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Cartografía insólita

por

«Que tengas mucha suerte en tu primer día, amor». Troy sonrió al recibir el mensaje de su novia Kara, pensando que era lo único bueno que le había pasado en esa mañana tediosa. Llevaba esperando casi dos horas en el vestíbulo de un moderno rascacielos de oficinas al este de Manhattan y principalmente le fastidiaban dos cosas: que el personaje que estaba en recepción era un engreído con poses de modelo de anuncio de televisión, y que estaba muerto de aburrimiento. Le había contratado una empresa llamada Fundación Cartográfica Transversal y empezaba a dudar de que le hubieran gastado una broma. «Son gente rara», era la única explicación que le había dado el tipo de recepción por la tardanza. «¿Reservaremos en Buddy’s o en el asiático nuevo para celebrarlo?», era el siguiente mensaje que le había enviado Kara, y no sabía muy bien qué responder: estaba a punto de coger su mochila y largarse. Levantó la vista y observó que una mujer con unas carpetas bajo sus brazos se acercaba hacia él.

—Angelica Mortis, gerente de Recursos Humanos de la fundación, ¿eres el nuevo? —se dirigió a él mientras extendía su mano.

—Creo que sí. Soy Troy Harris, encantado.

—¿Llevas mucho esperando? —Troy apenas inclinó la cabeza como respuesta y Angelica lo dirigió al ascensor con el antebrazo—. Tranquilo, no vamos a perder ni un minuto. Te han asignado a un proyecto que nos ha surgido de improvisto así que no vas a tener ni un segundo para sentar el culo. Vamos a presentarte a tu equipo de trabajo.

La mujer llamó al ascensor mientras silbaba despreocupadamente. Troy observó a Angelica, una mujer madura, alta, con una llamativa melena de brillante color blanco. Tenía el rostro limpio y en una primera impresión podría parecer joven pero su semblante era el de una persona sabia y con experiencia. En el ascensor, Troy acercó la mano a los números de pisos, esperando a que ella le indicara cuál pulsar.

—No te molestes, no es ninguno de esos —a continuación, la mujer empezó a chasquear repetidamente los dedos—. Joder, esta mierda nunca funciona a la primera.

De repente, el panel del ascensor cambió su apariencia y los números de los pisos se vieron sustituidas por imágenes de iconos y extraños símbolos.

—Vaya, esta tecnología es asombrosa —comentó Troy.

—¿Tecnología? Si tú supieras… —contestó Angelica con cierto aire misterioso.

La mujer pulsó el símbolo de una espiral y el ascensor descendió de forma veloz pero suavemente. Troy tuvo una sensación extraña, como si el ascensor en el que había entrado no era el mismo por el que estaban descendiendo. El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron ante un largo corredor de un tono gris claro y Troy siguió a la mujer hasta una puerta de acero. Al entrar, se encontró ante un inmenso hangar que contenía una extraña nave aérea de color plateado que relucía con asombrosa intensidad. Algo aturdido, se llevó las manos a la boca para contener un grito de susto. No daba crédito a sus ojos, e incluso creyó ver un rostro sonriente que se le apareció de repente ante sus ojos; la sensación duró tres segundos, como si fuera un espejismo. Angelica le dirigió hacia el centro del hangar.

—Por aquí, te presentaré al resto del equipo.

Avanzaron por el recinto y coincidieron con tres personas que estaban atareadas preparando material. Una niña de unos ocho años, una mujer de tez oscura que se estaba ajustando un mono de trabajo y un hombre a quien le costaba retener con la mirada, como si su silueta parpadeara. Se limpió las gafas mientras Angelica se lo iba a presentar.

—Empezamos con Flynn, nuestro piloto. —Cuando Troy fue a darle la mano, de repente desapareció, dejándole una especie de sensación de déjà vu. Le recordaba al rostro que se le había aparecido de repente unos segundos antes—. No te preocupes por su estado, Flynn es un bastardo de Dublín más pícaro e inquieto de lo tolerable en un irlandés —pocos segundos después su figura volvió a aparecer—. Nuestro piloto sufre una anomalía que provoca que su cuerpo coexista de forma aleatoria en otros planos espaciotemporales. Puede estar aquí o allí, o en este momento o anteayer. Está sintonizado con infinidad de dimensiones y con todo el maldito universo. Gracias a nuestra fundación está consiguiendo controlar estos impulsos.

—Bienvenido, novato —a continuación su cuerpo vibró y susurró a Troy al oído—. Oye, no te pongas colorado, pero cuando huelas el perfume de Thargel, se te va a poner dura como una viga.

