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¿Hay un lugar donde las ovejas heroinómanas sueñen con androides?

por

—¡Joder! ¿Cómo es posible que me meta en estos líos? Con lo feliz que era yo con mi vida de mierda. Quiero volver a aburrirme viendo series de televisión, quiero mi trabajo anodino, mis relaciones sin futuro y mis patatas fritas. Esto no es para mí, definitivamente. Aquí y ahora, atado de pies y manos en una silla delante de un mercenario de dos metros con un rifle de asalto, un tipo trajeado con toda la gomina del planeta en su pelo y una mujer mayor que sonríe mirando el reloj de bolsillo. El puto reloj, el causante de todos los problemas. Me cago en ese reloj una y mil veces y me cago en la puta madre que parió a todos estos bastardos desequilibrados.

¡Pobre, Rufus! ahí tirado y sangrando. ¡Capullo! tenías que haberles dicho desde un principio dónde estaba el puto reloj de bolsillo. Tenías que hacerte el héroe. Pues mírate ahora sangrando de la paliza que te ha dado el jodido capullo mercenario. Pero, Rufus, de verdad que siento todo esto. No tenía que haberte metido en este lío. Gracias por tu amistad, en serio, nunca seré ni la mitad de buen amigo que eres tú…

—Ya te he dicho que le habías dado demasiado suero de la verdad. Ahora no parará de hablar en horas, tarao.

—Ya te he dicho que no me llames tarao. Estás molesto porque se ha metido con tu peinado, Steve.

—Pura envidia tarao, quiero decir Marco. Mira al pobre inútil este, está más drogado que un ratón de laboratorio. Señora Hyggs, ¿qué hacemos con estos dos?

—Inyectadles el líquido conductor. Nos los llevamos al «otro lado».

—Pero el negro está inconsciente y herido. Y en cuanto al otro, a lo mejor sí que me he pasado con el suero de la verdad.

—Señor Pucci, le recomendaría que no se refiera al señor Rufus Jacks como «El Negro». Y el reloj hará su trabajo. Es muy poderoso . La inconsciencia es otra forma de soñar. Y el señor Thomas podrá soportar un poco más de química en su cuerpo. Vamos, tenemos mucho que hacer.

…hijos de puta. Ahora me van a inyectar el puto suero conductor de las narices y todos pondremos la mano encima del reloj. Vamos de vuelta al «otro lado». Mierda, yo no quiero ir, me quiero ir a mi jodida casa. Y para colmo se ha traído un montón de cosas. Ha estado ocupada la muy desgraciada. Ha hecho una gran labor recopilando los objetos de Soeren La culpa la tiene el abuelo Sviev. No podía heredar sus deudas en lugar del puñetero reloj. ¡Vaya semana, joder!

***

Llego a casa de trabajar y me encuentro un paquete en mi puerta. Miro el remite y parece que me lo mandan desde San Petersburgo. Es de parte del abuelo Sviev, el padre de mi madre. Le habré visto como unas tres veces en mi vida. Entro en casa, dejo el paquete en la mesa del salón y me pongo cómodo. Lo normal. Me ducho, veo la tele, me hago la cena, la vida perfecta prácticamente. Antes de dirigirme a la cama paso junto a la mesa y veo el paquete. Suspiro y acopio fuerzas para abrirlo. Estoy demasiado cansado pero debe ser importante porque se ha gastado una fortuna en sellos.

Retiro el envoltorio y ante mí se revela una caja de madera. Parece cara y elaborada. Tiene un relieve grabado sobre la tapa. Parece una escena de la biblia. Abro la caja de madera y dentro hay un enorme pañuelo de seda azul. Extraigo el pañuelo y lo abro. En su interior descansa lo que me parece es un antiguo reloj de bolsillo, de los que llevan una cadena y hay que darles cuerda para que funcionen. En el fondo de la caja hay una carta gruesa con mi nombre escrito.

Abro el sobre de la carta y me pongo a leer. Es una letra temblorosa pero estilizada y curva, sin las prisas de la actualidad. Es evidente que la carta está dirigida a mí. Mi abuelo Sviev dice que está a punto de morir y quiere dejarme algo en vida. Dice que, como soy su único nieto, quiere que tenga un recuerdo especial de él. Pobre hombre, ni siquiera recuerdo su cara. Mi madre no es que se lleve demasiado bien con él. Otro mundo supongo. Yo rozo los cuarenta y mi madre los setenta, así que según mis cuentas el abuelo Sviev debe tener como mil quinientos años, más o menos. Me aburre un poco el estilo de escritura de mi abuelo así que paso directamente al final de la carta. La última hoja es una especie de dibujo sobre el reloj. Por lo que me parece tiene una manejo especial. Y digo me parece porque la carta está escrita en mi idioma, pero el dibujo tiene las instrucciones en un perfecto alemán…creo. Sólo hay una frase traducida, o lo que creo que es una traducción al final de la hoja, con la letra de mi abuelo. Dice «Dale cuerda, agárralo, y marcha a soñar».

