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Gorros y dragones

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Prefacio

Estimado onironauta,

Antes de proceder a la lectura del siguiente relato, que se ha escrito escuchando a los Bee Gees y música folk finlandesa, me veo en la obligación de advertirle sobre las imprevisibles consecuencias que para un cerebro como el suyo (al que presupongo por encima de la media ya que está usted leyendo esto) puede acarrear el llegar hasta el final de la travesía onírica en la que está a punto de embarcarse.

No sólo hablo de erizamiento del vello, aumento de la frecuencia cardíaca, pupilas dilatadas, insomnio (especialmente al escribirlo), parestesia, hiperreflexia, temblores maxilares, distorsiones visuales, sinestesia y contracciones uterinas. También está expuesto a alteraciones de la percepción del tiempo, mutaciones en sus cromosomas, pérdida de inteligencia —mídase el IQ antes y después, y luego me cuenta—, aumento del tamaño de las nalgas e incluso, en un momento crítico, podría resolver el oscuro secreto de las cagarrutas del lince de Brunete, en cuyo caso sufriría el acoso del Tropel de los Illuminati, celosos guardianes del codiciado misterio.

En un esfuerzo por evitarle un dramático final, he dispuesto algunos anexos e indicaciones que le sirvan de orientación en este laberinto caleidoscópico de incoherencias e idas de olla que es el mundo de los sueños. Habrá notas manuscritas indicándole cuándo y cómo proceder, no se preocupe. Pero proceda, proceda.

Lleve en su bolsillo un objeto pequeño, indeformable pero gustoso al espachurramiento, para no perder el contacto con la realidad (se adjunta kit de supervivencia: goma de borrar verde con letras azules «MILAN 430»N. del E.: Literalmente, el relato en su versión impresa venía acompañado de una goma MILAN 430 como la de la fotografía. Por tanto, para mejorar la experiencia multimedia, sugerimos al lector que se haga con un objeto de tamaño, peso, forma y textura similares, es decir, con una goma MILAN 430.). Si la goma cambia de color o de texto o se le derrite en la mano como un lacasito, está usted atrapado en una pesadilla.

Si además, no habla ni inglés ni quenya, está perdido. Afortunadamente he incluido, al final del escrito un apéndice A («Ayuda al necesitado») que tiene expresamente prohibido consultar antes de finalizar o arruinará la aventura. Además he sido lo suficientemente malvado (♫me llaman mala persona, laralalá♫) como para ponerle un marcador en azul precioso Marcador en azul precioso, y que constantemente lo tiente a usarlo. Y,  por si fuera poco, he sido lo suficientemente perverso como para no poner la versión extendida del documento y así arruinarle la posibilidad de arruinarse a sí mismo, muhahahahaha, en cuyo caso no importará demasiado si no resiste la tentación, muhahahahahahaha. Pero… ¡¡NO LO HAGA!!

Gorros y dragones

La mano arriba, cintura sola, da media vuelta, danza kuduro

William Landrón, Philippe Louis De Oliveira, Faouze Barkati, Fabrice Toigo

—♫¡Oy, oy, oy! ¡Oy, oy, oy!♫ —Mungo Dogwood of Shadydowns no podía quitarse la canción, que aún le daba vueltas en su dolorida cabeza. Espatarrado en un rincón de la taberna la Boca del Lobo, y con un gorro de arpillera calado hasta las orejas, Mungo fumaba, bffff, en una larga pipa de arcilla, bffff, las apreciadas Hojas de Valle Largo y Jamaicano, empujando con cierto swing, bff-bfff-bfff-bff, las volutas de humo hacia el oscuro techo y al son de la pegadiza melodía.

La Boca del Lobo era una posada bastante conocida de Mordor, nueva capital de La Comarca tras la expulsión de orcos, wookies y judíos, y repoblada con hobbits, canis, elfos nerd y caciques del PP. Estaba regentada por el manco Gorbulas Gamgee-Took of Dry-bywater, un enano demasiado alto, demasiado flaco y demasiado imberbe para los de su raza, que ocultaba su  también incipiente calvicie bajo un gorro de lana de Rana Peluda de La Bureba (Burgos). Entre los hobbits, habitualmente ebrios o fumados, encontró su sitio y abrió su local. Siempre estaba en penumbra, no se sabía bien si por lo agarrao del tabernero en cuestión de velas y farolillos, o para mantener la consonancia con el ominoso letrero en forma de fauces que colgaba del dintel.

