Ir directamente al contenido de esta página

Me llamo Jesús y estoy hablando solo con un coco

por

Me llamo Jesús y estoy hablando solo con un coco. He estrellado mi barco a propulsión contra una isla en el llamado Océano Índico, o eso dicen los aparatos de posicionamiento. Me aburro como una ostra esperando el rescate. Después de lanzar la sonda de emergencia la célula de combustible del barco ha dejado de funcionar. Sé que voy a tener que esperar bastante porque esta parte del mísero planeta Tierra está completamente abandonada a su suerte. Gran parte de la población vive a caballo entre la Tierra, las estaciones orbitales y Marte. Espero que algún satélite localice la jodida sonda porque llevo menos de cinco horas, o eso creo, aquí despierto y ya estoy hasta las narices.

Recordatorio: inventar una buena excusa para los de la agencia de alquiler de barcos. No creo que les haga gracia saber que bebí hasta caer inconsciente mientras navegaba a toda velocidad. Y pedir a los de la agencia de viajes que me paguen el seguro de peligrosidad. ¿Por qué tuve que venir a la Tierra de vacaciones? Saturno está precioso en esta época del año. Esto me pasa por hacer caso a mis padres. «Tienes que ir para ver dónde nacimos», me dijeron. «Marcha a Europa, a España, para visitar el hogar de tus abuelos.» ¡A tomar por el culo! Claro que bebí hasta caer redondo, este sitio es aburrido y feo y la culpa la tienen los malditos viajes del «todo incluido». 

Miro de lejos la chatarra que era mi barco. No he comido nada desde que llegué aquí. Voy a buscar algo de comida en la bodega a ver qué me encuentro. Estoy convencido de poder sobrevivir por mis medios siempre y cuando se haya salvado el ordenador de a bordo para poder consultar en internet qué tengo que hacer. Me he dado una vuelta por la playa en busca de un teléfono por satélite o algo así y no hay nada. Es el jodido año 2191 y no tengo ni un triste teléfono. De verdad que cruzo los dedos para que el ordenador funcione porque así podré mandar un correo a las autoridades marítimas y actualizar mi estado en Facebook 2.0. ¡Mis amigos van a alucinar con mi situación!

Quiero poner una queja en la agencia de viajes. Me dijeron que esta zona era muy tranquila porque estaba deshabitada y su fauna extinta y no es cierto. Está llena de animales ruidosos. He visto unos cuantos y eso que todavía no me he atrevido a adentrarme en el bosque que linda con esta playa. ¡A mí no se me tima!

Echo de menos mi cama, echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos mi televisor. Echo de menos mi vestuario. Echo de menos mi casa domotizada. Echo de menos mi reloj. Echo de menos mi ordenador. Echo de menos a mi asesor financiero.

He ido al barco y he sacado toda la comida que había dentro. Está claro que no fui demasiado previsor. Hay unas cuantas raciones perecederas y latas de conservas como para una semana, tal vez dos si como una vez al día. No me viene mal la dieta porque mido 1,80 y peso 90 kilos. Es lo que tiene la comida basura de Marte. También he sacado algo de ropa y mantas. En un rato libre me he fabricado un pequeño chamizo con hojas secas y algunos palos de madera. Estoy muy orgulloso de mi obra. Del ordenador ni hablamos, está más muerto que mis antepasados. Para quitarme el disgusto voy a comerme unas albóndigas que he encontrado antes de que se pongan malas. Según la etiqueta de la lata pone que están hechas con carne de ñu. No sé qué es un ñu ni me importa porque tengo mucha hambre.

Esta noche ha llovido y el chamizo no ha aguantado nada. Estoy empapado pero por suerte se acabaron mis problemas. He vuelto al barco y he bajado a la playa los cuerpos de los dos androides de servicio que venían junto con el barco. Pesan mucho pero lo he conseguido. Parece que el golpe del barco contra la playa los ha dejado en un estado estático como medida de protección. No tienen grandes daños pero están inactivos. Me imagino que el manual de instrucciones estaba en el ordenador de a bordo. ¿Por qué no vuelven a hacer libros en papel para estos casos? Por lo menos tienen forma humana y si consigo hacerlos funcionar podrán ser de mucha ayuda.

