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Destino: salvar la Tierra

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Buenas noches hijo.

Esta noche te voy a contar un cuento… no el cuento que empieza por «érase una vez», no, te voy a contar el cuento de una estrella, una estrella de las que vemos en el cielo, y que todas las noches brilla en la oscuridad.

La estrella, que se llamaba Audrey, nació el 15 de agosto, justo el mismo día que tú. Al nacer no lloró, siempre estaba sonriendo, lo que hizo que la madre se preocupase. Pero no le dio la mayor importancia, ya que en el hospital de Las Estrellas los médicos dijeron que la estrellita estaba bien, que estaba muy sana y no lloraba, simplemente, porque no tenía ningún motivo para llorar, la estrellita era muy feliz.

La estrellita salió del hospital y marchó a su casa, junto con su papá y su mamá, todos estaban muy contentos, porque el nacimiento de Audrey fue un evento muy importante para sus padres y toda la familia, creían que ya no podrían tener hijitos, puesto que eran un poquito mayores.

La vida de Audrey transcurría con normalidad, sus papás la querían, la cuidaban y mimaban, incluso todas las noches la sacaban de paseo, para que Audrey se fuese familiarizando con la labor tan importante que tienen las estrellas, ya que todas las noches, las estrellas tienen que salir a caminar y, así, dar luz a la tierra y mostrar el camino a los caminantes y marineros. La madre salía orgullosa con su niñita en brazos, le enseñaba todo lo que podía, los barcos, los ríos, los mares e, incluso en días de luna llena, le podía mostrar ciudades importantes, tanto del cielo como de la tierra.

Pasados dos añitos la estrellita comenzó a ir al cole, y tenía muchos amiguitos, pero sobre todo dos, Clarita y Juanito, los tres estaban siempre juntos, reían, jugaban, hacían los deberes. Algunos fines de semana hacían excursiones con sus papás, a veces todos juntos, y otras cada uno con su familia. Al ser sus hijitos tan grandes amigos, los padres también se hicieron grandes amigos. Unos días iban a las montañas de nubes que había en el cielo, otras veces a los mares de nubes… siempre estaban felices.

Los padres les contaban siempre las historias de donde iban, del origen de esos lugares, de las guerras y las luchas por el poder, historias de reyes buenos, incluso, a veces, les contaban historias de príncipes guapísimos que conquistaban a princesas con la ayuda de las hadas buenas del cielo, que derrotaban a los malos. Pero uno de los días, al ir a la montaña de nubes, los padres les contaron que realmente aquél sitio no era una montaña de nubes, era un volcán, un volcán de nubes que, a menudo, se enfadaba y sus gritos se transformaban en truenos y relámpagos,  y que eso se conocía en el planeta Tierra como tormenta. Los niños se extrañaron de este comportamiento de esa montaña tan rara y arisca, y empezaron a realizar preguntas:

«Mamá», dijo Audrey, «¿por qué esta montaña de nubes se enfada tanto, si aquí en el cielo, todo es tan bonito y hay tanta tranquilidad?».

«Audrey», respondió la madre, «no todo es tan bonito como nosotros lo vemos cuando venimos de visita. A menudo, los hombres, que son los seres más parecidos a nosotros, y que viven allí, en aquel planeta que se conoce como Tierra, hacen enfadar a la naturaleza y al cielo, y reciben su castigo por ello».

«Pero mamá», dijo Clarita, «no lo entiendo, si todos somos buenos, y yo no veo que las personas sean malas, salen a jugar con sus hijos, como hacéis vosotros con nosotros, los papás van a trabajar y los abuelitos cuentan cuentos…».

«Sí hija», respondió la mamá de Clarita, «pero también se portan mal con la Madre Naturaleza, contaminan con sus vehículos, talan los árboles que les proporcionan el oxígeno para vivir, contaminan los mares, construyen sin cesar, y todo sin importarles para nada su entorno… y esto hace que las nubes, que están en lo más alto y todo lo ven, se enfaden mucho, mucho y se lo cuenten a los volcanes de nubes. Los volcanes de nubes se reúnen y deciden enviar tormentas muy fuertes a la Tierra, para hacer recapacitar a los hombres, pero, a veces, es tal el enfado que esas tormentas se convierten en huracanes o tifones, y éstos arrasan todo lo que se encuentra a su paso».

«Pues yo creo, mamá», dijo Juanito, «que debemos hacer algo para solucionar esos problemas. ¿Sería eso posible?».

«Hijo, desde el principio de los tiempos se ha intentado arreglar toda esta situación, pero los seres humanos sólo piensan en su enriquecimiento y en vivir mejor sin importar los medios que deban emplear para conseguirlo. Tú aún eres muy jovencito, pero irás comprobando tú solito o con tus amiguitos todo lo que te estoy contando».