Creo que mi abuelo ha abusado del vodka y se ha puesto melancólico y romántico. Dejo la carta encima de la mesa y me parto de risa. Miro el reloj y no sé qué me impulsa a ello pero le doy cuerda y lo pongo en hora. Del reloj emana un leve ruido de su maquinaria funcionando. La verdad es que es muy relajante. Suspiro profundamente y decido ir a la cama con el reloj en la mano. Si eso es lo que quiere el viejo, pues lo haré. Y me voy a la cama…

Mujeres desnudas de todos los tipos pasan sus manos sensualmente por mi cuerpo desnudo. Labios carnosos se juntan con los míos para depositar suaves besos de pasión que llenan mi boca. Ojos deseosos y profundos me miran con lascivia. Dulces vaginas se turnan para poseerme y darnos placer mutuo. Firmes brazos se abrazan a mi cuerpo para frotar nuestra piel. Delicadas manos agarran mis muñecas con rabia para que mis dedos rocen clítoris rebosantes de pasión. Un pitufo de dos metros graba la escena en una cámara de 8mm. Un espejo gigantesco en el techo me permite tener una visual externa de lo que está ocurriendo. El aire se llena de un aroma dulce a lavanda, jazmin y sudor. Cada centímetro de mi cuerpo está disfrutando. Bellas mujeres de todas las clases me aman con locura y yo las correspondo. Noto las sábanas de seda de la cama en la que estoy tumbado empapas con mi sudor. Cuando una de ellas tiene un orgasmo desaparece y aparece una nueva para sustituirla. Horas y horas de sexo inmortal están haciendo que me vuelva loco. Eyaculo una vez tras otra no importa porque siempre estoy listo para dar más. El pitufo ríe sigue grabando y arrodillada ante él está una famosa estrella del pop haciendo una felación a su pene azul. Un enano come un filete sentado en una silla eléctrica. De repente en el reflejo del espejo aparece una cara que me resulta vagamente familiar. Es el abuelo Sviev y está sonriendo. Me guiña un ojo y vuelvo a eyacular.

***

Por la mañana no me puedo ni mover. Mi cuerpo está roto. Es como si hubiera corrido tres maratones seguidas y luego alguien me hubiera dado una paliza. Mis sábanas están empapadas de sudor y… creo que de semen. El inconveniente de dormir desnudo es que las sábanas pagan lo que ocurre por las noches. Mi cabeza da vueltas y vueltas. A pesar de estar aturdido las imágenes del sueño dan vueltas en mi cerebro con perfecta claridad. Noto un dolor intenso en mi mano. Miro y el reloj está en mi palma. Está caliente. Se ha detenido. Le doy vueltas a todo lo que he soñado y una sensación me abruma. Es como si todo hubiera sido real. Dejo el reloj en la mesa de noche. Mi cabeza deja de dar vueltas. Llego arrastrándome a la ducha y abro el grifo del agua fría. La única cosa que tengo clara es algo muy sencillo…me siento como si hubiera tenido la mejor experiencia sexual de toda mi vida, mejor incluso que la más placentera que haya vivido jamás en la realidad.

Vuelvo de trabajar. La carta del abuelo Sviev sigue en la mesa del salón. Si anoche hubiera seguido leyendo me hubiera entera de más cosas. Relata los supuestos poderes del reloj de cuerda. Dice que es una especie de artilugio que sirve para soñar y hacer que la experiencia sea real, mejor incluso que la realidad. Según el abuelo Sviev, el reloj fue construido por un científico sueco llamado Soeren en un laboratorio alemán en los años 50. Me advierte de que es peligroso abusar de él y que puedo estar en peligro porque hay gente que lo busca.

Después de leer la carta tengo la impresión de que mi abuelo es una persona desequilibrada y que me está gastando una broma pesada. Pero la verdad es que no dejo de pensar en el sueño de la noche anterior. Era demasiado real, demasiado vívido. Mis sueños nunca han sido así. Y lo que más me llamó la atención no fue lo que estaba pasando sino que percibía olores. Jamás he olido a nada en un sueño, jamás.