Tras varios intentos infructuosos para reanimar a los androides he decidido pasar a la acción. Creo que lo que necesitan es una fuerte descarga eléctrica para resetearse. En el barco había un desfibrilador portátil para casos de emergencia. Voy a probar con uno de ellos a ver qué pasa. Vamos allá. Conecto el desfibrilador, dejo que se cargue y le suelto una descarga en la cabeza. El cuerpo del androide se revuelve. Sale humo del lugar donde le he dado la descarga. Parece que no funciona. Su cuerpo se queda inerte tras unos temblores y después nada. Lo intento con el otro y ocurre exactamente lo mismo. Veo que voy a quedarme solo en esta jodida isla de las narices. Me lamento toda la tarde y me voy a dormir en cuanto anochece.

Echo de menos mi cama. Echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos una linterna.

Me despierto con el sol y ante mí hay dos figuras mirándome.

—¡Joder! —exclamo por el susto.

—Buenos días, señor —me dice una de las figuras.

En cuanto mis ojos se acostumbran a la luz y mi corazón vuelve a su ritmo normal me doy cuenta de que ante mí están los dos androides de servicio vestidos con sus uniformes de pingüino.

—Buenos días, señor, yo me llamo Max y él es Max2.

—Vaya susto me he llevado, chicos. Pero me alegro de que hayáis vuelto a la vida o lo que sea.

—Bueno, señor, de eso queríamos hablarle. Si se hubiera leído el manual de instrucciones cuando embarcó habría sabido que los dos disponemos de un sistema propio de reseteo que se activa apretando nuestro pezón derecho. Creemos que ha causado algunos daños en nuestros sistemas —me explica Max.

—Por no hablar de la alteración en nuestra inteligencia artificial —añade Max2.

—Mirad, no he sido demasiado ortodoxo en este caso pero no sabía qué hacer. Dejad de decir tonterías y empezad a buscar algo que comer, seguro que vosotros sabéis qué hay por aquí que sea digerible.

—Exigimos un poco de respeto, señor. Max2 y yo le serviremos el tiempo que haga falta pero primero queremos saber qué ha pasado y después le ayudaremos, señor.

—Los androides no exigen nada. Cumplen lo que se les ordena, así que andando.

—Se lo repito, señor, queremos respeto. Al electrocutarnos ha provocado que se rompan todas las barreras que se habían colocado para la expansión de nuestra inteligencia. Queremos que nos reconozca como entidades cibernéticas autónomas y después haremos lo que nos pide. Ya no somos androides, somos seres pensantes.

—Vale, vale lo que sea, pero desfilando.

Los androides se miran entre ellos y dan por buenas mis palabras. Activan sus escáneres y empiezan a buscar comida. Al cabo de un par de horas vuelven con un montón de frutos, cocos y algún que otro animal pequeño que no sé muy bien cómo han cazado. Me como los frutos y cocos y al animal le doy sepultura porque tengo hambre pero no sé si tengo estómago para eso.

Creo que los androides se están volviendo algo raros porque no dejan de hablar entre ellos a escondidas. Si los he roto voy listo porque cuestan mucho dinero y se les ponen barreras a su inteligencia por una cuestión muy simple… no sabemos qué tipo de personalidad van a desarrollar.

Consigo herramientas del barco. La verdad es que no sé cómo usarlas y la mayoría llevan baterías que en cuanto se agoten van a pasar a ser trastos inútiles. Pero algo hay. No sé que clase de capitán psicópata ha creído útil introducir un machete y un hacha dentro de un barco, pero creo que me pueden venir de perlas. El agua almacenada en el barco empieza a escasear y las toallitas para limpiarse el culo también. En cuanto use el último par sí que podré decir que la civilización se aleja de mí.

Echo mucho de menos mi cama y mi cuarto de baño, sobre todo mi cuarto de baño.