Aquella noche (o también podía ser de día, cualquiera sabe) la sala estaba repleta de clientes, y la prima Pansy Gamgee-Took of Dry-bywater ayudaba en las tareas de servicio, boquilla en boca, como una Holly Golightly de medio metro, aunque intentara pasar desapercibida. No lo conseguía; sucumbía a las discusiones sobre si Sergio Ramos era un orco o un trasgo, y acababa clavándole la boquilla (con el cigarro encendido) al primero que errara en el número de trofeos del Real Imperial Nacional Comarcal.

Entre las machaconas frases del estribillo de la dichosa canción e imágenes de un perro de presa que las ladraba, el cerebro aturullado de Mungo luchaba por mantener la dignidad:

—Cuatro tíos, bffff, para escribir esa mier… ♫oy, oy, oy, danza kuduro♫… bfffffff… Mi Sweetpea Proudfoot of Standelf estará durmiendo, bffff, duerme, duerme, bffff, mi dulce guisante… bffff… Tiene nombre de Bailando con Lobos la jodía, pero ♫¡oy, oy, oy!♫… bfffff… bffffffff… la quier… ¡Cof, cof, cof!

La última calada le llegó hasta los tobillos. Un hombre trajeado luciendo una barretina de fieltro, todo en blanco y negro pero con la sonrisa falsa del payaso de Micolor, le ofreció una jarra humeante y con olor a regaliz. Con un acento del Llobregat que ni Pujol, le recitó un conjuro mágico, sin duda: «Lo mejor para la tos, un buen trago de Juanol». Y llegaron las tinieblas y Mungo se espanzurró por el suelo como una piel de oso grizzly. Y aplastó el sombrero de arpillera. [N. del A: Ahora apriete el tótem en su mano. La goma de su bolsillo… hay que decírselo todo.]

Cerca de Mungo Dogwood, también espatarrados y agarrados con desesperación a sendas jarras rebosantes de hidromiel importada de Bosnia, Sancho Sandybanks y Dimple Baggings of Richwater, conversaban en dialectos diferentes e ininteligibles: Sancho barruntaba en alcafrancés cerrado que no se llevaba a Mungo a su casa ni aunque se lo pidiera el mismísimo Burriagas aleteando su pamela de paja; por su parte, Dimple alababa (como la que le caía por la comisura de los labios), con su depurado acento Icadense-moncloñés, el coherente estado de su amigo, y futuro ex soltero, Hamson Trample of Woody End: inconsciente desde hacía horas, tirado en el suelo, como el ya casado Mungo Dogwood, asomando los pies bajo la mesa de roble arciano made in Invernalia sobre la que reposaban, como las celdas vacías de un avispero, más de una docena de jarras.

Tôi không nhận được Mungo nhà tôi thậm chí nếu Burriagas hỏi tôi, sáng hôm đó tôi rời Sweetpea hai máy chủ dos hostias —sentenció el amigo Sancho.

Vaata kui kena Hamson et hakkab järgima jälgedes tõsi abielus mees nagu Mungo. Cool ¿eh? —remató su socio.

Con una sincronización mental que ni los hermanos Correa, dos dendritas de Dimple decodificaron media consonante del barrunte de Sancho, al tiempo que éste sacrificaba la cordura de una sinapsis para rescatar la sílaba «eh» del discurso semiológico del anterior. Se produjo la conjunción planetaria, el plegamiento espacio-temporal, el momento bosón de Higgs… Sancho y Dimple arrimaron sus jarras isocrónica, isobárica, isométrica y sonoramente brindaron por el novio. El impacto crítico y de nivel cósmico con el que reventaron las jarras y esparcieron líquido y vidrio alteró la órbita de la Estrella de la Muerte, que se precipitó sobre Endor y acabó con esos repelentes ewoks… ¡Pues a celebrarlo con otra ronda! [N. del A: Sí, sí, la goma, que ya siente los primeros temblores.]