Llega la hora de ir a la cama. Paso del reloj e intento dormir. Lo consigo pero los sueños no son iguales, ni remotamente tan cristalinos como la noche anterior. Me despierto. Sólo hay una manera de saber si mi abuelo dice la verdad. Le doy cuerda al reloj y lo agarro en mi mano. Vuelvo a dormir.

Cadáveres putrefactos se apilan formando un muro de carne. Corro para intentar rodear el muro pero se extiende hasta el infinito. Debe haber millones de cuerpos. Me doy la vuelta y una mujer desnuda llora sangre ante mí. Un hombre gigante la aplasta. Corro y corro hacia el muro. Intento trepar por los cadáveres y llego hasta la cima del muro. Salto al vacío. Aterrizo sobre una hierba fresca y suave recién cortada. Es un jardín lleno de colores en plena explosión primaveral. Es un parque circular. En mitad del lugar hay una escalera que sube. No se distingue hacia dónde se dirige. Subo la escalera y llego hasta una especie de lugar con una piscina. De la piscina emergen tres figuras femeninas desnudas. Las tres empiezan a besarse y a tocarse. De repente deseo que las tres me deseen y ellas, como si me leyeran la mente, se dirigen hacia mí. Me quitan la ropa y me acarician. Noto que una de ellas pone su boca en mi pene. El pitufo de anoche vuelve a la carga y penetra a una de ellas por detrás mientras me besa. Noto su lengua azul entrando en mi boca. Veo una oveja fumando que salta a piscina. Un dibujo animado japonés desenvaina una espada y lucha contra su sombra. la tercera de las chicas me susurra al oído.

—Te ha faltado poco. No es bueno ir al otro lado del muro. Jamás vuelvas a hacerlo. Concéntrate más la próxima vez.

—¿Quién eres? —pregunto—, ¿qué hay tras ese muro?

—Tú debes ser nuevo, pero tienes mucho poder, las tres podemos sentirlo, incluso él puede a pesar de tener que recurrir a un avatar en lugar de a su verdadera forma.

El pitufo lo está dando todo con la chica que se ha girado para intentar besarle.

—Soy una soñadora, como tú. Me llamo Xian. Y ese muro es lo que nos separa de la locura —su otra compañera deja mi pene y se sienta en el suelo para comenzar a masturbarse.

Xian se lanza a mis brazos e introduce mi pene en su interior.

—El mundo de los sueños es maravilloso, ¿verdad? Puedes hacer lo que quieras y tú has querido que te deseemos. Por eso tienes poder, porque puedes controlar a otros visitantes a pesar de que el libre albedrío sea la norma número uno. Tú tienes un artilugio más poderoso que el nuestro.

—¿Y la oveja y el dibujo manga?

—Eso no lo sé. Debe ser que aún no controlas todo lo que ocurre en este mundo y tu cabeza está filtrando cosas que no tienen porqué estar ahí, o pueden ser las imágenes proyectadas por otros habitantes del lugar que…

De repente el cuerpo de Xian es lanzado a un lado y ante mí aparece el cañón de una pistola apuntándome. Un hombre corpulento, con la nariz torcida, cabello blanco y gafas de sol es el dueño del arma. Una voz muy grave surge de su boca:

—¿Quién coño eres tú? ¿Dónde estás? Te encontraré, te lo juro. Responde o te mato…

***

Me levanto temblando y ardiendo. Mi cama es un baño de sudor y mi cuerpo vuelve a estar molido. Mi cabeza da vueltas y vueltas. El susto todavía recorre todo mi ser.

Hoy decido no ir a trabajar. Les he dicho que estoy enfermo. Intento tranquilizarme un poco. Busco en internet cosas relacionadas con el reloj. Todo son teorías conspiratorias y demás parafernalia. Viene Rufus a verme. Siempre es un placer la visita de Rufus.

—¿Qué tal gran hombre? Tienes una pinta horrible —me asevera nada más verme.

Le explico todo lo que ha pasado hasta ahora. Rufus es un amigo de la infancia y somos como hermanos. No puedo mentirle. Al escuchar mi relato él se echa a reír y no se cree nada.  Le digo que pruebe el reloj si tan ridícula es mi historia. Se siente muy macho y me contesta afirmativamente. Dejo que se lleve el reloj a su casa y duerma con él. Mientras tanto yo he decidido no dormir y ya veremos qué pasa.

