que llegaron a ser.

Cuando empiezo a serrar su brazo, siento el crujir de la carne, no es un sonido estridente, sino delicado y muy sensual, por supuesto la sangre hace de lubricante, llego hasta el hueso y continúo más y más fuerte, ahora es cuando pongo toda mi fuerza y voluntad en ello. Consigo dejar el brazo medio colgando sin que se desmaye, estoy convirtiéndome en un prodigio de la técnica de la amputación, de nuevo tengo una erección de caballo y decido descargarme allí, en el corte sanguinolento, y con un toque de maestría acabo en su cara cuando estiro de su cabeza hacia abajo con violencia, creo que me quiero cada día mas.

De un tirón le arranco el brazo con mis propias manos y se lo enseño, su cara es una caricatura de pavor, ahora es cuando empiezan a perder la esperanza, así que tiro el brazo al suelo y voy a por unas vendas, que lentamente le aplico a su medio brazo, la doy de beber agua y la lavo con unas toallitas perfumadas la cara de mocos, lagrimas y rimel.

Me pregunta si ya he terminado y si la voy a dejar escapar, la digo que si, que ya he acabado con ella y me he divertido mucho, me promete que no me denunciará a la policía y la respondo que la creo, mero trámite camino del fin.

Es el mejor momento de la noche, ella recobra su confianza, recobra la esperanza, no puedo dejar de reírme y noto como un fino hilo de baba me cae por la comisura de los labios, no hago nada por limpiármelo, forma parte de mí.

Le regalo los oídos con lo que quiere oír, me acerco a recoger de nuevo el bisturí, mientras hablo y hablo, me voy acercando a su cara y la beso en los labios, ella llora, no se si de alegría, ¿de verdad piensa que puedo dejarla ir sin mas?

Empujo el bisturí en su ojo derecho, pero no hasta el fondo, solo lo suficiente para hacer palanca y sacarlo como si descorchara una botella, por desgracia todo el humor vítreo corre por su mejilla y llega a sus labios, sin querer prueba el sabor de su propio ojo, ¿le habrá gustado?

Con el que le queda sano, una mirada de desesperación me acuchilla y me llega hasta lo mas hondo, eso no hace mas que alegrarme la noche y creo que ha llegado el momento de terminar la diversión, así que vuelvo a clavar el bisturí, pero esta vez hasta el fondo con las dos manos y después escarbo con fuerza hacia dentro y hacia los lados, un chorro de sangre me empapa la cara y la bebo con fruición, unos segundos mas tarde Elka muere entre mis manos, por lo menos no ha visto mis lagrimas de pena, al saber que todo ha acabado, y después y como siempre, llega lentamente el silencio…

III. Más saludos

12:39. A mi derecha se sienta Eric, completamente diferente a nuestro compañero el come-jabalís, delgado, blanquecino y con delicadas manos de pianista, cosa que no es, claro, el flequillo le tapa media cara y esos ojos siempre oscurecidos por las ojeras, tiene una tierna sonrisa y habla siempre con tranquilidad, aunque no deje nunca de mover sus dedos encima de la rodillas parsimoniosamente, creo que es gay y creo que él también lo sabe, pero según sus actos me ha quedado claro que lo negará siempre.

Eric «El Destripador»

Hace cinco días…

Una, dos, tres cuchilladas en el estómago del barrendero, la primera no es profunda pero a medida que sigo golpeando el blando y gordo vientre de mi victima, la violencia va in crescendo, mi mano es firme y mi mente está clara, puedo oler el cutre aliento de la colonia barata del hombre, tengo la nariz pegada a su cuello y mi mano izquierda agarra fuertemente la ladeada cabeza de esta vil res. Veo una cara conocida al final de la calle, no, es una de mis pertinaces alucinaciones.

Cuatro, cinco y seis, la sangre empieza ahora a manar y salpicar el suelo de la calle de adoquines grises y sucios, hay una ligera brisa que viene del mar, su acre olor a salado me impregna la ropa, la piel, el cuchillo y quiero aspirar toda la emoción contenida en la mano manchada de sangre, quiero saborear los aullidos amortiguados del saco de carne que tengo entre los brazos.

