El truco
por levastMe han dicho que os cuente una historia. No hay problema chicos, de hecho tengo muchas viejas fábulas y cuentos guardados en los bolsillos de mi capa. Hay muchas cosas fantásticas que he vivido y aprendido con los años. He sido aprendiz con el viejo Merlín, he sido bufón para reyes, emperadores y sultanes, he sido el mejor escapista en un circo ruso y he sido el maese flautista en el olvidado pueblecito de Hamelín. Pero vuestros padres pueden estar tranquilos, volveréis a casa sanos y salvos. Aunque espero que durante este tiempo viajemos lejos. Sí, porque aunque quieren que os cuente una historia a mí se me da mejor la magia. Y he sido mago toda mi vida. Pero ahora mismo no se me ocurre nada que nos pueda gustar con «Érase una vez en…». Yo prefiero «Érase que está siendo aquí mismo…» porque va a ser algo que estará sucediendo, que vamos a vivir juntos. Es de verdad. Os voy a enseñar el truco. ¿No lo notáis?, ¿no lo oís? Cae agua y se oyen truenos ahí fuera…
Érase que está siendo aquí mismo, en este gran salón en el que estáis escuchando a este mago parlanchín, que está formándose una gran tormenta con rayos y truenos. Cerrad los ojos y oiréis el fuerte viento golpear las ventanas. Pero no es una tormenta cualquiera, el cielo se torna negro como el azabache y se forma un agujero del que emergen potentes rayos que nos agarran, nos hacen levitar y nos arrastran hacia su oscuridad. Yo mismo he conjurado esta tormenta, que en realidad es un portal mágico porque necesito que ayudéis a unos viejos amigos. El viento que sentís es porque estamos atravesando un torbellino que nos llevará a otro mundo. Abrid los brazos para planear siguiendo la corriente. Ya estamos volando bajo un cielo más claro y azul y allí, a lo lejos, en esa isla desierta en medio de un inmenso océano, se encuentran mis amigos que están perdidos y en problemas. No nos van a ver porque nosotros estamos en un plano diferente, somos como espíritus que les van a acompañar pero, si nos lo proponemos, todos juntos les podremos echar una mano. Si no los véis bien yo os ayudo. Ahora están muy cerca de la orilla, desorientados y aturdidos. Los tres están alejados unos de otros y aún no se conocen. El que primero se levanta es inconfundible, con su abultada barba negra, su parche en el ojo izquierdo y su afilado sable en la cintura. Morgan el pirata, un viejo corsario temido a lo largo y ancho de cientos de mares. Sin embargo, otea a su alrededor y no parece reconocer la playa. ¿Habrá naufragado? Otro de mis amigos perdidos es Sir Roland, un noble caballero medieval al que se le ha girado el yelmo y deambula a ciegas por la arena. Y por último, tenemos a Yutu el astronauta, nacido en el Polo Norte, el primer esquimal que ha viajado al espacio. Camina despacio, pensando que está en un planeta con mucha gravedad. Vaya personajes tan raros, os preguntaréis. Bueno, es que tengo amigos en todas partes y en todas las épocas.
Morgan el pirata, desenfunda su sable y se acerca sigilosamente al astronauta.
—¿Quién sois, extraña criatura? —exclama mientras pincha con su arma en la espalda del desconcertado hombre del espacio.
—Soy Yutu, comandante de la nave Zeus IX en misión de <bzzt> reconocimiento de nuevos planetas inexplorados en esta galaxia. Aleje ese artilugio afilado, espécimen nativo de este planeta <bzzt>, vengo en son de paz —responde el astronauta esquimal a través del comunicador de su escafandra.
—¿Qué diantres queréis decir con espécimen nativo? ¡Soy un furioso pirata! Mi navío ha debido de naufragar en esta isla cuando atravesábamos un diabólico temporal. Decidme dónde están mi barco y mi tripulación.
—No puedo responder a esa <bzzt> pregunta. El último registro de mi nave indicaba que <bzzt> nos adentrábamos en una nebulosa con turbulencias cerca de la Constelación Galápagos. Quizá mi nave hizo un aterrizaje de emergencia. Mire, una extraña forma de <bzzt> vida se acerca a nosotros.
