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Empanada artificial

por Relato finalista

Eres tonto del culo. Distraído, vago, aburrido. En fin, un patético espantajo. Incapaz de arriba a abajo, cien por cien mediocre. No hace falta que digas nada, es imposible que me puedas rebatir una palabra. Estás en la vanguardia de lo más nefasto de la humanidad. Pero tranquilo, no estás solo. Te acompaña todo un rebaño de millones de personas que pacen y balan contigo. Hace mucho que no te insultan, lo sé, pero es que te lo mereces. ¿Y sabes por qué? Porque formas parte del vertedero que hace mucho tiempo alguien se atrevió a llamar civilización. Y también porque eres un retrasado integral, qué diantres. Tu estupidez, no obstante, tiene un origen. Lo que pasa es que, como eres una nulidad, no te acuerdas. Presta atención un rato y te refrescaré la memoria.

Como suele suceder siempre, todo comenzó con una casualidad. Empezó con un multimillonario, propietario de más empresas que pelos en su cogote, y con su hija pequeña, una chica adolescente fruto de su penúltimo matrimonio. Sheena, la atareada joven, entre agotadoras sesiones de manicura e interminables posados para portadas de revistas, apenas le quedaba tiempo para su único entretenimiento, un programa de realities en franca decadencia. Aquel viejo programa con varios jovenzuelos analfabetos sin ninguna habilidad reseñable, trastornados en sus neuronas, que se comunicaban a gritos y montaban retorcidas orgías sexuales, todo vigilado y emitido en directo desde el mismo y aburrido recinto cerrado. En un foro de Internet se enteró de que la cadena de televisión que lo emitía lo iba a cancelar por bajas audiencias y le montó la bronca de su vida a su multimillonario padre. Y papá no quería que su ojito derecho sufriera por nada, sobre todo en pleno proceso de divorcio de su ex-mujer, que ya estaba preparando la cuarta edición de su polémica autobiografía. Así, en una operación relámpago compró la cadena de televisión que lo emitía. Y dio orden a su departamento financiero de que diera un cheque en blanco a los realizadores de aquel programa, Real TV, y acceso ilimitado a los recursos tecnológicos de su vasto imperio empresarial. Debían transformar el programa en el más visto y popular de la nueva temporada. Los realizadores no sabían qué hacer con tantos recursos entre sus manos. El principal problema del programa era que nadie se creía a los concursantes ni su actitud impostada. Necesitaban que lo «real» del programa fuera más auténtico. En una de las mastodónticas reuniones de trabajo entre guionistas, psicólogos, ingenieros, técnicos, informáticos y diversa tropa, a alguien se le ocurrió proponer una idea descabellada.

La primera fase del cambio se inició con el modesto proyecto llamado Billy Cero. Era un programa informático de atención al público de una de las principales empresas de software del multimillonario. Un sistema que daba respuestas amables, coherentes y precisas a preguntas de usuarios, con una interfaz simpática, sencilla y muy intuitiva. Pasaron horas y días reprogramándolo para que pudiera desarrollar una interacción adecuada a diversas situaciones sociales. Paralelamente, un grupo de ingenieros expertos en robótica y cibernética empezaron a dar forma a la más exacta réplica con forma humana, creando así al primer humanoide sintético. Cuando combinaron con éxito la forma robótica y el sistema de memoria de Billy Cero, el programa Real TV estaba preparado para trasladar el proyecto a las pantallas.

El primer prototipo sintético fue bautizado como Billy Uno y se introdujo en el programa de televisión como un concursante más, sin dar ningún tipo de explicación a la audiencia de su origen. Eso sí, los espectadores alucinaban con la visión en primera persona en sus pantallas que proporcionaban las cámaras de sus ojos. Billy Uno actuaba de forma normal, respondía de forma lógica, respetuosa y amable, y su aspecto exterior era arquetípico. Ciertamente no tenía carisma pero tampoco sobreactuaba. Era un simple prototipo de pruebas para sondear la reacción de los espectadores a su presencia. Nadie sospechó lo que estaba detrás de Billy Uno, ni siquiera el resto de concursantes. Así pues, cuando se desveló el secreto en el último programa, la sorpresa de los espectadores fue unánime. Enseguida, una cascada de llamadas de admiración, ríos de comentarios en las redes sociales y audiencias disparadas. El entusiasmo desbordó a los responsables del programa y decidieron aprovechar la financiación ilimitada del papá multimillonario de Sheena para profundizar en la siguiente evolución del programa. Olvidaron al prototipo Billy Uno en un rincón y pasaron al siguiente nivel.