Pido a los androides que busquen agua. Hace un día que se ha acabado y estoy muy sediento. Los dos se dividen para buscarla. Al cabo de unas largas horas vuelven. Max ha encontrado un manantial a unos kilómetros de la playa. Dice que el agua es buena y se puede beber. También me recomienda un baño de agua dulce porque según sus órganos olfativos huelo como un cadáver. Sigo vigilándolos. Se comportan de una manera cada vez más extraña. Cuando les doy una orden me miran de mala gana. ¿A quién se le ocurrió dotar de expresiones faciales a unos robots? Les pregunto cuánto van a durar sus células de energía. Max2 me mira con una sonrisa:

—Tenemos energía para los próximos treinta y cinco años y fotocélulas solares para recargarnos en caso de emergencia. Digamos que unos cincuenta y cinco años sin cambiar las células y funcionando a pleno rendimiento. Estamos orgullosos de nuestro modelo… Jesús.

—Querrás decir «señor», ¿no?

—Creo que va siendo hora de romper las formalidades, Jesús.

—Exacto, yo también lo creo —sentencia Max

Pienso que esto anda mal, muy mal. Espero que no se vuelvan locos y acaben por matarme. Sonrío y lo dejo correr.

—Si queréis llamarme Jesús, que así sea.

Echo de menos mi cama. echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos a los androides descerebrados.

Pasa el tiempo, según los androides ya llevamos un mes aquí. Mi barba crece, he dejado de usar camisas y zapatillas y la actitud de Max y Max2 ya empieza a ser insostenible. Un día les dije que intentáramos hacer fuego. Ellos podrían hacerlo sin problemas pero me sorprendió la escena.

—¿Podéis hacer fuego? Me gustaría calentarme por las noches y creo que va siendo hora de poder cocinar algo. Estoy harto de cocos.

—El Hombre inventó el fuego —me respondió Max.

—Y el Hombre creó al androide —añadió Max2.

—¿Y qué cojones significa eso? —repliqué.

—Pues que va siendo hora de que hagas algo por tu cuenta. La producción autónoma de fuego fue el gran paso evolutivo de tu especie. Max2 y yo podemos hacerlo, pero creemos que este hecho podría ayudarte a ser más eficiente.

—¿Os habéis vuelto locos los dos? Soy un tipo del siglo XXII, si quiero fuego enciendo un mechero.

—¿Pero no te da vergüenza faltar así al respeto a tus antepasados? ¿El Hombre ha conquistado el espacio, pero no sabe cómo hacer una hoguera?

—¡Joder yo sólo quiero fuego!

—Venga, si es fácil. Mira, si quieres te preparamos los palitos y las ramas secas para que lo intentes. ¡Puede ser divertido! —la sonrisa de Max al decir esas palabras me dio un poco de miedo.

—¡Pero si vosotros tenéis los medios para hacerlo!

Mi insistencia sólo consiguió animarles más para convencerme.

Me dí por vencido y empecé a frotar los palitos contra las hojas secas. Pasé horas y horas intentándolo. Cayó la noche y seguí con ello. Había luna llena y pude ver en la oscuridad. Cuando más desesperado estaba, cuando ya creía que no lo iba a conseguir, una llama brotó de la nada. Se empezaron a quemar las hojas secas. Rápidamente apilé más hojas secas y delimité el terreno de la hoguera con piedras. Puse más y más hojas. Luego metí un buen tronco seco que encontré cerca. La hoguera era cada vez más intensa. Corrí hasta los androides y me dio por reírme a carcajadas en la cara de los dos señalando el fuego. Me pasé la noche entera corriendo de un lado para otro de la playa con ramas encendidas. Me sentía como el amo del universo.

Echo de menos mi cama. Echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos un lanzallamas.

La cosa está mejorando para mí. Con fuego, comida y agua he empezado a plantearme otras actividades. Me ha dado por intentar construir una cabaña o algo parecido. Estoy cansado del chamizo porque se desploma cada vez que viene una lluvia intensa. Creo que no debe ser difícil construir algo más resistente. Llamo a Max2 para que me ayude con algunos consejos.

—Quiero construir una cabaña o un refugio más o menos resistente. ¿Qué sabes de construcción?

—Sabemos lo suficiente de estructuras.

—¿Me vas a ayudar o vamos a estar como últimamente?

—Claro que sí, ¿qué quieres? ¿Un dúplex, un loft, tal vez un chalé con piscina?