El joven apretó la mano del irlandés y sonrió con timidez. Angelica le hizo una señal y se acercaron a la mujer, un delicioso monumento de figura esbelta y torneada y suave piel de tez morena. Su abultada melena rizada le daba un aspecto salvajemente exótico.

—Thargel, nuestra líder científica de la expedición —comentó Angelica—. La lista de disciplinas que domina es más larga que el puente de Brooklyn. Geografía, Geología, Matemáticas, Lingüística, Historia, Antropología, Neurobiología, y miles y miles de conocimientos que ni siquiera se pueden categorizar en un mero nombre.

—Hola guapo —lo miró de arriba abajo—; cada vez los contratáis más jóvenes. Anda, ¿por qué no me ayudas a subirme la cremallera de la espalda?

Troy se acercó a su espalda y subió a trompicones la cremallera. Cerca de su nuca aspiró un aroma intenso que le hizo vibrar todos sus sentidos. Se le escapó un suspiro de la boca. Por el rabillo del ojo localizó a Flynn que a unos metros de él sonreía con picardía. A continuación, Angelica le condujo hasta la niña pequeña que estaba cerrando una pequeña mochila.

—Por último, ésta es…

Troy no dio tiempo a que terminara la frase. Se acercó  a la niña, se inclinó sobre ella y acarició sus mofletes.

—¿Y esta chiquilla tan mona?, ¿a qué estás jugando…?

De repente, la cara de la niña se transformó y crecieron de su boca unos afilados dientes y una larguísima lengua de reptil, mientras su cara y su cuerpo se agrandaban hasta triplicar su tamaño. Troy cayó al suelo del susto mientras la monstruosidad le señalaba la cara con un dedo terminado en garra. Angelica lo ayudó a levantarse.

—Perdóname Troy, no me ha dado tiempo a advertirte —mientras tanto, el cuerpo monstruoso volvía a tomar la forma de la niña—. Ella es la guardaespaldas personal del presidente de la Fundación, y su nombre en clave es One-lovely-girl-army. A O.l.g.a. le enfurece que la traten como a una cría. En realidad es una rusa que tiene más años que mi tatarabuela y que sufre una extraña mutación que nunca nos hemos podido explicar bien. Básicamente es una metamorfa, su cuerpo puede adoptar múltiples y acojonantes formas, y como es una mala bestia que solo vive por aprender nuevas técnicas de combate, hay que reconocer que siempre prefiere transformarse en algo más brutal en cada ocasión. Después de tantas alteraciones su cuerpo ha adoptado esta forma de niña cuando está relajada y no necesita transformarse. Ten cuidado, es un auténtico ejército de una sola niña encantadora.

A O.l.g.a. no le gustó el comentario y le enseñó a Angelica el dedo corazón mientras a Troy le daba la mano con el labio fruncido. A sus espaldas se oyó la voz de otra persona que acababa de entrar en el recinto.

—Ja, ja, ja, ¿otra vez la pequeña O ha vuelto a acojonar a un novato? Hay que joderse, cada vez me los traéis más bisoños. Parece sacado de la guardería.

El hombre era un anciano que andaba con algo de dificultad, vestido con antigua elegancia, pero moviéndose con decidida energía. Se acercó a O.l.g.a. y le dio un amistoso codazo.

—Oye, préstame un cigarro de los tuyos, necesito un poco de aire contaminado para despejar la mente.

La niña metamorfa sacó dos cigarros de su mochila y se encendió uno y otro para el anciano. A Troy no dejaba de asombrarle la escena y esos personajes. El anciano se acercó a él. A su lado se encontraba una figura alargada, con ropa de diseño muy ceñida, pelo corto y gesto rígido y alarmado. A Troy le parecía como un maniquí de escaparate, pero le costó decidir si era de hombre o de mujer.

—¿Fumas, muchacho? —le dijo el anciano—. Es un tabaco que nunca encontrarás en este mundo.

Troy hizo una tímida negación con la cabeza mientras Angelica le daba un empujoncito y lo mostraba ante el resto del grupo.

—Nuestra nueva contratación, Troy Harris, un joven talento con excelentes referencias. Él es el señor Cameron Drake, el dueño de todo esto, pionero de exploraciones imposibles, el mecenas de la Fundación Cartográfica Transversal.

—Bueno, querida, eso de dueño es algo relativo —comentó el anciano—. Muchacho, lo único que hago es gestionar lo poco que me dejan los buitres que han devorado mi obra y mi herencia. Supongo que sabrás que no podemos pagar mucho pero, diablos, vas a aprender cosas que ni te pudieras imaginar.

