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Pero qué ganas de liarla tenéis, cabrones

por

Remueve el azúcar de su café con desgana. La resaca está haciendo estragos en su cabeza. Las gafas oscuras apenas si consiguen atenuar los rayos de sol que caen como espadas en sus ojos. En París pocas veces sale el sol, pero cuando lo hace arrasa.

—Otro azucarillo, por favor —solicita en un perfecto francés.

Es primavera y ha subido la temperatura lo suficiente para que dejar la ropa de abrigo en casa sea una opción plausible. Pero a pesar de eso el pobre despojo con resaca de Valle no sale de casa sin su chaqueta de cuero favorita. El tintineo de la cuchara contra la cerámica de la taza le resulta tan estridente que lo intenta amortiguar colocando su mano libre en uno de sus oídos.

—Ciento veintitrés años de vida y jamás me acostumbraré a las resacas. Joder, creo que anoche me bebía la absenta a morro, directamente de la botella. Sin conocimiento. Me doy asco…

—Perdón, ¿me habla a mí? —interrumpe el camarero que acaba de llegar con el azucarillo.

—No, lo siento, es una fea costumbre mía. Me da por hablar solo.

—¿Solo? Y una mierda. Dile la verdad. «Estoy hablando con el diablillo macizo y desproporcionadamente bien dotado que llevo dentro mi chaqueta.» Dile eso, idiota —ordena una voz ronca.

Valle sacude su chaqueta y sonríe al camarero que se aleja extrañado pensando en si ha escuchado de verdad hablar a una chaqueta de cuero viejo y desgastado.

—¡Cállate, coño! —exclama Valle con voz suave.

—Bah, la gente no puede oírme. O por lo menos finge no escucharme. Joder, a ver si lavas esta chaqueta. Huele a muerto.

—No empecemos. Esa chaqueta es la puta caña. Me queda como un guante y además me la dio en persona…

—Basta, como vuelvas a contarme la historia del gran hombre vomitaré.

—De acuerdo, pero deja ya de levantar la voz, me duele la cabeza.

—Si es que bebes sin conocimiento ninguno.

—Estábamos celebrando mi cumpleaños, ¿recuerdas?

—La verdad es que yo tampoco estoy muy bien. No entiendo tu costumbre de seguir celebrando que cumples años, pero reconozco que montas unas fiestas épicas.

—Celebramos que otro año más sigo vivo. Recuerda que hay mucha gente esperando a que muera para jugar a la Inquisición con mi culo.

—Te sobrevaloras. Vas a ser carne con gusanos y punto. ¿Cuándo piensa llegar este presumido?

—Vendrá tarde como siempre. No se te ocurra decir ninguna gilipollez, ¿estamos?

—Vale, vale. Estaré calladito. Ya sé las reglas. Nada de insultarlo, nada de mirarlo a los ojos, nada de palabrotas… joder con su majestad.

—Mira, es más tratable si le seguimos el rollo. Pórtate bien porque esto es importante.

—Sí, tan importante que por eso ayer nos pusimos hasta arriba de alcohol y drogas: para estar presentables hoy en esta reunión.

—No me jodas, Nkhao, no me jodas.

—Sólo señalo lo obvio.

—Porque obviamente eres gilipollas.

—Y tú eres un acabado y retrasado mental lamedor de penes español.

—Te voy a arrancar ese pene que tienes y te voy a golpear con él en la cabeza.

—Me quieres tocar el pene, ¿eh? ¿Me lo quieres tocar? Pues aquí lo tienes. No te quedes con las ganas de disfrutar de este regalo. Te lo voy a…

Valle empieza a golpear a su chaqueta que se agita violentamente hasta mover la silla en la que está reposada. Nkhao cambia de tamaño repetidas veces por el cabreo.

—Basta, joder, Nkhao. Redúcete y vuelve al bolsillo. No más idioteces. Te podría ver alguien.

—A tomar por culo.

—Eso, que no se diga que no te empapas de la cultura humana.

—¿Interrumpo algo?

Una figura de unos dos metros de alto se presenta junto a Valle. Lleva una gabardina de color borgoña que cubre una camisa y pantalón blancos. Emana un ligero olor a perfume dulce de los que dejan huella. Sus ojos se ocultan tras unas gafas de espejo.

—Buenos días, Pastor.

—Buenos días, Valle.

La tensión se palpa en el aire. Ambos sonríen. Son muchos años de conocerse al uno al otro, muchos años de luchas y encuentros como éste. Un enfrentamiento brutal con muchos caídos por ambos lados. Valle y «el Pastor», la leyenda que crece día tras día.

—Veo que has venido solo, Pastor. No te has traído a ese perro tuyo.

—Carnaza está haciendo algo por mí. Unos asuntos, pero te manda saludos.

—Oh, qué amable por su parte.

—¿Y tú has venido acompañado por ese traidor diablillo de Nkhao?

