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Genio y figura

por Relato finalistaRelato Bluetal

(Tengo delante a Sebastián Dandy, alto, cuerpo esculpido a base de gimnasio, piel morena, producto de los rayos uvas, tupé años cincuenta, patillas a lo Curro Jiménez, aro de oro en su oreja derecha y el Camel siempre presente en la comisura de los labios.)

—Así que queréis un documental sobre mi vida ¿no?

—Sí, queremos plasmar su vida en una hora.

—Querido Sancho, mi vida da para varios documentales…

—Cristóbal.

—¿Qué?

—Que me llamo Cristóbal.

—Ah, sí, ok, Sancho, empieza con tus preguntas.

(Estamos en su casa de Puerto Banús, me ha recibido con un pantalón de chándal y el pecho al descubierto, a lo lejos se escucha a todo trapo al Fary cantando una de sus famosas canciones.)

—Sebastián, o como sus allegados le llaman, José.

—Llámame como quieras, he tenido tantos putos nombres en estos años…

—Primero me gustaría presentarlo a la concurrencia.

»José Mateo, natural de Jaén y nacido el veintiuno de diciembre de 1979. En el año 1987 consigues salir en una película de medio pelo llamada Culos calientes en Benidorm; la película es mala hasta decir basta, pero tu escandalosa actuación hace que más de un productor te descubra. Al año siguiente ya has rodado cerca de treinta y siete películas, en las cuales interpretas desde un conserje hasta un astronauta, pasando por tu celebrada actuación en Autobusero loco revienta bragas, donde consigues llamar la atención de los productores norteamericanos. En dos años te plantas en la meca del cine porno y ruedas durante siete años sin interrupción unas ochocientas películas, ganas dinero, fama y un nombre reverenciado en todas las webs del género.

»Y desde hace unos meses vives en el retiro de tu casa en Puerto Banús.

»Empecemos por el principio, ¿cómo con dieciocho años se te ocurre hacer tu primera película?

(Sebastián da palmas silenciosas al ritmo de los acordes de una canción de Camela que estalla en el salón, con los ojos cerrados y moviendo un pie siguiendo el ritmo.)

—Bien Sancho…

—Cristóbal…

—Yo tenía quince años, mes de agosto en la Jaén rural, vamos, en mi pueblo de toda la vida, recogía la aceituna, bebía cerveza a escondidas y fumaba como un carretero los cigarros de mi padre. Por avatares de la vida me quedé a solas con la Mari, la madre de mi colega de juergas por aquel entonces. Mujer rotunda, tetas enormes y turgentes, culo explosivo y respingón, labios carnosos y calientes, «la mamá cachonda» la llamaban mis amigos. Había ido a buscar a mi colega ese día y la señora me dijo que lo esperase en el salón, que el muy tontaina había ido a por un saco de patatas, así que allí me quedé yo, mirando su canalillo sin saber qué hacer ni decir. Hacía tres años por lo menos que me la cascaba pensando en la Mari y tenerla tan cerca hacía que me subiera un fuego por la entrepierna que era cosa mala.

»Entre unas cosas y otras la Mari me trajo una limonada y se sentó a mi lado. Puso su mano en mi pierna y el caleidoscopio retráctil que tenía por polla se volvió loco. ¿Te imaginas la cara de la Mari cuando vio semejante bulto en el pantalón? Por aquel entonces ya sabía que mi nabo no era como los demás. Tiesa me sobrepasaba el ombligo y tampoco me cabía en un vaso de tubo, de todas maneras seguía pensando que habría más gente como yo, sólo que mis amigos no habían terminado de crecer, ¡qué inocente!

