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Los expedientes

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Expediente 2348

Tengo cuarenta y dos años, nunca he pisado tierra alguna, de hecho nací aquí, entre metal, cañerías, vapor y lucecitas por doquier, una nave de exploración y colonización clase B3 que hace doscientos años que partió de la tierra rumbo al exoplaneta KS541. Todavía seguimos en rumbo.

Formo parte de la administración de la nave, nada del otro mundo, sólo papeles, expedientes y rutinas varias. De vez en cuando me mandan redactar algún expediente clase X, o sea, expedientes que forman parte de la bitácora de la nave.

Llevamos dos siglos pasando penurias. Hemos pasado dos guerras de clanes (expedientes 1579 y 1599), tres ataques alienígenas (expedientes 1874, 1947 y 2141) y veintisiete enfermedades raras, una de ellas, la «sombra azul» (expediente 1978) mató al ochenta por ciento de los hombres de la nave. Gracias a esa jodida enfermedad ahora compartimos tres hombres por mujer, me toca los lunes y miércoles y es fea, pero coño, qué voy a hacer si no; nunca me han gustado los hombres. Nos convertimos en una sociedad matriarcal y así nos va, mucho mejor.

Este expediente es el penúltimo antes de nuestra gran llegada: se supone que mañana llegamos a nuestro destino y ahora no se me ocurre qué decir, mejor dicho, escribir.

Llevo toda la vida paseando por los pasillos ennegrecidos, bebiendo en los bares mugrientos y comiendo pasta blanca, verde y azul de vete a saber qué, aquí no sabemos nada de la comida de nuestros antepasados, ni siquiera he preguntado nunca de dónde sacamos la comida: alimenta y punto. Seguimos adelante y no miramos atrás, sólo el espacio profundo sabe de nuestras hazañas y nuestros quebrantos.

Y ahora y después de tantos años, muertes y dificultades, dentro de veinticuatro horas pisaremos tierra, un mundo donde podremos vivir libremente y respirar aire puro y no ese aire reciclado que por las mañanas nos hace toser hasta escupir mocos negros.

La camarera me da otra bebida de xamos y bebo, una detrás de otra. Se supone que esto emborracha, pero mi cuerpo ha sobrepasado el límite de aceptación, quizás necesite otra cosa, pero aquí no hay nada que supla el xamos. Quizás un poco de deporte, sexo y alguna que otra pelea; hacen que nuestro espíritu salga de nosotros durante un momento, pero el hastío es lo que predomina en esta nave. Una vez leí de muertos vivientes y eso es lo más parecido a lo que intenta sobrevivir entre esta chatarra.

Gracias a mi plataforma de escritura virtual PEV, puedo seguir añadiendo cosas al expediente, sólo mi pensamiento crea las palabras que se van grabando, después el filtro ético se encarga de quitar palabrotas, palabras mal sonantes y pensamientos impuros. Recordad que el hombre piensa en sexo cada treinta segundos; doy gracias al filtro de que mis expedientes salgan impolutos, nada me estresaría más que dejar por escrito todos mis sueños eróticos con todas las mujeres con las que me cruzo: un punto a favor de la tecnología.

Expediente 2349

Siete de la mañana de nuestra nueva vida, esta noche estaré caminando por el mundo que nos prometieron. Dicen que el nivel de oxígeno es normal, que más de la mitad del planeta es verde, que grandes mares circundan los diversos continentes y que no hay formas de vida inteligentes tal y como las conocemos.

Dicen que por fin podremos vivir sin problemas, que trabajaremos todos juntos para que nuestra civilización perdure. Somos más de cincuenta mil personas, hace doscientos años sólo cinco mil. Vale que después de nueve generaciones hay un problema con nuestros genes: unos nacían muertos, otros con taras, pero la mayoría aparentemente normales.

Durante el ataque alienígena de nuestra segunda generación (expediente 1947) más de la mitad de la población quedó estéril y disminuyó enormemente la reserva genética de la nave. Después de muchos años fuimos capaces de controlar en gran parte de los inconvenientes, pero estábamos llegando a nuestro límite y ahora, por fin, estamos en nuestro propio paraíso donde podremos solventar todos nuestros problemas.

Estoy recogiendo todos mis enseres en una pequeña bolsa, ropa de trabajo sobre todo, y mi PEV. Continuaré mi trabajo para la sociedad, para que las futuras generaciones sepan todos los datos, todos los nombres, todas las cosas que ocurrieron y ocurrirán mientras viva. Después de mí otros continuarán y así seguirá siempre.

Por una gran pantalla de la sala mayor hemos visto el planeta, una gran bola azul con manchas verdes, todo parece correcto y genial, sólo nos queda llegar y vivir una vez más como lo hicieron nuestros precursores unos siglos antes.

Todos esperamos que los mandamases de arriba hagan lo correcto y rememos todos a una para perdurar y sobrevivir en este mundo nuevo. En otras ocasiones esos gerifaltes nos han hecho pasar por malos momentos, guerras insanas, enfermedades que nos han debilitado hasta extremos casi insalvables, pero sobre todo han provocado muertes innecesarias.

Durante mucho tiempo nuestros antepasados vivieron con miedo, a todo generalmente, ya que cuando tu vida pende de un hilo y sobre todo cuando tu vida mora en una nave en el espacio a millones de kilómetros del mundo más cercano y conocido, todo parece pequeño y tu vida más.

Para desayunar me he preparado un plato de pasta verde y un poco de agua, me he duchado y me he vestido con mi traje de faena más limpio y menos roto que tengo. Las botas las estreno, creo que quiero tocar ese suelo con algo nuevo y después quitármelas, caminar descalzo y si me hiero con algo disfrutar de ese placer tan terrenal.