No mucho más allá de la fiesta de la espuma y la noche de cristales rotos que se traían el Dúo Devastador de Arcoroc, los tocayos Posco Moss of Littlepath y Posco Overhill of Nobottle escupían el enésimo trago de medovina checa:

—¡Por el Boss! Esto son 95 octanos de potenciaaaaaa… ♫Yo quiero marcha, marcha, yo quiero… MARCHAAAAAAAA♫ —vociferaba un Posco Moss eufórico, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas, como a Schwarzenegger en Desafío total, e imitando penosamente el moonwalker

—¡Ajjjj! ¡Sabe a rakia! —consiguió arrastrar de su abrasada garganta el fornido Posco Overhill, el único hobbit con preferencia por los jamones prietos de una marrana al tradicional lomo alto de toda la vida.

—Se dice «rakja» —apuntilló Popo Sackful of Greenclover, un misterio de la genética halfling por su elevada estatura y la densidad de su musculatura, equiparable a la de una estrella de neutrones y que lo convertía en la criatura viva más inmóvil de al menos tres universos. A parte de toda la altura, también condensaba, en un par de neuronas, toda la inteligencia del resto de su especie… y eso se notaba al recorrer el reguero de cuerpos desechables que conducían hasta un Mungo que roncaba como un depredador de bellotas, mientras las volutas de humo ascendían eternamente con el mismo swing

***

Finduilas Faelivrin despertó con el ceño más fruncido que el corsé de Scarlett O’Hara. Sin darse la vuelta, y como norteña elfa de raza pura que era, propinó una coz a su marido, Finrod Alcarin, quien se puso mirando a Moria y dejó de canturrear en sueños aquel soniquete tan espantoso como pegadizo… ¡Oy, oy, oy!

Ya había amanecido y sabiendo que no podría volver a conciliar el sueño, se levantó y decidió, en uno de sus repentes, ir a desayunar a la Luna Nueva, la tetería de Angrold Telrúnya, un semielfo qualinesti de nivel 26, +1 al daño por pócima, que se cardaba el pelo como C.C. Catch y servía unas infusiones ayurvédicas importadas de Dumbarton (Escocia) que te ponían las pilas.

Mientras miraba cómo el saquito expulsaba su contenido y éste se disolvía en el agua hirviendo como un Anillo Único, entró su amiga Tarí, futura señora de Daeron Yávëtil. En ese momento también la prima de Angrold, Gilraen Telrúnya, apareció por la puerta trasera con un par de cardos recién cortados:

—¡Buenos días Tarí! He visto que venías por la calle Londrien y he cogido éstos para ti —dijo mostrando orgullosa los matojos con pinchos.

Antes de que Tarí pudiera torcer el morro como un pirata escocés, Gilraen se apresuró a explicar que las infusiones hechas con sus hojas mejoraban la tensión de las cuerdas vocales y le vendrían chachi piruli a la solista del Coro Élfico de Monotonos Inefables (o Monótonos Infumables, nunca se tenía muy claro).

Así y todo, Tarí estaba de mal humor aquella mañana tormenrrosa1. Se pidió un «peloti» de los que se tomaban por litros los tocayos Tathar Vardamir y Tathar Fëfalas. Vardamir era un caso perdido de elfo afeminado que prefería los sombreros de plumas a diferencia de las varoniles diademas popularizadas por Elrond, mientras que Fëfalas era el único elfo que ensartaba nalgas con las orejas y al que apodaban «Tres-en-raya» en tugurios poco recomendables de la comarca (sí, en minúsculas, que es de toda la zona).

—¡Cómo ha llegado Daeron esta madrugada! ¡Ni te lo imaginas, Finduilas! De ma-dru-ga-da, que se dice pronto, y como una croqueta de hidromiel rebozada con cristalitos y ¡el culo al aire!… ¡qué golferío! ¿Y Finrod? Vendría «finrod» también, seguro —aventuró inquisitiva la malhumorada elfa.