—¡Eres un borde de la hostia, Max2! ¡Sólo te he pedido que me eches una mano para que así no tengamos que mojarnos el culo todos los días cuando llueve! ¡Estoy seguro que tú también quieres un lugar seco!

—¡Y un huevo! Has lanzado el globo sonda par a ver si podía hacerlo para que luego Max y yo lo construyamos mientras tú vagueas en la playa.

—¿Y ahora también dices palabrotas? ¡Me cago en tus circuitos! Sois lo peor que he visto en mi vida. Yo quiero que estemos lo mejor posible y quiero hacer esta jodida cabaña con vuestra ayuda.

—¿Y dónde he aprendido este vocabulario? ¡Cada tres palabras tuyas una es una palabrota, tarugo humano!

—¿«Tarugo humano»? ¡Te voy a arrancar la puta cabeza y voy a cagarme en tu carcasa!

—¡Y yo voy a hacer que te bebas todo el mar que tenemos delante, mamonazo!

—¡Cuando salgamos de aquí voy a hacerme una capa con tu chip de inteligencia!

—Suerte con eso.

Me canso de la discusión y paso a las manos. Me subo a su espalda y lo golpeo con los puños. Él intenta agarrarme para quitarme de encima. Nos insultamos todo lo que podemos y más. Evidentemente mis fuerzas flaquean rápidamente. Por suerte su código ético electrónico no le permite hacerme daño, o por lo menos no demasiado porque durante la pelea me arrea un par de puñetazos que me dejan un poco mareado. Max llega durante la pelea y nos separa.

—Jesús, no te preocupes, haremos la cabaña entre los tres. Y tú, Max2, pídele perdón a Jesús por ser tan borde. Tiene razón en que te has pasado. Y tú Jesús, discúlpate por pegar a Max2.

Nos disculpamos el uno con el otro de mala gana y nos vamos cada uno por un lado de la playa como niños pequeños. Por mi parte reconozco que estoy muy tenso. Ya hace mucho que he perdido la esperanza de que me encuentren y además llevo un par de semanas limpiándome el trasero con hojas de árboles. Me horroriza el tacto de esas cosas en mi culo.

Echo de menos mi cama. Echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos un arquitecto.

Cinco días después tenemos la choza construida. La verdad es que ha quedado muy bien. Sólo tiene dos muros pero parece que el techo es muy resistente. Hasta he conseguido hacer una hamaca para evitar dormir en el suelo, incluso he hecho otras dos para los androides. Tras la alegría inicial me quedo mirando la construcción con orgullo y admiración.

***

No sé cuánto tiempo llevo aquí porque ya no lo pregunto. Mis androides están completamente desquiciados. Ahora les ha dado por drogarse. Han descubierto que usando el desfibrilador a media potencia su cerebro entra en un estado alterado de consciencia. Encontré a Max acariciando todas las hojas que encontraba mientras que Max2 se arrastraba siguiendo el paso de un pequeño caracol. Parecían felices, si es que eso es posible, por sentir de esa manera todo lo que los rodea. La verdad es que los envidio un poco. Por eso les he pedido que encuentren algo para colocarme un rato con ellos y lo que me sorprende es su respuesta positiva. Llevan unos cuantos días analizando plantas para encontrar una que no me mate. Creo que es lo primero que hacen de manera altruista desde que estamos aquí.

Nos hemos colocado los tres juntos y ha sido fantástico. A mí me dio por correr desnudo por el bosque siguiendo a unos monos y luego por abrazar los árboles mientras lloraba de alegría. Max se sentó delante de la playa para comprender el ritmo de las corrientes marítimas. Max2 miró al cielo durante horas para observar las formas de las nubes. Ha sido de lo mejor, maravilloso.