»El caso es que la señora no tardó ni tres segundos en agarrar el aparato y con mirada lasciva y un tremendo tirón del miembro me llevó casi a rastras hacia su habitación. Sin saber qué decir me dejé llevar con más miedo que vergüenza de lo que me estaba pasando, yo sólo tenía una cancioncilla en mi mente…

Y no lo provoquen, ese toro bonito ya nació pa sementar,
y además de bravura tiene pinta de don Juan.
Vaya torito ay torito guapo tiene botines y no va descalzo...
Yo sabía que no me defraudaba y se lleva detrás todas las hembras,
las quisiera montar todas a un tiempo a pesar de tener solo dos yerbas...
Una hembra que no lo camelaba se dejó babear bajo una encina
y después se negó a la parada cuando quiso escapar ya estaba encima...
Vaya torito ay torito guapo tiene botines y no va descalzo...

»Cuando saltaron aquellos misiles balísticos hacia mi cara, yo no estaba preparado para tanta carne magra. A punto estuve de irme como los mirlos, mi cabeza entre un par de tetas tan grandes y duras como dos adoquines del barrio. Después vino la caída de vestido al suelo y que yo viera las estrellas, si nos pillaba así mi amigo me cortaba las pelotas, sí o sí. Claro que mis pelotas tenían otra idea en mente, cuando ella metió la mano en mis pantalones una gran sonrisa de satisfacción iluminó su cara y en menos de lo que canta un gallo mis pantalones desaparecieron como por encanto. Así que allí me tienes, con el plátano duro, poniéndose morado por momentos y con una venas como el cuello de un cantaor de flamenco.

»Con delicadeza lo guió hacia su entrepierna, que para mí era como un tesoro escondido, vale que no era el primero que veía, pero sí el primero que cataba. Y muy despacio aquello acabó entrando, sin remilgos, pero despacio y eso era como ponerse enfermo, sudor y dolor caliente que me subía como fuego hacia mi cara. La Mari se movía despacio y rítmicamente, podía oler el suave perfume a lavanda de su pelo moreno y largo hasta las caderas. Aquella señora de cuarenta años era una yegua desbocada y yo un jinete novato. No sé el tiempo que estuvimos allí con el meneíto arriba y abajo, pero a mí me parecieron horas. Se acercaba a mi oído y me susurraba cosas que no entendía pero que hacían que me palpitara el corazón y la verga a punto de reventar.

»Sancho, qué piel más suave, qué manos más expertas, qué boca más sensual y picarona. En ese mi primer acto sexual completo no hubo parafernalias ni preliminares, sólo penetración y percusión, aquello era el paraíso y yo con los ojos en blanco, y babeando como un tonto de pueblo al que le han quitado su transistor sin pilas.

»Mis manos recorrían su cuerpo con avidez. Me perdía entre esa carne prieta, maciza y que me hacía perder el sentido. Cuando pasaba mis manos por sus muslos creía estar tocando seda, unas piernas largas, que no se acababan nunca y duras; Sancho, el andar durante toda una vida por un pueblo que sólo tiene pendientes es lo que tiene, las uñas de los pies pintadas de rojo dándole un toque glamoroso a aquella señora de pueblo, no tenía una cintura fina, pero las redondeces que poseía eran belleza escondida. No sé cuándo acabó todo aquello, pero cuando estallé, a la Mari le habían dado ya multitud de calambrazos espasmódicos que yo no llegaba a entender, pero a lo largo de ese verano tuve tiempo para hacerlo y de aprender muchas cosas. ¡Joder con el verano del 84! Pero eso es otra historia…

»A lo que iba Sancho…

—Cristóbal, señor Sebastián…

—El caso es que aquello me gustó, tanto que cuando terminé el año escolar me puse a trabajar de mecánico con mi padre e iba a visitar a mis amigos al instituto. Bueno, la verdad es que iba a follarme a sus amigas, más de una se acordará de mí y de la espada Tizona. Poco tiempo después me independizo y me voy a vivir a Barcelona, donde me convierto en un follador nocturno, ¿lo pillas? «Follador nocturno»-«Rondador nocturno» como los equismen esos, ¡eh!

—Sí, claro. Continúe, por favor…

—Una noche en el Bagdad Café pidieron un voluntario para hacer guarradas con la meretriz de la noche en el escenario y chico, me encendí mi Camel y me subí al escenario. La susodicha tuvo que pedir ayuda a los seguratas para que parase, porque la di con todo el lomo de Teruel y la jodía no quería segundo plato.