—¡Puf! Ya te digo —confirmó la interpelada— y ebrio, ¡qué bochorno!. Podía haber pasado la noche en casa de Finwë Nénharma, pero no: el jodío ha tenido que venir a dormir y roncarme en mis puntiagudas orejas élficas, con lo que reverbera… ¡Oy, oy, oy! ¡Qué poco los zurramos!

—Si ya me dijo mi madre que no me viniera a Mordor, que me quedara en Valle Dondil y me buscara un pucelfo de provecho y con tierras… (suelte el clip que viene sujeto a esta página y despliegue el tríptico y siga las instrucciones. Recuerde, es por su bien)

Finduilas asintió en silencio observando la eterna disolución ayurvédica en el agua borboteante…

***

Dora Bumbleroot of Far Downs se afanaba con el peine de hueso de olifante verrugoso apretando los dientes. La maraña de sus rizos era comparable al organigrama del Consejo General del Poder Judicial, pero no podía ir con esos pelos por las calles de Mordor: Posco Overhill of Nobottle podría cruzarse con ella en cualquier momento y hacer un chiste malo sobre su aspecto. No, ella era la hobbit más glamurosa de La Comarca (sí, con mayúscula porque no había cruzado nunca sus fronteras) y no iba a dejar que otro Posco bromeara sobre ella. Tenía de sobra con el trastornado de Posco Moss.

Tres tirones con saña y cuatro juramentos más tarde, cinco mechones de pelo arrancados con bruterío fueron a parar al Cesto de los Bucles Despechados, que luego servían para rellenar la confortable camita de su dulce Wilhelmina, una gata sith devoradora de perros con la que despotricaba por las noches sobre la tontunez ilimitada de los mordoreños mientras se aplicaba mascarillas de avena loca para el cutis.

Luciendo unos tirabuzones por los que Shirley Temple habría vendido su virginidad a los ocho años, se aventuró por las inhóspitas avenidas de la capital, con la nariz 30° por encima de la horizontal y estuvo a punto de arrollar a Ruby Bolger of Losing Time, una hobbit inmigrante que desterraron de su pueblo por no tener bigote, que miraba desde la calle el interior tenebroso de la Boca del Lobo.

—Perdona Ruby, voy tan concentrada en sincronizar el vaivén de mis rizos con las corrientes telúricas que ni te he visto —se disculpó la señorita Bumbleroot.

Não se preocupe, não se estresse e calma —respondió Ruby con la suavidad de su acento foráneo.

El hiperdesarrollado olfato de Dora alertó de la presencia de partículas apestosas a nivel subatómico y sumergió la nariz en uno de sus perfumados rizos.

—¿Pero qué, pero qué, pero qué… mieeeeeerda es esa? —bramó sin poder contener su ira. Nada le fastidiaba más en este mundo que los malos olores y las sandalias de plataformas.

De la taberna salió Pansy Gamgee-Took of Dry-bywater, cubo y fregona en mano, sudando como Urdangarín en un Juzgado de Palma, y con un cigarrillo descapullado pero humeante al final de la boquilla.

—No me hables de mierda, Dora, no me hables, que menuda llevamos desde anoche —resopló la mujer sujetando la boquilla con los dientes y sin mover los labios, como José Luis Moreno en sus mejores tiempos.

Não se preocupe, não se estresse e calma —tranquilizó Ruby ladeando suavemente la cabeza foránea.

—¿Pero cómo no me voy a alterar si llevo alpargatas de teflón para no quedarme pegada al suelo? Y encima un Enanus Messis (subespecie de enano de la pampa) me ha hecho un regate con un botellín de Mahou… a ver si después de hacerle acupuntura en los ojos con la boquilla es tan listo y graciosillo… Por cierto, Ruby, que puedes seguir esperando a que salga tu Dimple Baggings hasta que mi madre le tricote otro gorro de lana de Rana Peluda de La Bureba al primo Gorbulas…