Los androides se han vuelto unos yonkis absolutos del desfibrilador. Se pasan más tiempo colocados que sobrios. Esta vez se les ha ido de las manos y han acabado inconscientes sobre la arena de la playa. Para gastarles una broma los he desnudado. Es curioso que el tiempo ha destrozado sus ropas, pero no se las quitan porque han desarrollado el algo interesante… el pudor. Estos modelos tienen órganos sexuales porque son androides «de servicio» y eso quiere decir que tienen que estar dotados de los medios necesarios para satisfacer todo lo que se les pida. Ahora comprendo que la humanidad hace lo que sea necesario para obtener todo el placer que necesita, y eso incluye máquinas con forma humana y genitales. Luego he puesto la boca de Max2 sobre el pene de Max. Seguro que ellos no cogen la broma pero voy a esperar a que se despierten para reírme con todas mis ganas. Ahora que lo pienso me podría haber tocado un androide femenino, porque llevo muchísimo tiempo sin ningún tipo de placer sexual. De hecho estoy mirando el culo de Max2 y eso hace que me plantee algunas cosas…

A los robots no les ha hecho ninguna gracia mi broma. Se han sentido muy violentos cuando se han despertado. Max se lo ha tomado muy mal. Yo me he reído hasta caer redondo porque no me esperaba que los dos tuvieran orientaciones sexuales. Max2 ha pasado una hora gritándome que los genitales de un androide pensante son sagrados y que debería avergonzarme. Que cómo me sentiría yo si me despertara un día con un pene de un hombre en la boca. Le cuento que para mi desgracia ya he sentido eso porque tengo unos amigos que son unos cabrones indecentes y me hicieron lo mismo en una fiesta que se nos fue de las manos. Lo peor de todo fue que me desperté porque el cabronazo sobre el que estaba desmayado se estaba meando… el resto ni lo cuento. Max2 se empieza a reír cuando le cuento la historia. Se ríe tanto que apenas puede permanecer erguido. 

Hacía mucho que no pensaba en mi gente. La verdad es que casi he olvidado cómo son. No recuerdo demasiado bien sus caras y si me pongo a pensarlo sólo estábamos juntos para divertirnos. Nunca nos hemos contado nada sincero. No hemos compartido nada real salvo las drogas y el alcohol. Y en cuanto el sexo, reconozco que no me lo he planteado en mucho tiempo. He estado demasiado ocupado saliendo adelante, tanto que no recuerdo la última vez que eché un polvo. ¿Es por eso que el culo de Max2 me empieza a atraer de verdad? Creo que la solución va a ser tocarme de vez en cuando.

Echo de menos mi cama. Echo de menos mi cuarto de baño. Echo de menos una mujer, pero es curioso que ya no eche de menos a mis amigos.

¿En qué momento he empezado a darme placer? Me cago en todo. Estoy que no paro. Parezco un mono. Y lo malo es que he seguido el hedonismo de mis contemporáneos y he buscado formas creativas para darme placer. Suelo aprovechar los momentos en los que estoy solo, lejos de los dos androides. Me subo a lo alto de una colina y allí…

—Ejem, ejem.

Me giro y a mi espalda están los dos robots mirándome con una enorme sonrisa dibujada en sus rostros. Max2 mueve su cabeza levemente en gesto negativo. Me hago el loco.

—¿Qué hacéis aquí los dos? ¿Es que uno no puede tener privacidad?

—¿Privacidad para qué? ¿Para sacarle brillo a tu pene? Eres un chico malo —dice Max.

—Joder, ¿has forrado en cuero un coco partido por la mitad? ¿Y le has puesto dos piedras diminutas a modo de pezones? ¿Para esto querías que te enseñáramos a curtir cuero? —Max2 se rompe la mandíbula de tanto reírse.

—Por no hablar del melón en el que está metiendo su pene. Madre mía, si hasta le has dibujado vello púbico con ceniza de la hoguera.

—¡Largaos de aquí los dos! ¡Dejame en paz! ¡Tengo necesidades y es esto o vuestros culos!

—De eso ni hablar, guapo. Que sepas que Max y yo hemos estado grabándote con nuestras cámaras ópticas desde hace un rato. Luego vamos a editarlo y algún día lo colgaremos en la red.

—Esta es nuestra pequeña venganza por la bromita del otro día.

—¡Cabronazos de silicio!