»La dueña del local, que es toda una profesional, me fichó para los siguientes tres meses, hasta que llegó un momento en el que no había quien subiera allí arriba conmigo. Dos semanas más tarde estaba rodando Culos calientes en Benidorm, con una alemanuza, dos rumanas de medio pelo y una chica de Albacete que pasaba por allí. El caso es que partí la pana, Sancho. Les di a todas lo suyo y lo de su prima. A la chica de Berlín casi se le salen los ojos de las órbitas y no de sorpresa. Y como puedes suponer, yo descojonado y con la polla tiesa durante horas. Después vinieron más películas, más dinero y más mujeres, pero créeme que el dinero era secundario… pero eso es otra historia.

—Bien Sebastián, ¿cómo fue tu época en los Estados Unidos?

—Un dorado exilio, Sancho…

—Cristóbal.

—¿Perdona?

—No nada, continúa por favor…

—Macho, allí conocí a lo más granado de la profesión. Las películas eran la hostia, pero las fiestas eran mejores. Una noche me encontré tomando gin tónics con Ron Jeremy. Joder, qué crack. Gordo, feo, peludo y con mostacho, pero con una polla como una apisonadora. Se había pasado por la piedra a cinco mil mujeres desde finales de los años setenta y allí estaba, esnifando cocaína y bebiendo como si nada. Vale que ya no era el mismo, pero ese hombre era un mito. En otra ocasión, en una cena me presentaron a Belladona, sí, la ex de Nacho Vidal. ¡Madre mía Sancho! ¡Qué ojos y qué sonrisa! ¿Sabías que es directora, productora, actriz, guionista y madre a la vez? Ay el Nacho, qué gilipollas que fue… por cierto, ¡la mejor mamada de mi vida!

—¿De Nacho?

—No tocino, de la Belladona. Somos muy amigos, gran tía. En una presentación de una película acabé jugando al strip póquer con Jenna Jameson, Chasy Lain y Eva Evangelina, ¿te imaginas como acabó el juego? No he tenido tal nivel de maestría en bocas en mi fresón como aquella noche. Porque ¿sabes lo mejor? Las actrices norteamericanas son una jodidas viciosas. El dinero es el dinero, sí. Pero Sancho, estas tipas lo dan todo y notas cómo disfrutan, igualito que las centroeuropeas. ¡Ay, cuánto tienen que aprender en Europa!

»En otra ocasión me presentaron al burrito gozón, sí, el famoso, el de primeros de los años ochenta. ¡Joder!, ¡si hasta había actuado con la Cicciolina!, que sonrisa tenía el “jodío” siempre. Porque el cabrón del animal era guapo, bien peinado y olía a campo, pero a campo limpio. Le dieron esa noche speed y se volvió loco, ¡madre mía qué risas! El bestia pegando pollazos a diestro y siniestro a todas las chicas del lugar, al final de la noche tuvieron que venir las ambulancias, a una la dio en toda la cara y creo que le partió la nariz, otras con el morro hinchado, y por desgracia a una la pisoteó sin querer, en fin, que barrió con su falo a la mitad de la fiesta, la noche más divertida de mi vida, pero eso es otra historia…

—¿El mejor polvo de tu vida?

—¿El mejor? Difícil de recordar entre tantos. Quizá el más salvaje y excitante fue cuando rodé The Return of Tracy Lords, con la aclamada actriz, que después de bastantes años volvía a trabajar de nuevo. Tenías que verme a mí, recién llegado y habiendo visto todas sus películas de pequeño, pues eso, que la tenía endiosada.

