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El despertar

por

La tarde cae sobre la ciudad de ChongKing. Ha hecho un día lluvioso y oscuro, como suele ser habitual en esta época del año, es época de tifones, pero hoy está siendo especialmente virulento. El agua choca contra los cristales con tal violencia que parece querer atravesarlos.

Yao tiene la mirada perdida a través de esos mismos cristales que la lluvia quiere hacer suyos. Para cualquiera que entrase en la habitación daría la impresión de que está ensimismado en dilucidar entre el bien o el mal, lo bello y lo triste… en algo realmente profundo, tal es su expresión de concentración. Pero lo que realmente está pensando es que hace un día de mierda y que le toca las narices dar clases. Además, Chi Chi Fu, su ayudante, ha vuelto de sus vacaciones de peregrinación al monasterio de Fukien.

El problema es que Chi Chi Fu había sido una de las cabareteras transexuales del Moulin Loto Verde, el más conocido de Beijin, y a veces podía ser un poco histérico e histriónico, lo cual lo ponía de los nervios. Tenía la ligera sensación que hoy iba a ser uno de esos días en que acabaría la sesión queriendo clavarle la aguja en un sitio doloroso.

—En fin —piensa—, no me queda otro remedio que trabajar. Puffff.

Así que con paso firme, que no decidido, se encamina hacia la sala donde impartirá su clase. Ésta es amplia, y diáfana, a excepción de unos biombos de caña de bambú y papel con dibujos de clásicos que emulan los existentes en los jarrones de porcelana de la dinastía Ming. Cuando llega sus alumnos están esperándolo ya.

—Buenos días, en el día de hoy vamos a aprender dos técnicas fundamentales. La primera será la veintiséis del Toumou, o Sue Keov, y la segunda la uno de Jemm Mo o Joe Inn. Sue Keov se sitúa en la línea media anterior, en la zona de transición entre los tercios superior y medio del surco nasogeniano. Con él, conseguiremos que se aclare el cerebro, se despierten los sentidos, se apague el viento e incluso se solucionarán espasmos. Comencemos.

El segundo punto es el que será causa de que Chi Chi Fu tenga uno de esos días, lo sabe. Normalmente los puntos de acupuntura se los ponen uno u otro en función de la dificultad, pero ha de ser él quien se ponga este punto, para dar confianza a los alumnos ya que es ligeramente delicada la zona de actuación.

—Bien, el segundo punto se sitúa en la línea media, en el centro ente el ano y el borde posterior del escroto. Con él conseguiremos despejar la fuerza espiritual y despertar los sentidos. Ni que decir tiene que en un caso de almorranas también nos ayudará.

Así, pues se tumba sobre el tatami, boca arriba y sitúa las piernas por encima de la cabeza, y les muestra a todos la línea media en el centro entre el ano y el borde posterior del escroto. Puede sentir el sudor frío y la respiración agitada de Chi Chi Fu, y empieza a enfadarse. Si sigue así le acabará clavando la aguja quién sabe dónde…

Mientras piensa esto, nota la cánula que le presiona, buscando el centro, y de repente el leve toque que le indica que le ha clavado la aguja. Menos mal. Mientras está en esta postura, un tanto incómoda, continúa dando la clase, hasta que llega el momento en que se retira la aguja él mismo, para que los alumnos comiencen a practicar entre ellos. En el momento de quitársela, nota una extraña sensación, como un zumbido en los oídos y una presión en la parte posterior de la cabeza; es más, al levantarse tiene un ligero mareo, por lo que se queda quieto, con la vista fija en un punto hasta que se le pasa. Nota como Chi Chi Fu se ha dado cuenta, pero continúa como si nada hubiese pasado hasta el final de la clase.

—Chi Chi Fu, me siento cansado. Por favor, si no te importa recoge tú la sala.

—Sí, sensei. ¿Se encuentra bien?

—Sí, sólo cansado. Si sales esta noche no dejes el vestidor con todas tus cosas y potingues por medio. Me voy a mi cuarto a dormir.