Sin ningún tipo de sobresalto, y con suaves movimientos correlativo—progresivos de sus pequeños pies foráneos, la interpelada se aventuró en aquel sumidero oscuro y lleno de terrores. Dora, con la pituitaria anestesiada por la sobredosis de J’Adore atrapado en el tornado de su tirabuzón se remangó las enaguas y siguió literalmente los pasos de Ruby. La pesadez de la atmósfera redujo un par de centímetros su estatura y Dora sintió mareos sólo de pensar en usar plataformas para conservar el porte. «Prefiero hacerme una extensión de las tibias, como las chinas» barruntó en su fuero interno mientras comprobaba constantemente la integridad del volumen de sus rizos. [N. del A.: Apriete, apriete la goma que tiene medio pinrel en el limbo.]

Pansy, harta de sentirse como el culo de una sartén, se rebeló contra toda norma establecida, contra la familia y contra los principios elementales de la ciudadanía: abrió de par en par las ventanas de la Boca del Lobo… Y así fue como se reveló al mundo el secreto más oscuro después del de la Retención Imperecedera de la A-6 (no queremos mencionar al lince de Brunete o esto se llenará de illuminati): el número y los verdaderos rostros de los clientes de la taberna.

Las pequeñas hobbits se alinearon como una fila de Paquito Chocolatero y tanto abrió la boca por el shock, que a Pansy se le cayó la boquilla indestructible, rompiéndose en dos, como la varita de Harry Potter. Dora, por el contrario, se asombró lo justo para que la separación de sus labios no perjudicara el efecto gloss de su Bourjois So Rouge e incluso le diera un toque Marilyn. Ruby comenzó el proceso de boquiapertura pero a medio camino mutó en un bostezo que ni los hipopótamos del Lago Manyara. Y así quedaron las tres, contemplando la versión pervertida y satánica de La última cena

En primer plano el propio tabernero, Gorbulas, cabizbajo, abrazado al respaldo de una silla, con su gorro de rana peluda estirado hasta cubrir la nariz, y roncando con un tono de graves en clave de fa digna de un contrabajo.

Un poco más al fondo, bajo una mesa de roble arciano a todas luces made in Invernalia, la futura Lila Trample of Woody End tiraba con toda su alma de las piernas de Hamson, que se había quedado pegado al suelo y lucía como una croqueta de hidromiel rebozada de los cristales de al menos una docena de vasos. Sentados a esa mesa, descoyuntados y agarrados a sendas jarras rebosantes de medovina checa, mantenían un equilibrio tan frágil como el de la capa de hielo ártico: las propias jarritas eran el punto de apoyo de aquel sistema en el que la suma de fuerzas y momentos era negativa, pero que en cualquier momento y por las fuerzas del Dúo Devastador de Arcoroc podía terminar en muerte y destrucción. Sólo imaginar a Lila chorreando el pegajoso alcohol destilado condenaba a la pena máxima a los felices Dimple y Sancho.

Y ella debió presentir la amenaza fantasma porque, justo en el instante en que las primeras grietas cuarteaban el vidrio, la fuerza hulkaniana-niano-niana de Lila desgarraba las costuras de los calzones y los ligamentos de los tobillos de su futuro marido. Medio quanto de instante después, al tiempo que los cuerpos de los Trample salían despedidos fuera de la taberna, dos litros de la bebida de los dioses vikingos se desplomaban on the rocks sobre los restos aún calientes de la camisa y los calzones de Hamson en un espectáculo de luz dorada y brillos diamantinos iridiscentes bajo el sol matutino. El incidente se registró en las crónicas de Mordor como «El principio de simultaneidad dimensional de Trample» y fue la base de posteriores estudios newtoniano-niano-nianos.

Ajeno a ese festival multisensorial, Mungo continuaba sobre el sombrero de arpillera, gorgoteando «♫danza kuduro♫». Las volutas de humo florecían de su pipa de arcilla en cada respiración y ascendían con swing hacia el techo atestado de telarañas y manchas de condensación. «Así que por eso la penumbra… hmmmmm, claro, claro…».