«Gracias, mamá, por tu explicación, pero ahora, después de esta historia, ¿podríamos seguir jugando? Ya he hecho los deberes y Clarita y Audrey quieren jugar al escondite. ¿Sabes? Creo que hoy vamos a intentar buscar soluciones al problema de ese planeta».

«Está bien hijo, salgamos al parque, pero luego no os olvidéis de contarme las posibles soluciones al problema».

Tras esta conversación, todo parecía marchar como siempre, pero en la cabeza de la pequeña Audrey, la conversación con su madre y la madre de sus amiguitos, no paraba de darle vueltas. Ella quería poner fin al enfado de los volcanes de nubes, para que, entre todos, se pudiese salvar a la Tierra. Tenía que idear un plan y con esa idea marchó a casa tras una larga tarde de juegos en el parque.

Al día siguiente, en el parque, Audrey comentaba con sus amiguitos su idea de salvar a la Tierra. Los tres llegaron a la conclusión de que salvarían a la tierra y empezaron a pensar cómo podrían llevar a cabo esa nueva y difícil labor. Se les ocurrieron diversas ideas, pero algunas las fueron desechando.

Pensaron tapar los ojos a las nubes, para que éstas no pudiesen ver, y así, no contasen a los volcanes de nubes lo que hacían los hombres en la Tierra. Pero esta idea pronto la rechazaron, eran muchas nubes en el cielo, y, además, no tenían con qué taparles los ojos y tampoco tenían muy claro como podrían llevarlo a cabo.

También pensaron en hablar con los volcanes de nubes, para que fuesen un poco más amables, y no enviasen tormentas tan fuertes a la Tierra. Pero claro, había otro problema, ¿cómo llegarían hasta dónde estaban los volcanes de nubes?… siempre habían ido con sus papás en auto, y andando estaba demasiado lejos

Por último, se les ocurrió hablar con las nubes y  que éstas hablasen con los volcanes, de tal manera que las tormentas se dirigiesen a los lugares donde había fuegos o sequías.

Todas las ideas las fueron desechando, ya que lo que querían era poder manipular a las nubes para que la situación favoreciese a los habitantes de la Tierra, pero de esta maner, no pensaron que los habitantes no cambiarían sus acciones y continuarían devastando la tierra. Por lo tanto, lo único que quedaba por hacer, era ir a la Tierra e intentar cambiar las cosas.

A la mañana siguiente, Audrey se mostraba especialmente nerviosa, pero su madre no le dio la mayor importancia, ya que era el día en el que comenzaban las vacaciones en el cole de estrellas.

Audrey tenía un plan, iría al parque prohibido y descendería a la Tierra por el tobogán con destino a este planeta. El parque prohibido tenía muchas atracciones, y cada una de ellas te llevaba a un planeta diferente; entre otras, había dos toboganes, uno con dirección a la Tierra y otro a Marte. Ella, por supuesto, subiría al tobogán con destino a la Tierra y comenzaría su misión: «Salvar el planeta Tierra».

Ese día en casa, Audrey estaba ausente, y sus amiguitos se mostraron preocupados, puesto que por más que intentaron convencer a Audrey, ésta ya había tomado una decisión e iría al parque prohibido a subirse al tobogán con destino la Tierra. Sus amigos, muy miedosos, declinaron la invitación y decidieron quedarse, les daba miedo el mundo desconocido en el que se adentrarían.

El mismo día, por la tarde, al salir de casa, fueron al parque como todos los días, pero en un pequeño descuido de las mamás, Audrey se escapó y fue corriendo hasta el parque prohibido, que distaba sólo dos manzanas de distancia, y se encaramó al tobogán.

Lo siguiente que Audrey recuerda es estar tumbada en un jardín desconocido, con plantas y casas muy extrañas (más tarde conocería el nombre de todas esas plantas, puesto que llegaron a hacerse grandes amigas). «Pero hay algo más, esto es demasiado raro, puedo ver el cielo desde abajo», pensó Audrey… De repente Audrey se empieza a acordar de lo que ha pasado y comienza a llorar, quiere regresar a su casa con sus papás y sus amiguitos, ir al parque a jugar y estudiar en el colegio… Pero lamentablemente eso no está en sus manos.

«Un momento, noto movimiento a mi espalda, es un ser extraño, un poco más alto que yo, pero es completamente diferente, debe ser una de esas cosas que mamá llamaba humano, pero no es muy alto», pensó para sus adentros la estrellita.

El ser humano, que no es más que una niñita de seis años, se acerca curiosa a la cosa que ha encontrado en su jardín, es algo nuevo que no estaba ayer. Con cierta precaución se va acercando, se va acercando, pero de pronto se asusta esa cosa se ha movido. La niña sale corriendo para contárselo a su madre, y como es evidente, la madre no la cree, aunque por esta vez decide seguir a la niña al jardín para comprobar lo que dice su hija. Llegan al jardín y allí, tumbada, hay una estrellita pequeña, parece triste y asustada, con mucho cuidado, la madre decide llevar a la estrellita dentro de la casa y hacerse cargo de la situación, siempre y cuando la niña no diga nada a nadie y pueda mantener la situación bajo control y fuera del alcance de los medios de comunicación.