A la mañana siguiente tampoco voy a trabajar. Rufus llega a primera hora. Su cara lo dice todo. Es como si hubiera visto a Freddy Krugger aparecer y le estuviera siguiendo. Me entrega el reloj y percibo que su mano tiembla. Le pregunto sobre qué ha soñado. Él se sirve un bourbon, suspira y empieza su relato:

—Camino sobre un suelo de baldosas rosas. A ambos lados del camino la hierba naranja se mueve con las rachas de una brisa cálida marina. Colinas rojas se levantan del suelo. Árboles centenarios contemplan mi camino. Ciervos de tres cabezas me observan con ojos oscuros llenos de curiosidad. Un olor a tarta asalta mis sentidos. Una casa al final del camino con grandes torreones aguarda mi llegada. Entro en la casa y una señora mayor está cocinando. Un tipo con la nariz torcida y el pelo blanco aguarda junto a ella. Me agarra de la ropa nada más verme. Empieza a golpearme las costillas duramente. Siento una punzada en mis pulmones con cada golpe. Me grita. Me pregunta quién soy. Me dice que aunque cambie de forma me encontrará por el rastro que deja mi artilugio. La señora mayor sigue cocinando. De repente se convierte en mi hermano y comienza a comer el pastel. El hombre de pelo blanco me sigue golpeando. Yo reúno fuerzas y le golpeo en la cara. Me libro de su presa y echo a correr hacia fuera de la casa. La puerta se cierra sola. Me giro y a mi espalda el tipo me está mirando con una sonrisa. Levanta su brazo y juraría que lo estira más de cinco metros hasta lograr agarrarme. Acto seguido un androide bajas las escaleras de la casa. Sus movimientos son torpes. Se acerca a mí y me hace una presa. El hombre de pelo blanco se aproxima y sigue golpeándome. Quiere respuestas. Mi miedo llega a tal punto que sólo deseo que el hombre pare de golpearme. Cierro los ojos. De repente los golpes cesan. Abro los ojos y todo se ha quedado inmóvil en pausa. El tipo está congelado delante de mis narices en postura de asestarme otro golpe. Me libero del androide y salgo corriendo de la casa. Oigo las risas de la mujer mayor transformada en mi hermano. Corro y corro hasta que me despierto.

—Y te juro que eso no es un sueño, Thomas.

—¿Y cómo puedes estar tan seguro?

Rufus se levanta la camiseta y me enseña los moretones de los golpes sobre sus costillas.

—Puedo decir que esto es la confirmación de que soy un perturbado importante y que mis sueños son la extensión del psicópata que llevo dentro.

—Rufus, tranquilo. Estamos bien, a salvo.

—Pero vi al tipo ese que describiste en tus sueños, el de la nariz torcida. No puede ser casualidad. Ese hombre nos está vigilando. Espera encontrarnos y hacernos daño. Tu abuelo es un animal que nos ha metido en un lío de cojones. Yo que tú me deshacía de ese reloj y volvería a mi vida.

—Pero quiero saber más sobre lo que está pasando aquí. Ese mundo debe ser real, y esas gentes pueden vernos. Diría, incluso, que se trata de gentes que están vivas en este planeta.

—Tú verás, Thomas, pero te digo que algo así nos va a quitar el sueño y algo más.

Comienzo mi búsqueda por las bibliotecas e internet. Me he guiado por la marca del reloj. Era una marca suiza de antaño que dejó su actividad hace años. He llamado a mi madre para obtener más información sobre mi abuelo y la verdad es que ha sido de ayuda. Para no asustarla le digo que simplemente me ha entrado la curiosidad. Me ahorro explicarle el tema del reloj. Aunque extrañada  me cuenta algunas cosas de la vida de su padre. Mi abuelo trabajó en Alemania hace años. Me recomienda que le llame si quiero empezar o recuperar alguna relación con él, porque ella no está dispuesta a ello. Dice que tenga cuidado y que seguro que salgo escarmentado por ponerme en contacto con él.