A su lado, de pie y con el puño apretado como si se le fuera a escapar la mosca, Sweetpea Proudfoot of Standelf hizo honor a su apellido y procedencia. Se acercó al cuerpo inerte de su marido y lo pateó en el trasero como hacían en su tierra con los bueyes que arrastraban piedras menos pesadas que las que empujaban los propios boyeros.

—¿«Kuduro»? Te voy a enseñar yo a bailar el aurresku y la ezpata-dantza también, ¡golfo! —gruñó en su particular lenguaje aprendido a escondidas en la despensa de su smial.

Fue entonces cuando el soniquete de marras, ♫oy, oy, oy♫, desapareció de su cabeza y un silencio doloroso como una patada de hobbit cabreada se cernió sobre su inconsciencia.

Epílogo

En algún lugar incógnito de Los Ángeles un teléfono está sonando. Descuelgan y…

—¿Está Leonardo di Caprio? Pues que se ponga…

—Oye Leo, que esto de Inception y lo de sembrar ideas, que no funciona, que no es como los ajos de invierno ¿eh? Que puede que sea porque este relato está escrito por un aficionado, pero no ha pasado nada de lo que decía Christopher Nolan…

—Pues nada, queríamos sembrar en ellas la idea de que éramos hombres formales a los que se podía dejar ir de despedida de soltero del Rober a Cancún…

—Sí, sí, si hemos hecho todo eso de juntar a las parientas en la piscina de Rosa y echarles valeriana concentrada en el tinto de verano… Bueno, a Irene le dimos dos infusiones ayurvédicas y todavía está durmiendo, como Sandra… pero lo de Sandra es por el estrés…

—Que sí, que se durmieron todas y les conectamos los electrodos de la máquina…

—Joder, pues la que venía en el maletín de la edición coleccionista del blu-ray, que nos costó una pasta…

—No, no, nosotros nos tomamos unos cubatas y enchufamos al Zoltan de arquitecto, que era el que menos borracho estaba… y va y nos mete en El Señor de los Anillos, el cabrón…

—¿Soñador? El Jorge, por supuesto, un tío que se duerme de pie en el autobús de Cibeles a Sol… Y se suponía que teníamos que ser unos hobbits valerosos que rescataban a sus chicas de nâzghuls y dragones…

—No, no sabemos de dónde le viene esa obsesión por los gorros y sombreros de fibras naturales… o esos nombres… como sacados de un generador automático…

—Sí, sí, nos acordamos del falsificador… de hecho llevamos dos: al Iván, que gesticula ocho veces por segundo, y al Fran, por si el Iván se rajaba, que también lo hace…

—¿Químico? Por supuesto, el Marcos… A ver, sirve cubatas y tés, todo a la vez…

—El Isma fue el que nos vigilaba, técnicamente. Pero en un apocalyptic clash tiró el «peloti» sobre mí, coincidiendo con el aplastamiento del gorro de arpillera, y me despertó. Para cuando me volví a dormir ya no era Mungo sino un elfo gayer, y la churri elfa que tenía en la cama resulta que me dio un patadón que me volvió a sacar del sueño…

—Que no, Leo, que no, que yo duermo con una bilbaína gruñona y con un repertorio de patadas sacado del manual de Chuck Norris, no con una modelo veinte años más joven como tú, cabronazo…

—Ya, ya, que el Rober lo hace con una pucelana y se queja menos…

—Sí, sí, sí, si volví a dormirme, pero ya ¿pa’qué? Pa’ná. El Jorge, que no sabe disimular ni cuando sueña, se dejó llevar por su naturaleza santa y vamos, como si hubieran estado allí: las fieras ya sabían con pelos y señales los planes que habíamos hecho y, bueno…

—Claro, claro que nos hemos despertado con las «patadas». Lo que no sé es cómo no estamos muertos. Tengo más golpes que un saco de manzanas del Carrefour…

—¿El tótem? Pues si te digo la verdad, ni puta idea. Sé que era una goma de borrar con letras azules «MILAN 430», pero alguien se la llevó y ahora no tenemos forma de saber si esto sigue siendo un sueño, si somos hobbits o elfos… yo me miro y tengo los pelos de unos y las orejas de otros…

—No, no, ni sabemos dónde está la goma de marras, ni quién es el verdadero soñador…

—¿El que tiene el tótem en su bolsillo? ¡No jodas!