La atolondrada figura es Sir Roland, enfundado en su pesada armadura de acero, mucho más desorientado que mis otros dos amigos porque es incapaz de quitarse su yelmo. Caminando a tientas se topa con Morgan y Yutu que lo detienen. El pirata tira con todas sus fuerzas del yelmo pero es incapaz de retirarlo. Yutu, sin embargo, tiene un instrumento en su guantelete multiusos que le sirve para soldar las averías de su nave. Pasa alrededor del cuello del guerrero el rayo y retira de su cabeza el casco que le oprimía. Y ¡sorpresa!, descubrimos que la cabeza y el cuerpo del caballero es el de una rana. Y no es capaz de articular palabra, sólo de croar.
—Una nueva forma de vida alienígena, sin <bzzt> duda —exclama asombrado Yutu.
—¡Croac! —protesta mi amigo Sir Roland sin que nadie le entienda.
No os había contado que un dragón había hechizado al legendario caballero. Estos amigos míos están más perdidos que Pulgarcito sin sus migas de pan. Habrá que echarles una mano. Están confundidos, hay que animarles a que se adentren en la isla y que descubran cómo pueden escapar de ella. Vamos a avisarles, vamos a silbar todos juntos en dirección a la selva para que se muevan. Venga, muy fuerte. ¡Más, más! ¡Que no nos oyen! Así, bien, mirad, ya corren y dejan atrás la orilla. Están llegando a un claro donde pueden divisar el resto del lugar. Es muy extenso, repleto de palmeras, brillantes lagos y seres fantásticos que vuelan. Podría ser una isla paradisíaca pero, a lo lejos, se divisa un enorme y amenazador volcán del que emana un horrible humo negro.
—Tiene que ser la guarida de los bellacos que han hundido mi barco —afirma Morgan con rotundidad.
—Allí se debe de encontrar <bzzt> mi nave, seguro que de allí ha salido un rayo de tracción que ha tirado de ella —responde Yutu.
Sir Roland croa dos veces y escribe en la arena su nombre y la figura de un dragón. Después de un rato observando sus pintorescos aspavientos, Yutu y Morgan deducen que el caballero combatía al monstruo que lo hechizó y el dragón lo expulsó mágicamente a la isla. Hablan entre ellos y proponen un pacto: se van a ayudar mutuamente para abandonar esta extraña isla en que han aparecido de repente. Morgan quiere encontrar su barco y volver a navegar por las aguas del Caribe. Sir Roland enfrentarse al dragón y destruir el hechizo que lo ha convertido en rana. Y Yutu recuperar su nave para seguir explorando el espacio.
El camino parece tranquilo y para los tres aventureros la marcha sólo se ralentiza por la armadura de Sir Roland y por la absurda precaución que tiene Yutu al moverse por tierra extraña, como si flotase por la Luna. El testarudo e impaciente pirata se empieza a desesperar.
—Vamos, mequetrefes, acelerad el paso. Mis corsarios no pueden esperar.
De repente, surgiendo del volcán, se siente un fuerte temblor en el suelo. Nuestros amigos caen de bruces violentamente. La tierra empieza a transformarse, a cambiar rápidamente. Comienza a moverse, a formar ondas y engullir a todo lo que se mueve sobre ella. Sin poder reaccionar se encuentran atrapados en unas inesperadas tierras movedizas. Pero tranquilos, confío en ellos, son tipos raros pero condenadamente listos. Aunque como no actúen deprisa la armadura de Sir Roland va a terminar por hundirle. Y a Yutu no le va mucho mejor. Veamos qué hace nuestro ágil pirata… ah, sí, mirad, ya saca de su cintura una de sus pistolas y apunta a uno de los árboles. ¡Qué puntería, chicos! Ha desprendido una liana y se agarra a ella. Trepa por la cuerda con la ayuda de sus piernas y con su sable entre los dientes y se salva de caer hundido. Pero no se olvida de los otros. Corta otra liana y la lanza al astronauta que se la ata a la cintura. A continuación, Morgan se descuelga de la rama en el otro extremo de la liana y hace fuerza de palanca para salvar a Yutu. Lo han logrado, pero el caballero se está hundiendo y apenas asoma la cabeza. El astronauta se percata y, ahora que puede usarlo, ajusta su guante multiusos en función «imán». De esta forma, con un rayo magnético, atrae su armadura y hace levitar al sorprendido caballero fuera de la arena y lo deposita sobre una de las ramas del árbol. Podemos respirar tranquilos, nuestros héroes han salvado un escollo peligroso. Se desplazan a tierra firme y el enojado pirata empieza a retirar con ímpetu las piezas de la armadura de Sir Roland, quien sólo se puede quejar croando. Sólo le deja cargar su mandoble de acero y el viejo escudo de su clan.
