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Sueños cósmicos

por Relato finalista

Alfa permanece controlando los destinos de los durmientes mientras construye mundos oníricos desde su atalaya, en el lugar en que nacen todas las cosas.

En el otro extremo, el devorador de todo lo que existe, que completa el ciclo del ser-no ser para que se mantenga el equilibrio. No hay Bien ni Mal, cada uno cumple su función ajeno al concepto de moral.

El ser Alfa, aunque ajeno a la corriente del tiempo, sabe que llegará el momento en que los durmientes deberán despertar y acabará el Ciclo que lleva repitiéndose desde hace incontables eras allí, en el espacio que comprende todos los espacios, donde el tiempo no es sino un accidente menor y los universos nacen y mueren en chispazos tan fugaces que casi no son percibidos por los entes pancósmicos. Lo que no sabe es qué complicado mecanismo lo hará posible.

Mientras tanto, en un diminuto rincón de una realidad tiene lugar un proceso, tan diminuto, tan simple, tan efímero que sólo el ser que lo produce lo nota, y eso de forma casi inconsciente.

Esa pequeña chispa, casi por azar trasciende las barreras físicas, psíquicas y cósmicas; atraviesa regiones de la existencia que son la epidermis del universo y termina viajando a la deriva por una corriente temporal alterada que dibuja meandros por los planos de metaexistencia más allá de todo lo que un ser humano podría abarcar con todo el potencial de su mente.

Así, esa diminuta chispa apenas existente llega ante lo que podría considerarse como la ciclópea pupila del ser Omega, si éste tuviera existencia física y una anatomía reconocible. Y colisiona.

Y ese minúsculo proceso que no era otra cosa que un sueño perdido entre los eones y la vasta miríada de planos existenciales provoca el fin del ciclo. Y los durmientes despiertan.

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