—Señor, me encantaría ayudar en lo que sea.

Troy dirigió una mirada a la figura estirada y algo fuera de lugar que acompañaba al anciano. Como un resorte, éste se movió con velocidad felina y acercó la mano al joven.

—Adam115, asesor e interventor al servicio del señor Drake. Soy un auditor delegado del Fondo de Inversiones Cale & Lynch.

—No te molestes por este cacharro —interrumpió el señor Drake—. Troy, este engendro andrógino es un puto grano en el culo que tengo que llevar a todas partes. Los fondos de inversión que controlan mi fundación me han obligado a tenerlo a mi lado para que fiscalice todos mis movimientos y que su inversión no acabe maltrecha. Así aseguran que su única garantía, o sea mi persona, no sufra ningún daño.

—No tiene por qué ser grosero, señor, sólo hago mi trabajo —comentó Adam.

—Hay que joderse, te tolero porque me obligan los contratos que firmaron mi mierda de abogados, pero detesto tener a un puto robot andrógino soplándome el cogote todo el día. Me repugnas. Además, vuestros modelos tienen mal aliento.

—¿El señor Adam es un robot? —preguntó Troy.

—Un organismo cibernético de asesoramiento y… —intentó responder Adam.

—Un engendro sintético de silicona y circuitos —volvió a interrumpir Cameron Drake—. Y no lo llames «señor», no estoy seguro de lo que tiene entre las piernas. Ya es el sexto modelo de cacharro que me enganchan encima, a ver si se achicharra como el resto —dio una profunda calada a su cigarro y se dirigió a todos—. Bien, dejad de holgazanear, el sistema ha detectado una localización que estábamos esperando y que sólo va a estar disponible durante poco tiempo. Es temprano y no hay mejor forma que despejarse que hacer una expedición, así que, ¡moved esos culos!

Todos los presentes se empezaron a enfundar monos con el emblema de la fundación y escafandras de seguridad. Además, el señor Drake empezó a colocarse dentro de un exoesqueleto que estaba preparado en la pared. El ciborg Adam115 intentó ayudarlo pero el anciano lo apartó de un manotazo. Troy miró a Angelica con cara de desconcierto.

—¿Qué tengo que hacer?

—Acompañarlos. Es tu primera asignación y encima con el gran hombre. No pierdas el tiempo, ponte el equipo y sube en ese pájaro. Yo tengo que subir a las oficinas, tengo mucho papeleo pendiente. Que tengas suerte.

«No eres la primera en deseármelo hoy», pensó Troy.

—Son un grupo, no sé cómo expresarlo, difícil de definir. Sólo Thargel parece algo normal.

—Pronto descubrirás que no hay nadie medianamente normal en esta Fundación. Y Thargel… bueno, a veces resulta algo problemática con sus múltiples personalidades.

Troy volvió a contemplar al resto de tripulantes que ya estaban preparados para subir a la nave.

—Adonde me van a llevar entonces —preguntó a Angelica.

—A otra dimensión, claro.

Angelica se giró y empezó a hablar por un teléfono mientras abandonaba el hangar. A su lado, la pequeña O.l.g.a. empezó a empujar a Troy.

—Muévete, capullo, y vístete, salimos enseguida.

Troy se enfundó a toda prisa el traje de exploración, una tela elástica pero resistente que se adhería con facilidad a la piel. Por la cabeza se le pasó la idea de que todo era un juego y les siguió la broma. Se puso la escafandra, siguió al resto de la tripulación y subió a la nave a la que llamaban Pájaro. Por dentro era todo un espacio diáfano de un blanco impoluto, con varios asientos cómodos desplegados aunque en la cabeza no había mandos ni controles aparentes. Flynn ocupaba esa parte delantera, y el señor Drake se puso a su lado a impartir órdenes. Thargel estaba sentada tras Troy, quien aprovechó para saciar sus primeras dudas.

—¿Dónde vamos a ir exactamente?

—Nuestros satélites han localizado unas coordenadas que llevábamos tiempo esperando y vamos a una misión de exploración. Tomaremos muestras, dibujaremos algunos mapas y haremos lo que al señor Drake se le antoje. Por cierto, en confianza, ¿me podrías hacer un favor?

—Lo que necesites —respondió Troy embelesado.

—Confírmame si al aterrizar te pones cachondo como me pasa a mí. Llegar a un nuevo mundo me pone a cien.

Troy se sorprendió y giró la cabeza para no responder. Se encontró al anciano que cada vez que se movía chirriaba su coraza metálica.