Apéndice: Ayuda al necesitado

Nombre hobbit Traducción aproximada de estos nombres absurdos (claro, son hobbits) Nombre elfo
Tabla de correspondencias y traducciones para monolingües o que hayan estudiado francés en el instituto en lugar de inglés y el dialecto quenya, las dos lenguas más útiles de varias realidades (que se lo digan a los de Stargate, que cualquier persona en cualquier época y galaxia habla con el SG-1 en inglés americano)
Mungo Dogwood of Shadydowns Mungo Perromadera de Colinas Sombrías Finrod Alcarin
Hamson Trample of Woody End Hamson Pisador del Fin del Bosque Daeron Yávëtil
Sancho Sandybanks Sancho Orillas Arenosas Finwë Nénharma
Dimple Baggings of Richwater Hoyuelos Bolsón de Aguas Fértiles Fëanáro Anárion
Posco Overhill of Nobottle Posco Sobrecolina de Nobotella Tathar Fëfalas
Posco Moss of Littlepath Posco Musgo de Veredillas Tathar Vardamir
Popo Sackful of Greenclover Popo Zurrón de Trébolverde Huor Ringëril
Gorbulas Gamgee-Took of Dry-bywater Gorbulas Gamyi-Tuk de Acequias Secas Angrod Telrúnya
Pansy Gamgee-Took of Dry-bywater Pansy Gamyi-Tuk de Acequias Secas Gilraen Telrúnya
Dora Bumbleroot of Far Downs Dora Raízenredada de Colinas Lejanas Amarië Celebrindal
Sweetpea Proudfoot of Standelf Dulceguisante Pieorgulloso de Elfoenpie Finduilas Faelivrin
Lila Trample of Woody End Lila Pisadora del Fin del Bosque Tarí Yávëtil
Ruby Bolger of Losing Time Ruby Bolger de Tiempo Perdido Llegó tarde al sueño élfico
Reedbed El Juncal No hay de eso, los elfos sólo tienen árboles en Rivendel y Lothlórien
  1. Tormenrroso: dícese del amanecer arrebolado pero que parece que luego va a llover, según Huor Ringëril, un misterio de la genética élfica por engullir bocadillos de mortadela con aceitunas en pan-tumaca y pinchos morunos ensartados en florete, renegando del pan de lembas. Considerado un elfo oscuro, fue desterrado a Reedbed, donde busca redimirse demostrando que los neutrinos pueden viajar más rápido que la luz. También acuña términos meteorológicos. Volver

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Comentarios

  1. Tai y Chi dice:

    Mari, se te va la pinza más que a mí,. Es un sinsentido que describe excepcionalmente una noche cualquiera de Mordor aunque el transfondo sea la despedida de Rober. Obviamente los personajes están clavados.
    Efectivamente mis rizos por la mañana son «…comparable al organigrama del Consejo General del Poder Judicial, pero no podía ir con esos pelos por las calles de Mordor.» y jamás llevaría plataformas.
    Vamos que me ha encantado y llevo partida de la risa desde que he empezado.
    Deberíamos pensar en hacer un relato tipo Margaret Weis y Tracy Hickman, y ser el dúo dinámico de la escritura absurda 😛

  2. laquintaelementa dice:

    La verdad es que sois fuente inagotable de inspiración para mí… y sí, vamos camino de encasillarnos como «escritoras absurdas» XDDDDDDD

  3. levast dice:

    Brutaaaaaaaal. Mezclar Inception, la Tierra Media, el electrolatino, y mil referencias más es un culmen insuperable. Ya cuando vi el relato en papel le tenía ganas de echarle una ojeada, y gracias a la historia ya me cuadran algunas lagunas de cierta despedida, jejeje. WTF MAXIMUS.

  4. SonderK dice:

    Estilo muy cercano a Mundodisco y me parece todo un acierto, por que he flipado, quizás de lo mejor que he leido este año, me parece un relato divertido y con una complejidad amena 😉 eso si estamos para que nos encierren…

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