(Sebastián se levanta y se dirige hacia la cadena de música para cambiar el disco…)

—Yo hacía de limpiador de piscinas y ella era la señora de la casa. Intercambiábamos un par de frases y se enfrascaba al momento en una felación profunda y húmeda, muy húmeda, dedicándose a lamer como si fuera el último día en la Tierra. De arriba abajo y de abajo arriba. Dando pequeños mordiscos a lo largo de mi polla. En ese momento ya durísima, continuaba con pequeñas succiones alrededor de mi fresón, llenándolo de saliva caliente y lujuriosa, mientras tanto y siempre sin parar, masajeaba mis pelotas con sus diestras manos. Sancho, aquel fue mi primer hámster y allí estaba yo, con todo dentro de su boca y palpitándome el pecho como una locomotora, chu chu chu…

»Sin saber por qué, empecé a susurrar una cancioncilla…

Que dame la mandanga y déjame de tema
dame el chocolate que me ponga bien
dame de la negra que hace buen olor
que con la maría vaya colocón...
Me voy pá la discoteca a buscar mi churifú
mirad si me pongo bien que creo que soy Kun Fú
lo mismo en Valladolid, Toledo que Salamanca
Todo el mundo baila ya, Todo el mundo baila ya
el ritmo de la mandanga...

»El Fary se me apareció delante de mí, como una representación de lo divino y mortal. Me sonrió y me guiñó un ojo como sólo él sabe hacer, con esos ojos que parecen dos puñaladas en un tomate. Así que saqué a Excalibur de esa boca celestial, la puse mirando para Cuenca y sus veinte uñas se agarraron como pudieron al cemento del borde la piscina. Y la embestí con la fuerza de un toro español. Esa mujer, Sancho, no había gritado tanto en su vida. Se daba la vuelta y me miraba implorándome, pero tras cinco o seis golpes de riñón se rindió y empezó a jadear de placer. Como nunca había hecho en sus largos años de trabajo. Afortunadamente el mástil entraba entero y parecía que era engullido por un poderoso monstruo hambriento. Apretaba sus caderas con mis manos crispadas y ella se movía al ritmo de mis embestidas. Rotación-percusión-rotación-percusión…

»Ya sin freno le hice un Nelson, que había aprendido de la lucha libre americana, la técnica de la tortuga moribunda, un dirty Sánchez y un helicóptero. Tracy olvidó las tres frases que debía decir, sólo gemía y gritaba, Sancho, qué cara de vicio. Sin lugar a dudas la mejor de todo el cine porno de la jodida historia y quien diga lo contrario no tiene ni puta idea…

»Todo cambió cuando esta profesional como la copa de un pino tomó la iniciativa de nuevo, ay torito torito bravo, se subió a horcajadas encima de mí y empezó a cabalgar como amazona salvaje, ¡me río yo de Sonja! Con cada bote sus magníficas tetas, no operadas, salían despedidas hacia todas direcciones. Mis ojos vagaban buscando sus pezones duros y rosáceos. Los degusté como un buen comensal hace en una cena de postín. Sentí su calor, su suavidad y su excitación, aquello era algo más que sexo, era un volcán a segundos de escupir su lava. La vena de mi frente palpitaba como loca y parecía a punto de estallar. Su piel sudaba sin piedad y se mezclaba junto con la mía. El silencio entre los cámaras y demás trabajadores de la película era prácticamente sepulcral. Tracy me arañaba con sus largas uñas el pecho y sentía un placer inimaginable, incluso cuando finos hilos de sangre empezaron a brotar. Todos miraban embelesados tamaño esfuerzo colosal por la búsqueda del placer. Con un tirón titánico la levanté en vilo y la abrí de piernas. Quería conocer su sabor, presentarle mis respetos al venerado, y difícil de contentar, clítoris de la artista. Pasé mi lengua por los muslos interiores de arriba abajo, parándome a duras penas un segundo mientras mordisqueaba. Para seguir con el camino trazado, pasando sin tocar sus labios rosados, para dedicar unos segundos a su ombligo, el ojo de Dios, una vez más, bajar despacio, para por fin dar un largo lametazo a su clítoris, ahora duro como un diamante. Seguí explorando cada rincón, cada pliegue, cada poro de esa parte de su cuerpo venerado por millones de hombres ávidos de placer. Hacía un rato que Tracy se retorcía delicadamente ante cada envite de mi lengua. Así que seguí degustando el sabor salado y excitante de su cuerpo, del botón de la sabiduría femenina, hasta que su cuerpo dijo basta y su figura se tensó en un ángulo imposible y su espalda casi se parte con el orgasmo de su vida. Como señora viciosa que era se repuso en unos segundos y de nuevo se colocó de culo, me guiñó su ojo derecho y me dijo…

»—Es todo tuyo —o algo así, recuerdo que me lo dijo en inglés y yo entendí lo que quise.

