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La conjura de Ardoz

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En la trastienda de la vieja librería, sentados alrededor de una mesa decrépita, rodeados por estanterías de polvorientos libros y a la luz de una bombilla de 3 vatios, cinco personajes, y por consiguiente cinco sombras, se proyectan sobre la roída tabla, en la que tantos y tantos codos se han apoyado a lo largo de su existencia. Son cinco personajes siniestros, porque todos son zurdos y, además, de izquierdas. Sus nombres producen escalofríos sólo con escribirlos, y por ello omitiré los apellidos. Porque, al igual que el Voldemor del Harry Potter, sus nombres completos no deben ser pronunciados por miedo a las represalias de ignotas y temibles fuerzas.

El más alto y el más calvo, al que sin duda identifico como David T., es el que preside el este sanedrín de la conspiración, por eso lo llaman «el Presidente», vaya. Su palabra es oída, temida, respetada y seguida por todos los miembros de la orden. Sólo levanta la ceja y sabes que algo pasa por su mente, alguna maquinación en su poderosa y brillante cabeza ha dado el fruto deseado. Del presidente nació la idea que ahora tiene al resto de los miembros reunidos en esta sala de la vieja librería de la calle Los Curas.

A su lado, el dueño de la librería Paco A., el ideólogo, el Rasputín del grupo, el que da contenido político a las elucubraciones alumbradas por el Presidente. Su pasado es turbulento y lleno de lagunas que  ha procurado muy bien ocultar; sólo sabemos que estudió Historia y se codeó con un tal Antonio C., peligroso sujeto al que buscan las policías de medio mundo. El librero, mano derecha del Presidente, es quien se ocupa de redactar el acta que posteriormente se llevará a la acción por el resto del aparato.

Sentado en su silla, que es suya porque se la trajo de casa (andan algo escasos de presupuesto, obviamente), el más vil miembro de todos ellos. En todos los años de seguimiento al que le hemos sometido, no le hemos podido pillar cometiendo delito alguno. Es escurridizo, astuto, sagaz, muy intuitivo, una angula humana. Quería decir: una anguila. Ant. R. C. es el nombre que le damos en la brigada, aunque nos referimos a él como «el señor secretario». Su nombre real omitiré por razones de confidencialidad y porque se me ponen los pelos de punta clavo sólo con tener que evocarlo. Es el encargado de la seguridad del grupo subversivo y por lo tanto el sujeto al que más de cerca vigilamos. Desde hace tiempo le tenemos ganas.

El cuarto miembro al que debemos destacar se trata de El Marcos T., M. T. para abreviar, hermano del Presidente, y sus funciones en la célula no las tenemos todavía muy claras. Parece que se esconde detrás de una máscara de aparente desdén, pero creemos que llegado el momento aflorará su función como agente de propaganda y persecución. No da buena espina, no.

El penúltimo que cierra el círculo del mal es Alfonso C., sujeto de acción, de rápidas decisiones, basadas siempre en la imprudencia y temeridad de su carácter. Sabemos que se casó y se divorció en el mismo día, es impulsivo. Sus ojos proyectan una mirada fría e impenetrable. Sería el encargado de sembrar el terror, la destrucción y el caos. Y el resultado de esta siembra sería el renacer del Pueblo Torrejonero Sin Forasterucos (PTSF), según un documento intervenido la semana pasada a un correo de la organización.

El último sujeto que compone este diabólico clan es Coco N., pero siempre llega tarde, o sea, que no está.

Habla el Presidente; aguzo el oído, el micrófono se lo hemos colocado en el cascabel al gato del librero que, como es habitual, está en el regazo de su dueño. También habíamos colocado una cámara ultra compacta de 200 megapíxeles en los ojos de una mosca cibernética, pero se la comió el gato. Un millón de euros a la porra. No puedo verlo, sólo escucharlo, pero sé que lleva un lápiz de Ikea en la oreja: de las treinta y cinco mil fotografías secretas que le hemos tomado, no hay ni una en la que no salga con él.