Llamar a San Petersburgo es cosa de otro planeta. La línea se corta continuamente. Mi abuelo debe vivir en un edificio antiguo y parece que el teléfono es  comunitario. Una señora, con un dominio excelente de mi idioma, me informa de que mi abuelo ha fallecido. Me dice que lo lamenta mucho. Prosigue diciendo que ha dejado un mensaje para mí escrito en una hoja en blanco. La señora se ofrece a leer lo allí escrito. Ella habla con su ligero acento ruso y las palabras llegan hasta mis oídos. La última voluntad de mi abuelo es que vaya a ver a alguien en mi misma ciudad. Dice que allí me explicarán algunas cosas y que siga soñando pero que tenga todo el cuidado posible. Le agradezco el gesto a la señora rusa y cuelgo. Estoy apenado y triste por el fallecimiento del viejo. Apenas le conocía, pero estos días se han llenado con su presencia, y lamento no haber hecho más por conocerle. Informo a mi madre de la muerte de su padre. Ella llora un poco y me dice que, en realidad, nunca estuvo entre nosotros. Según ella era como si viviera en otro mundo y no le importara este. Al final le cuento lo del reloj, bueno no todo. Simplemente le informo que me lo ha mandado porque quiere que lo tenga. Ella me dice que soy su único nieto y que se alegra de que tenga un recuerdo de él, pero que conociéndole es el principio de los problemas. Cuelga y yo me quedo con la extraña sensación de que mi madre sabe algo más

Voy a la dirección que me dio mi abuelo. Me acompaña Rufus. Se trata de una librería esotérica. Estamos en la acera de enfrente, en un callejón. Rufus no puede hace evitar hacer referencia a lo peligroso de la situación.

—Te digo que no deberíamos entrar.

—No sé qué decirte. Se trata de libros esotéricos. Seguro que el tipo de ahí dentro no echa una charla sobre otros mundos y contactos con seres del más allá. Tonterías en general.

—Ya, pues yo por si acaso me he traído esto.

—¡Eso es un revolver! ¿Qué haces con eso? ¿Sabes usarlo?

—Claro, como soy negro sé todo lo que hay que saber sobre armas, no te jode.

—¡Rufus, por Dios!

—Perdona, ya sé que no se trata de eso. Es que estoy nervioso.

—Haz lo que quieras pero procura no apuntar a nadie con eso y trata de no pegarte un tiro en el culo cuando lo guardes  en tus pantalones.

Entramos dentro y un hombre está colocando unos libros subido a una escalera. Nos ve entrar y unos saluda con una sonrisa. Intentamos pasar desapercibidos pero tengo claro que parecemos dos tíos que vayan a tratar de atracar el establecimiento. Rufus rompe el silencio.

—¿Tiene algo sobre interpretación de sueños?

Muy sutil.

—Claro —contesta el hombre—, ¿algo en concreto?

—Sueños especialmente reales. Y procuremos evitar a Freud.

—Freud intentó dar explicación a algo que siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. A lo mejor se equivocó en algunas cosas, pero acertó en muchas otras.

—Claro, pero digamos que yo estoy seguro de no querer acostarme con mi madre y cosas así.

El librero y Rufus entablan una larga conversación. Yo aún no sé como sacar el tema. El librero le enseña diversos libros, todos ellos del tipo místico, sobre los mundos oníricos y cosas por el estilo. Decido hablar para no alargar más la agonía.

—¿Y sobre objetos que ayudan a soñar con un mundo en concreto?

El librero sonríe y me señala un atrapasueños colgado del techo del lugar.

—¿Como ese, caballero?

—No. Digo objetos comunes como lapiceros, lámparas… relojes de bolsillo suizos.

—Sí, claro, tengo algo en el mostrador.

Se dirige hacía allí y súbitamente saca una pistola de debajo de la caja registradora. Nos mira amenazantes. Yo levanto las manos y Rufus es un manojo de nervios indeciso entre levantar los brazos o buscar su revólver.

—¿Qué coño queréis? ¿Habéis venido a  buscar mi artilugio? Pues os digo que estáis muertos. Decidle a la señora Hyggs que, con toda amabilidad, la invito a que vuele la tapa de los sesos. No estoy jugando.

—Nosotros tampoco —interrumpo con la voz temblorosa—, simplemente queremos información. Me envía mi abuelo, se llama, se llamaba Sviev. Está en Rusia, acaba de fallecer y yo sólo quiero saber un poco más de él.

—Y una mierda, has venido preguntando por los artilugios, eso ya te delata. Además tienes pinta de soñador ahora que me fijo. Tienes ojeras y el rostro pálido. Te está empezando a gustar demasiado, ¿verdad?

—Me dijo que si quería saber más viniera aquí. Se lo juro, señor…

—Mortimer, Juan Mortimer.

—¿Qué clase de nombre es Juan Mortimer? —dice en voz alta Rufus.

—El que me puso mi padre francés en honor a mi abuelo mejicano, cabronazo. Está bien, parecéis legales. Conozco a tu abuelo, digamos que no personalmente. Bajad los brazos. ¿Cómo está el viejo ruso?