—Sí, pero no va a interrumpirnos. No te preocupes por él. Siéntate, por favor, y empecemos.

El camarero se acerca al ver que otro cliente más se sienta en la mesa del señor que parece que habla solo. El Pastor pide un café.

—Qué raro que hayas elegido un sitio con cierta clase como éste. Aquí el café es perfecto. Creía que eras más de Starbucks y sitios así, Valle.

—El Starbucks es un sitio sin clase donde te ponen un mal café mezclado con guarrerías en un vaso de papel y te cobran siete euros con una falsa sonrisa. Estoy convencido que el dueño está de vuestra parte, Pastor.

—No tengo conocimiento de ello.

—Mira, me alegra que te guste el café pero empecemos cuanto antes con esto.

—Muy bien, español, muy bien. Quiero cuatro objetos.

—Ni en broma.

—Cuatro es un número muy razonable para estos días que estamos viviendo. No creo que estéis en posición de negociar.

—¿De qué hablas? Estamos en un intercambio de prisioneros. Y tú dices cuatro y yo tengo entonces que elevar mis peticiones a ocho, y sé que nunca me los darías. Te enfadarías, yo me cabrearía y nos marcharíamos sin llegar a ningún acuerdo.

—Llevamos unos años de tregua tensa, Valle. No sé si te has fijado, pero tus jefes y los míos llevan un tiempo inquietos. Suenan rumores de guerra inminente, y más ahora. Sigues en activo, te hemos pillado. Por eso se ha forzado esta reunión. Deberías haberte quedado quieto con el tema del reloj de cuco. Pero no, Carmelo Valle no sabe dejarlo correr.

—Ese hombre se merecía vivir en paz, no era una posesión programada…

—Lo era. Era el pago por lo ocurrido en Budapest. Se habló y se negoció y tú lo echaste todo a perder. Me debes cuatro objetos. Ese es el precio. Y tú recibirás uno o dos a lo sumo, dependiendo de lo que me sonrías el resto de este encuentro. Lo han hablado personas muy por encima de nosotros. En realidad, tú y yo estamos aquí para negociar los detalles de la entrega.

—Claro, Pastor, lo tienes todo controlado y yo te hago la reverencia que te mereces.

—Me sorprende que no hayamos ganado esta guerra todavía. Tus jefes te han hecho la cama. Te han enviado aquí para darte una lección. Quieren humillarte para que te calmes un poco y aprendas a respetar las treguas. Parece mentira que no los conozcas. Son soberbios, como los míos. Si hay que romper acuerdos quieren ser ellos quienes lo hagan, no tú. Pero todos sabemos cómo eres. No respetas la autoridad y esto es lo que pasa. Así que son cuatro, y me los vas a dar. Quiero la figurilla de la niña de comunión, el bolígrafo de oro, los dados y los pendientes de perlas. Vosotros recibiréis la sortija del siglo XIX y el bastón de madera.

—Elevaré tus condiciones a mis… superiores.

—No, Valle, esto no va así. Ya te he dicho que está hablado. Si no me crees llama a tu contable. Y por favor, déjame ver tu cara cuando te confirme lo que te estoy diciendo.

Valle coge su teléfono del bolsillo del pantalón. Marca un número y espera hasta que una voz de mujer contesta al otro lado de la línea.

—Soy yo, estoy con el Pastor… ¿Es lo que hay? ¿No tienes otra respuesta? ¿Y no se me podría haber informado en lugar de estar aquí para hacer el cretino? Ya hablaremos.

—Ja, ja, ja, ja, ja. Ha sido mejor de lo que esperaba. Gracias por este momento. Ya te lo había dicho, tus jefes te odian casi tanto como a mí. Y eso es un problema para ti y una ventaja para mí. Bueno, español, ya es suficiente. Quiero los cuatro objetos. Hoy es lunes, por si no lo recuerdas, y los quiero el domingo. Nos vemos en el hotel del Salto en Tequendama.

—Quiero un sitio más neutral.

—El hotel es lo que hay. Tranquilo, Valle, guarda tu odio para más adelante. Como te he dicho, la guerra está cerca. Y te aseguro que va a ser de las grandes.

—No sé de qué me hablas. Os llevamos ventaja en todo.

—Claro, español, claro que sí.

—Pues nos vemos el domingo entonces. Y después prepárate, porque si es verdad lo que dices, voy a aplastarte, búlgaro.

—Vamos, no te pongas en plan macho, te queda fatal. Ahórratelo. Hasta el domingo, Valle. Ah, y felicidades. Por cierto, recuerdos al Artesano de mi parte. Y pagas tú mi café.

El búlgaro se levanta de la mesa y se aleja calle abajo con un lento y calculado caminar. Está saboreando su victoria. Valle se queda sentado mirando al Pastor alejarse. Deja el dinero y se pone su chaqueta. Comienza a caminar en sentido contrario al tomado por su contrincante.