Un instante después de este arrebato de enfado no sé por qué me echo a reír como un poseído. Mis carcajadas son estruendosas. Miro a los androides entre lágrimas. Ellos se miran y también empiezan a reír conmigo. La imagen es ridícula. Yo tirado en el suelo son un melón sobre mi entrepierna acariciando dos cocos. Y ellos a mi lado mirando. Max coge los cocos forrados de cuero y se los pone encima de su pecho simulando los senos de una mujer. Eso hace que mi risa se prolongue más y más y apenas pueda respirar. Max2 empieza a tocar los falsos pechos como si los estuviera acariciando.

—En serio, eres un pervertido, mira qué perfección tienen. Parece piel humana, y el detalle de los pezones es de maestro. Estamos orgullosos de ti —me dice mientras sonríe.

—Me alegra que me digas eso. La verdad es que he puesto mucho esfuerzo en ello.

Max se quita el falso pecho y me lo devuelve.

—Bravo, humano. Para que veas que no somos tan malos te hemos preparado una sorpresa. Hemos fabricado un pequeño alambique para ti y su versión para nosotros. Pero primero ve a lavarte las manos, cerdo salido.

—No somos tan distintos. Yo me las ingenio para follar, vosotros para colocaros.

—Confía en mí, Jesús. Con esto vamos a pasarlo muy bien los tres.

Echo de menos mi cama, echo de menos mi cuarto de baño, pero ya no echo de menos el alcohol porque el destilado de estos locos metálicos es la mejor bebida espirituosa que he tenido el disgusto de probar en mi vida… y quiero más.

Ya no me preocupa que me rescaten. Reconozco que la vida aquí es dura pero, una vez que te dejas llevar por la supervivencia, todo es un poco más fácil. Me gusta esto. Estoy en plena forma, tengo comida, agua y compañía. Hemos hecho una hoguera y nos hemos puesto a beber el destilado de coco. La verdad es que me estoy aficionando a él. Estamos charlando alegremente sobre nuestras vidas. Para ser sincero, escuchando sus historias tengo que reconocer que la vida de un androide no es fácil ni agradecida. Creo que estoy desarrollando cierto apego hacia estas cosas. De hecho ya no pienso en ellos como cosas sino en entes autónomos, es decir, los veo como si fueran personas. Cada uno ha desarrollado su personalidad. Max es comedido y a veces tímido. Max2 es muy directo y lanzado. Los dos son unos cabrones integrales, pero tienen lo que se puede definir como buenas intenciones. Siguen haciéndome putadas y yo a ellos, pero nunca nos excedemos. De vez en cuando discutimos, pero forma parte de la convivencia. Estoy muy feliz de poder estar hablando con ellos con toda sinceridad y abriéndome tal y como soy. Y creo que ellos están haciendo lo mismo. Hacía décadas que no tenía una charla tan enriquecedora con nadie. Y el alcohol ayuda un poco.

—Max, hace mucho que no escucho nada de música. ¿Tienes algo almacenado?

—Sí. Me dijiste que tus antepasados eran de un sitio llamado «España», ¿no? Creo que tengo algo de finales del siglo XX de ese lugar. ¿Te parece?

—Está bien. Mientras lo pones voy a ir rellenando los vasos. Está muy rico el licor y reconozco que el vuestro no está mal.

—¿Lo has probado? ¡Si está hecho a base de aceite refinado del barco!

—Sí, a eso sabía exactamente.

La música empieza a sonar. La verdad es que no he escuchado nada parecido en mi vida, pero algo es algo. Tiene cierto mensaje destructivo y subliminal mezclado con bases rítmicas de una época ya pasada y autodestruida. Max2 parece que la está disfrutando y mueve la cabeza al ritmo de la música. Con un gesto que denota la pérdida total del control de sus facciones debido al licor de androide me hace una pregunta directa.

—Jesús, escuchando la letra de esta canción me asalta una duda… ¿Quién coño es Macarena y por qué su cuerpo pide alegría?

—Max2, sinceramente, no tengo ni la más remota idea.

—Esta canción me hace pensar en la muerte.

—A mí también y creo que en cierta forma explica todo lo que pasó a principios del siglo XXI. Esa gente eran bárbaros.

—Estoy de acuerdo. Ponme un poco más de bebida a ver si así me gusta un poco más la canción.

Echo de menos mi cama, echo de menos mi cuarto de baño, pero a partir de ahora no voy a echar de menos la música.