Siete, ocho y nueve, los intestinos cuelgan del estomago y se balancean al ritmo de los fuertes golpes, ya nada puede pararme, ni siquiera Dios andando por la tierra puede dirigirme la palabra e impedirme que haga mi voluntad, mientras empiezo a disfrutar de mi pequeña orgía de sangre y vísceras, comienza a dolerme la mano, pero ligeramente, todavía puedo seguir un poco mas, me está mordiendo los dedos, pero ni siquiera eso puedo sentir, son como besos de pez en mis pies desnudos.

Diez, once y doce, las vísceras empiezan a caer al suelo con un golpe sordo que hace que enloquezca de placer, siento mi pene como se endurece por momentos y se aprieta contra la bragueta poco a poco, soy mas grande, mas alto, mas fuerte, mas hombre, si me vieran ahora mis jodidos compañeros de trabajo, mirarían hacia otro lado y me respetarían como nunca lo han hecho, si pudiera matarlos a todos lo haría, pero sería peligroso, demasiado, de momento lo he evitado matando a otros que se les parecen en otras ciudades del norte de Alemania.

Trece, catorce y quince, un enorme charco de sangre y tripas nos rodea como un abrazo sanguinolento, el hombre ya no respira, ni se mueve, por supuesto tampoco muerde, el placer que siento sobrepasa con mucho al dolor de la mano herida, el cuchillo se acaba de partir por la mitad, un trozo permanece incrustado en las costillas del cerdo hijodeputa destripado, aun así sigo con mi esfuerzo en pos de la pulsión que me domina. Una mirada a mi derecha me deja paralizado, no, es otra jodida alucinación.

Dieciséis, diecisiete y dieciocho, un extremo dolor recorre mi brazo hasta el hombro, los dedos me hormiguean pidiendo el descanso, pero no puedo parar, ahora no, sería demasiado pronto, dejo caer el inerte cuerpo del barrendero al suelo, engullido por su propio mar de sangre y me acuclillo cerca de él con parsimonia y sin prisas, como si fuera a rezar por él, por mi y por todos los que he tenido el placer de eviscerar, me llegan lejanos sonidos de tráfico a mi espalda, esas calles detrás de las fabricas de ladrillos son extremadamente solitarias, estaré a salvo por lo menos durante unos minutos mas.

Diecinueve, veinte y veintiuna, ahora con las dos manos me ayudo para acabar el divino trabajo, con una acuchillo y con la otra saco las entrañas que quedan en ese agujero que he abierto con esfuerzo, para tirarlas por encima de mi cabeza, algunas golpean contra la pared y caen de nuevo al suelo, otras caen encima de mi y resbalan por la ropa, impregnándome del aroma de un matadero abierto las veinticuatro horas, mis ojos permanecen abiertos y sin parpadear desde el primer momento, no he querido perderme nada, como siempre…

Veintidós, veintitrés y veinticuatro, por fin termino, dolorido y ensuciado por la vil criatura que he despedazado con un cuchillo de matarife comprado hacía dos días, levanto la cabeza y clavo la mirada al cielo nublado y de aspecto siniestro que cubre la ciudad desde hace semanas, abro sin contenerme las fosas nasales, al momento, mi momento de gloria, mi momento de poder. «Dejádmelos a mi y yo los destriparé», pienso mientras me relamo el labio superior. Decían que era marica, ¿que sabrán ellos?, malditos bastardos…

Recojo el maltrecho cuchillo y lo guardo en el bolsillo de la cazadora, he eyaculado en los calzoncillos en algún momento y no se cuando, eso es lo de menos, una vez mas he llegado al éxtasis y ahora llega el último acto, me inunda una sensación amiga de nuevo, que lo invade todo, el silencio…

IV. Confesión

01:15. Cuando el maestro se puso en contacto conmigo hace nueve años, no supe reaccionar, conté los segundos una y otra vez hasta que pude colgar el teléfono sin mearme en los pantalones, se presento sin mas como el maestro, y me instaba a reunirme con él en su casa del centro de la ciudad a una hora convenida el siguiente sábado, vivo a las afueras, en un pareado como cualquier burgués que se precie y durante unos minutos le pregunté quien era y que quería, cuando me puse mas nervioso, le comenté que iba a llamar a la policía para que no me molestara mas, pero entonces él me explico, me narró, me susurro todos mis secretos bien guardados durante años de vacío en mi interior y si al final, yo llamaba a la policía, tendría mas que perder que el maestro.