—Va a ser tu primer viaje, muchacho, espero que te guste la experiencia.

—No veo turbinas, ni pista de despegue ni nada. Éste es un recinto cerrado, ¿cómo nos movemos, señor?

—Esta máquina no necesita motores, ella mismo es el motor y el combustible. Tenemos un sistema único y patentado que jamás venderé a esos bastardos del fondo de inversiones que han intervenido mi fundación. Nos moveremos entre las encrucijadas interdimensionales y volaremos raso entre el caos informe e infinito. Tranquilo, será un viaje sencillo, no te vas a enterar.

—Sé poco de otras dimensiones y otros mundos, señor.

—Hijo, yo tampoco sabía mucho. Yo he viajado hasta anteayer en barco de vapor. Ésta es simplemente otra forma de explorar más. Para despegar, más o menos, lo que hacemos es sacar de quicio a la realidad.

El anciano se dirigió al pasillo principal y empezó a reclamar atención.

—Preparaos para el despegue, masticad chicle y respirad acompasadamente. Flynn, enchufa la música y arranca este trasto.

De repente, un sonido envolvente empezó a surgir de las paredes de la nave. Al principio eran unas notas de música grave, pero enseguida se tornaron agudas y distorsionadas, arrancando con unas guitarras potentes y enseguida estalló una voz gutural y salvaje que vomitaba espantosos gritos angustiosos.

—Es black metal, muchacho —le explicó el señor Drake—. Es fantástico, esta sinfonía salvaje y primitiva es ideal para conducirte con seguridad por el caos primigenio que envuelven las dimensiones.

El sonido se volvía más estruendoso e insoportable. Miró delante y observó que la niña metamorfa escupía el chicle, lo estrellaba en el techo despreocupadamente y se encendía un nuevo cigarro. A Troy le empezaba a doler la cabeza y a tener dificultades para enfocar la mirada. Miraba por la ventanilla y no conseguía distinguir el recinto en el que había estado minutos antes. Sólo veía una oscuridad profunda e insondable que casi le da un vuelco en el corazón. Sentía que toda la nave vibraba y palpitaba como un ser vivo, desplazándose en un plano vacío, sin espacio. Hasta que, de repente, una fugaz luz reluciente le cegó los ojos. Cuando pudo por fin volver a abrirlos, en las pantallas de la parte central pudo contemplar que la nave surcaba el cielo a una velocidad meteórica pero descendiendo de forma imparable.

—Joder con las coordenadas —gritó el señor Drake—. Flynn, endereza al pajarito.

—Ya os adelanto que el aterrizaje va a ser jodido y el novato se va a tragar su chicle —comentó el piloto.

El irlandés parpadeó y su figura se volvió difusa. De alguna forma parecía fusionado con la nave. El Pájaro dio dos vueltas sobre sí mismo como un tornillo y tomó tierra violentamente sobre un descampado rodeado de árboles y vegetación. Troy se había pasado el aterrizaje encorvado y con la cabeza entre las rodillas. Se incorporó con los ojos abiertos como platos. El chicle se le deslizó por la garganta y le dio una arcada.

El señor Drake fue el primero en levantarse y dirigirse a la tripulación.

—Tened las escafandras a mano, Flynn y el pajarito van a hacer unas lecturas de la atmósfera para comprobar si es respirable.

Troy se retiró el cinturón de seguridad y miró al resto de tripulantes. Thargel tenía los ojos cerrados, se mojaba sugerentemente los labios y emitió un ligero gemido. Se dio cuenta de que Troy la miraba.

—¿Ha estado bien, eh? —y a continuación le guiñó un ojo.

Flynn apareció de forma intermitente por el pasillo y anunció que los análisis preliminares indicaban que no iban a necesitar escafandras ni trajes especiales. Troy divisó el mundo exterior y sus paisajes naturales por la ventanilla. Lo que le parecía una broma le empezaba a parecer muy real.

—Todos abajo, damas y caballeros —comentó el señor Drake—, no tenemos mucho tiempo para explorar y quiero tomar un aperitivo en la base antes de comer —se dirigió con menosprecio al ciborg—. Tú te puedes quedar y esperarnos haciendo algo de ganchillo.

—Lo siento, señor, mis protocolos me obligan a protegerlo.

—Chatarra tocapelotas —se quejó el anciano.

El señor Drake se movió con su exoesqueleto pesado y activó la rampa de salida. Ante ellos se desplegaba un bello y natural paisaje de frondosa vegetación y ambiente húmedo. Troy seguía expectante.