—Bien, hermanos, socios y amigos. Como Presidente vuestro que soy, tengo que anunciarlo: ha llegado el momento de la acción. De esta reunión de sabios tiene que nacer primero la idea, que se plasme en el programa, que posteriormente se desarrolle y que, finalmente, culmine en el éxito de nuestra empresa. Son tiempos oscuros los que nos ha tocado vivir (¡como se nota que el Presidente es un fan de El Señor de los Anillos). Esta época, casi diría, si me permitís, mordoriana, tiene que terminar por el bien de todos…

—¡Y por el nuestro! —apostilla Paco A., que siempre está al quite y atento a terminar la frase del Presidente.

—Sí, bueno… y por el nuestro.

(Le sigue un silencio embarazoso; de lo que deduzco que al Presidente no le ha hecho gracia la apostilla y me imagino que, en estos momentos, contempla con su gélida expresión de desagrado y silenciosa reprimenda a su interlocutor.)

—¡Espero no ser interrumpido de nuevo…!

(Continúa, se escucha nítidamente un «¡glup!» en los auriculares… o quizá haya sido un «¡slurp!», este maldito gato me tiene confundido.)

—…que sigo. Como iba diciendo, la situación ha desbordado al alcalde, y debemos intervenir. ¡Debemos tomar el poder, para reinstaurar las tradiciones, para que se vuelva a respetar el orden y el concierto, para que el glorioso nombre del PTSF resuene en las orejas de España, en los oídos de Europa, en los tímpanos de Oriente y Occidente, en lo que es el huesecillo ése, el… el yunque, o el martillo, o como se llame, del mundo entero!

(Silencio.)

—¡A ver, joder, o somos organización o no somos organización, ahora tenéis todos que jalearme y decir «¡SÍ, SÍ!» en un ambiente de fervorosa alabanza al Presidente que culmine en gritos de «¡REVOLUCION, REVOLUCION!».

(Se escuchan los gritos, me acabo de quedar sordo. Cómo chilla esta gente cuando se la estimula.)

—¡REVOLUCIÓN, REVOLUCIÓN, UN NUEVO ORDEN Y UN CONCIERTO! ¡PRESIDENTE, PRESIDENTE!

(Vuelvo a oír la voz potente de David T. pidiendo calma a sus acólitos y dando las gracias, gracias, se lo merece.)

—¡Presidente, presidente…!

(Se oye la voz del señor secretario, inconfundible con su tono grave y serio.)

—…Debemos ser cautos, tengo infiltrada una confidente en la policía, y me ha comunicado que están detrás de nuestra pista. A lo mejor han colocado un micrófono en la librería, o en la sala, o en el cascabel del gato, vete tú a saber dónde. Debemos estar atentos. ¡El enemigo no duerme!

—¡Cierto, cierto! ¡Buena observación! Asciendes a coronel de tercera…

(Por un momento temo que se enteren del operativo que hemos montado para desarmar a esta célula de intrigantes, contengo la respiración temeroso de que den con el sistema de escucha. Y tomo nota de lo de la confidente, yo creo que es la rubia ésa nueva, ya volveremos luego sobre este tema.)

—…Pero señor secretario, hemos tomado todas las precauciones posibles. Y de ello se ha encargado M. T. ¿A que sí?

—Estooo, ¿de qué…? ¡Ah, sí, sí! Bueno sí, de algo me he encargado…

—¿Cómo que «de algo»? ¿A qué te refieres con «de algo»?

—Es que, Presidente, tenía la mudanza y la verdad es que se me olvidó, con los muebles, ya sabe, el jaleo, la guitarra, el cuadro del perrito, que si esto, que si lo otro…

—¿Otra mudanza este mes? ¿Cuántas veces te vas a cambiar de piso?

—Así es la vida.