***

De repente se despierta. Está desorientado, se encuentra nervioso, ha tenido una pesadilla que no consigue recordar y siente un cosquilleo en manos y pies. Impulsado por una fuerza desconocida se dirige a la gran sala, y allí, tras un momento de reflexión, se sitúa en la posición de preparado, se abre con un saque de complemento a la derecha, para girar sobre sí mismo, y comienza a hacer los movimientos circulares defensivos típicos del estilo Mantis Religiosa, para acto seguido atacar con la precisión de la misma los puntos vitales del oponente imaginario y cambiar al movimiento sinuoso de la serpiente comprimiendo el estómago y los músculos abdominales, asentando los pies y canalizando la energía de los movimientos hacia los dedos de la mano en la posición de la cobra para lanzar el ataque mortal y pasar a un ataque feroz con las técnicas del Dragón mientras mueve las piernas en zigzag emulando el movimiento del mismo, para terminar con los movimientos el Mono Artesano.

Agotado, se sienta en la postura del Loto Feliz para descansar y relajarse, pero en lugar de ello empieza a recordar. Recuerda cómo era ser un monje shaolin, que vivía en una comunidad de monjes en la ciudad de ChongKing, donde pasaba los días perfeccionando su técnica de kung fu para alcanzar el honor de maestro.

Allí vivía junto a su amigo Fu Man Frog. Eran inseparables desde que de niños fueron encontrados por los monjes a las puertas del Monasterio del Bosque Joven, envueltos en unas mantas andrajosas dentro de una cesta hecha de vainas de bambú. Nunca supieron si realmente eran hermanos o tan sólo fue una coincidencia, pero eso no fue óbice para que se comportarán como si lo fuesen: compartían celda, castigos, la comida… todo. Pero de repente todo cambió, ya que entre ellos se interpusieron dos preciosos ojos negros como el azabache, un pelo suave como la más pura seda, un contoneo de caderas al andar que hacía que no pudiesen apartar los ojos, y una expresión vivaracha y de felicidad que dejaba sin respiración.

Con la llegada de la pequeña Tsuka empezó el distanciamiento entre ellos, puesto que ambos querían llamar su atención. Competían, de manera velada, por ver quién salía más veces de paseo con ella, a quién de los dos prestaba más atención o con quién se alegraba más al verlo… Y fue a partir de ese momento cuando Fu Man Frog empezó a desaparecer por las noches y a volver con el alba en un estado, la mayor parte de las veces, bastante lamentable.

Como no podía ser de otra manera, el maestro Yu Liu Lian, también conocido como «Pepino Torcido», acabó enterándose de las salidas nocturnas y los llamó a ambos a su presencia. Allí, con el poder del silencio y la mirada de decepción absoluta, Fu Man Frog se derrumbó, y confesó que escapaba por las noches para ir a los bajos fondos de la ciudad dormitorio de Torrehong, donde estaba aprendiendo la técnica prohibida del Kyusho, creada por un acupuntor y artista marcial llamado Cheng Seng Feng, que él empezó aplicar a vagabundos, prostitutas, huérfanos… técnica que es todo lo contrario al método de sanación, ya que ataca los puntos de acupuntura y cada movimiento realizado en una kata es un ataque a los puntos de presión del cuerpo.

El maestro Yu Liu Lian, horrorizado, y ante la gravedad de los hechos, no tuvo más remedio que expulsar a Fu Man Frog del templo y ordenó que a Yao le dieran cien latigazos, por ser conocedor de las fugas de Fu Man Frog.

Así, ambos se dirigieron a su celda para empaquetar las cosas de Fu Man Frog. Una vez en el patio Yao fue llevado ante un tronco vertical donde le ataron las muñecas para darle los latigazos. Desde ahí, vio cómo Fu Man Frog se dirigía hacia la puerta sin mirar atrás, hasta que de repente se giró, lo miró y llamó a Tsuka. Esta llegó desde donde se encontraba, abriéndose paso entre los monjes, y se situó entre los dos. Fu Man Frog, volvió a llamarla y ella se encamino hacia él, ante lo cual dijo:

—Ves Yao, al final va a ser que me prefiere, que prefiere el lado oscuro.