—¿Dónde estamos? —preguntó a la científica.

—No lo sabemos. A esto nos dedicamos en la Fundación, a descubrir tierras inexploradas, a levantar la epidermis de nuevos mundos, ¿no es excitante? Me encanta esta atmósfera cálida y húmeda —a continuación se bajó unos centímetros la cremallera de la parte delantera del mono y agitó con sensualidad su melena.

Flynn le puso de repente una mano en el hombro a Troy y le susurró al oído.

—Que no te intimide, amigo. Thargel dejaría en bragas a cualquier maestro en la mayoría de las disciplinas intelectuales pero tiene un ligero problema, cada vez que regresa de una exploración desarrolla una nueva y retorcida personalidad. Pero tranquilo, fue peor el mes pasado, cuando tuvo un delirante complejo mesiánico y nos obligaba a arrodillarnos ante su presencia.

—Lo tendré en cuenta —contestó Troy.

—Análisis preliminar del mundo, Thargel —exigió el señor Drake a unos metros.

—Atmósfera limpia, niveles mínimos de contaminación, orografía compleja, pocos rastros de agricultura, zoología de grado intermedio… apenas una protocultura, señor. Sin rastro aparente de civilizaciones primarias.

—Coge muestras y avancemos.

Thargel sacó unos envases de su mochila y sondeó el suelo y las superficies rocosas. Introdujo algo de la vegetación autóctona en una probeta y observó que el envase empezaba a moverse por sí solo; lo que había insertado parecía debatirse por escapar. De repente Flynn, que estaba junto a la científica, empezó a vibrar y se desvaneció y surgió frente a Troy, con el rostro aterrado y con parte del cuerpo cubierto por una especie de algas.

—¡Nos atacan, nos atacan! —empezó a gritar de forma frenética su forma futura—. Esta tierra nos va a matar.

El resto de tripulantes se puso en posición de defensa y miraron en todas direcciones. O.l.g.a. encorvó el cuerpo y adoptó una forma de agresivo felino. Troy miró el suelo, hacia los arboles y seguidamente al suelo. En las piernas se le estaba enredando algo de esa vegetación verde brillante y húmeda que parecía no tener fin en el paisaje. Esos inofensivos tallos parecían tener movilidad y vida propia. Y un cerebro común que parecía ordenar que atacasen al unísono. La tripulación estaba en una trampa.

—¡Moveos, moveos! —apremió el señor Drake—. Estamos rodeados, este jodido mundo no nos va a dar la puta bienvenida.

El anciano activó unos mecanismos y de las piernas del exoesqueleto surgieron unas nuevas extremidades hidráulicas que lo impulsaron y que le permitían avanzar más rápido que el resto. Troy se deshizo de los tallos que se le enredaban en las piernas y se dispuso a correr con la adrenalina disparada. El ciborg Adam corría como una gallina asustada. A lo lejos, Thargel se enganchó a los hombros del exoesqueleto de Drake y atravesaron la marea de tallos, espinas, lianas y ramas que se cernían sobre ellos. O.l.g.a. se convirtió en una salvaje forma lupina con extensas garras y se lanzó al ataque contra esa naturaleza salvaje. Flynn estaba atrapado como en la visión en la que prevenía del ataque; segundos después lo vio teletransportarse varios metros delante de su línea de visión.

Para toda la tripulación era una frenética y caótica huida. Troy sentía el viento cortar su rostro y no podía distinguir lo que pasaba a su alrededor debido a la densa y frondosa vegetación. Hasta que pudo contemplar que el grupo aminoraba la marcha: un gran barranco se abría ante ellos.

—Por la derecha, allí hay un puente —advirtió Flynn.

La tripulación, a trompicones y con la avalancha de raíces, tallos y demás selva viviente acechando, se dirigieron al puente de madera. Con sus pulmones a punto de estallar, Troy se encontró cruzando la plataforma más frágil que había pisado en su vida. El bamboleante trayecto se le hizo eterno. Tras cruzar, el señor Drake se dirigió a todo el grupo.

—¿Estamos todos, os encontráis bien?

Troy miró a su alrededor. Estaba el jefe, la científica, el ciborg, el piloto… Faltaba la pequeña O.l.g.a…

— No podemos esperar a O, ya se sabe cuidar solita. Si esa selva asesina nos atrapa nos enterrará vivos.

A continuación, el anciano extrajo un gran machete del antebrazo de su exoesqueleto y cortó los primitivos anclajes de madera del puente. La serpenteante e imparable vegetación que se estaba enrollando en los maderos se desplomó y se hundió en el profundo barranco. Al otro lado, donde se encontraba la tripulación, el terreno era yermo y pacífico. El señor Drake se dirigió al grupo con cara de enfado.