Si algo deseo ahora mismo, es vivir y caminar hasta que no vea a nadie a mi alrededor, dejar de respirar los olores de la gente, aspirar el aire puro y no viciado del exterior, no tener que hablar con alguien en semanas y perderme entre los bosques que nos esperan allí abajo, hacerme una casa con mis propias manos, con la madera que encuentre a mi paso, y dibujar mis sueños en un rincón que nadie conozca.

Expediente 2393

La colonización ha terminado, han pasado dos años desde que pisamos esta nueva tierra, hemos tenido algún problema que otro, sobre todo el final de la tecnología tal y como la conocimos.

Al cabo de unas semanas nada electrónico funcionaba en el planeta. Dicen que del mismo interior de la tierra emanan pulsos electromagnéticos que han destruido las entrañas de todo lo mecánico, así que hemos tardado más de lo calculado. Pero aquí estamos, con un azadón en la mano y recogiendo las cosechas de la primavera de este nuevo mundo.

El chip que llevaba integrado en el cerebro y que me permitía oír se estropeó como todo lo demás. Ahora estoy completamente sordo, tal y como nací, he aprendido el lenguaje de signos y no me va mal, lo peor ha sido el funcionamiento de mis tripas, ya no me responden, otro problemilla genético más. Me han dicho que tengo veinte años menos de vida. Da igual, ya estoy aquí, he construido una casa con mis propias manos y he cosechado el maíz que desayuno todos los días.

Los nacimientos malsanos han continuado y quizás nunca terminen, pero la esperanza sigue en nuestros corazones: mientras sigamos vivos todo fluye y se desliza como soñé durante muchas noches en la nave.

Tengo miedo de que pase el tiempo y todo se diluya, que todo vuelva a ser como antes, que vuelvan las guerras y la miseria, que nos descompongamos poco a poco y desaparezcamos del universo como pequeños neutrinos en una salsa de arroz mal hecha. Pero luego miro a la gente, los campos verdes y sanos, el cielo azul y el mar embravecido, y sigo levantándome día tras día.

A nuestra llegada se crearon los grupos de gestión poblacional, gente que nos dirige, que nos dice qué hacer y qué no hacer, a dónde vamos y lo que tenemos que olvidar para seguir adelante. De momento nada ha ido a peor.

Existe un consenso entre nosotros: no hagas mal y no se te hará ningún mal. El robo se paga con la muerte, la violación se paga con la muerte y la muerte se paga con la muerte; es fácil, nunca las leyes fueron tan sencillas y mundanas: vive y deja vivir.

La gente muere de forma natural: gripes, accidentes, cánceres, enfisemas, embolias y muchos más males humanos, pero por fin todo ha acabado: ahora escribo todo a lápiz. Tardo una eternidad comparado con la velocidad del PEV, pero tiene su gracia y encanto. Pero me duele la mano y así todos los días, escribo sobre papeles recién hechos con pasta de madera, como hacían nuestros antepasados, y eso me retrae a tiempos peores y me regocijo.

Expediente 2478

De nuevo en la nave: todo se ha ido a la mierda y sólo somos unos tres mil. En los últimos años algo ha pasado en el planeta, la gente empezó a morir sin motivo, empezaron las guerras tribales de nuevo, las enfermedades y las violaciones. Cuando el humo se despejó y pudimos ver la devastación, quedábamos muy pocos y mal avenidos, pero conseguimos llegar a la nave, que permanecía como un monumento a las afueras de la ciudad que creamos, vieja, oxidada y con la energía acabada.

Unos meses después conseguimos encenderla, elevarla por encima de este mundo desolado y ocupado por la muerte, salimos disparados de allí sin rumbo, sin esperanza ninguna, con remiendos en nuestra alma.

He conseguido oír de nuevo y mis problemas internos vuelven a estar controlados, pero nada de esto hace que me sienta feliz: es más una vuelta de tuerca en mi vida que otra cosa. Ahora soy más viejo, tengo más cicatrices y mis sueños rotos y enterrados en ese planeta de mierda.

Quiero que la nave se dirija a la próxima estrella y nos quememos rápidamente para que nuestra raza, por fin, desaparezca y se acabe este final tan largo y, sobre todo, tan cansado para mi mente. No he conseguido suicidarme, lo he pensado muchas veces pero nunca me he atrevido. Pero ahora sé que todo va a acabar rápido.

Hace un par de horas me he colado en la desierta sala de mandos de la nave, he seguido los pasos del ordenador y he conseguido dirigir la nave hacia la estrella más cercana. Todo lo que deseaba lo he hecho. Al salir un guardia me ha mirado y ha bajado su cabeza, he salido despacio y sin mirar atrás, quizás esto sea lo mejor para todos, seguro que alguien detrás de nosotros viene y lo arregla todo, mejor y con más cabeza, pero presumo que todo puede pasar a partir de ahora.

Me reclino en el sillón de orejas de mi habitación y miro al techo con los ojos muy abiertos. Estoy tranquilo, todo acabará pronto.

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Comentarios

  1. levast dice:

    Una historia con un tono triste muy logrado, con gran conocimiento de la ciencia ficción. Creo que ganaría más si hubieras desarrollado más la evolución y decadencia de la sociedad retratada.

  2. Aisiteer dice:

    Como cotillear los expedientes del Archivo, ¡muy molón! ¡Quiero neutrinos en salsa de arroz!

  3. laquintaelementa dice:

    Yo quiero saber cómo la cagamos otra vez… a pesar de los neutrinos 😉 Como dice Levast, creo que deberías reescribir la historia y desarrollar más la parte del relato en la que se instalan en el planeta y se repite la historia catastrófica. Y sacar más partido a detalles originales que sólo mencionas (la sordera del protagonista, la enfermedad de la «sombra azul»). En definitiva, queremos más expedientes!! 😈

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