—¡Maldito cabrón! Tengo ganas de romperle su preciosa cara.

—Creo que él también quiere hacerte lo mismo, Nkhao.

—No he podido verle la cara pero seguro que se le ha torcido el gesto cuando habéis hablado de Carnaza. Ese chucho te odia, y más desde que le sacaste un ojo.

—Ya.

—Y me ha llamado traidor.

—Ya.

—¿Qué te pasa?

—Estoy pensando. El cabronazo venía con los deberes hechos. Sabía que los jefazos me la estaban jugando. Eso quiere decir que nos están dando de lado, amigo. Y eso no es bueno. Y además, no sé, creo que sabe algo más… pero no puede ser.

—¿El qué?

—Creo que se huele algo con el Artesano. Por eso lo de darle recuerdos. Pero es imposible. Nadie lo sabe. Es totalmente imposible, a menos que tengamos un soplón. Mierda. Creo que es posible.

—¿Un soplón? ¿Un traidor? Esto se pone feo.

—Tiene razón en que nuestros superiores y los suyos empiezan a aburrirse de la tregua. Llevamos muchos años luchando entre nosotros como para que estos períodos de calma duren mucho. Pero enzarzarnos en una lucha ahora es un suicidio.

—A mí lo que no me ha gustado ha sido la lista de objetos

—Es cierto.

—Ha pedido los malditos pendientes. Con el escalofrío que me dan.

—Hay que ver la lista en su conjunto. Los pendientes y la figurilla de la niña recibiendo la comunión son muy poderosos. El bolígrafo es de grado medio y los dados son poco más que petardos en comparación. Por separado se pueden manejar, pero si los juntas pueden ser pura dinamita. Tengo que consultar la guía para refrescar ideas y aclarar qué se propone este cabrón. Lo mismo tiene intención de hacer algo gordo, no sé, tal vez en plan liberar a la muñeca Anabel.

—Joder, a esa puta ni mencionarla. Ya tuve bastante de ella cuando salíamos juntos. Vaya pedazo de hija de puta que era. Y ahora da mucho miedo. Capturarla sí que fue un triunfo. Ahora que lo pienso, seguro que todavía piensa en mi cuando se…

—Basta.

—Chico sensible.

El rápido caminar de Valle los lleva hasta el metro de París. Unas cuantas paradas después vuelven a la superficie. Valle camina por la calle comprobando que no lo están siguiendo. Es una paranoia desarrollada a lo largo de los años. Llega hasta un callejón sin salida en el que hay una vieja tienda de muebles antiguos restaurados. Abre la puerta y una campanilla señala su entrada. El sonido le ha hecho recordar que su cerebro todavía está intentado recomponerse tras una noche de excesos. La tienda es acogedora y decorada con cierto gusto clásico. Los muebles se disponen de una manera un tanto caótica por el espacio disponible dando la sensación de que es más pequeña de lo que en realidad es. En el mostrador hay una mujer negra de mediana edad escribiendo en un libro de cuentas. Levanta la vista por encima de sus gafas y mira al hombre que ha entrado.

—El señor Valle ha entrado en mis dominios.

—El señor Valle tiene que ver al Artesano y consultar la guía.

—¿Algo más? ¿Un té con pastas, tal vez? ¿Un masaje? Tal vez el señor quiera el collar de perlas que luzco hoy elegantemente para venderlo y comprarse drogas… aunque yo le recomendaría que invirtiese en otro aftershave.

—No estoy para bromas. Vengo de ver al Pastor.

—Yo tampoco estoy para bromas pero pides demasiado; exiges, más bien. Deberías tener en cuenta la situación. Y tener un poco más de educación no te mataría.

—Entiendo la situación y por eso pido ver al Artesano… por favor —dice dibujando una amplia sonrisa en su cara.

La mujer niega con la cabeza en un gesto de desaprobación.

—Pasa, está intentando trabajar. Te ruego delicadeza.

—Lo tendré, Roane.

—Para ti soy «la Anticuaria».

—Claro que sí lo eres —contesta Valle un instante antes de darle un beso a la mujer en la mejilla; ella sonríe—. Te dejo aquí a Nkhao. Y no deberías ir exhibiendo el collar por ahí. Es uno de los objetos de clarividencia más peligrosos de la galaxia.

—Yo cuidaré de ti, Roane. ¿Quieres ver un miembro viril de tamaño descomunal? Vamos, lo estás deseando. Quieres bajarme estos pantalones y ver qué hay debajo.

Valle entra en la trastienda mientras detrás de él suena como si alguien recibiera una suave bofetada. Alli hay unas escaleras que van hacia abajo tras una puerta. El español desciende por ellas. Nunca le ha gustado la humedad de ese sitio.