—Perfecto, no está mal para empezar la mañana, una carrerita y algo de ejercicio, pero no quiero perder más tiempo, necesito acabar esta exploración lo antes posible —giró el rostro y todo el armazón mecánico para observar a Troy—. Muchacho, cuando quieras nos puedes decir por dónde debemos seguir.

—No sé qué decirle, señor —dijo Troy mientras se encogía de hombros—. Nunca he estado aquí.

—¿Entonces para qué coño quiero un puto psíquico en mi tripulación?

—Ejem, señor… yo sólo soy un becario para el departamento de marketing.

Cameron Drake enfureció el rostro y abrió la boca como si fuese a engullir al joven.

—¿Qué cojones me estás diciendo? Tendrás algún tipo de talento, digo yo. Telepatía, precognición, clarividencia, omnisciencia, consciencia cósmica. ¿Nada?

—No señor, no sé de qué me habla. Hoy era mi primer día de prácticas en el departamento de marketing de su fundación. No estoy preparado para nada de esto —Troy empezó a temblar y a gemir al borde de las lagrimas—. Lo siento mucho, señor.

—Señor, me da la impresión de que la señorita Mortis se ha equivocado —interrumpió el androide Adam 115—. Este joven ha debido empezar a trabajar el mismo día que se tenía que incorporar el nuevo psíquico.

—No hay nada que más me joda que esta máquina parlante tenga razón. Maldita Angelica, esa vieja bruja está más senil en cada siglo que pasa.

—Hay que joderse —comentó Flynn—, qué cagada tan divertida, me estaría meando de la risa si no estuviéramos perdidos en un puto mundo ecologista asesino.

—Ya me parecía raro —indicó a su vez Thargel—: los psíquicos enseguida me piden rollo; deben sondearme la mente y ponerse cachondos al instante.

Troy no sabía dónde mirar. Se enjuagó las lágrimas y volvió a hablar.

—No sé en qué puedo ayudar, señor.

—Mira hijo, necesitamos a un psíquico igual que en la antigüedad los conquistadores usaban a rastreadores o montaraces para guiarse. En esta fundación nuestros objetivos son más sofisticados e insondables. Nuestros sistemas detectan un nuevo mundo con resonancias atrayentes y las coordenadas para localizarlo pero poca información más nos canaliza hasta que estamos en tierra. Quizá haya un tesoro brillante o una pócima para curar enfermedades o un portal para viajar por el tiempo. Tú ibas a ser nuestra brújula. Esto no se parece a perderse en un parque comercial, chico.

Troy observó a su alrededor, contempló el cielo, el paisaje, el horizonte, la tierra y a sus compañeros.

—Puedo ayudar. Es cierto que no sabemos dónde estamos ni dónde ir, pero la vida suele asentarse donde está el agua. Por allí, en esa senda, hay un rastro de musgo y me apostaría lo que sea a que tras ese terraplén hay un valle atravesado por un río. Si seguimos su curso, es muy probable que encontremos algún rastro de civilización.

El resto de la tripulación se miró entre sí.

—Quizá el becario tenga razón —avanzó Thargel—. No he detectado vestigios de colonización en lo que hemos visto, pero se dan condiciones atmosféricas para albergar vida inteligente. Sigamos a Troy.

—Muy inteligente, joven —comentó el señor Drake—. Al final vas a tener algún talento oculto y todo.

—Fui boy-scout cuando era un canijo.

El resto de tripulantes estalló en una carcajada tras oír el comentario y emprendieron la marcha. Al poco tiempo, notaron un ruido de pisadas a su espalda. Con un andar despreocupado apareció la pequeña O.l.g.a.

—¿Puedo acompañaros? —la niña apareció con el traje hecho jirones, fumando un cigarro—. ¿Ya sabemos dónde tenemos que explorar?

Mientras hablaba, un tallo reptante se le descolgó de un hombro y lo quemó con el cigarro.

—Estamos perdidos —contestó el piloto—, el joven Troy es un boy-scout sin talentos psíquicos que se ha equivocado de trabajo en la Fundación.

—Pues vaya mierda —la niña pasó al lado de Troy, lo miró con aire desafiante y escupió cerca de sus pies.