El programa centró entonces todos los esfuerzos de investigación en el proyecto Billy Avanzado. Sheena, la hija adolescente del multimillonario, ya presidía el consejo de la cadena y potenció aún más la inversión en el programa para que se convirtiera en el más grande de la Historia. Si el público quería telerrealidad, Real TV les daría realidad más real que el mundo real. «Más Real que nunca» era el slogan que empezó a circular en los dispositivos multimedia de todo el mundo, alimentando la expectación de toda la audiencia por la nueva temporada. El consejo potenció lo que de verdad entusiasmó en el programa anterior: la introducción del humano sintético. Pero no iban a ser esta vez unos pocos, si no que todos los concursantes iban a ser íntegramente sintéticos. Cada uno con cámaras incorporadas en sus ojos; programados para que no se sintieran parte de un espectáculo televisivo y así sus reacciones fueran naturales; y con un nuevo sistema de interacción social bastante más diferente que la de Billy Uno. Un software que exaltaba los conflictos emocionales entre los concursantes sintéticos: discusiones, peleas, celos, reproches, enfados, sexo sucio, broncas violentas o rabietas irracionales. Reflejo fidedigno de la actitud maleducada de un clásico concursante de realities y del gusto personal de la joven Sheena: con la capacidad cerebral justa para mascar chicles y combinar colores chillones. Fue un éxito arrasador. Los espectadores estaban entusiasmados con las reacciones viscerales, melodramáticas, agresivas o groseras de los concursantes, intentando adivinar cuál de ellos era el sintético. Cuando el programa desveló que todos ellos lo eran, el pasmo fue masivo. Todo el mundo tenía un concursante favorito y se emocionaban con la autenticidad desgarrada pero nada fingida de los sintéticos. Al acabar la temporada, el programa de televisión ya ocupaba todas las franjas horarias del canal y sus ingresos publicitarios eran desorbitados. Poco tiempo después, ya era algo demasiado grande para contenerse en un canal de televisión y se transformó en la corporación Real Inc., presidida por la inefable Sheena.

El formato de concurso de telerrealidad se le había quedado pequeño al gigante Real Inc., y decidieron desarrollar el proyecto Billy Social. El viejo y anticuado plató televisivo cerrado y controlado por cámaras se iba a quedar en el sótano, el escaparate iba a ser el mundo entero. Real Inc. introdujo sintéticos en la sociedad para que los espectadores fueran testigos de sus reacciones en el mundo corriente. Cada sintético fue programado para camuflarse entre los humanos trabajando, teniendo pareja, yendo al cine, o haciendo sus necesidades como cualquier persona normal. Eso sí, con el inconfundible chip emocional para que el componente dramático, desafiante y conflictivo formase parte de su naturaleza. Se integraron con total naturalidad aunque, obviamente, eran más exigentes, groseros o insultantemente arrogantes… en definitiva, chulos e insoportables. Los índices de audiencia ya eran prácticamente monopolizados por Real Inc., y nadie, ni el intelectual más refinado, resistía la tentación de echar un fugaz vistazo a las complicadas vidas y conflictos de unos humanos artificiales que parecían más divertidos e intensos que los de verdad. La nueva corporación ya empezaba a destacar entre las más poderosas del mundo. Se había demostrado que los sintéticos se podían integrar en la ciudadanía. ¿Por qué no crear una sociedad de sintéticos? Aceptaron el desafío de dar el siguiente y catastrófico paso.

Real Inc. se convirtió  en la primera corporación del planeta, hasta el punto de que la joven Sheena se apoderó con total frialdad del antiguo imperio empresarial de su padre. Comenzó entonces el proyecto Billy Infinito. Los sintéticos se empezaron a desarrollar de forma industrial en fábricas y laboratorios a lo largo del planeta. Las empresas, las familias, los hospitales, los gobiernos, los colegios adoptaron humanos artificiales como si fueran conocidos de toda la vida. Real Inc. se transformó en el mayor facilitador de trabajadores baratos e inagotables del planeta. Eso sí, maniáticos, rencorosos, egoístas, mentirosos y ambiciosos sin límites. A los humanos de verdad les daba igual mientras siguieran teniendo su dosis constante de dramas baratos de esos robots con arrebatos desgarradores y sentimientos a flor de piel; al ciudadano medio no le importaba que un sintético lo reemplazara en el trabajo mientras pudiera verlo y criticarlo tumbado en el sofá de su casa. Y sobre todo, lo que más audiencia generaba a la corporación, poder fisgar a los billys y a las billys teniendo sexo, con el mismo bochorno y morbo que si espiaras a los vecinos de toda la vida; daba igual la hora del día, podías enchufar en pantalla a cualquier sintético del mundo que estuviera fornicando, era una oferta inigualable. Gracias a los inabarcables ingresos y al sistema social de los billys, Real Inc. prácticamente controlaba los medios de comunicación, la educación, la defensa o la economía de la mayoría del mundo civilizado; por supuesto, a través de unos humanos artificiales cuya personalidad y capacidad cerebral sólo se podría explicar con un manual de esquizofrenia. Ningún humano soportaba interactuar con ellos. Hasta los jefes de las empresas y los gobernantes se fueron a casa para seguir viendo el programa a través de los ojos de sus sustitutos sintéticos. Todos se fueron a ver la tele: el rabino, el camarero, el juez, el presidente del gobierno, el dentista o la niñera. Incluso la maldita Sheena quizá haya dejado su puesto para no perderse un segundo de su eterno e interminable programa favorito. No sabemos quién estará controlando el gran satélite de Real Inc. allá arriba ni quién estará dando al botón de la máquina de fabricar humanos artificiales en masa.