Mis primeras horas en el Club del Silencio fueron esclarecedoras, allí conocí a mis compañeros del camino.

El Club tiene mas de mil doscientos años de antigüedad, el primero del mundo en su clase, lo fundó Jan van Leiden, sastre de la ciudad, un poco loco y también codicioso, se unió a un movimiento cristiano diferente, anabaptistas, un movimiento herético, al cual sucumbió la ciudad durante algunos años, todos le siguieron, creó el club para sus propios fines y parapetarse ante las dificultades, un club de asesinos, pero no uno cualquiera, de esos había muchos, era un club de asesinos en serie con clase y estirpe, una especie de club de aristócratas sangrientos, de línea de sangre definida, su vida duró poco, el pueblo se levantó en armas ayudado por el papa romano y le ajustició y encerró en una jaula que colgaron en la catedral durante años para que todo el mundo viera su cuerpo pudrirse y desaparecer. Pero el germen de su idea había calado hondo y el club continuo.

A día de hoy, tenemos setenta y tres sucursales por todo el mundo, celebramos incluso nuestras convenciones anuales, en la ultima, en un castillo escocés incluso aparecieron muertos un par de compañeros, en casa de herrero, cuchillo de hierro. Dice el FBI que cada un millón de habitantes existe un asesino en serie, lo que no saben es que esos que catalogan y diseccionan en sus informes no son mas que marionetas y locos de atar que solo nos sirven para marear a policías y políticos. El verdadero lobby somos nosotros y nunca nos han cogido. Después de conocer la verdad, fui feliz, pude sentir como mis hombros se relajaban por primera vez en mi vida y podía compartir con los míos mis sentimientos, mis pulsiones, mis ideas sobre la vida y la muerte. Si, soy un asesino.

Mathias «El Trepanador»

Hace tres días…

Estoy escondido en un parque de la ciudad a oscuras, esperando, siempre esperando mi momento, no elijo a mis victimas, ellas aparecen sin más. Voy vestido de negro, con ropa que luego quemo y tiro al lago Senden, a unos treinta kilómetros de mi casa.

Escucho a lo lejos unos pasos que se acercan deprisa, no son horas para andar solo y sobre todo despacio por entre los caminos circundados de árboles. Tic tac tic tac.

Un hombre de aspecto correcto pasa por mi lado, no me ha gustado, por eso hoy llegará a su casa sano y salvo.

Un poco mas tarde, oigo de nuevo pasos, saco de mi bolsillo mi punzón de quince centímetros, se acerca deprisa, me gusta su sonido, zapatos pesados y pasos largos y firmes, si, le queda poco.

Aparece a mi lado como si nada y enseguida y sin esfuerzo le agarro de la cabeza para meterlo dentro de la oscuridad de mi calle. Lucha con fuerza, pero mis veinte años de pesas y artes marciales sirven de algo, no puede hacer nada para librarse de mi abrazo mortal, durante unos segundos dejo que se defienda, que transpire, que intente aullar sin conseguirlo, no quiero problemas, así que le clavo el punzón solo dos centímetros en la base de la laringe, enseguida se le escapa todo el aire por el pequeño orificio, ya no puede emitir ningún sonido, solo un sibilante hilo de aire que suena a una flauta mal afinada. Le miro a los ojos y los tiene muy abiertos, me hace preguntas sin palabras y los mueve frenéticamente de un lado a otro como un poseso. Tic tac tic tac.

Durante unos segundos que parecen minutos me regodeo en el poder que atesoro entre mis brazos, el poder de dar la muerte o regalar la vida, está en mis manos y saboreo cada milésima de segundo, que aparecen en mi mente como una cuenta atrás que deletreo despacio, muy despacio.

Dirijo ahora el punzón hacia su oído y lentamente lo voy metiendo, sin prisas, las cosas hay que hacerlas bien para que el resultado merezca la pena, cuando llevo tres centímetros dentro de oreja, el hombre empieza de nuevo a luchar con todas sus fuerzas, le doy un rodillazo en el hígado y pierde ese fuelle inflamado que surgía de su interior.

