Nota a recordar
por SonderK27 de marzo
La luz me despierta como todos los días, una vez más se me olvidó bajar la persiana, pienso mientras me levanto a por el primer cigarro del día, todavía permanece en el aire viciado de mi habitación el acre sabor de la noche anterior, alcohol, tabaco y sudor ajeno.
Busco el encendedor en vano, abro cajones y miro dentro del bolsillo del pantalón tirado en el suelo, nada, quizás en el cuarto de baño…en el suelo un tanga negro esperando mi llegada, lo recojo y lo huelo, perfume y sudor, pasión y mentiras, lo arrojo a la cama, no recuerdo muy bien a la propietaria, solo sus ojos, suspiros y palabras que ayudan a la resaca a marearme sin sentido. Me siento con los ojos en blanco en el borde de la cama e intento recordar el lugar donde la conocí, donde me emborrache, donde tuve la suerte de mi parte.
A las diez estuve cenando con unos amigos, salimos con una sonrisa tonta después de un par de botellas de “vino del bueno”, como le llaman mis amigos, salimos hacia la zona de bares de rock del centro, por el camino unos canutos hacen la conversación mas amena y fluida, una noche calurosa y llena de luces que destellan nuestras miradas. El bar esta en una calle estrecha, sucia y llena de grafittis, antes de abrir la puerta ya conozco la canción que estalla dentro, me gusta.
Saludo a la camarera morena de los ojos profundos que siempre me regala una sonrisa. Nota a recordar: decirle un par de piropos a ver cómo reacciona. Nos pone las copas de todos, whisky por supuesto, solo con hielo. El bar esta a medio aforo y me permite echar un vistazo a la gente del momento, un grupo de niñatos al fondo bebiendo cerveza, dos parejas riéndose de vete a saber que cosa a nuestra derecha, otro grupo de chicas ligeras de ropa mirándonos de manera picara y una chica sentada al fondo de la barra, sola.
Dos o tres copas después y mientras mis amigos se ponen a hablar con las chicas tontas, me lleno de valor para acercarme a la solitaria de la barra, me presento, me siento y miro sin pudor sus ojos. Me cuenta como ha llegado al bar después de tener una agria discusión con sus padres, que le gusta la música del bar y que ha terminado de estudiar y no sabe que hacer con su vida, escucho, escucho y analizo, sonrío ante la perspectiva de un ligue fácil.
Un par de copas mas y la invito a tomar la penúltima en mi casa, sin decir nada recoge su bolso y se levanta, me sonríe y me dice que le encantaría.
Calor, sudor, una luces traspasan la ventana mientras hacemos el amor sin importarnos el mañana, me siento morir, me siento renacer, saca de su bolso un porro, fumamos y nos dormimos en silencio, sin palabras vanas, ni promesas.
Miro debajo de la cama y allí está, el maldito encendedor, por fin enciendo el cigarro y miro por la ventana, trafico, gente que se cruza sin mirarse y edificios grises. Me paso el día mirando la televisión sin verla, las horas pasan y pido una pizza del italiano de abajo, más cigarros, un porro y unas cervezas. Llegan las diez de la noche, me visto y salgo hacia el bar, tengo la ligera sensación de que algo me atrae hacia allí sin remedio, ¿la camarera, la música o la chica de ayer? Decido averiguarlo sin demasiada convicción.
28 de marzo
La luz me despierta como todos los días, una vez más se me olvidó bajar la persiana, pienso mientras me levanto a por el primer cigarro del día, todavía permanece en el aire viciado de mi habitación el acre sabor de la noche anterior, alcohol, tabaco y sudor ajeno y dolor.
Busco el encendedor con la mirada, lo encuentro en el lavabo, hay unas pequeñas gotas de sangre en él, no se de donde han salido, me miro todo el cuerpo en el espejo alertado por si tuviera alguna herida sin saberlo, todo parece ir bien, aunque me siento mareado. Me doy una ducha de agua fría para ahuyentar espíritus nocturnos y recordar.
Llegué al bar esperanzado, un par de tertulianos estaban en la barra, la camarera de ojos oscuros limpiando unos vasos, me mira y sonríe. Saludo y me siento, me pone mi whisky sin decir ni una palabra, a veces desearía tener una conversación con ella, pero es lo de siempre, ella no me dice nada y yo a ella tampoco.