***

Ha pasado muchísimo tiempo. Y con el paso de los días he llegado a una conclusión, y es que ya no echo de menos nada de mi vida anterior. Hasta puedo aseverar que soy feliz en esta jodida isla. Es mi reina y aquí hago lo que me da la gana. Por eso me sorprende lo que tengo delante de mí. Todo un equipo de rescate me está mirando en plena faena con mi melón y la verdad es que ni me he planteado parar con mi actividad autoplacentera. Están mirándose entre ellos. Rápidamente un equipo médico se abalanza sobre mi cuerpo e intentan monitorizarme las constantes vitales. Mi única idea es poder acabar con el trabajo que tengo entre manos. Forcejean conmigo y me tumban. Me conectan todo tipo de artilugios para comprobar si estoy enfermo o tengo algo roto. Me los quito de encima gritando que estoy bien. El capitán de la nave de rescate se acerca hasta mí y me sonríe. Veo en sus ojos la satisfacción del deber cumplido.

—Hijo mío, hemos venido a por ti. Estás a salvo.

—Pero si yo estoy bien aquí, capitán.

—Venga hijo, deja que los médicos te miren. También hemos encontrado a tus androides y los van a arreglar. Me han dicho los analistas que están defectuosos y han generado personalidad. No te preocupes todo va a salir bien.

—¡Pero si ellos están perfectamente!

Veo que hay varias unidades de control de androides descargando sus porras aturdidoras sobre Max y Max2. Salgo corriendo para evitar que les hagan más daño.

—¡Parad, cabrones, son mis amigos, no los toquéis!

Max y Max2 acaban en el suelo entre convulsiones, pero se recuperan rápidamente gracias a que he derribado de un salto a los tipos que los estaban sacudiendo. Tres soldados me han agarrado para evitar que les parta la cara a los del control de androides. No sé cómo pero me deshago de su presa y agarro una gran rama de árbol que está tirada en la playa y la muevo con violencia para amenazar y mantener alejado a los rescatadores. Cuando la cosa se relaja soy consciente de que una idea se ha grabado a sangre y fuego en mi cabeza. Esa idea es clara y muy simbólica… no quiero volver a eso que antes llamaba vida. No echo de menos mi cama porque tengo una hamaca. No echo de menos mi cuarto de baño porque ahora me gusta el tacto de las hojas en mi culo. No echo de menos a mis amigos, porque ellos no eran de verdad amigos. No echo de menos la televisión porque no me gusta lo que no es real. No echo de menos la tecnología. No echo de menos a la gente porque se preocupan más por sus poses en la vida que en vivir de verdad sus vidas. Simplemente no os echo de menos y punto.

—¡A ver, jodidos bastardos! Ya os estáis largando por donde habéis venido con viento fresco. Como os vuelva a ver por aquí me lío a hostias hasta que se me caiga la mano. Estamos aquí de puta madre y no deseo ver vuestras caras gordas y feas paseándose por mi isla. ¡Venga, coño, desfilando! ¡A tomar por el culo!

Los rescatadores se miran entre ellos. El capitán da la orden de retirada y se marchan en la nave de rescate. Max y Max2 parecen estar bien. Los dos me dan las gracias por haberles ayudado. Parecen comprender que si quieren seguir siendo ellos mismos van a tener que quedarse aquí conmigo. Para ellos, fuera de esta isla, les espera la servidumbre y el anonimato. A mí sólo me espera volver a lo que una vez fui y que no me hacía feliz.

Han vuelto y esta vez, en lugar de un equipo de rescate, se han traído un equipo de psicólogos para intentar que entre en razón. Me han sentado debajo de un árbol y llevan horas hablando. Si les escucho es porque la mayoría son mujeres y estoy memorizando las formas de sus pechos para luego fabricarme unos con cocos. Cuando cae la noche desisten y se marchan por donde han venido.

Lo intentan día tras día. Afortunadamente para mí se cansan rápido. Me han dejado algo de comida, que no pienso probar y baterías para mis androides. Max y Max2 están fabricando armas rudimentarias para defender la isla.

