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Acción y reacción

por Relato ganador

Susurros que se convierten en palabras, que hilan frases, que se transforman en sentencias que condenan a los hombres que las pronuncian. El Verbo se hizo Palabra, pero nadie nos dijo cómo se gestiona eso. La voluntad humana envuelta en laberintos encriptados rodeados por acertijos morales sepultados por toneladas de mentiras. Esclavos de nuestras palabras, sí, pero sólo para aquellos que nos escuchan. Si no hay nadie al otro lado de la línea nos liberamos del peso de tener que responder ante nuestra conciencia. Tú no eres nada si no tienes algo que ocultar, eso es así, ha sido así y así será. Un paseo por el verde prado de la conciencia humana se convierte en un Paralelo 38 de minas y advertencias de mantenerse alejado. Advertido estás, si cruzas la línea es un viaje sin retorno que a lo mejor no quieres realizar. El mundo se mueve, nada lo detiene y sólo sobreviven los que le siguen el ritmo. El truco está en ser el tipo que toca el tambor para marcar el tempo a los remeros. Remando contra el viento sólo se consigue retrasar lo inevitable. Ocultar la verdad se convierte en una obligación cuando se quiere que el Sistema funcione. Duele saber la verdad, pero también duele la mentira. Encajar las piezas del puzzle de los secretos fraguados por los hombres es una labor de simple paciencia y preparación. Pero yo soy aquél que corta las manos del montador. El que traza la línea divisoria porque así tiene que ser. No lo digo yo, sino ellos. Suspiros exhalados por corazones oscuros que son portados por hombres grises de torturadas mentes, que indagan en el otro lado de la realidad para trazar líneas torcidas y atajos intentando alcanzar un fin. Bregar con la realidad cansa y sólo unos pocos están preparados para esa faena. Obstinarse en salirse del camino conlleva que el pastor tenga que lanzar a los perros ovejeros para llevar a esa alma descarriada por el sendero marcado desde un principio. El principio se pierde en la noche de los tiempos del hombre. Y con el hombre llegó la mentira porque la Naturaleza es simple, real y sincera. No tiene grises, ni matices, ni aristas, ni dobles lecturas, ni peros. Es lo que tiene que ser. La complejidad viene cuando esa naturaleza es vista a través de los ojos de un ser racional. La Razón, tal vez sea la culpable de todo. Neuronas conectadas, entrelazadas, moviendo información para ser procesada e interpretada. La Razón es la guía de nuestras acciones. Tanto si la usamos como si no. Pero, ¿de verdad es la razón? ¿O es el egoísmo? Pregunto y no sé qué responder. Interpretamos la naturaleza. Tantas interpretaciones como seres humanos hay caminando sobre la faz de la Tierra. Cada ser con sus propios intereses, egoístas, por supuesto. Por eso lo mejor es dejar que sean unos pocos los que muevan los hilos. Que sean ellos los que carguen con la responsabilidad de escribir los guiones de esta mala película que son nuestras vidas. Vidas que no quieren tomar semejante responsabilidad. Señalan con el dedo pero se mueren de miedo cuando pasan más de dos minutos poniéndose en la piel de los que toman las decisiones. Decisión. Acción y reacción. Una mariposa bate las alas en China y el resultado final es que Dow Jones se descalabra. Provocar la acción y estar preparado para la reacción. Nunca se puede perder de vista el verdadero objetivo. Libre albedrío nos han dicho. Nos dicen. ¿Ves? Otra vez la Palabra saliendo a relucir. Pero esas palabras envueltas en el mal aliento de la necesidad se nos graban en la mente enturbiada por nuestro egoísmo. Nos creemos todo lo que se nos diga porque hay que ser felices, o de eso se trata, según está escrito en el manual de usuario de la vida que se tira al retrete en cuanto salimos del vientre de la madre, para arrojarnos a este páramo muerto. ¿Adivina quién viene a cenar esta noche? Te diré quién no queremos que venga. No viene la Verdad porque ya no la queremos con nosotros. Es el familiar incómodo en la fiesta de Nochebuena. Lo llamamos porque sin él no hay cena, pero todos sabemos que va amargarnos con su presencia y con su dedo acusador. La Verdad acusa, señala, pero luego se lava las manos y que sean otros los que lidien con el problema. ¡Claro que le invitamos a cenar en Nochebuena! Es familia y eso se respeta. Pero si durante el trayecto tiene un accidente no va a pasar nada. La verdad duele, pero también duele la mentira. La ventaja de la mentira es que puedes ponerle sabores, un envoltorio precioso, un lacito rojo, echarle perfume por encima y entregarla con la mejor de las sonrisas. Por eso nos gusta tanto. Y eso nos hace ser las hienas carroñeras de la moralidad. Nos aferramos al doble juego para marcar nuestros pasos en esta vida, porque todos queremos ser felices, y con la Verdad de por medio es más complicado y amargo. Esa mentira nos ayuda a ser insensibles al deseo de conocer la realidad. La realidad puede ser un monstruo de dos cabezas y bocas babeantes o puede ser la pieza musical más bella del mundo. La experiencia me dice que todos queremos escuchar la música y dejar de buscar. Por eso te digo, aquí y ahora, que no hay más ciego que el que no quiere ver y esa es la utopía de la titánica labor que desempeño… Lograr que a nadie le importe una puta mierda cómo funciona el mundo.