—No me retrasaréis más, grumete de hojalata. Y vos también —señala al astronauta—, acelerad el paso y dejad de caminar como un pato miedoso.
El grupo prosigue la marcha, pero el amenazador volcán de la isla sigue enfadado y vuelve a rugir. En su cima se arremolinan unas nubes negrísimas que se agitan como colmenas de abejas. Aunque los tres aceleran el paso, las nubes se concentran, detectan al grupo e inician un vuelo vertiginoso para emprender un ataque. El humo se solidifica y, a su paso, arrasa con todos los árboles que se encuentra en su camino. De la masa negra surgen unos tentáculos que recogen ramas y piedras del suelo y los lanzan al grupo como si fueran flechas y proyectiles. Sir Roland agrupa a sus dos compañeros a su espalda y los protege con su escudo. El monstruo de humo continúa su acecho sin pausa para minar la resistencia del grupo.
—Mis sistemas <bzzt> informan que no resistiremos mucho tiempo más —exclama preocupado Yutu.
Entonces, el caballero alza la vista al cielo y busca una montura alada que les pueda salvar. Sabiendo que en su forma de rana no va a poder silbar, agarra la mano del pirata y le coloca sus dedos en la boca de forma que pueda emitir un sonido que pueda ser escuchado por una criatura voladora. Enseguida, al silbido responde uno de los muchos seres fantásticos que pueblan la isla, un grifo, un ser alado mitad león, mitad águila. El grifo desciende en picado justo a tiempo de que el caballero anfibio se agarre a sus plumas y lo monte como si fuera un corcel. Mientras, el monstruo reúne más y más nubes y se ha transformado en un tremendo demonio con largas zarpas y garras para lanzar su ataque definitivo. A nuestro caballero sólo le queda una cosa para que el duelo sea una auténtica justa medieval: una lanza. Yutu entiende la idea y con su guante multiusos funde parte del mandoble sobre un gran palo alargado. Y también tiene otra ocurrencia: ajusta el guante y electrifica la punta de la lanza con un rayo. Nuestro caballero sólo tendrá una oportunidad para embestir con su lanza cargada de energía al monstruo. Si lo atraviesa siendo humo, fallará, y si el humo se solidifica y ataca más rápido lo aplastará. En el cielo se encuentran frente a frente, la gran humareda negra se acerca a gran velocidad, abre sus diabólicas fauces, cierra sus garras sobre el grifo… y el caballero arroja su lanza en el último momento sobre el corazón negro del monstruo. Una corriente eléctrica de color azul aturde al demonio oscuro y lo convierte en cenizas que caen como lluvia sucia sobre la tierra. El caballero salta y croa como una rana feliz cuando aterriza a salvo junto a sus compañeros. Otra inesperada prueba que han superado, sólo queda el trecho final para llegar al extraño volcán y descubrir el misterio.
Por supuesto, el desconocido ser que está gobernando la isla no continúa nada contento y sigue empeñado en derrotar a los aventureros. Pero ya no se oye ningún rugido desde el volcán, ni la tierra tiembla. Un silencio recorre la isla de punta a punta. Y una capa de oscuridad, como una gran sombra, como una manta que envuelve todo, se extiende y apaga toda luz y toda visión. Nuestros amigos aventureros no pueden evitar ser engullidos por la niebla negra que ha cubierto la isla. También vosotros podéis notar que todo está…
…muy silencioso…
…y a oscuras…
…no sabemos qué ha sido de Yutu, Morgan y Sir Roland…
…pero inesperadamente algo brillante sale disparado de entre toda la negrura. Es Yutu, el intrepido astronauta, atravesando la oscuridad con sus cohetes propulsores a toda potencia. Casi a ciegas, con sus dos asustados compañeros colgados de su cintura, se dirige al centro de la isla guiado únicamente por la luz que emana de su guante multiusos. Le queda ya poca batería y curva su trayectoria para descender dentro del volcán y enfrentarse por fin al enemigo que los ha atrapado y atacado. A la desesperada, aterrizan sin control dentro del cráter y chocan contra el suelo de una vacía plataforma. Allí se reagrupan los tres, esperando enfrentarse a su enemigo.
