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¡Lisboa, nooooo!

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Si en septiembre decides perderte por Lisboa y como siempre te haces tanto pis que tienes que entrar en el primer café de una calle secundaria y tu encuentro casual está allí…

¿Qué probabilidad hay de que esto me suceda?

Una probabilidad infinitamente pequeña, tan pequeña que podríamos descartarla, pero…

¡Elecciones similares! «Valiente chorrada», pensé. Aun así esa idea se enmarañó en mi lóbulo temporal izquierdo que es el de las condicionales y los quizáses. ¿Decisiones parecidas en momentos parecidos? «Valiente chorrada», volví a pensar.

¿Estás seguro? Tu encuentro casual viajará en septiembre, como tú, y no en agosto que es más caro. ¿Por qué elegirá Lisboa y no otros lugares? Porque lo que le ofrece esa ciudad son recuerdos, como a ti. Al comprar la misma guía que tú —por ejemplo una Lonely Planet—, se fijará en el mismo hotel barato y, una vez alojado, cuando no pueda dormir, como tú, saldrá a dar una vuelta del mismo modo que salió contigo. Entre los locales y cafés por los que pasará le llamará la atención precisamente ese, porque parece que tiene los baños limpios, como dices tú. Luego se sentará a tomar una cerveza y a leer un poco la guía hasta que, al levantar la cabeza, te verá entrar y los dos exclamaréis «¡Qué casualidad!» o algo así.

Y yo digo: «¡y un cuerno!». Apunto en la agenda: «Cancelar viaje a Lisboa de septiembre».

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