—Muerto.

—Lamento oír eso.

Le explico sobre el reloj y él parece muy interesado la verdad. Tiene pinta de saber perfectamente sobre lo que estoy hablando. Acto seguido cierra la librería y le seguimos hasta la trastienda. Hay una mesa con sillas y nos invita a sentarnos. De un armario extrae una caja metálica. De su interior saca una lamparilla de noche antigua y la enchufa a la corriente.

—Lo que me ha alertado es que has dicho objetos como una lámpara. El reloj no ha sido el detonante. Esta lámpara tiene las mismas cualidades que tu objeto, es decir, sirve para llevarte hasta el sitio que habéis visto los dos— dentro de la caja también hay un frasco con un líquido amarillento. Mortimer lo agarra y nos lo muestra.—Esto es el suero conductor, sirve para ayudarnos en el paso. Es muy potente y también sirve para filtrar impurezas, cosas que no deberían estar ahí. Poned el reloj encima de la mesa y vuestras manos sobre él y sobre la lámpara. Nos tomaremos el suero y los tres iremos hacia el otro lado.

Él se lo bebe primero. Damos un trago a la solución y seguimos sus instrucciones. Poco después caemos los tres en un sueño profundo. Poco antes de que eso ocurra Mortimer nos dice que será nuestro guía.

—Bienvenidos al mundo onírico. Un sueño por lo general es una mezcla de pensamientos y neuroquímica que lanza imágenes a nuestro cerebro. Prácticamente son incontrolables y suelen ser oscuros y difuminados. Esto es una realidad palpable de inmateria suspendida en un espacio etéreo más allá de nuestra plano de existencia a pesar de estar ligada a él. Los sueños de la humanidad han tomado forma dentro del multiverso y este es el resultado. Nadie sabe cuánto lleva aquí, nadie sabe cuándo ocurrió, simplemente está. Es algo que tenía que ocurrir. Los sueños son energía y esa energía se concentra y transforma en algún lado. Un científico sueco llamado Soeren tuvo la feliz idea de mezclar el mundo onírico con el nuestro. Él tenía la idea de que este mundo existía de verdad y la cuestión era cómo llegar hasta él. A través de unos complejos estudios esotéricos junto con la ciencia fue capaz de construir una máquina que era capaz de llevar a todo aquel que quisiera hasta aquí y hacer lo que deseara. El tiempo transcurre mucho más despacio aquí y la realidad puede ser amoldada al gusto del usuario. La total consciencia y subconsciencia del soñador es trasladada a este lado. Eso quiere decir que todo su ser en esencia está aquí y ahora, trasciende su propio cuerpo. Pero eso implica un peligro. Si se muere aquí no se puede volver. Ante vosotros se extiende el muro de carne. Son consciencias de seres humanos que vagan atrapadas en este mundo.

Es pura química y física llevada al extremo. Energía canalizada. El sueco, viendo el potencial gigantesco de su creación, descompuso la máquina y la transformó en cientos de objetos cotidianos más pequeños y menos poderosos, con cualidades especiales como el reloj, la lámpara, el pijama, la muñeca, el brazalete… Cada uno hace algo en particular o potencia una forma de soñar. Se pueden mezclar y el objetivo es conseguirlos todos. La leyenda dice que quien los tenga podrá alcanzar el control absoluto. Pero esa es la leyenda. Algunos no son demasiado potentes y se tiene que recurrir a avatares para poder moverse dentro de este mundo. Los avatares son ayudas intrínsecas propias de este lugar. Son personajes que viven aquí sin alma y que pueden ser rellenados por la consciencia del usuario del artilugio. El por qué están aquí habitando este lugar tampoco puedo decirlo porque no lo sé. Por lo que veo vuestro reloj potencia el sentido sexual de todo. Es poderoso, eso está claro. Y seguro que puede controlar alguna voluntad dentro de este plano.

 —¿Cómo sabes que potencia el sexo onírico?

—Porque las montañas que nos rodean son senos enormes y no estamos pisando precisamente césped sino algo más rizado. Tu abuelo trabajó para Soeren en los años 50, y cuando los falsos herederos de Edison intentaron hacerse con la creación de Soeren asaltando el laboratorio, tu abuelo huyó llevándose el reloj. Soeren murió en el incendio de su laboratorio. Me lo contó tu abuelo. Prosigamos. Mi lámpara por ejemplo me permite  ver más allá de lo que ven vuestros ojos. Juntándola con vuestro reloj podemos ver más allá de los límites de esta realidad. Si os concentráis lo podréis comprobar. Este mundo no deja de crecer con los sueños de los usuarios pero ahora mismo estoy contemplando el borde que nos separa del abismo del universo.