Se dio la vuelta y siguió andando hacia la puerta, convencido de que Tsuka lo seguiría y sin percatarse de las lágrimas de Yao.

Pero ante el primer latigazo que cayó sobre la espalda de Yao, Tsuka se giró al oír el rápido rasgar del aire de la vara de bambú, y se encaminó rauda hacia él comenzando a lamerle los pies y las pantorrillas. Fu Man Frog, al darse cuenta comenzó a llamarla, pero ella lo ignoró, con lo cual, presa de una furia infinita, en tres saltos se situó ante Yao y le dio un golpe seco en el punto Sue Keov.

Ahora ya sabía qué había pasado, sabía por qué no podía recordar nada más allá del día en que se encontró dando clases en la escuela de terapias naturistas de la que era maestro de acupuntura. Y ahora, sobre todo, ya sabía por qué Tsuka no estaba con él y sabía qué tenía que hacer.

Tenía que acabar con Fu Man Frog, conocido por sus seguidores y sus detractores como Rana Humeante, amo y señor de la mafia y bajos fondos de Torrehong, dueño de la fábrica de nocilla de algarrobo, que tenía esclavizada a la mitad de la ciudad dormitorio. El hombre que le había borrado la memoria, pero que, sobre todo, le había quitado a su pequeña Tsuka.

Chi Chi Fu estaba observando desde detrás del biombo las extrañas evoluciones de su maestro sobre el tatami. Chi Chi Fu no era una cabaretera cualquiera, tenía un oscuro pasado, por lo que reconoció aquellos movimientos de las más avanzadas técnicas de kung fu. Mientras Yao se relajaba en postura del Loto Feliz, salió silenciosamente de la sala en busca de los alumnos. Estos estaban cenando en el comedor de la escuela de baile Bollywood que estaba en la casa de al lado, así que Chi Chi Fu, esquivando varias bandejas de curry y un par de chisporroteantes pollos tandoori , se plantó en medio del comedor.

—Nuestro maestro nos necesita. ¡Ahora! —tal fue el sonido de su voz que todos los presentes, compañía de baile incluida, se lanzaron en una loca carrera detrás de Chi Chi Fu.

Cuando Yao abrió los ojos, con los dolorosos recuerdos de la pérdida de la pequeña y bella Tsuka aún arrugando su frente, encontró quince rostros expectantes que lo observaban.

—¿Qué narices hacéis aquí?

—Oh, maestro, os he visto defenderos como la Mantis del Norte, y atacar como el Dragón y el Mono Artesano —. «Ya sabía yo que Chi Chi Fu me iba a fastidiar el día», pensó Yao—. Contadnos, sensei.

—Bien, pero quítate esas medias cuando estés en mi presencia, Chi Chi Fu, ya te lo he dicho —Chi Chi Fu suspiró y se quitó sus medias de rejilla de algodón ecológico que tanto había tardado en conseguir—. Mejor, mucho mejor.

Así Yao no tuvo más remedio que compartir con los alumnos de acupuntura y los de baile la triste historia de Tsuka, la pequeña de color del loto, y de Fu Man Frog, el amigo que terminó convirtiéndose en el temido Rana Humeante.

—Querido y respetado baba —era Abumarayan Pan, el coreógrafo y cocinero indio quien hablaba—, aunque tanto dolor será recompensado con una buena reencarnación, entiendo que queráis venganza —todos los presentes asintieron—. ¿Cómo podemos ayudaros, baba?

—No me llames «baba», para empezar… —y les contó el plan de venganza que había ido trazando mientras les contaba su historia—. Lo único que no sé es cómo llegar a Torrehong esta misma tarde… —terminó Yao, un poco mustio porque el punto Joe Inn sólo había despertado a medias sus habilidades para la venganza.

Abumarayan Pan rió, se estiró sus pantaloncillos de seda fucsia y les pidió que lo siguieran al patio de la escuela. De nuevo corrieron todos por los pasillos. El coreógrafo se detuvo, hinchó el pecho con orgullo y abrió la puerta del garaje.

