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Minnesota twin

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Dolly sólo fue un principio imperfecto, un primer paso vacilante de aquella nueva carrera evolutiva tan innatural como milagrosa. Apenas franqueado el umbral del III milenio, ese horizonte mítico que soñaron los científicos de la 2ª Guerra Mundial, una nueva especie había sido creada en los laboratorios genéticos de la clínica Mayo…

Joel era unos días más joven que Elías. La naturaleza había dispuesto que Elías se abriera paso dolorosamente hacia la luz desde la oscuridad del vientre materno una semana antes de lo previsto. Joel continuó ese tiempo sumergido en el líquido amniótico de su probeta. Tal vez fuera entonces cuando sintió los primeros retortijones de aquel sentimiento dañino; tal vez fuera entonces cuando su cadena de ADN se retorció más que la primaria.

A Joel nunca le enseñaron a leer o escribir; sumido en un autismo impuesto, aprendió un lenguaje rudimentario para comunicarse con sus cuidadores para poder expresar sus necesidades básicas, hambre, dolor de cabeza, frío, que eran puntualmente solventadas. Joel era un experimento y había que cuidarlo por el bien del éxito y las inversiones.

Joel creció sabiendo en cada momento que era la copia exacta de otro, que no era único ni irrepetible, ni siquiera el original. De eso se preocupaba el equipo de científicos y militares que supervisaban su desarrollo. De su desarrollo físico. Sin embargo, algo en su interior se agitaba con más fuerza a medida que pasaban los años. Le consumía la incertidumbre en cada sensación que experimentaba, porque no sabía si era su propio cuerpo el que las producía o se trataba del reflejo de las de aquel otro. Pero era peor cuando llegaba la noche. Sus sueños eran de aluminio y cables de electrodos al ritmo crónico del cardiógrafo… hasta que, sin saber cómo, se veía a sí mismo abrazado a una mujer sonriente que besaba su frente. La imagen se desvanecía y Joel despertaba sudando. Sabía que el del sueño era siempre el otro. Y un sentimiento atenazante, el odio, daba una vuelta de rosca más a su doble hélice de aminoácidos.

No era la primera vez que intentaba fugarse. Últimamente las sensaciones y los sueños eran tan intensos que apenas podía soportarlo. Habían decidido atarlo con correas y sedarlo. No había dudas: el experimento era un triunfo, pero todavía había que trabajar en los genes del comportamiento, a fin de eliminar esos rasgos violentos y subversivos. Tal vez con la próxima generación, ya en camino, consiguieran el fenotipo deseado. Joel era el primer clon que sobrevivía hasta la adolescencia y se debían pulir sus pequeñas imperfecciones, esos instintos primarios que manifestaba ahora con más dureza.

Elías estrenó el coche deportivo el día de su cumpleaños. Sus padres premiaban así el éxito en su graduación, acaecida la misma semana. Fue a buscar a su flamante novia y la llevó a dar una vuelta. De regreso un conductor borracho los sacó de la carretera. Ella murió al instante. Él ingresó en estado comatoso en el Hospital General del Condado. Tenía el hígado y el riñón derecho reventados, dos coágulos en el corazón y un pulmón encharcado. En la sala del espera, el padre de Elías envió un mail desde su iPhone de última generación.

Un ordenador del laboratorio recogió los datos enviados desde el Hospital Howard. Joel fue conducido al quirófano 1. Un helicóptero calentaba motores en el tejado del edificio. 4 cofres de aluminio criogenizado esperaban abiertos. La anestesia hizo efecto.

Al principio todo estaba oscuro. Un tenue resplandor apagó las tinieblas y vislumbró su imagen en un espejo. Acercó su mano al cristal; sus dedos rozaron su reflejo… y se entrelazaron con los de éste. Se miraron a los ojos y se vieron a sí mismos dentro del otro. De pronto la imagen de Joel comenzó a deteriorarse. Elías vio 4 puntos incandescentes prenderse a la altura del hígado, el riñón derecho, un pulmón y el corazón. Como un papel quemado por un cigarrillo, aquellos agujeros negros fueron ensanchándose hasta que el lugar que antes ocupara Joel quedó convertido en un vacío silueteado de ceniza.

Elías se recuperó milagrosamente gracias a un donante anónimo. Su cuerpo había aceptado aquellos órganos como si fueran los suyos propios; los médicos del hospital no daban crédito a la asombrosa coincidencia genética entre el donante y Elías.

En el laboratorio se felicitaban por el éxito abrumador del programa Homo clonicus, destinado a producir réplicas de seres humanos con fines varios; a crear fotocopias genéticas de hombres y mujeres para considerarlos criaturas de laboratorio, una subespecie de seres inferiores, una raza de esclavos encadenados a su propio ADN.

Pero nunca pensaron que el nexo entre un clon y su original iba más allá de la secuencia idéntica de aminoácidos. Jamás consideraron el poder latente que subyace en aquella peculiar relación. No tuvieron en cuenta que si se destruye el haz o el envés, ya no puede haber hoja…

El corazón de Elías dejó de latir, sin motivo aparente, varias semanas después del trasplante. La autopsia reveló que tanto el corazón como el resto de los órganos implantados presentaban un incipiente estado de descomposición, el mismo que los restos de Joel dentro de una bolsa negra en el vertedero de Rochester, Minnesota.

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Comentarios

  1. Heri dice:

    Acaecido?….. Baban???

  2. jakitawagner dice:

    No, no es Baban… habemos más culturetas por cierto bar… XDDD

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