El trayecto se le hace eterno. Ha descendido muchos metros por debajo del suelo. Entra en una estancia muy amplia. Las paredes están llenas de herramientas, frascos con líquidos y sustancias en polvo, cientos de libros antiguos. En un lateral hay un camastro y una estufa que calienta y lucha contra la humedad del lugar. Un hombre trabaja sentado en una silla junto a una gran mesa de madera de roble. A su lado hay dos hombres trajeados y una gárgola viviente de unos imponentes dos metros largos y sus alas planas casi pétreas cubriendo su cuerpo. Están mirando la laboriosa y lenta actividad del especialista que se ha ganado a pulso el sobrenombre de «el Artesano».

—Maestro Artesano, celebro verlo en pie. Espero no importunar y no haberlo asustado ni distraído de su trabajo —Valle ignora a las demás figuras.

—Tranquilo, Valle, sabía que venías.

—¿Tu poder aumenta, Artesano?

—No, circuito cerrado de televisión, ja, ja, ja —una tos profunda irrumpe la risa del hombre mayor.

—Maestro Artesano, vengo de ver al Pastor. Ha pedido que le devolvamos cuatro objetos al Club del Amanecer.

—¿Qué cuatro?

—La figurilla de la niña de comunión, el bolígrafo de oro, los dados y los pendientes de perlas. Y nosotros recibiremos la sortija y el bastón. Quiero consultar la guía para ver si la combinación de esos cuatro objetos tiene alguna consecuencia.

—¡Maldición! Son cuatro objetos muy poderosos —interrumpe uno de los hombres trajeados—. Todo esto es culpa tuya, español.

—Pentos tiene razón. Los has hecho enfadar. No nos queda más remedio que enfrentarnos a ellos. No podemos quedarnos con los brazos cruzados.

—No comparto el entusiasmo por la lucha de Pentos y Dranog. La Luz está grabada a fuego en sus corazones y todo lo ven como una ofensa de la Oscuridad. Te dejaré la guía, chico. No debemos permitir que esto siga así —otro ataque de tos lo deja exhausto.

El español se acerca hasta el hombre mayor y lo asiste. Hay un vaso de agua cercano del que intenta beber el Artesano. Valle sujeta la mano temblorosa del hombre y lo ayuda a beber. Lo levanta de la silla y van hasta el camastro donde se deja caer el cuerpo cansado del anciano.

—Me muero, chico. Trescientos tres años son suficientes para un hombre.

—No puede ser, Artesano. Pensaba que eras inmortal.

—No, chico, no lo soy. Eso está reservado para los de arriba. Yo soy un peón más, como tú.

—Que se jodan. Se merece la inmortalidad.

—No la quiero aunque pueda. Ya he visto suficiente por estos ojos cansados. Es hora del relevo.

—Descanse, maestro. No piense en eso ahora.

—Hay que actuar ya. Lum, prepara al huésped. Debemos tener más información sobre el enemigo.

—Sí, Dranog, maestro artillero —confirma la enorme gárgola.

—¿Huésped? ¿De qué habláis? —pregunta Valle con ojos entornados como sabiendo parte de la respuesta.

—Hemos capturado a una de sus necromantes. Estaba hechizando una casa en Estados Unidos y ha caído en una de nuestras trampas. Hemos tenido suerte porque es de un gran nivel. Estamos haciendo que colabore.

—Que colabore a base de hostias, ¿no?

—Esos métodos son arcaicos y propios de tu especie, Valle. Estamos usando técnicas de reacondicionado y reestructuración de sus proceso psíquicos para que entienda que debe ayudarnos.

—Es decir, la estáis torturando para someter su voluntad y fuerza para que suelte lo que sabe. Es verdad, es mucho mejor así. Menos humano y más patrocinado por el enviado de la Luz.

—Tu impertinencia nos ha metido en esto, no lo olvides —esputa Dranog al borde de la cólera.

—Ya, sí, va a ser eso…

Dranog y los demás salen de la estancia dejando solos al español y al fabricante de objetos. El anciano agarra con sus pocas fuerzas la camisa de Valle y tira de él.

—La guerra se acerca y no estamos listos. Yo ya no puedo fabricar más objetos benditos. Tienes que traer al relevo cuanto antes y comenzar con su proceso de formación para que la producción de objetos sea viable y continuada.

—No, maestro, no puedes morir. No puedes dejarnos ahora. Creo que estos tipos están esperando tu muerte para hacer alguna locura con tus creaciones o para intentar controlar a tu sucesor.

—Eso lo sé, Valle. Tú busca al relevo y tráelo hasta aquí. Consulta la guía, pero primero que Roane te lea las hojas del té para encontrar al próximo Artesano. Si lo traes hasta aquí podré transmitirle el poder y Dranog y los demás no podrán controlar mis creaciones sin su ayuda. Y evitaremos que el club nos tome la ventaja en la más que probable lucha.