Nota a recordar: decirle un par de piropos de una puta vez. Quince minutos y dos cigarros después me tocan el hombro por detrás, la chica solitaria. Me cuenta que esta buscando trabajo de lo que sea, que necesita dinero y que la gente es mala, asiento y pido otra copa, escucho con atención sus palabras, sus ojos y los míos cada vez mas cerca, un imán invisible haciendo su trabajo.
Saco del bolsillo el tanga que se dejó olvidado y se lo entrego, se ríe y me da un beso en la mejilla, era un regalo, me dice al oído.
La digo que quiero ir a su casa y me contesta que mejor la mía, no voy a discutir así que pago las copas y nos vamos. Las calles están vacías, no es tarde pero la gente de bien esta ya en casa con la sana intención de irse a la cama pronto, la gente trabaja y no quiere aparecer en la oficina con cara de pasa, no quiere desayunar con acidez del alcohol ingerido, no quiere que sus compañeros murmuren a su espalda mientras ellos maldicen su aburrida vida. Para mi suerte no necesito trabajar, no me importan las arrugas de mi cara y los murmullos de la gente son como palabras vertidas y perdidas en el aire.
Llegamos a mi casa y antes de entrar ya nos estamos besando, casi tropezamos con el mueble del pasillo, lo esquivamos con maestría.
Pierdo la noción del tiempo entre el olor de su cuello mientras permanecemos tumbados uno junto al otro en el suelo de la habitación, saca de su bolso un porro que fumo con ganas, enseguida me duermo con una sonrisa en los labios.
Salgo de la ducha y me seco con la primera toalla que encuentro, la paso por mi cara lentamente y me miro en el espejo, tengo manchas de sangre en ella, instintivamente la tiro lejos de mi y me lavo la cara de nuevo con agua fría, un escalofrió recorre mi espalda, algo no va bien…Voy hacia la cama, la almohada también tiene pequeñas gotitas de sangre, la sabana, el suelo y las zapatilla de andar por casa, algo pasó anoche pero solo recuerdo los momentos compartidos con la chica solitaria y todos eran buenos.
Llamo por teléfono a un amigo y le cuento los detalles que me trastornan, me despacha diciéndome que no tengo que pasarme con la cocaína y que me cuide el tabique, me cuelga y me quedo mirando al vació y maldiciendo mi suerte, hace mas de un año que no pruebo la sensación blanca.
Paso todo el día dándole vueltas al problema de la sangre, a la hora de cenar salgo para el bar a buscar a mi compañera nocturna.
29 de marzo
La luz me despierta como todos los días, una vez más se me olvidó bajar la persiana, pienso mientras me levanto a por el primer cigarro del día, todavía permanece en el aire viciado de mi habitación el acre sabor de la noche anterior, alcohol, tabaco, sudor ajeno, dolor y sangre.
La cajetilla esta tirada en el suelo al lado de las llaves del piso, cojo un cigarro y lo enciendo. Me retumba la cabeza como si me hubiesen golpeado con un martillo, me duelen las rodillas y tengo un ligero calambre en el estomago, voy hacia el baño, desnudo, busco unos antiácidos en el mueble al lado del espejo y me como dos a la vez, mas daño no me pueden hacer…
Miro mi cara en el espejo, dos profundas ojeras cruzan por debajo de mis ojos enrojecidos, estoy pálido y mis labios tienen un ligero color azul inquietante, en el antebrazo tengo dos pequeños cortes, no le doy demasiada importancia, aunque una extraña idea pasa fugaz por mi mente, como un robot voy a la nevera y abro una cerveza, cuando llegue al estomago y se junte con el antiácido se van a echar unas risas. Me recuesto en la cama y miro al techo, de repente creo desfallecer, un mareo malsano hace que tenga una ligera arcada, me cae un sudor frió por la frente y se me cae de golpe la cerveza al suelo haciendo un sonido sordo, en el techo y con letras infantiles han escrito “una, dos, tres copas, sangre y latidos, suspiros y vida”, mis ojos abiertos como platos no entienden lo que ven, solo unos segundos después me levanto de un salto y corro hacia la puerta de la habitación, me paro debajo de ella para mirar atrás, en la mesita de noche hay dos copas de vino y un cuchillo manchado de sangre, me echo las manos a la cara y pienso, aprieto los dientes e intento recordar, asimilar los minutos, horas vividos la noche anterior, no recuerdo nada, NADA, vació y asustado busco mi ropa tirada en el suelo y me la pongo sin pensar, salgo a la calle y me meto en la cafetería libanesa de la esquina, pido un café doble, uno tras otro, hasta la hora de comer, a las 2 pago y me voy a deambular por la calle, espero que abran el bar mientras intento recordar.