La sangre comienza a aparecer en un fino río que baja por su cuello y empapa sus ropas de invierno, queda poco amigo mío. Tic tac tic tac.

Ahora empujo un poco mas fuerte e introduzco el punzón hasta el fondo, oigo un sonido crujiente a roto, he penetrado su cerebro, su cáliz mental, su habitación mas intima y sensual, le doy la vuelta hacia la derecha y hacia la izquierda, no quiero que se quede atorado en el hueso, el hombre tiene convulsiones en todo su cuerpo, ya queda poco, no sufrirás mas pequeño mío, dame solo unos segundos. Empujo despacio atravesando venas, arterias y masa encefálica, llego al interior, donde con mucho cuidado hago clic y toda la maquinaria humana para sin remisión, es mi veinteava parada.

Empieza a manar un liquido blanco mezclado con la sangre, el cerebro ha implosionado por su oreja y el hombre tiene los ojos en blanco, esta viendo su luz, su túnel de escape, cogelo, ahora es tuyo, tienes tu merecido descanso. La gente cuando habla del olor de la muerte, no sabe lo que hace, no sabe realmente que quiere expresar y siempre se equivoca. Cuando alguien muere, sus esfínteres se dilatan, aflojan los músculos que apresaban los fluidos. Tengo un hombre entre mis brazos que se ha defecado y orinado encima y cuando esos efluvios se mezclan con la sangre… ese es el olor, el verdadero olor de la muerte.

La primera vez se queda grabado en la mente para siempre, y todas las veces es desagradable y humillante, así somos.

Cuando retiro el punzón de su oreja, lo guardo en el bolsillo y dejo su cuerpo con respeto en el suelo, siento como la adrenalina me inunda el cuerpo y mi mente esta viva, todos mis sentidos están alertas, esa sensación es mi vida, mi razón de existir, mi camino a seguir y después, como si nada hubiese cambiado en el mundo en estos cuatro minutos, viene el silencio…

V. Vuelta a casa

03:07. Después de tres horas de conversación con mis hermanos visionarios, salimos de uno en uno de la casa, nos separan solo cinco minutos, los suficientes para que la intimidad nos desdibuje justo en la puerta. Ando durante un rato hasta llegar a mi coche aparcado, subo sin saber muy bien lo que estoy haciendo, es el efecto de la verdad vertida con mis palabras, me acomodo en el asiento, vacío y yermo de presiones y nervios.

Llego a casa solo pensando en dormir al lado de mi mujer, y no tener que explicarle nunca que hago cuando viajo o cuando me ausento unas horas por las noches cada cierto tiempo, no quiero destruir mi tapadera, mi muro de carga frente a la sociedad, que no me entiende. Me desnudo y me acurruco a su derecha, no la toco, pero siento su calor, su respiración tranquila y ausente. Me dejo llevar por la marea de ideas confusas y sueños teñidos de oscuro, quiero soñar, dormir, quizás morir.

Despierto solo en la cama, es domingo y nadie quiere levantarse temprano, durante un instante me extraña la ausencia de mi mujer en la cama, nunca se levanta antes de las diez y solo son las ocho. Asi que me levanto somnoliento y con un ligero mal sabor de boca, me acerco al cuarto de baño y me cepillo los dientes con parsimonia, ahora mi boca sabe a menta y esto me reconforta.

Paso por la habitación de mis hijos, quiero echarlos un vistazo, ningún ruido de juguetes golpeados ni gritos de discusión por parte de ambos, ¿han ido al parque todos juntos?, bajo las escaleras hacia el salón, allí tampoco hay nadie, así que me dirijo a la cocina, una buena taza de té y unos cereales harán que despierte de la neblina onírica que tengo justo después de despertarme cada mañana.