»Y eso es lo que hice con una gran sonrisa en mi cara, primero despacio y con cuidado. No quería hacerle daño. Doy gracias a la naturaleza humana porque dos minutos después mi polla había desaparecido en el culo más deseable del sistema solar o lunar, yo qué sé. Sólo sabía que era mío y que ella continuaba gimiendo y que me pedía más profundo, más fuerte y más rápido. Empecé a mirarme las venas de los brazos, mis músculos tensos y fuertes, me pasé sólo un momento la mano por el tupé y supe que era el jodido AMO. Yo tiraba de su pelo hacia atrás sin remilgos y su cuello llegó a los noventa grados de ángulo con los ojos en blanco y la boca abierta de perfecta satisfacción, hasta que no pude más. Aguanté la explosión todo lo que dio mi cuerpo, y Tracy me ofreció su boca, su lengua, su cara, para que la rociara con todo el esperma que mis pelotas ya no podían retener por más tiempo. Se relamió, tragó y degustó hasta que no quedó ni una sola gota que extraerme del cuerpo. Ni que decir tiene que yo ya había perdido la consciencia, me temblaban irremediablemente las rodillas, estaba en modo OFF y mi mente permanecía en ese limbo de segundos retenidos por el tiempo y el placer. Cuando abrí los ojos, solo pude escuchar:

»—¡BRAVO! ¡BRAVO! ¡BRAVO! Maravilloso, increíble —era el director que se había levantado de su silla y me aplaudía. El resto del equipo había dejado las cámaras en el suelo y gritaban de júbilo y sorpresa por lo que acababan de presenciar. Sin lugar a dudas ¡mi mejor escena!

»Tracy permanecía callada sentada en el suelo y me miraba con una extraña sonrisa.

»—Sabes que vamos a pasar a la historia del porno por esto, ¿verdad?

»Amigo Sancho, aquella noche renací mil veces.

—Cristóbal.

—Sí, claro. Esa sin lugar a dudas ha sido mi mejor escena y por supuesto el mejor polvo de mi vida.

(Sebastián se enciende otro Camel y le da un largo trago al gin tónic que está delante de él en la mesa.)

—Volviendo al tema de las fiestas, ¿realmente ligas tanto?

—No te equivoques amigo, yo no ligo, se me tiran encima.

—¿Quizá eres demasiado presuntuoso?

—No, Sancho. Cuando se ha hecho el número de películas que yo, y la fama te precede, las tías sólo quieren echar un polvo contigo como sea, para contarlo luego a las amigas me imagino. Claro que eso a mí me da un poco igual, saco el mandoble de partir espinazos y arreando…

»¿Sabes esa cantante americana de punk que tiene nombre de mes? Bueno, pues estuvo buscándome toda la noche hasta que me llevó a un privado y allí le di lo suyo, bueno lo que pude, porque la jodía cría tenía un cuerpo pequeño y todo pequeño… Así que hice de tripas corazón y la traté con suavidad, en fin, que allí se quedó, tirada en el suelo con cara de extasiada. Después de eso me han dicho que se ha pasado al pop y que va de diva total, ¡bah! no valía tanto…