—Bien, M. T., quedas automáticamente relegado y pasas de comandante de octava, a soldado raso de vigésimo cuarta… ¡Y olvídate de la Concejalía de Obras! En fin, esperemos que esos inútiles de la policía no se hayan dado cuenta de este desliz en nuestra seguridad.

(A ver si te crees que la policía es tonta, machote.)

—En el gato no está…

(Es el Librero.)

—¿…verdad que no, Churripi?

—¡SILENCIOOOOO!

(¡…en tu padre, mi oído!)

—…Espero que no haya más mentecatos en esta sala o me veré obligado a tomar medidas más severas. Bien, señor secretario, tú eres el encargado de que la red de noticias e informaciones falsas se haya filtrado a la población, para así crear en el pueblo la primera fase de la insurrección, que es el sentimiento de inseguridad, de amenaza, de falta de control por parte del sistema… Dinos cual ha sido tu método y como está sintiendo el populacho el miedo.

—Presidente, en primer lugar, tengo que decirle que he estado toda la semana volcando bulos en todas las redes sociales: Factbook, Tuittir y Linkisdinksin, y como lo hacía con el smartphone, he dejado que el perro se cagara por todas las aceras mientras lo paseaba. He dicho más mentiras que un político en campaña electoral, he provocado sabotajes, aunque lo de cortar el semáforo de la calle Madrid con Fronteras no se ha notado porque siempre está roto. He pintado un gráfitti subversivo en la guardería de Virgen de Loreto, con Popeye comiéndose un Big Mac en lugar de espinacas… he situado al alcalde en el punto de mira de todas las críticas…

—¿Cuánto te ha costado el smartphone? Está chulo.

—Me lo han regalado con los puntos…

(Pues en mi compañía ya no te dan ni las gracias, a ver si dice con quién está.)

—…Y lo mejor, Presidente, el otro día capté para nuestra causa a la doctora U. T., responsable de la Concejalía de Sanidad del Ayuntamiento. Desde que la echaron del hospital de Zarzalejo del Chorrillo anda con ganas de venganza contra el sistema y se ha hecho afín a nuestra causa: se ha dedicado a inocular personalmente el virus de la gripe del conejo a todo el pueblo. Y diréis ¿para qué?

—¿Para qué?

(Para una vez que habla Alfonso C., lo matiza.)

—¡Para sembrar el caos! Y lo mejor es que nadie sospecha,  todos están en la cama con fiebre: policías municipales, bomberos, amas de casa, guardias civiles, funcionarios, ¡hasta los maestros han faltado al trabajo!

—¡No!

—¡Sí! ¡Todos en casa moqueando! ¡Todos en cama con el kleenex y el termómetro en ristre! De modo que tenemos el camino libre al Ayuntamiento, ¡hasta el alcalde está en su cama, aprobando, postrado, febril, las setecientas nuevas obras de este trimestre!

—¡Secretario, apúnteseme a esa doctora como suplente de M. T. en esta junta! ¡Qué genio del mal! ¡Qué capacidad para la conspiración! ¡Qué iniciativa para la conjura! ¡A coronel de segunda ahora mismo! Ésta es la clase de miembros que necesitamos, y no algunos de los perracos que tengo delante…

(¡Ahhh…! ¡Fui a la consulta el otro día por un callo en el pie derecho y me pinchó la maldita doctora, decía que había una epidemia. Llevo ya  seis cajas de pañuelitos, cuando me recupere le haré una visita.)

—De modo y manera que tenemos el camino libre y expedito para tomar el Ayuntamiento. Estimados compañeros todos, aunque algunos más que otros, acaba de dar comienzo nuestro lance…

(Esto se calienta, sí, hoy es el día, los vamos a cazar como ratones.)

—…Bien, saldremos dentro de una hora, tomaremos el poder y ¿qué haremos después?

—¿Te refieres a mí? ¿Puedo hablar?

—Habla, hijo mío.

—¡Después proclamaremos la República Soberana de Torrejón…!

(Éste es el librero reconozco su voz nasal.)