Por el camino al bar me como una hamburguesa templada y grasienta pero consistente, abro la puerta con la estridente guitarra en un solo imposible al fondo, allí en la barra no hay nadie, solo la camarera, a la que saludo sin mucho entusiasmo, me pone mi compañero el whisky un poco mas cargado de lo normal, se lo agradezco con un gesto de la cabeza, ella sonríe.
Nota a recordar: si no le digo nada pronto, soy un perdedor. Se abre la puerta del servicio y sale mi amiga, tiene un pómulo morado y el labio inferior un poco hinchado pero sonríe, me da un ligero beso en la boca y se sienta a mi lado. La pregunto por la sangre de mi casa y me dice que se calló de la cama y se dio de bruces contra al suelo, de ahí la sangre y su cara amoratada, no creo ni una de sus palabras pero sigo escuchándola sin convicción. Saca un porro del bolso y me lo pasa, es dulce y potente, buena mierda, como diría mi dealer. Un par de horas después y con la mirada perdida en la nube de la hierba pido mi ultima copa, que la camarera me pone pronto entre las manos, mi compañera de barra me sonríe, me agasaja, me besa en el cuello con ternura y me susurra que quiere ir a dormir conmigo, me bebo la copa de un trago y tiro en la barra varios billetes que llevo sueltos en el bolsillo y sin esperar cambio tiro de ella hacia la salida.
Ya en la cama y fumando otro porro pierdo la consciencia, dejo flotar mi mente y mi cuerpo, mientras ella me acaricia el pecho y me hace ligeras cosquillas placenteras. Luego, mas tarde me siento despertar al escuchar como se abre la puerta de mi casa, no puedo levantarme aunque lo intento, por el rabillo del ojo veo pasar dos siluetas a mi habitación que se acercan a mi y se recuestan a mi lado sin ruido, solo las luces de la noche aparecen de vez en cuando por la ventana, ningún ruido extraño me perturba, veo movimiento de manos, cuerpos y suspiros a mi alrededor, calor y besos húmedos, el destello de un cuchillo delante de mi cara, que tan rápido como aparece se va, como una ilusión, como un truco de magia de barrio, siento un casi inapreciable dolor en mi brazo que pronto olvido, escucho palabras de agradecimiento, de amistad, de amor, suaves palabras que inundan mi mente produciendo un bienestar absoluto, vuelvo a cerrar los ojos, los siento tan pesados, no tengo miedo, nada malo puede pasarme si estoy soñando.
Encuentro el bar cerrado, así que me siento en el suelo mientras me fumo un cigarro y miro los pocos coches que pasan por la estrecha calle de único sentido, en la pared de enfrente hay un graffiti de tres monos blancos que dicen algo en argot, no lo entiendo, a la derecha proclamas políticas comunistas y a la izquierda proclamas políticas fascistas que solo me hacen sonreír.
La camarera aparece como salida de la nada y me mira con curiosidad, me pregunta que hago tan pronto allí y la sonrió sin decir nada, así que ella abre el cierre y me invita a pasar. Me siento en la barra apoyando los dos brazos esperando mi whisky de siempre, segundos después lo estoy degustando con ansiedad, tengo muchas preguntas y poca gente a la que preguntar.
Pregunto a la camarera si conoce a mi “amiga”, me mira con curiosidad y una extraña sonrisa aflora en sus labios, no, me contesta, es nueva por el barrio…
El bar empieza a llenarse, es la happy tour y yo sin darme cuenta, sin pedirla encuentro otra copa en mis manos, la camarera me guiña un ojo y sigue poniendo copas a los parroquianos.