—Aquí está, baba, perdón, maestro, ¡la mejor flota de rickshaw de todo ChongKing!

—No me llames «maestro» —dijo Yao subiendo de un salto al primer carro—, llámame: ¡«VENGADOR»!

***

Mientras la flota de rickshaw luchaba contra el viento y la lluvia, Fu Man Frog, en su cubículo de Torrehong, acariciaba a la suave Tsuka. Estaba contento, la ciudad era suya y, lo más importante, se había hecho con el control de toda la producción de algarrobina. Sí, esa falsa nocilla de algarrobo que enloquecía a los vegetarianos de medio mundo era suya, sólo suya.

—Señor, señor —el gordo Chemang, adicto a la mortadela de tofu, entró corriendo en el despacho—, unos rickshaw han bloqueado la puerta de la fábrica.

—¿Cómo? —apartó a Tsuka de un manotazo y ésta se agazapó en un rincón.

—Ya se lo dije, señor, no debía haber enfadado a los del Namasté Food Group, ellos controlan todos los restaurantes de Torrehong y querían nuestra algarrobina.

Mi algarrobina —corrigió Fu Man asomándose a la ventana—. Esos no son del Namasté —se había puesto pálido pues había reconocido a Yao en uno de los carros—. Prepara a los hombres, Chemang. Y tú, Tsuka, ¡quieta!

Se encaminó con paso firme y decidido hacia el patio donde ya le estaba esperando Yao. Era el momento que había temido y deseado desde hacía años.

—¡Hola! —dijo—, ¿qué tal?

—¡Hola! —contestó Yao—. Bien ¿y tú?

—Ahí vamos.

—Esto es entre tú y yo, no hace falta meter al resto.

Mientras acontecía el intercambio tradicional de saludos, los alumnos silenciosamente habían estado preparándose para el ataque; obviamente ellos no tenían ni la más mínima idea de pelear, por algo eran eruditos y meros bailarines, en el cuerpo a cuerpo tenían las de perder. Por ello, mientras, los estudiantes de Bollywood empezaron a danzar al son del ritmo de la canción de Del Pita Del, estandarte del buen rollo, que tiene en la bella Aishwarya Ray su embajadora. Sacaron las varitas de incienso aromático, y con un ligero movimiento de muñeca las lanzaron contra los hombres de Rana Humeante, clavándose la mayor parte en los ojos, produciendo una gran humareda que les dio la ventaja suficiente para sacar el arsenal de agujas de acupuntura y lanzarlas contra puntos vitales del enemigo paralizándolos en el acto.

En ese momento de confusión, Yao soltó sobre Fu Man Frog su golpe de derecha y le atenazó la garganta con la garra de Dragón, y le clavó los dedos en los ojos en el movimiento de la Cobra Mosqueada. Rana Humeante intentó lanzarle una patada, pero fue bloqueada con una dolorosa patada Filo de la Navaja en la rodilla. Necesitaba acercarse a Yao para poder aplicarle el Dim Mak, o Toque de la Muerte, obstruyendo su flujo de qi, sólo necesitaba un segundo y acabaría con él. Se lanzó contra su oponente una y otra vez, pero constantemente se vio repelido por la destreza de Yao. Presa de la rabia y de la impotencia —siempre fue mejor y más querido que él y eso lo quema— se lanzó a estrangularlo: ya no había técnica que valiera.

Pero Yao, viéndolo venir, metió sus brazos entre los de Fun Man Frog para utilizar las alas de la Grulla contra sus ojos, le metió los pulgares en ellos y con las palmas contra su barbilla lo lanzó hacia atrás, levantó su brazo derecho y lo golpeó en el esternón con el codo, rápido como el viento, le aplicó el Pico de la Grulla en la entrepierna y mientras Fu Man Frog se doblaba de dolor, le dio con los nudillos en la oreja, lo cual lo dejó atontado; aunque intentó lanzarle una patada, ésta fue bloqueada, encontrándose con la Garra del Leopardo contra su garganta, contra su pecho y contra su entrepierna. Sin compasión Yao le lanzó una patada al pecho, que le hizo doblarse por la mitad, lo cual aprovechó para darle con el hueso semilunar de la mano en el cuello. KO absoluto.