El grupo recorrió el valle siguiendo el curso del río sin sufrir el acecho de nuevas amenazas. Sin embargo, parecía que todo era inquietantemente cambiante. La línea del horizonte se curvaba, los colores eran inestables, la tierra se ondulaba, el agua del río cambiaba su curso. El piloto Flynn vibraba a más intensidad y desaparecía del plano con más frecuencia. Un rato después, cuando consiguió estabilizar su estado, reunió al grupo para explicar la situación.

—He intentado explorar y entender estos cambios y he conseguido sintonizarme con la dimensión de este mundo. Hasta lo que puedo entender está despareciendo, a este plano ya no le queda tiempo de vida. Las disrupciones sensoriales que estamos percibiendo son síntomas de que esta dimensión va a dejar de existir. El ataque que hemos sufrido incluso creo que es el diagnóstico de que este mundo se ha puesto a la defensiva y ha activado su sistema inmunológico para sobrevivir.

—Señor Drake, en una situación de peligro inminente para su vida, he de pedirle encarecidamente que desista de exponerse a más riesgos y esperemos al momento más seguro para regresar a la base —solicitó el androide Adam115.

—Y una mierda, tostadora oxidada, vamos a seguir hasta el final. Mi fundación no va a dejar un maldito mundo sin explorar sólo porque vaya a desaparecer por el retrete. Sigamos.

El curso del río desembocó en gran zona de lagos que bañaban un amplió valle junto a unas afiladas montañas. El paisaje era primitivo y asombroso pero el plano seguía destellando y haciéndose incómodo a los sentidos. Detectaron movimiento cerca de una de las lagunas, la presencia de vida animal en su orilla. El señor Drake extrajo unos prismáticos de su exoesqueleto y observó unos instantes. Unos seres de apenas medio metro de altura, de tez gris, rechonchos, pelaje oscuro y áspero, estaban recogiendo agua y echándola en cubos. El anciano compartió los prismáticos con el resto de la tripulación.

—¿Qué os parece? —preguntó.

—Deme un minuto y no supondrán una amenaza —sugirió O.l.g.a. mientras extendía unas garras en las uñas de sus dedos.

—¿Y por qué no les seguimos? —sugirió Troy—. Pueden ser una amenaza pero no perdemos nada.

El señor Drake asintió y descendieron el valle con cautela. Cuando llegaron a la altura de la laguna percibieron que el cielo se oscurecía. Troy observó hacía el sol y percibió una inmensa multitud de aves que se movían con acechante simetría. De repente, la bandada descendió en picado sobre el territorio de la laguna. Unos seres voladores, de pequeño tamaño pero de monstruosas formas y alas afiladas, enfilaban sobre el grupo de seres peludos. Cientos, miles de esas criaturas aladas empezaron a atravesarlos con furia suicida provocando una masacre. Los tripulantes también fueron detectados y la masa de aves empezó a caer sobre ellos. Estaban expuestos completamente y Troy pudo percibir que las criaturas peludas del estanque, las que pudieron sobrevivir a la primera oleada, empezaron a huir a la montaña.

—No tenemos otra salida, sigamos a esos seres —ordenó Troy.

El grupo avanzó como pudo, defendiéndose de las embestidas aéreas. Apenas un puñado de esos seres pudo alcanzar la entrada de una pequeña gruta excavada. Los tripulantes llegaron a su altura, gracias en parte a que O.l.g.a. les cubría las espaldas al transformarse en una escurridiza y agresiva forma reptiliana. Los tripulantes recorrieron unos resbaladizos y oscuros túneles y acabaron en una amplia cámara en la cual existían dos bifurcaciones.

—Y ahora, ¿por dónde seguimos? —se lamentó Flynn, mientras el resto de tripulantes se miraban unos a otros.

—Señor Drake —se adelantó el ciborg Adam115—, es imperativo protegerlo ante cualquier amenaza. Me ofrezco a avanzar por uno de los túneles para explorarlo.

El ciborg recorrió unos metros y se asomó por la entrada del túnel de la derecha. Avanzó con cuidado hasta que dejó de estar a la vista. Momentos después, se sintió una violenta sacudida y de la boca del túnel salió despedido el organismo cibernético. Detrás de él apareció una fulminante y enorme masa reptante con forma de lombriz. La criatura se ensañó con rabia con el cuerpo del organismo cibernético mientras lo despedazaba.

—¡Dios mío!, el ciborg nos ha salvado —señaló Thargel impresionada.

—¡Sí, sí, sí! —exclamó el señor Drake—. Qué se joda, repelente muñequito de hojalata afeminado.

—Por favor, no celebremos nada aún —solicitó aterrado Flynn—, esa cosa nos va a triturar.