—…Por cierto, podías haber avisado de lo de la doctora, que estuve ayer, tengo un trancazo…  Compañeros, previa proclamación del estado de sitio haremos público el siguiente bando:

«Yo, como presidente del PTSF de la RST, a día catorce de abril del presente año, me dirijo a vosotros, torrejoneros y torrejoneras, y al mundo entero inclusive, para proclamar que el día de hoy es el inicio de la gloriosa época que nos espera. Yo, el nuevo presidente de la RST del PTSF, el magnánimo David T. Primero y Único, anuncio lo siguiente para conocimiento de todos:

»1.º A partir de hoy queda abolida y anulada nuestra dependencia del Estado español, excepto para que nos den dinero, y proclamamos la República Soberana de Torrejón, cuyas fronteras definitivas quedarán establecidas en los futuros tratados de paz que establezcamos con los futuros estados de Ajalvir Independiente, Loeches Solo y Mejorada del Campo En Sí.

»2.º No renunciamos a nuestro lema “¡Torrejón Independiente, queremos puerto de mar!”. De modo que construiremos un puerto en el Arroyo Pelayo, con capacidad para buques de 7 000 toneladas métricas.

»3.º El Día de la Tortilla se constituye en fiesta nacional de la RST del PTSF y el que no coma tortilla será deportado a Daganzo.

»4.º  Se hará una prueba de Rh a todos los habitantes para determinar el número exacto de torrejoneros y torrejoneras puros y mezclados y así poder establecer un censo. Los que no sean puros de puro, con mote, podrán seguir viviendo en la RST, pero no podrán ir al Miércoles.

»5.º No se venderán, bajo ningún concepto, patatas fritas sin caldo de berenjena.

»6.º Se vuelve a la antigua tradición de soltar los toros por sorpresa. Nada de rediles. El que no espabile, que arree.

»7.º Se reinstauran las dreas o luchas a cantazos, siendo obligado celebrar una cada tres días en el centro del pueblo. Se tomará nota de los asistentes y a la cuarta falta injustificada el sujeto tendrá que pasearse por la plaza con un cartel que ponga “Alcalaíno”.

»8.º En el hueco de las obras del metro se montará una reproducción exacta de las cuevas del Drach, con lago y barcas y todo, navegable desde Virgen de Loreto hasta la calle Lisboa, a cincuenta euros el paseo, más dos de alquiler por remo.

»9.º En este sentido, se iniciarán las gestiones para traerse la pirámide de Keops al Parque de Europa, la original, nada de imitaciones, con momias incluidas. Por consiguiente, habrá que ampliarlo hasta la Garena, por las buenas o por las malas, asumiendo desde ahora que más bien será por las malas.

»10.º El domingo y el festivo es obligatorio ir de chándal, bajo multa de seis mil euros por desacato al traje típico torrejonero. El folklor es el folklor.

»11.º El chorro de la fuente de la plaza se suprime definitivamente por insubstancial. Y el que quiera bañarse, a su casa.

»12.º Habrá que desayunar churros y/o porras al menos una vez por semana. A este fin, se instalarán chips medidores de grasilla en los brazos de la población, subvencionados.

»13.º El Árbol del Ahorcado se volverá a utilizar para…»

—¡Un momento! ¡Un momento, un momento, un momento…!

(Éste es M.T.)

—…Que estoy pensando una cosa… Es que creo que nos hemos pasado por alto algo esencial y acabo de caer: a ver cómo lo digo, que, a ver, que… ¿Y cómo es eso de que tú seas el presidente de la RST?

—¿Cómo que cómo? ¡Pues porque soy el Presidente!

—No nos confundamos, eres el presidente del PTSF, pero nadie ha votado que seas el presidente de la RST, digo yo.

—Yo, todo esto del PTSF-RST, lo veo algo recargadillo.

(Éste es Alfonso C., que lo matiza.)

—La verdad es que votarse, no se ha votado.

(El Librero, vaya constipado que tiene.)