Durante años esto ha sido para simples soñadores. Ricos que se aburren y buscan formas alternativas de diversión. Este mundo tiene un problema y es que engancha. Se paga mucho dinero por los artilugios. La leyenda se ha extendido y hay algunos que intentan recopilar todos los que pueden. No hay una lista definitiva sobre cuántos son, o por lo menos no la había, hasta que hace poco se puso en subasta un diario en Inglaterra. Era el diario de uno de los ayudantes de Soeren. Se pagó por él una fortuna. Ahora se han lanzado a la caza y captura de los artilugios a toda costa. Y ese diario cambia constantemente de manos. Accidentes, asesinatos, todo vale. Como os he dicho este mundo engancha más que cualquier droga. Y eso es así porque aquí se puede hacer lo que se quiera. El poder es real y eso a los ricos les encanta. Unos vienen por los deseos sexuales, otros para crear fantasías, otros por moldear un mundo que de verdad les guste. Las posibilidades son infinitas. Antes os he mencionado a la señora Hyggs. Ella es la que va en cabeza, y no le importa usar cualquier método para conseguir sus fines…

Algo nos despierta. Los tres volvemos a este plano de existencia y delante de nosotros está el hombre de pelo blanco y nariz torcida. Nos golpea con una porra.

—Os dije que os encontraría. Mi lapicero nunca miente.

El librero intenta alcanzar su arma pero le detiene el hombre de pelo blanco. Mortimer le mira con odio.

—¡Tú! Creía que estabas muerto.

—Pues ya ves que no Juan. Estos novatos me han traído hasta aquí. Se les olvidó borrar su rastro. He seguido al blanquito desde su casa. Mi lapicero une los puntos desde el plano onírico hasta el lugar donde se usa un artilugio. Y he matado dos pájaros de un tiro porque creía que habías desaparecido hacía tiempo, Thomas. El reloj, llevaba mucho buscándolo. Sabía que ese ruso loco lo tenía pero era muy listo borrando sus huellas.

—¡Maldito seas, Alberto!

—Tranquilo, sólo voy a coger lo que creo que me pertenece. No soy demasiado avaricioso, sólo voy a cambiar vuestros artilugios por la libreta de apuntes. Unida a mi lapicero tendré un poder más allá del que necesito para rescribir la estructura del mundo onírico. Se lo voy a llevar a Hyggs para que me la dé a cambio de vuestras baratijas.

—Odio cuando alguien cuenta sus planes como si fuera una mala película —digo sabiendo que me voy a llevar un buen golpe.

El tal Alberto intenta pisarme pero esquivo su movimiento me revuelvo y forcejeamos. Consigo que su arma caiga al suelo. Mortimer se une en mi lucha y reducimos a nuestro agresor. Rufus rebusca por la habitación y trae cinta americana. Le atamos y parece que se queda más tranquilo. Rebuscamos en sus bolsillos y encontramos el famoso lapicero. Juan se queda maravillado con su visión. Le intentamos sonsacar más información. Creo que somos muy torpes porque el tipo sigue con la boca cerrada. Rufus se guarda nuestro reloj en sus calzoncillo, por seguridad dice. Se siente fuerte y le da una patada para que hable nuestro rehén. El librero y yo le miramos de manera inquisitiva.

—Perdonadme si me altero un poco pero es que me han apuntado demasiadas veces con pistolas hoy.

No se lo puedo reprochar en realidad, yo también tengo ganas de patear algo. Pasamos un largo rato gritándole pero no sale ni una sola palabra de su boca. En un instante comprendemos su silencio. Estaba esperando la llegada de algo. Un hombre grande con una escopeta entra en la trastienda junto con otro trajeado y con el pelo engominado. El trajeado saca una pistola de dardos y nos dispara a cada uno de nosotros. Justo antes de caer puedo ver que el grande agarra su pistola y apunta a Thomas.

—No vas a causar más problemas. La señora Hyggs te manda saludos. Y a ti también, Alberto. Gracias por los servicios prestados, perdedor.

Escucho dos detonaciones y todo se vuelve negro.

Y aquí he llegado. Rufus ha aguantado lo que ha podido pero la paliza le ha superado. Ha sacado el reloj de sus calzoncillos. Está herido y sangra por todos lados. Ya nos han dado la solución. La señora Hyggs tiene un montón de objetos colocados sobre una mesa. Son varias docenas. El mercenario se queda vigilando. Los demás vamos de camino a lo que empieza a ser mi segundo hogar.