—No eres el único que conoce las técnicas del prohibido Kyusho. Me quitaste lo que más quería por envidia, debería matarte. Pero no soy tú, habrás de vivir con saberte derrotado de nuevo.

Mientras todo esto sucedía Chi Chi Fu, se había dirigido hacia el despacho de Fu Man Frog.

—Querido Chemang, volvemos a vernos. Te he echado tanto de menos —dijo lanzándose a sus brazos.

—Chi Chi mía, y yo a ti, ¿me has perdonado?

—Por supuesto, bésame: mientras ellos se matan nosotros nos amaremos.

Mientras el gran Chemang, enervado, la besaba con toda la pasión que ponía al comer mortadela de tofu, Chi Chi Fu saca una de sus preciosas medias de algodón ecológico y se la pone alrededor del cuello.

—Querido, querido —dice con voz melodiosa y melosa de cabaretera—, ¿realmente crees que podría perdonar lo que me hiciste? —dice con la voz más gutural y masculina, mientras aprieta con fuerza la media estrangulándolo—. ¿Realmente crees que perdonaría que me abandonases en aquel antro lleno de jugadores de los All Blacks? Fue divertido, pero qué poco me conoces si lo creías, yo te amaba y me vendiste.

Mientras Chemang moría pensando en la rica mortadela de tofu con aceitunas que no había llegado a probar, apareció Yao, que al ver la escena prefirió no preguntar y empezó a buscar a Tsuka. De repente la vio agazapada en un rincón, se agachó, estiró los brazos y silbó.

En ese momento Tsuka levantó sus picudas y suaves orejitas reconociendo la llamada de su amo. Al verlo corrió hacia él con toda la velocidad de la que sus patitas eran capaces, tirándose contra él y lamiéndole toda la cara, mientras Yao no podía parar de reír.

—Mi preciosa Tsuka, por fin volvemos a estar juntos. Mi perrita preciosa. Ningún fabricante de algarrobo volverá a separarnos.

Así se dirigieron los tres hacia el patio donde les esperaban todos los estudiantes que estaban retirando las agujas de acupuntura a los secuaces de Rana Humeante, que seguían paralizados.

—Volvamos a la escuela, hoy os enseñaré a poner ventosas de bambú y moxas. Pero antes nos merecemos un almuerzo de té ayurveda y bollitos de harina de espelta con azúcar morena ecológica.

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Comentarios

  1. laquintaelementa dice:

    Muchos relatos de ediciones pasadas y de ésta me han hecho reír… pero ninguno desternillarme como éste. Iris, muchas gracias por haberlo escrito, si no nos habríamos perdido unas carcajadas indispensables 😉

  2. Walkirio dice:

    Nunca pensé que en un relato de kung-fu pudiera leer la palabra almorrana. No es un relato muy ortodoxo, pero sí bastante original.

  3. SonderK dice:

    jajaja, se me ha caido el cigarro dos veces al suelo, con su consiguiente humareda, de los retortijones de risa. Los personajes parecen sacados de una broma china cosmica, y por supuesto chi chi fu es mi heroe desde HOY, gran relato por su ironicidad, buen hacer y sobretodo, buen rollo.

  4. levast dice:

    Joé, que relato tan descojonante, es indefinible, indescriptible, habría que inventarle una categoría propia. Torrehong y sus buenas gentes deberían existir, sin duda.

  5. entodalaboca dice:

    ¡¡¡Brutaaaaaaaaaaaaaaaallllllllllllll!!!

  6. marcosblue dice:

    Tu aguda inteligencia quedó demostrada en el relato infantil, y ahora se corrobora. Me fascina la libertad que te otorgas al escribir, y eso se transmite. Por favor, que nos falten nunca tus relatos. Una delicia para leer de leche, cacao, algarrobos y azúcar.

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