»En otra fiesta que celebraban los premios a los más guays, creo que era a ver quién daba más pasta a los pobres, cabrones, ¿y hacen fiestas para eso? Los americanos están locos Sancho, ¿lo sabías? Bueno al tema, ¿sabes la tenista esa negra que parece un tanque de la Guerra Civil? Y mira que a mí las negras no me ponen nada, pero hijo, noté cómo tenía la tipa esos muslos pétreos de acero y me entró el morbillo. Así que después de la cena me acerqué a ella y me presenté, cómo no, ya me conocía. ¿Te imaginas como acabó la noche? Estuve dos meses con lumbalgia… nunca te acuestes con una tenista. Me hizo la técnica del cangrejo y creí morir. Allí estaban mis riñones retorciéndose de dolor, así que hice lo único que podía hacer, ¡la pegué un hostión con la mano abierta! Uff, menuda noche. Y a los tres días la chica que tenía que competir en US Open… me dijeron que fue la primera vez que hizo un partido maquillada.

—¿No le denunció?

—Querido amigo, la señora era una pantera zulú, le gustaba la lluvia de leches más que a un tonto. Tuvo su gracia.

(Sebastián saca otro Camel y se lo enciende mientras mira al techo y se queda pensativo.)

—Pero lo importante no era eso, sino la imagen, la leyenda que se había creado en torno a mí y que cada vez crecía más y más. Cuando una cosa así empieza a aumentar ya es imparable.

—Parece que no le guste lo que implica una vida como la suya.

—Uno va perdiendo el gusto Sancho. Durante mucho tiempo me movía el ansia de placer, el descubrimiento de los rincones de la mujer, ¡el polvo, hombre, el polvo! Pero que te busquen… pero eso es otra historia.

»Ahora vivo aquí de puta madre con mis cigarrillos, mis gin tónics, mi piscinita, mis chavalas que entran y salen… ¡y el Fary que nunca falte!

(Se levanta, se toca impúdicamente los testículos y mira hacia la ventana.)

—Y… ¿eso es todo?

—Claro amigo, pensabas que yo era Dios o algo parecido, pero soy como tú. Bueno, no como tú. Más guapo y con más rabo, pero al fin y al cabo, iguales, y necesito mis pequeños momentos de tranquilidad y mi descanso, que ahora ha llegado.

—¿Volverás algún día a trabajar?

—¿Quién sabe? De momento me lo tomo como viene.

—Sebastián, ha sido un verdadero placer poder entrevistarte, eres genio y figura y espero que nos veamos pronto. Pero me gustaría hacerte una última pregunta. Corre el rumor que vives con alguien y que realmente has dejado el porno por esa persona, ¿qué hay de cierto?

—Para mí también ha sido un placer charlar contigo mientras nos tomábamos unos gin tónics, pero Cristóbal, esa es otra historia…

(Me levanto del sillón, le ofrezco mi mano para despedirme y salgo de su casa con una entrevista jugosa, quizás ahora se me conozca más y sobre todo, folle…)

(José se vuelve a sentar, escucha cómo la puerta de la casa se cierra detrás del periodista, al mismo tiempo que se abre otra. Aparece una mujer rubia de cuarenta y tantos, sin maquillar y con la piel más blanca que la nieve, que se acerca a él y se sienta en sus rodillas.)

—Cariño, ¿por qué no le has contado que nos casamos por el rito balinés hace cuatro meses?

—Tracy, hasta un hombre como yo tiene derecho a guardarse algo sólo para él, ¿no crees?

—¿Hace un hámster?

—Amor, viniendo de ti, siempre me apetece un hámster. Espera que ponga algo de música…

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Comentarios

  1. laquintaelementa dice:

    «con esos ojos que parecen dos puñaladas en un tomate»… ot-tia, es la mejor comparación que he leído en 4 ediciones jajajajajajajajaajajjajaja.

    Muy bueno, Sonderk, muy bueno… y sí, eres un romanticorro!!

  2. levast dice:

    ¿Hace un hámster? 😉

  3. SonderK dice:

    Siempre apetece un hamster… 😛

  4. Palomiti dice:

    Sí señor, muy bueno. No sé si envidiar a Tracy o compadecerla por aquello del Fary, pero divertido el relato, lo es y gráfico, sin duda…

  5. SonderK dice:

    gracias, la idea era que fuera «cachondo» 😉

Los comentarios están cerrados.