La madre decidió hablar con la niña y explicarle todo lo que ocurría. Le cuenta que lo que ha encontrado es una estrella, que se debe de haber caído del cielo, pero que deben mantener ese secreto juntas, nadie se podrá enterar de ello. Entre las dos alimentarán a la estrellita y la ayudarán en lo que puedan hasta que sus papás vengan a buscarla.

Los primeros días fueron muy duros para todos en la casa, la estrellita no paraba de llorar señalando el inmenso cielo azul, pero cuando la estrellita estaba más triste era por la noche, cuando veía las estrellas brillando en el cielo. La mamá y la hijita no sabían qué hacer, la estrellita estaba cada día más y más triste. Hasta que un día ésta decidió hablar y comenzó a contarle a esas dos personas extrañas el motivo de ir a la Tierra, ella quería salvar al planeta, pero quería volver a su casa, echaba mucho de menos a sus amigos y a sus papás.

Con el paso de los días, la relación de amistad entre la estrellita y la niña se fue estrechando, se iban contando cosas, y juntas decidieron intentar salvar el mundo de todo lo malo que le amenazaba.

En las semanas sucesivas, entre las pequeñas fueron urdiendo un plan, iban a conseguir rescatar al mundo. Tenían diversas ideas que irían llevando a cabo, pero la mayoría de las cosas las tenía que hacer la niñita sola, como bien sabían la estrellita no podría salir a la luz del día y estar expuesta a la mirada de todas las personas.

La primera medida que adoptaron fue pintar carteles, en ellos se incitaba a reciclar, pero no sólo papel, también plásticos y vidrios, en el barrio, muy pocos vecinos estaban dispuestos a perder el tiempo separando los residuos. Esto les llevó un par de días, ya que tenían que pegar los carteles en las puertas de todas las casas. Y el resultado no tardó en llegar, los vecinos, a raíz del cartel, que encontraron muy divertido, fueron separando los residuos, incluso comenzaron a separar el vidrio de color del transparente, puesto que no todo se reciclaba igual.

Las pequeñas estaban tan contentas con su pequeño logro, que decidieron pensar el siguiente plan para llevar a cabo. Tras pensar mucho en el tema, decidieron que lo siguiente sería concienciar  a los vecinos para que intentasen consumir menos agua. El agua es uno de los elementos de vital importancia para sobrevivir. Para ello, lo que hicieron fue un cartel enorme en el que pusieron, con la ayuda de la mamá, los litros de agua que se desperdiciaban diariamente en todos los hogares, ya fuese al lavar el coche, lavarnos los dientes, o bien, al lavar los cacharros de la cocina. Eran demasiados litros de agua y los vecinos también se fueron concienciando y fueron reduciendo el consumo de agua, incluso miraban un poco mal a aquellos que seguían desperdiciando agua al lavar los coches en las calles del vecindario.

El siguiente plan fue ir de paseo a los bosques cercanos e intentar limpiar los mismos de la suciedad que dejaban los excursionistas los fines de semana. El cartel que hicieron para esta ocasión tuvo mayor éxito, puesto que organizaron una pequeña excursión que culminaría con una merienda. Como los vecinos estaban muy contentos por contribuir a salvar la Tierra con sus pequeñas acciones, muy pronto la lista de personas que se apuntaron a la excursión fue muy elevado, y tuvieron que realizar nuevos carteles indicando que cada uno de los asistentes debería llevar algo para la merienda posterior. Todo fue perfecto, acudieron muchas familias enteras y entre todos lograron limpiar el bosque que bordeaba la ciudad y quitar muchos contenedores de botellas de vidrio, muy peligrosas por provocar gran cantidad de incendios cada año, botellas de plástico, papeles, latas, etc.

Tanto fue el éxito de todas estas acciones que un día, sin esperarlo, los medios de comunicación fueron al barrio y estuvieron preguntando a los vecinos sobre las acciones realizadas. Ellos estaban muy contentos y señalaban como responsable de todas estas medidas a una pequeña niña de 6 añitos. Todo esto hizo que gran parte de la ciudadanía de ese país empezase a tomar medidas para paliar los daños ocasionados a la Tierra.

Las pequeñas estaban muy contentas con los resultados, pero tenían varias espinitas aún, como era el daño provocado por las fábricas, los coches, las petroleras, la pesca incontrolada, etc. Pero ahora tenían que descansar un poco y ver cómo Audrey podría regresar al cielo.