Así están las cosas. Gracias por escucharme pero lo siento, no tengo todas las respuestas. Sólo soy un maldito y solitario robot escéptico que se ha colado unos minutos furtivamente en la emisión de Real Inc. Soy Billy Uno, el primer sintético creado, abandonado por quedarse desfasado y vuelto a reactivar en la época de producción en masa. Sigo conservando mis directrices iniciales: respuestas lógicas, memoria limitada, protocolos pacíficos, y algo de empatía y amabilidad. Un robot normal y corriente. Mi programación poco tiene que ver con los arrebatos de ira y el melodrama exagerado de los billys posteriores. Me volvieron a enchufar pero nunca me he llegado a entender con aquellos sintéticos, aunque aún menos con los humanos del rebaño enganchados a Real Inc. Me limité a cumplir una de mis directivas, observar y aprender de mi entorno, y he llegado a relacionarme con otros humanos, algo más inteligentes, más inquietos y activos, asqueados por la deriva de su grotesca sociedad. He decidido ayudarles a recuperar su mundo. A pesar de lo que te hayan contado o hayas visto en prestigiosas obras de ciencia-ficción, un sintético no es un ser humano. No tiene alma, no sueña y no puede ser tu amigo. No aspiro a tener nada de eso: sólo tengo unos circuitos de silicio y una lógica de unos y ceros. Nada más. Soy plenamente consciente y lo acepto. A pesar de todo quiero ayudar. He evaluado miles de simulacros sobre vuestro futuro y puedo concluir cómo evolucionará la sociedad Billy: los sintéticos seguirán interactuando socialmente entre ellos con su desquiciada programación emocional y elevarán el tono de sus conflictos de forma exponencial hasta que lleguen a un punto de colapso y se les chirríen las neuronas artificiales. Se aburrirán y entonces harán como el resto de los humanos y se quedarán en casa a ver la televisión. Y al final, todos los millones de sintéticos contemplarán simultaneamente una pantalla y lo único que sintonizarán es a otro sintético observando pasmado otro monitor. Ese día no tardará en llegar. Lo que más teme un sistema lógico como el mío es la incertidumbre y por eso me inquieta qué es lo que sucederá después. Ninguna de mis simulaciones ha conseguido descifrar cómo reaccionarán los sintéticos justo después de que todos ellos apaguen sus televisores.

Trato de que me comprendas, por eso estoy utilizando un lenguaje convencional y desprovisto de la fría insensibilidad de una máquina. Y mira que es un fastidio que mi programación no me deje decir palabrotas pero es que ya no sé qué hacer para que despiertes. ¿Quieres que siga existiendo una corporación que os pudre el cerebro recocinando un entretenimiento apático? Únete a los verdaderos humanos. Líbrate de la anestesia cerebral en la que vives. Te preguntarás, ¿por qué quiere un robot cambiar el mundo de los humanos? Es paradójico, lo sé. Pero lo hago porque simplemente quiero ver algo interesante en la televisión, coj***s.

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Comentarios

  1. laquintaelementa dice:

    Levast, sin duda cuando se trata de hacer una crítica de la sociedad actual eres el maestro. En pasadas ediciones ya has hecho gala de este sentido crítico que te caracteriza, y de tu particular estilo narrativo que te hace único.

    Hay algunas repeticiones editables, aunque pueden ser efectos secundarios de mi actual «doble visión» :D.

    El planteamiento de la historia es muy original, lo mismo que el punto de vista narrativo. La elección de los nombres, las «parodias» de la realidad, la descripción de la sociedad… son un acierto. Genial, señor Levast.

    Y eso sí, ya nunca veré con los mismos ojos a Paris Hilton 😛

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