Una hora mas tarde aparece mi amiga, minifalda de cuero y un top sugerente que avecina una noche excitante, hablamos de cosas vanas durante un rato, disimulo mi nerviosismo fumando sin parar, al final no puedo mas y hago la pregunta que me obsesiona, la pregunto sobre las palabras en el techo de mi habitación, sobre las copas de vino y el cuchillo, se hace la sorprendida y no exenta de ironía me contesta que no sabe nada y que debería cribar la gente que llevo a mi casa, esta jugando y desconozco las reglas.
Cuando por fin nuestras palabras empiezan a ser ininteligibles pagamos y nos vamos a mi casa.
30 de marzo
Despierto, son las 3 de la tarde y estoy dolorido y agotado, esta vez los recuerdos de la noche anterior afloran con desesperación, ahora nada nubla mi mente, lo recuerdo todo mientras el agua caliente de la ducha quita despacio el alcohol, el tabaco, el sudor ajeno, el dolor y la sangre de mi piel blanquecina.
Mas de lo mismo, sexo sucio y violento, lo que buscamos, esta vez no quiero fumar maría, me siento mareado, me duermo intranquilo, tengo sueños extraños, que no consigo descifrar, una marea de extrañas ideas cruzan mi duermevela.
Consigo ver dos rostros encima del mío, mi amiga y la camarera sonriendo mientras se besan, mientras beben dos copas de vino y brindan por mi, una abofetea a la otra mientras se ríen, dolor y excitación, no entiendo las palabras que dicen, solo siento una paz inmensa que llena toda mi mente, que desvaría.
Miro mis brazos doloridos, unos pequeños cortes de los que surgen sin timidez mi densa sangre, unos labios que se acercan y beben, del otro brazo una copa recoge las delicadas gotas que caen, están bebiendo de mi, no siento miedo ni dolor solo un sordo placer que inunda mi boca como ambrosía de los dioses. Caigo en un largo pozo sin fondo, mi consciencia se pierde entre una oscura neblina, quiero creer que estoy vivo, que todo es una dulce pesadilla, de la que no quiero salir deprisa, sino lentamente y apurando hasta el ultimo segundo de ella.
Salgo de la ducha mas despierto que nunca, no hay enfado en mi, solo cierta inquietud por los hechos de la noche anterior, no entiendo muy bien los detalles, pero algo me dice que he entrado en una espiral que no se donde me va a llevar.
Me visto lentamente y encuentro debajo de la cajetilla de tabaco un papel arrugado con algo escrito:
Después de esta noche tienes tres opciones, olvidarlo todo y cambiar de bar, denunciarnos o venir esta noche a nuestro encuentro, de nuevo…
«Dos amigas»
Me siento en el sofá raído de mi salón mientras bebo una cerveza, miro al techo y leo de nuevo las palabras allí escritas, en mi mano izquierda todavía sostengo el papel arrugado y tomo una decisión.
Dejo caer el papel al suelo y me acerco al cajón de mi mesita de noche, busco la maría afgana que guardaba para una ocasión de lujo, apuro la cerveza y salgo con una sonrisa burlona en mis labios por la puerta de mi casa hacia la sorprendente noche que me espera.
Nota a recordar: Esta noche la camarera no se me escapa.
Comentarios
Holaaaaaaaaa
Bueno solo una cosa, y pido que me perdoneis el resto…. El relato de mi amigo Isma es la leche eh?
Os pido disculpas porque aun no he leido todos, pero bueno, tengo referencias directas y se que tambien tienen nivel jajajajj.
Esto promete, asi que apartir de ahora sere una visitante asidua de vuestro blog
Bueno bueno, ya estoy esperando la proxima entrega eh?
Muchos besos a todos y a ver si con esto ayudo a que empeceis a tener afluencia de visitas
Ciaooooooooooooooooo
Muchisisimas gracias Raquel! El nivel está muy alto y te animo a que leas las demas historias y las critiques sin miedo.
Un beso muy fuerte! 😛
Pues por lo que veo no, no me he equivocado… este es el tuyo no Isma?… Pues que conste que los he leido todos del tirón y este es el que más me ha gustado.
Está chulo esto, mandad notificación de las próximas publicaciones y os leo fijo!
gracias! el proximo concurso versará de novela negra y los restantes tienen miga…seguiremos informando.
flipas k locura, he puesto en internet: me fumo un porro y me quedo seco. y de repente me sale una historieta to currá k me mola muchísimo …………
gracias Victor por esta casualidad 😉