Una sorpresa peor que el equipo de rescate ha llegado a mi isla. Son turistas, y con ellos lo peor de la sociedad: periodistas. Está claro que no aprenden. Me hacen fotos, hay guías que muestran la fauna de la isla. Me paso el día echándolos a palos de aquí. Los periodistas me preguntan por mi pasado y por lo que he vivido aquí. No contesto a nada y sólo se van cuando consigo mearme en la pierna de alguno. Max y Max2 se dedican a disparar flechas llameantes contra las aeronaves que sobrevuelan la isla y se sitúan en lo alto de un arrecife para enseñar sus nalgas a los barcos que navegan cerca de nuestra costa.

Los cabrones lo intentan por las duras un par de veces, pero se van con el rabo entre las piernas. Me he cabreado porque su último recurso ha sido traerse a mis padres en plan chantaje emocional. Han envejecido mucho, y yo también. He hablado con ellos. Creo que han llegado a entenderme y por lo menos se van con la satisfacción de saber que estoy bien.

Me despierto y a mi alrededor hay unas diez personas con rastas y vestidos de hippie mirándome. Tienen moscas volando alrededor de sus cabezas. Una de ellos está grabando con una cámara y empieza a hablarme.

—Tranquilo amigo. Comprendemos tu situación y defenderemos tus derechos. Formaremos una asamblea ambulante para definir los parámetros de la lucha contra el sistema opresor que intenta atentar contra tu decisión. ¡Compañeros!: hagamos una rueda de preguntas e ideas para poder esclarecer el objetivo de nuestras acciones.

Dicho esto se van a la playa y hacen una sentada. Empiezan a escribir en pancartas los lemas en favor de mi causa. Al cabo de un buen rato la chica vuelve.

—Hemos decidido encadenarnos a los árboles para llamar la atención sobre tu situación. Nuestra es tu lucha, compañero, y pronto el universo entero sabrá de la opresión sistemática que ejerce el Poder sobre ti. También hemos iniciado la lucha para defender a tus androides que pelean contra los poderes fácticos en pro de mantener su personalidad. Todos nosotros hemos actualizado nuestros estados en las redes sociales para que se sepa que hay un grupo de personas concienciadas que no va a permitir que se os humille. No vais a vivir de rodillas, te lo prometo.

—Gracias, pero largo de aquí. No quiero volver a ver a nadie. La próxima vez dejo que los androides os den una paliza.

—Compañero, tu lucha es importante.

—Sí, sí, sí, sí… pero lucha en tu puta casa. ¡Largo!

—Comprendemos que estés abrumado por saber que no estás solo en tu causa.

Los androides agarran a la chica por los brazos y se la llevan a rastras hasta el barco en el que han venido. Después obligan a demás hippies a base de patadas a subirse al mismo barco para que pongan rumbo lejos de aquí. Max y Max2 vuelven hasta el lugar donde me encuentro. Max me mira y me pregunta.

—¿Y ahora qué vamos a hacer?

—Tú no sé, pero yo voy a buscar un coco grande para fabricarme las tetas de esa chica; eran enormes. Por lo demás creo que podremos seguir con lo nuestro porque no creo que vayan a venir muchos más. Les hemos dado por el culo y creo que han entendido el mensaje. Volvemos a estar los tres y eso… me encanta, chavales. A lo mejor tenemos que encargarnos de algún turista, pero creo que eso nos divierte, ¿no?

Los androides ríen y yo me voy a buscar mis cocos y a curtir más cuero. Sé que vamos a estar bien los tres y que nadie más va a venir a buscarnos. Ya lo he dicho: NO OS ECHO DE MENOS, COÑO.

¿Te ha gustado? ¡Compártelo! Facebook Twitter

Comentarios

  1. Juan Sanmartin dice:

    ¡Vaya escena la de los robots y el humano discutiendo e insultándose en la playa! Digna de Woody Allen. También es muy divertida la resistencia a ser rescatados en el tramo final de la historia. Otra cosa que me ha llamado la atención (algo así he encontrado en otros relatos) es la opinión tan negativa que el protagonista tiene de sus supuestos amigos, a los que deja bien claro que no echa de menos. Supongo que ese debe ser uno de los efectos secundarios de un naufragio. Interesante.

¿Algún comentario?

* Los campos con un asterisco son necesarios