Oigo un leve ruido a mi espalda, en el jardín de atrás de la casa, dejo la taza en la mesa y me levanto con la idea de ver que pasa, cuando llego a la puerta, tiene manchas de sangre en el pomo, las reconocería hasta ciego, empujo la puerta despacio hasta que queda totalmente abierta, delante de mi, amontonados, hay varios metros de intestino en un charco de sangre, no me gusta lo que veo, no controlo mis emociones y empiezo a sudar ligeramente, doy varios pasos hacia delante, los sonidos me llegan de detrás del parasol que utilizamos para broncearnos en verano, que permanece tirado de lado en el suelo, lo agarro despacio y lo echo a un lado.

Mi hijo Hans está arrodillado en el suelo y juega con un cuchillo de cocina entre los restos de mi mujer y mi hija, ambas todavía tienen una mirada descolorida y de horror que las cubre sin remedio, él esta empapado en sangre y murmura una cancioncilla de la escuela, hay mas vísceras a su alrededor, destrozadas y sin orden aparente, mi mujer tiene dos dedos de la mano amputados, quizás de intentar defenderse, hasta el final a sido valiente, mi hija permanece tirada como un guiñapo a su lado y un enorme agujero asoma desde su vientre, donde ahora chapotea con una pequeña mano Hans.

—Hijo, ¿qué has hecho? —consigo preguntar mientras se me erizan los pelos de la nuca.

—Quería saber cómo somos por dentro, papá —tiene los ojos muy abiertos y una sombra de culpabilidad asoma en sus facciones.

No me gusta nada la situación, ni en dos días podría limpiar la escena, quizás ha llegado el momento, mi hijo continua mirándome desde el suelo y con el cuchillo en la mano.

—¿Estás enfadado papá?

Lo miro como sólo un padre puede mirar a su hijo, mi mente se acelera buscando soluciones, lejía, bolsas de basura, guantes de látex, excusas y mentiras acuden a mi cerebro, no se me ocurre nada inteligente, ni digno. Son las 08:37, tengo un problema con el tiempo.

Miro al cielo despejado y sólo hay una cosa que me cubre con cariño y sin preguntas, el silencio…

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Comentarios

  1. marcosblue dice:

    Cuando llevas cuatro cubatas en el cuerpo… ¿tú sabes qué cara de loco se te pone? Es que no te ves, pero yo sí te veo… Así que haz el favor de no escribir estas cosas porque me hacen sentirme bastante intranquilo. Lo que más me ha gustado ha sido el final, le das un giro inesperado que está muy, pero que muy conseguido. Creo que es un gran relato, lo que pasa es que, a psicópata, es muy difícil ganar a mi hermano (que lejos tampoco te quedas, ¿eh?)

  2. SonderK dice:

    y con el quinto cubata me pongo peor, pero eso, creo que ya lo sabes 😛

  3. levast dice:

    Muy chungos los tres escenarios, son jodíos los psicopatas que salen, ha molao mucho. Creo que el autor está enfermito, no debería salir de casa sin una camisa de fuerza bien prieta. 😉

  4. laquintaelementa dice:

    Otro al saco de los psicópatas… no, si yo creo que a todos se os llevó the Boogeyman cuando érais pequeños… ¿cómo puede caber tanta macabronada en esa cabeza? 😈

  5. Marisa dice:

    Una vez pasada la primera escena gore y no tirar el relato a la basura, leí hasta el final.
    El relato me parece bueno, las descripciones son gore total o sea asquerosas (de eso se trataba) y el final me ha sorprendido mucho, creo que es un final muy bueno.

  6. SonderK dice:

    ¡gracias Marisa, te has ganado una cerve!

  7. Walkirio dice:

    Creo que por hoy ya he leído bastante. No es por ganarme una cerveza, pero está muy gore, o sea: tan podridamente estropeado como el cerdo ganador. Perdona, voy a trincarme otra sesión de Winnie, aunque creo que deberé aderezarlo con algo de droga como… sí: un petite suisse de fresa.

  8. MistressGore dice:

    Me gustó mucho la historia, pero creo que podía haber tenido un final un poco más realizado. De todas formas, muy buena historia. ^^

  9. SonderK dice:

    Muchas gracias MistressGore por tu comentarios, sigue leyendonos y si te sientes inspirada ¿por qué no participar? 😉

  10. Danny dice:

    Me Encanto De Princio A Fin!! Una Verdadera Obra De Arte

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