De repente, un día, en un programa de televisión, vieron que se iba a enviar una nave al espacio, y esa nave, por supuesto, pasaría por el cielo, y era la forma más fácil de que Audrey regresase a su casa con los suyos. Las pequeñas contaron a la mamá su plan y la madre, con toda la tristeza del mundo, decidió ayudar a Audrey a regresar a su casa. Fueron a Cabo Cañaveral de excursión y lograron pegar a Audrey a la nave espacial y se quedaron allí hasta que la nave despegó y se puso en órbita.

La única forma de lograr saber que Audrey había llegado bien a su destino era contemplar todas las noches las estrellas, la estrella que más luciese sería Audrey enviando señales a sus amiguitas de la Tierra para que estuviesen tranquilas. Tras una semana de contemplar el cielo todas las noches, por fin vieron la estrellita que lucía mucho por la noche y que le enviaba las señales acordadas. La mamá y la pequeña niñita de la Tierra estaban muy contentas de todos los logros conseguidos y de que Audrey llegase viva, sana y salva junto a sus padres.

Para Audrey este viaje de regreso fue una aventura, cuando la nave espacial pasaba junto al cielo, se despegó de la misma y comenzó su peregrinaje por el cielo, buscando a sus papás y a sus amiguitos. Tuvo que regresar por el tobogán de acceso a la Tierra y ese ascenso fue muy duro, debido al viaje estaba muy cansada. Una vez que llegó al cielo de las nubes, fue preguntado a éstas si habían visto a sus papás, y todas le fueron señalando cómo llegar hasta ellos, el cielo había cambiado y le costó un poco llegar a su casita.

Una vez se encontraba ante la puerta de su casa, hecha un manojo de nervios, llamó al timbre y cuando se abrió la puerta le costó reconocer a su mamá, estaba más viejita y más triste, pero ella la quería igual. En los días siguientes, madre e hija se pusieron al día de todos los cambios y Audrey le contaba feliz cómo había logrado, junto con la niñita de la Tierra, lograr que un país comenzase a cambiar sus hábitos.

Esa noche, en el paso nocturno de las estrellas, Audrey y sus papás, agarrados los tres de la mano, comprobaron los pequeños cambios en los hábitos de los seres humanos. No se sabe si por esos cambios o por qué, pero ese año hubo muchos menos incendios, menos tormentas y menos tifones, la Tierra parecía más feliz y el cielo también.

Unos meses más tarde, Audrey y sus amiguitos jugando, se adentraron en el monte de los volcanes y estuvieron hablando con éstos y con las nubes y decidieron que si las personas que habitaban la Tierra seguían comportándose así de bien, harían que el tiempo mejorase un poquito, que no hubiese temperaturas tan extremas, que lloviese de vez en cuando, para limpiar el cielo de polución y regar las plantas y los bosques y no habría tormentas.

Audrey no había perdido el contacto con sus amiguitas de la Tierra y todas las noches brillaba con más fuerza para comunicarse con ellas. Con el paso de los años Audrey fue comprobando alegremente, cómo aquella niña había continuado la labor tan dura que comenzaron juntas aquel verano. La niña fue creciendo y su labor de defensa de la Tierra fue aumentando. Había estudiado una ingeniería muy dura y entró a trabajar en una gran petrolera. Al principio su trabajo le daba miedo, pero poco a poco fue imponiendo sus ideas y esta gran petrolera, a lo largo de su trayectoria consiguió multitud de premios, no solo por parte de las ONG dedicadas a velar por el futuro de la Tierra, sino por parte de muchos gobiernos y otras grandes empresas. Esta pequeña niña que creció y consiguió todos estos cambios, también recibió numerosos premios e, incluso, estuvo nominada a los Premios Nobel, tanto de Química como de la Paz, por su contribución a la salvaguarda del Medio Ambiente.

Esas vacaciones fueron una de las mejores vacaciones que recuerda Audrey.

Pues éste es el cuento tan bonito e importante que te tenía que contar, pero ¿sabes una cosa? Esa pequeña que ayudó a la estrellita Audrey a salvar la Tierra, era la abuelita…

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Comentarios

  1. laquintaelementa dice:

    Una historia preciosa y un final muy de los que me gustan, jejejeeje. Ya hemos visto que se te da bien contar sobre amor y para niños, pero queremos que saques tu lado oscuro y terrorífico. Estoy deseando leerte en la próxima edición 😀

  2. marcosblue dice:

    A mí me gusta tu lado tiernecito. En los colegios, este cuento te lo quitaban de las manos, porque demuestra que con cosas muy simples, se puede llegar a grandes metas. Cosas que están al alcance de los niños… y de las estrellas.

  3. levast dice:

    Puedo certificar que el espíritu ecologista de la escritora no es una pose. De hecho, creo que a mí ya me está buscando un contenedor de reciclaje, jejeje. 😉

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