—Muestra tu rostro, criatura <bzzt> extraterrestre y libéranos inmediatamente de este planeta-prisión —exige Yutu, el astronauta.
—¡Atrevéos a enfrentar mi sable, maldito rufián, y sabréis lo que es bueno! —grita desafiante el pirata Morgan.
—¡¡Croac!! —exclama lo más fuerte que puede el caballero mientras blande una daga y carga su escudo en el antebrazo.
En pocos segundos, las sombras que hay formadas en la pared empiezan a vibrar. Toman vida propia y se fusionan y abandonan los muros, dando vueltas en un remolino que finalmente toma la forma de un hombre que se planta delante de los héroes. La figura es una gran masa oscura que se hincha y se vuelve cada segundo más y más grande. En lo que parece su cabeza se pueden distinguir unos brillantes ojos de fuego, que intimidan al observar a nuestros héroes, y una profunda boca de la que surge una voz grave y penetrante
—No tenéis escapatoria. Estáis sometidos y derrotados, os enfrentáis a vuestra peor pesadilla. Aquí, en esta isla misteriosa he conseguido la fuente de poder definitiva. Puedo convertirme en cualquiera de vuestros mortales enemigos. Puedo ser el dragón que derrama fuego sobre los hombres o una flota de sangrientos corsarios o una invasión de marcianos sobre la Tierra. Mi sombra puede convertirme en cualquier personificación del mal y puedo atraer a todos los héroes que rivalicen con mi poder y aplastarlos uno a uno. Soy el adversario definitivo, nada me puede derrotar.
Podéis ver cómo la gigantesca sombra se transforma en cuestión de segundos en cualquier criatura o monstruo. Sobre nuestros héroes caen garras, espadas, puños, aliento de fuego y mil amaños para derrotarles. Espada, daga, escudo y guante multiuso en mano, los aventureros esquivan y resisten. Mientras, el monstruo de sombra continúa su aburrido y pesado discurso. Lo que está haciendo es un abuso y se está saltando todas las reglas de un buen duelo.
—Rendíos, dejáos capturar, humilláos ante mi superioridad. Con mi poder extenderé el imperio del mal por todas las épocas y todos los mundos. No me llaméis malvado, no me llaméis perverso, no me llaméis cruel ni villano. Llamádme… ¡¡Malísimo!!
¿Cómo?, ¿qué?, ¿qué acabamos de oír? Además de pelmazo y tramposo, termina diciendo que se llama a sí mismo… ¿Malísimo? ¡Ja ja ja!, ¿no es lo más ridículo que habéis oído nunca? Yo creo que es la oportunidad de ayudar definitivamente a nuestros héroes. Reíros. Así, ¡ja ja ja ja! Más fuerte. Que nos oigan Morgan, Yutu y Sir Roland. ¡Ja ja ja! Más, más. Es un abusón, un tramposo y ni siquiera es un rival digno para un héroe. Reíd, reíd. Mirad, nos han oído. Morgan está rompiendo a carcajadas como cuando brinda con ron en el barco, hasta se le cae la barba y el parche de la risa. Incluso a Yutu se le oye reír dentro de su escafandra. Y sí, ese sonido raro que oís es también Sir Roland, podéis contar a vuestros amigos cómo ríe una rana. Vaya, vaya, el monstruo ya no es tan vanidoso. Su discurso ha perdido fuerza, nadie le toma en serio y su voz es apenas un chillido agudo. Y su figura empieza a menguar, a empequeñecerse. Su poder se reforzaba con el miedo, pero ahora sus víctimas sienten lo contrario. La enojada criatura se ha hecho más pequeña que un dedal de porcelana. El pirata Morgan saca un frasco de su pantalón y lo atrapa en el recipiente de cristal como recuerdo. Si nos fijamos, se le había caído la barba y el parche mientras reía. En realidad es una chica y no un viejo pirata.