—El club no puede vencernos. Y espero que no sepan ya de tu terrible estado, y lamento ser así de insensible. Ya saben que está enfermo, pero no creo que sepan hasta qué punto. Su Mecánico está haciendo un gran trabajo. Casi no puedo con ese reloj de cuco. Creo que está utilizando alguna técnica nueva para acumular más poder en esos objetos —se lamenta Valle con el regusto amargo que dejan los problemas; un escalofrío recorre su espalda porque sabe que parten con una enorme desventaja—. Gran Artesano, estamos jodidos.

***

De vuelta a la calle Valle hace repaso mental de la situación. Permanece callado mientras camina.

Nkhao tampoco abre la boca. Sabe que la situación se está poniendo muy peligrosa y no quiere sacar a su viejo amigo de sus cabilaciones. Sabe que es mejor dejar que Valle masque sus planes, los rumie para que todo vaya bien. Ha llegado la hora, después de tanto tiempo, de enfrentarse al enemigo en una confrontación directa. Sus antiguos colegas de armas estarán deseando verlo para ajustar cuentas. Cambió de bando por una buena razón, y ahora va dentro de la chaqueta de esa razón y se siente algo inquieto por lo que pueda pasarle de ahora en adelante. Fue hace muchos años, en la Inglaterra de finales de los 70. Una época dura para ese país y para ser un diablillo con ciertas dudas sobre su labor.

Valle aprieta el paso, Nkhao asoma la cabeza y reconoce la dirección que ha tomado el humano. Van a por el coche. El diabillo levanta la vista para mirar la cara de su amigo. Reconoce esos ojos furiosos y acuosos, son los mismos que ha visto en muchas ocasiones cunando el peligro los ha acechado. Nkhao se fija en la cicatriz que cruza parte de la mejilla de Valle. Una herida fea que sangró mucho, Nkhao lo sabe bien porque se la hizo él.

Estaba asustado aquel día. Llevaba horas huyendo de sus compañeros de batalla. Los había traicionado y se lo iban a hacer pagar. Nkhao no pudo terminar el trabajo encomendado. Querían que poseyera a un osito de peluche fabricado por el anterior Mecánico para que su dueño de seis años de edad se transformara poco a poco en el nuevo gran dictador europeo, el que llevara a los habitantes del lugar hacia una lucha encarnizada. Demasiado que digerir para el pobre Nkhao. Para él una cosa era poseer objetos para joder a las personas e intentar dominar sus mentes, y otra muy distinta era la destrucción total de la humanidad. Era un diablillo siempre distinto que solía poner en duda las órdenes recibidas por sus superiores. Algo bastante peligroso entre los postulantes del club. Nkhao tenía un sentido especial que no encajaba en el mundo de lo oscuro. La traición le supuso la condena a muerte. Luchó, huyó, se escondió hasta que lo encontró Valle, que se había enterado de lo que había hecho. Lo encontró en un sótano de un bar empapado por la lluvia, asustado, nervioso y con las garras melladas de tanto luchar. Nkhao pensó que iba a por él y le lanzó un zarpazo en la cara. La carne se separó y Valle comenzó a sangrar mucho. En lugar de responder con un ataque, el humano hizo algo que el diablillo no se esperaba. Le extendió la mano y le dijo: «¿Quieres divertirte acabando con esos cabrones? Pues ven conmigo». Nkhao se sorprendió y se dejó caer en el suelo, víctima de la bajada de adrenalina. Valle lo recogió y cuando despertó el diablillo estaba en una cama en casa del español. Nadie jamás lo había cuidado así.

***

Al otro lado de la ciudad el Pastor ríe ante la situación que contempla. A un lado el Mecánico del club está perdiendo los estribos golpeando con una llave inglesa la recia mesa de madera sobre la que trabaja en los objetos que fabrica. A otro lado un diablillo de los más poderosos permanece impertérrito a las voces del creador de objetos malignos.

—¡Te voy a arrancar tu puta alma como no te metas ahí dentro! —vocifera el Mecánico.

—He dicho que no. Exijo una revisión de mi contrato. Esto no está contemplado en los acuerdos de la Oscuridad.

—¡Me cago en tu Oscuridad! He dicho que para adentro.

—No, no y no, y te vuelvo a decir que no. No voy a meterme en ese engendro.

—Mira, es un jodido ordenador portátil. Nada más. Te metes dentro, cumples con tu función, que es canalizar las fuerzas negativas del universo, y una vez cumplidos los objetivos, te vas a casa tan tranquilo. ¿Estamos?

—No, la tecnología me sienta fatal al estómago. Y encima lleva Windows Vista. Suficiente maldad ya tiene, digo yo. ¿Qué hay de los viejos tiempos? ¿Para cuándo el Chucky del siglo XXI? ¿La casa de muñecas del nuevo milenio? ¿La Wendolin de la centuria? Esto es el colmo… ¿qué será lo siguiente? ¿iPhones poseídos? Una vuelta a los clásicos es lo que necesitamos.