—Dejadme a este bicho a mí —exigió O.l.g.a.—: huid por el otro túnel.

La tripulación esquivó a la amenaza mientras la metamorfa empezaba a transformarse en algo que a Troy no le dio tiempo a identificar. Avanzaron por el oscuro túnel apenas alumbrados por las luces que emitía el exosqueleto del anciano. Estaban agotados por la travesía pero consiguieron localizar un saliente del que asomaba algo de luz. El paisaje que asomaba a la salida se componía de amplios campos bañados con brillantes manantiales en los que había sembrados larguísimas filas de una planta de la que estaban recolectando sus frutos centenares de aquellas criaturas peludas.

—Es aquí, siento que es aquí —comentaba algo aturdido el anciano.

La tripulación se acercó a los campos y observaron las plantas y los frutos que recogían esos afanados y pacíficos recolectores. Troy recogió un puñado de uno de los cubos de cáñamo. Era café.

—Hemos estado buscando este mundo durante años. ¿Lo reconoce ya, señor Drake? —comentó con aire exultante Thargel al anciano.

—Por supuesto, ahora sí. Que inmensa felicidad.

El anciano, a continuación, extrajo un aparato de su exoesqueleto y empezó a moler unos granos. Minutos después, tenía preparada una taza de café caliente.

—No lo entiendo, ¿por qué el señor Drake está tan satisfecho tomando un café?

—Éste era el objetivo —contestó Thargel—. No sé cómo explicarlo, en esta dimensión, sólo en este mundo, se cultivaba un café único, un café que hace años, quizá décadas, el señor Drake había probado en un sueño. Y quería volver a disfrutar esa sensación.

—¿Hemos atravesado este mundo y todos sus peligros para que el señor Drake se tome un café? —preguntó aturdido Troy.

—¿No es genial? —sonrió Thargel—. ¿Te apetece una taza? Disfruta de los últimos instantes de una dimensión de sueños que se está desmoronando. Oye, cuando acabemos de trabajar, ¿te apetecería echar un polvo?

Troy evitó a la científica y paseó entre las plantas y los recolectores. Coincidió con el señor Drake que estaba sentado disfrutando del paisaje y del café como un trofeo. Cerca también apareció O.l.g.a. con la boca y los dientes manchados de sangre.

—Bueno, boy-scout, al final todo ha terminado bien. Me ha gustado tenerte en el equipo y espero que estés con nosotros en la próxima expedición. Seguro que será más divertido que trabajar en marketing.

—No sé si soy válido para estos asuntos.

—Tonterías, te lo juro por mi linaje de Pendragón que no he visto desde hace tiempo un joven con el coraje que has demostrado. Tienes que ayudarme a preservar y registrar estos mundos, gente como tú es la que necesito para que no nos lo arrebaten los bufetes de abogados y los vampiros financieros —el anciano miró a su alrededor y señaló al piloto—. Flynn, llama al Pájaro, lo necesitamos para despegar, este mundo se está apagando y no quiero que nos pille dentro.

La figura del piloto empezó a parpadear y segundos después la nave surgió de la nada en una zona cercana. Troy seguía asombrado.

—¿De dónde extrae energía esta nave?

—De los ecos del pasado, de las resonancias que en la superficie de este mundo ha dejado la experiencia de sus pueblos y su naturaleza. Esta es nuestra «tecnología secreta». Pero basta de preguntas, joven, el día es muy largo y hay dimensiones ocultas esperando ser despertadas. Mundos indescifrables, mundos recién nacidos, mundos malheridos; quizá incluso nuestro propio mundo vaya a desaparecer como éste en un suspiro, como si pasásemos la última página de una historia. En fin, tu primera tarea será ponerle un nombre a esta tierra que acabamos de abandonar —dio un silbido y apremió al resto del grupo—. Rápido, hay que terminar de cartografiar este mundo perdido y catalogarlo, volvamos a la base.

En su asiento del Pájaro, Troy intentó reflexionar sobre las experiencias de ese día pero enseguida empezaron a atronar los salvajes acordes de música black metal y se le hizo difícil pensar con claridad. Por casualidad se puso a mirar los mensajes del teléfono móvil. Se había olvidado de su novia y no sabía cómo contactar con ella. «Que tengas mucha…». Y se le ocurrió que ya tenía un nombre para bautizar esa tierra. Porque había una constante en vivir un día inesperado, atravesar dimensiones de caos cósmico, contemplar mundos agonizantes, sorber un café calentado en sueños y acabar en un trabajo para el que no estaba destinado. Había un nombre para todo eso.

«Suerte».

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