—¡Eres una mujer, valiente <bzzt> pirata Morgan, vaya sorpresa! —exclama Yutu.
—Es cierto. Mi padre, el gran capitán Morgan, murió en un combate en el Caribe. Yo soy su hija Morgana y suplanto su identidad lo mejor que puedo para que me respeten.
—No necesitáis disfrazaros, habéis demostrado gran coraje y valentía —se sorprende y nos sorprende hablando Sir Roland que ha vuelto a recuperar su forma humana.
—Habéis roto vuestra maldición, caballero, ¿cómo ha podido ser?
—No me lo explico, Morgana. La leyenda dice que solamente matando al dragón o encontrando el verdadero amor podría volver a ser un hombre.
—Hay una explicación. Habéis sido <bzzt> siempre un héroe solitario, Sir Roland. Habéis suspirado por una amada que nunca habéis hallado pero aquí habéis encontrado el amor de unos <bzzt> amigos de verdad que nunca habíais tenido a vuestro lado —le explica el astronauta.
—Perdonádme, señor del espacio, pero ya va siendo hora de que muestre su rostro, siempre oculto por ese yelmo de cristal —la pirata Morgana trastea con los botones del traje hasta que consigue retirar la escafandra. Yutu se asoma y nos muestra su tímida sonrisa de esquimal—. Veis, no tenéis que esconderos siempre y no volváis a tratar a las personas como seres extraños de otro planeta.
En ese momento, los tres se abrazan y la luz se vuelve a recuperar poco a poco en el volcán y en la isla. En la plataforma del monstruo surge una luz de un gran espejo. Es un portal mágico en el que, si nos asomamos, se nos muestra el lugar de donde procedíamos. Nuestros héroes ven cada uno su nave espacial, su gran barco pirata y su formidable corcel blanco. Atraviesan el umbral uno a uno.
—¡Nos veremos en el espacio! —dice Yutu.
—¡Hasta siempre, nobles paladines! —exclama Sir Roland.
—¡Adiós, lobos de mar! —grita entusiasmada Morgana.
Nosotros podemos ver la sala donde estábamos reunidos así es que vamos a darnos prisa antes de que se cierre el portal. Vamos, vamos, hay atravesarlo a toda prisa. Abrid los brazos y preparaos para volar, volar…
Sssssh, ya hemos aterrizado de vuelta. Podéis abrir los ojos y descansar los brazos. Ya estamos aquí de nuevo. Como véis ha dejado de llover, la tormenta que nos había transportado hasta la isla misteriosa ha amainado. No hay más secreto, así es como funciona el truco. Hemos viajado donde sucedía la historia. Y ha sido de verdad. No ha habido trampa ni cartón. Lo habéis visto, olido y tocado todo. Ya os he enseñado el truco. Esta aventura parece haber llegado a su fin pero…
¿Colorín colorado?
Yo creo que no. No tiene por qué acabar ahora. En este momento podemos oír a un perro aullando ahí fuera. Pero si afinamos el oído podremos entender sus ladridos y distinguir que es un joven aprendiz de brujo pidiendo ayuda porque ha caído víctima de un encantamiento. Está en peligro, ya que tiene que deshacer el conjuro antes de medianoche…
…y está sucediendo ahora, así es que…
¿…por qué no sigues tú?
Ya conoces el truco.
¿Érase que está siendo aquí mismo…?
Por mí, perfecto. Déjate llevar.
Te escuchamos.
Llévanos donde tú quieras.
Comentarios
Muy bueno, Levast, un cuento infantil como de los que me gustaba leer de pequeña; el astronauta esquimal no tiene precio; lo mejor, el planteamiento y la resolución de los conflictos a los que se enfrentan los 3 personajes y ese canto a la amistad y la colaboración. 😉
Yo creo que con esto se hace una obrita de teatro muy aparente… ya hablaremos de los derechos de autor, insigne Rober.