—Una paliza dada por una veintena de camioneros es lo que necesitas.

—Y encima acoso laboral. Quiero ver a mi representante sindical.

—¿Pero es que has perdido la chaveta? ¡Vosotros no tenéis de eso!

—Sí tenemos, pero es que ahora está ocupado y mantiene un perfil bajo.

—¿Pero tú has visto esto? —se desespera el Mecánico mirando al Pastor.

—Basta los dos. Jurkka, entra en el ordenador a la de ya. Y tú, Mecánico, date prisa. Tenemos ventaja. Su Artesano está con un pie en la tumba. Ahora todo depende de ti. Podrás acaparar más poder dentro de los objetos, podrás…

—Un momento. Se tardan años en construir uno de estos cacharros de manera viable. Se tardan meses en entrenar a estos cabezas huecas de diablillos para que sepan cuándo, cómo y de qué manera hay que actuar y manipular las fuerzas del universo. Soy bueno, pero el ritmo que me estáis proponiendo puede volverse contra nosotros.

—Ahí es donde entra la guerra que vamos a empezar. Criaturas de fuerzas negativas contra criaturas de fuerzas positivas. A saco, sin parar. Y créeme, vamos a ganar. Así que cierra la boca y a trabajar. Yo voy a ver a nuestro invitado, a ver si podemos sacar un poco más de información.

—Va a ser muy duro, chico. La estrategia últimamente de nuestros jefes no es, digamos, ortodoxa. Cada vez son más laxos en las actitudes que supuestamente nos definen. Son más grises, menos luz en sus corazones.

—Vamos, que son tan hijos de puta como tú, quieres decir.

—Más o menos. Es la consecuencia de sus paranoias.

***

—¿Es necesario conducir así de rápido? Me estoy mareando —protesta Nkhao mientras se agarra el estómago.

—Es necesario. Mira en Sudáfrica qué pasó, que dejaron morir a ese niño en la posesión diabólica. ¿Qué pasó en Nueva York? Que dejaron que el bolígrafo gafe se apoderara de la economía. Quieren que todo se hunda, que vaya mal para crear un efecto rebote. Es un plan para intentar conseguir más adeptos a nuestra causa. Son unos cabronazos, ahora lo veo. Por eso quieren atarme en corto.

—Joder, ¿Y todo eso lo sabes porque se han querido reír de ti con lo del Pastor?

—Llevan un tiempo jodíendonos, está claro que ellos quieren la guerra. Pero veremos qué les parece la guerra cuando vean que el Artesano está a punto de morir.

—Y de repente el petardo en la mierda hizo pum. Eso no se lo esperaban, creo.

—Exacto. Encontremos al relevo antes de que sea tarde. Las hojas del té de Roane dijeron Bruselas. Por lo menos no está en el culo del mundo. Roane dijo algo de rojo, que no perdamos de vista el color rojo para encontrar al chico en la dirección que nos ha dado. Pero primero la guía para ver qué quiere el jodido Pastor.

—¿Crees que Dranog, Pentos y sus amigos irán a por el relevo?

—Creo que Roane estará dándonos ventaja. Se lo acabará diciendo, pero está de nuestro lado. Lo que me preocupa es que el Pastor lo encuentre antes.

***

—Gárgolas, gárgolas, gárgolas. Siempre que pienso en gárgolas se dibuja una sonrisa en mi cara. Os admiro. Sois supervivientes natos. Una nación entera perseguida por ambos lados durante eones y que, a pesar de ello, sigue en pie a base de adaptarse a los tiempos. Recuerdo el esplendor de tu civilización. Hace mucho de ello. Cuando los grandes patriarcas gargos paseaban por los mundos con la cabeza levantada. Ahora sois muy pocos pero habéis aprendido tanto de supervivencia que sois un ejemplo a seguir. Y después de tanto tiempo del lado de la Luz… ahora estamos aquí. Viniste a mí cuando creíste que la balanza se inclinaba hacia nuestro lado. Te querías cubrir las espaldas, pensé. Luego, cuando viste que claramente se avistaba la guerra en el horizonte, me dijiste que no podrías conseguir que todo tu pueblo diera de lado al bando actual, pero que los principales jefes de clan harían lo que tú dijeras. Eso es casi una victoria. Y ahora vienes a firmar la alianza con una información que podría haber conseguido por otros lados. Amigo Lum, es hora de pasar de las palabras a los hechos. Y por eso te pregunto, ¿qué has hecho por mí?

—He traído esto, Pastor.

—Ah, ya veo. Esto sí que es serio. Sería un collar precioso si no tuviera tanta sangre encima. Por cierto, querido aliado, decías algo sobre Bruselas, ¿verdad?