—Este es el camino caballeros. No hace falta tener todos los artilugios, sólo los importantes. Que se queden con el resto los demás obsesionados. Tu reloj, Thomas, es la clave para el plan importante. Todos estamos en esencia y consciencia en este mundo. Eso quiere decir que los cuerpos se quedan inertes en nuestra realidad. Este lugar crece con cada sueño de cada uno de los seres vivos del planeta capaces de soñar. Los soñadores con artilugios pueden modificar este lado del universo. Tanto unos como otros dejan sus cuerpos inertes en sus camas en distinto grado. Mi deseo es hacer sonámbulos conscientes. Es decir, rellenar esos cuerpos con las consciencia que yo elija, en este caso la mía. Tu reloj es poderosos porque atrae la voluntad de la gente. Quiero atraparlos y meterme en sus cuerpos para que hagan lo que yo deseo. Utilizando la información que consiga aquí podré  caminar con su carne para manipular lo que yo desee. Podré ser la mujer más poderosa del mundo desde este lado. Y lo mejor es que nadie se enterará de nada. Podré elegir entre estas gentes con sus artilugios o cualquier persona que esté soñando en el planeta Tierra. Dejaré que las consciencias atrapadas vaguen por el otro lado del muro de carne si eso ayuda en mi carrera hacia el poder absoluto. Esto es una obra maestra pocas veces vista. Dominaré el mundo. Simplemente tengo que realizar las mezclas exactas de objetos para que esto ocurra. Me ha costado mucho tiempo, pero lo lograré. Los herederos de Edison querían restaurar el imperio que se levantó alrededor de ese nombre de manera desesperada. Los muy idiotas no sabían con exactitud lo conseguido por Soeren.

Parajes completos abandonados en la noche del universo se transforman en caras sonrientes iguales que la de la señora Hyggs. El cielo se rompe en mil pedazos de un puzzle y vuelve a reconstruirse con un color verde azulado. Una lluvia fucsia nos empieza a empapar. Cientos de personas caminan como zombis hasta nosotros. Son las consciencias presentes en este momento en el mundo onírico. Se  colocan en fila  uno detrás de otro delante de Hyggs. Ella utiliza sus manos para extraer la consciencia y subconsciencia de cada individuo y los arroja hasta el muro. Los cuerpos oníricos se apilan a su alrededor. Está siguiendo un criterio establecido. Busca entre las personas. Algunas tienen suerte y no son los elegidos. Se les deja marchas. Quiere encontrar a los idóneos para sus planes. Rufus y yo estamos totalmente inmovilizados. Una fuerza superior nos retiene. Steve el bien peinado se está rompiendo de risa. No tenemos ninguna oportunidad de huir.

Árboles gigantescos crecen de los cuerpos caídos. Piedras milenarias se parten por la mitad. Animales sin forma determinada corren ahuyentados por los acontecimientos. Edificios flotantes caen a plomo sobre el suelo. Niños de cuatro ojos lloran y corren buscando a sus progenitores. Putrefactos cadáveres de aves extinguidas sobrevuelan nuestras cabezas. Aire con sabor a hierro corta nuestros pulmones cuando lo respiramos. Los no elegidos por Hyggs se alejan de nosotros como si no hubiera pasado nada. La mujer se gira y agarra a Rufus. Lo lanza al muro.

—Y en cuanto a ti te dejaré vivir pero entre estos dos mundo para que disfrutes de la grandeza de mi obra.

La soberbia suele ir ligada a esta clase de gente, eso está claro. Pone sus manos en mi cabeza y todo acaba.

Soy una máquina. Apenas tengo sentido de la realidad. No sé si estoy soñando o no. Me ha dejado en un plano en el que las dos realidades son una constante en mi vida. Es fácil que esté trabajando en mi puesto de trabajo y el pitufo se esté intentando acostar con mi compañera. O puedo ir a comprar leche y que tres eunucos barítonos me den los buenos días en  la tienda. De alguna forma sé cuando la presencia de Hyggs está cerca, dentro de un cuerpo. Sé que se cansará de mí y vendrá en mi búsqueda. Quiero estar preparado, quiero conseguir más objetos y volver al otro lado. Siento que quiero acabar con ella porque está mancillando el lugar más hermoso y real que he visto nunca. Te estaré esperando Hyggs y te juro que te vas a llevar una sorpresa.

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