—¡Insubordinación! ¡Traición! ¡Deserción! ¡Di algo, señor secretario, di algo!

—Hombre… votarse, lo que es votarse, no.

(Caramba, no lo esperaba de él, vaya palo.)

—¡Ay, mi corazón! ¡Mi corazón de presidente! ¿Tú también, señor secretario, hijo mío? ¡Me has roto el alma en trozos de pedazos de cachos! ¡De esquirlas, que lo sepas!

(Da un poco de pena, el muchacho.)

—Hombre… según los estatutos del PTSF…

—¡Los estatutos! ¡Siempre los estatutos! ¡Llevamos ya tres años para dar el golpe! ¡Y siempre los malditos estatutos! Que si los patos del parque de Las Veredillas no se pueden pintar de rojo, que si no se puede poner publicidad en el nido de la cigüeña, que si no se puede instalar una carpa a lo largo de toda la avenida de la Constitución… ¡ESTATUTOS, OS MALDIGO!

—Pues hay que votar, Presidente, se siente.

—Yo hoy ya no puedo, tengo que ir a recoger a la cría.

—¿No te puedes esperar cinco minutos?

—Sí, y va la seño y le casca a mi mujer que he llegado tarde, ¿estás loco?

—Pues tendrá que ser ya la semana que viene, tenemos que estar todos, son los estatutos.

—Malditos estatutos.

—Serán mejores o peores, pero son estatutos. Y los estatutos son los estatutos, esto es como lo de la rosa de Mecano.

—Malditos estatutos y maldita rosa y maldito Mecano.

—Con su permiso, Presidente: señores, se aplaza la sesión hasta el jueves que viene, aquí en la librería, a las seis, para que luego nos dé tiempo a echar un mus.

—Una cosa os voy a decir…

(Me imagino su mirada enfurecida, su ceja levantada. Da miedo.)

—…Así no hay quién conspire, y os lo digo en serio. Así NO-SE-PUEDE-CONSPIRAR, que os quede claro.

—Pero, Presidente…

—¡Ni Presidente, ni Presidento! Un día de éstos me vais a hacer enfadar de verdad, ya os lo digo. Y me voy al Blue Moon a tomar un chispazo, que por lo menos allí no ponen garrafón… ¿Se viene alguien?

—Yo sí.

—Vendido, traidor, felón, si no fuera porque eres mi hermano… A raso de nonagésimo séptima. Y lo que te espera.

—Por cierto, que ya que estamos por decir, lo decimos todo: ¿no podríamos cambiar la bombilla? Me estoy quedando ciego, en serio, poned una de ocho vatios, qué menos…

—Ahorro, compañero, ahorro.

—Muy buenas, ¿me he perdido algo?

(Éste es Coco N., acaba de llegar.)

—Nada, macho, lo de siempre.

—¿Hay mus o qué?

—El jueves, y a ver si espabilas, que nos quedamos impares.

(Se van, otra vez se van sin consumar su delito, su aviesa conjura. Paciencia, ya los pillaremos. López, cambie el micrófono al canario que lo del gato se lo han olido. Paciencia, yo sé esperar, por algo me llaman Xtobal «el Perseverante».)

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(Paciencia… todo llegará.)

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Comentarios

  1. xtobal65 dice:

    Bien, tengo que decir, que como inspector en Jefe de la Policia Secreta del Excmo Alcalde Pedro Rollan, hay un punto que se ha omitido en el Manifiesto de Proclamación de la República y es el siguiente «Se abrirá el mayor centro lúdico y discoteca al que llamaremos El Nuevo Don Pio donde no se podrá acceder sin zapatos de «chupame la punta». Bien dicho esto quiero manifestar que los sujetos que aparecen siguen libres y sin bozal por lo que tengan cuidado si pasean por el municipio (y miren al suelo que hay muchas mierdas de perro).

  2. Walkirio dice:

    No me reía tanto desde el despido en diferido en forma de simulación, ¡jajajajajaja…!

Los comentarios están cerrados.