—Y un nombre. Pierre.

—Bueno, pues allá vamos.

***

—Entra tú primero, Valle. Yo me quedo aquí vigilando.

—¿Tienes miedo, Nkhao?

—¿Miedo yo? Tú verás. Estamos en los servicios de caballeros, de una de las tabernas más antiguas de París, más asquerosos que he tenido el placer de oler, delante de la puerta cerrada con candado de uno de los retretes. Aparte de lo ya de por sí sórdido del acontecimiento, saber que detrás de esa puerta cerrada hay un mundo paralelo neutro y frío donde se esconde un libro llamado «la guía» y que debemos enfrentarnos a la más que posible probabilidad de que el club nos haya tendido una trampa ahí dentro… pues no, no tengo nada por lo que tener miedo. Pero pasa tú primero y luego me cuentas.

—Por eso me he traído esto —Valle saca un puño americano y se lo coloca en los dedos.

—¿Qué poder tiene ese cacharro?

—Impacta en el cuerpo de las personas o cosas vivas y causa daño y dolor.

—Un clásico.

—Vamos a ir corriendo. No nos detendremos ante nada. Veremos el libro y saldremos limpiamente.

—Un plan sencillo.

—¡Vamos!

Valle y Nkhao trepan por la puerta que apenas puede soportar el peso de los dos. Se sientan en lo alto y se dejan caer por el otro lado.

Caen y caen y caen y caen…

Aterrizan en una pradera cubierta por un cielo negro azulado. Al fondo hay una cabaña, a unos quinientos metros. Cuando avanzan unos pasos, algo rompe el suelo de la pradera desde el interior. Ante ellos emerge imponente un centauro que carga contra ellos. Los dos se echan a un lado y esquivan el ataque del ser mitológico. El centauro se detiene y da la vuelta para volver a la carga. Lanza un grito de guerra al cielo que puede oírse a cientos de metros de distancia. Valle sabe que es un truco de las gentes del club. Siempre han dominado a las criaturas mitológicas de la antigüedad. El centauro corre contra ellos. Valle decide ir a la desesperada contra él. Avanza despacio esperando con su lento caminar que el ser mitológico lo alcance. Los segundos son como horas. El centauro se embrutece al ver el reto que le propone Valle. Va a atacar con todo. Valle espera, y justo cuando el ser se pone a su altura para golpearlp, el español se aparta unos centímetros de la trayectoria del ser y salta para lanzarle un golpe con el puño americano en la cara justo a la altura de la sien. El centauro cae desplomado al suelo.

Valle y Nkhao corren y corren hasta la cabaña. Por fuera no es más que una estructura de madera con dos ventanas y una puerta. Por dentro es una inmensa biblioteca con cientos de miles de libros colocados en estanterías de más de cincuenta metros de altura. No es la primera vez que Valle visita este sitio. Corre por los pasillos hasta que da con lo que busca. El humano piensa el libro que está buscando a la vez que toca la estructura de la estantería que lo contiene. Acto seguido el libro aparece entre sus manos. Lo arroja al suelo y lo abre. La biblioteca desaparece y tanto Valle como Nkhao aparecen suspendidos en el aire entre las estrellas. Cientos de miles de objetos están flotando entre ellos. Valle grita el nombre de los cuatro objetos que anhela el Pastor. Los cuatro se mueven desde su localización hasta la altura del español. Los junta para hacer la simulación y obtiene la respuesta que buscaba. Los cuatro forman otro objeto único y extraño sin forma particular y que la guía define como extremadamente peligroso. Es un totem de aniquilación de energía. Los objetos usan energía y depende de los constructores el que esa energía se incline a un lado o a otro. El trasto que tiene delante Valle supuestamente destruye toda energía, o más bien la disipa hasta hacerla inútil y convirtiendo al artefacto poseído en un trasto sin valor alguno. Es una bomba de relojería con un radio de efecto enorme.

—El Pastor quiere inutilizar todo objeto bendecido en favor de los objetos poseídos por el club. ¿Pero cómo ha podido saber esto? Es casi imposible. Las combinaciones de objetos son casi infinitas.

Valle y Nkhao salen corriendo de la cabaña hacia el punto de partida. De las colinas cercanas aparecen diez centauros que corren en su captura. Llegan al punto de partida y allí trepan por una enredadera que hay sobre un muro de ladrillo que avanza hasta el horizonte. Valle vuelve al suelo y espera a los centauros y se lanza a por ellos gritando desde lo más profundo de sus pulmones.

—¡Me cago en vuestra puta madre!

El humano se enzarza en una lucha a puñetazos con los seres mitológicos. El puño americano hace un ruido muy característico cuando choca con los dientes de alguno de ellos. Da cabezazos, patadas, bofetadas, codazos, rodillazos en los testículos equinos. El cansancio hace mella en él pero las ganas de luchar le ayudan a buscar fuerzas…

***

Los dos parecen escalando la puerta del retrete. Un tipo que está meando en los urinarios de pared contempla a Valle gritando improperios al interior. El español se deja caer al suelo y se peina y coloca la ropa. Da las buenas tardes y se apresura a retomar su camino.

***

—Te preguntarás por qué te está ocurriendo esto a ti. Eres un simple oficinista de poco más de veinticinco años, con una vida miserable rodeado de una ciudad miserable. Te entiendo. La confusión sería total para mí si una gárgola estuviera dándome una paliza mientras un tipo muy elegante me habla a la oreja. Explicártelo sería perder el tiempo, pero podemos intentarlo porque vas a morir y es mejor que sepas la razón. Verás, amigo…

—Pier… rre… ¿Gaa… rg… olaa?

—Pierre, es cierto. A ver, mira, no es culpa tuya, pero el universo te ha designado como canalizador de su energía y gran constructor de objetos. Es un título muy importante, a pesar de que probablemente no sepas qué significa. Tú no lo sabes porque tiene que ser una persona iniciada en estas lides la que te abra los ojos. Y en este caso tu gurú está agonizando en una cama protegido por varios hechizos impenetrables. Pero eso ya lo arreglaremos.

—No… entiendo… no…

—Por supuesto que no. ¿Sabes?, desearía que todo fuera distinto. Que ahora entrara por esa puerta un hombre bravo y valiente decidido a salvarte. Lucharíamos, y tal vez con suerte vivieras un poco más sólo para ver cómo se desarrollan los acontecimientos futuros. Pero no lo creo. Te vas a perder la guerra, te vas a perder la muerte del Arquitecto, la humillación del lado de la Luz y la sumisión de este mundo a nuestros designios. Es tan satisfactorio pensar en ello que casi estoy por dejarte vivir sólo para matarte más adelante delante de tus seres queridos. Pero no, creo que no.

Lum agarra al ser humano y le rompe el cuello. El chasquido es terrible y el Pastor no puede evitar sentirse un poco incomodo ante el sonido. La gárgola arroja el cuerpo al suelo como si fuera un pañuelo. El Pastor y Lum abandonan el edificio y se alejan por la fría noche belga.

***

—Hemos llegado tarde. ¡Joder!

Valle y Nkhao permanecen delante del cadáver de Pierre. El español se lamenta y pide perdón al chico a través de un leve susurro. Nkhao no puede evitar que alguna lágrima asome por sus ojos. No saben la razón, pero este chico era casi como un ser querido para ellos. Y además con su muerte se pierde una esperanza.

—¿Pero qué coño?

Valle y Nkhao se dan la vuelta para ver quién ha dicho eso. Ante ellos ahí un chico de unos veinticinco años pelirrojo y con cara de horror ante la visión del cadáver.

—¿Ese es Pierre? Oh, Dios mío.

—Valle, mira. El color rojo.

—Espera un minuto. ¡Es verdad!

—Es Pierre, mi compañero de piso. Por Dios, llamemos a la policía. ¿Y qué diablos es esa cosa que está a su lado, señor?

Valle y el diablillo se miran el uno al otro mientra comparten el mismo pensamiento. Puede ver a Nkhao. Es un ser con poderes. Con la velocidad del rayo los dos se abalanzan sobre el chaval pelirrojo y lo inmovilizan. Valle saca de su chaqueta un bote que abre como puede mientras intenta inmovilizar al chico. Pasa el bote abierto cerca de las fosas nasales del pelirrojo y éste cae desvanecido e inerte. Valle se lo echa al hombro y lo transporta hasta la furgoneta que han robado previamente.

—Chico, lo siento, pero no tenemos tiempo para explicaciones —aclara al cuerpo dormido—. Eres la persona que busco, y dentro de unas horas todo tendrá un poco más de sentido para ti o te volverás loco. Pero una cosa es verdad: tú eres una nueva esperanza para nosotros y juro por mi vida que lucharé por ti si el Artesano cree que debo hacerlo. De momento, lo mejor es que te quedes ahí inconsciente mientras nosotros saboreamos las mieles del éxito y de la suerte por un rato.

—¿Y ahora qué, español?

—Ahora vamos a París, transformamos a éste en Artesano, y me lío a hostias con Dranog y Pentos. Y luego a por el Pastor.

—Tengo la sensación de que algo malo está por venir. Suelo esperar malas noticias en momentos así.

—Pase lo que pase estaremos preparados, amigo. Pero tenemos mucho por hacer y poco tiempo. Lo primero es llegar a París y allí, si hay que improvisar, improvisaremos.

—Que así sea.

***

Esta historia seguirá porque su protagonista tiene aún muchos líos en los que meterse. De momento sirva esto de botón para picar la curiosidad del lector…

Atentamente,
la Dirección.

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