—¿Y por eso tengo que morir?

—Porque alguien lo ha decidido así, me temo que sí.

***

—Ocurre así una y mil veces. Empieza a convertirse en una rutina. Un alma más descarriada que llega al límite. Tuvo que hacer el viaje de no retorno porque se excedió. Sé, a ciencia cierta, que una persona suficientemente «motivada» puede llegar a ser una tumba. Una persona muerta es un inconveniente para mí. No sabe el mal que han hecho esas películas de Hollywood. Todas esas personas enarbolando la bandera de la decencia y pronunciando la palabra «verdad» unas siete mil veces por minuto de metraje. ¿De verdad hay una verdad? Yo no lo creo.

—¿Por qué quiere contarme todo lo que sabe, señora Ellin?

—Llámeme Claire, por favor.

—¿Claire Ellin? Ése es su verdadero nombre.

—Hoy sí, señor Van Boer.

—Diría que es usted inglesa.

—Hoy sí, señor Van Boer.

—Me va a contar todo lo que hace la Myrmar Corporation.

—Sí, claro que sí. Pero dígame, primero, señor Van Boer. ¿Le gusta Bruselas?  ¿Y este hotel? Es el mejor de la ciudad.

—No es mi primera vez aquí, Claire. Pero dejemos el turismo a un lado y vayamos al grano. He hecho lo que se me ha pedido. He venido desde Rotterdam hasta aquí. He viajado en transporte público hasta este hotel como se me indicó. He reservado la suite 1215 como se me pidió. La he esperado un día aquí metido hasta el amanecer y he ordenado el desayuno continental para dos como requirió. Acto seguido usted ha llamado a mi puerta. He abierto y ahí estaba usted con su gabardina azul quitándose los guantes de cuero. Ha pasado, me ha cacheado entero buscando micrófonos en mi cuerpo y en la habitación. Se ha quitado la chaqueta de su carísimo traje pantalón dejando patente que su estilizado cuerpo se debe a una estupenda preparación física. Se ha sentado al lado de la ventana en ese sillón de diseño hortera. Ha contemplado las vistas de la ciudad en esta primavera recién estrenada mientras jugaba con su collar. Se ha girado, se ha quitado una pelusa de la camisa, me ha sonreído y me ha contado una historia de miedo sobre la verdad. Por cierto, he notado que no lleva arma alguna y que cojea un poco de su pierna derecha. Bien. Ahora dejémonos de historias y pasemos a lo que interesa.

—Me encantan los periodistas, señor Van Boer, dan una carga emotiva y trágica a cualquier acontecimiento que les suceda en un radio de dos kilómetros. Le debo advertir. Usted en realidad aquí es el invitado y éstas son mis reglas. Está aquí porque yo así lo he querido. Mi vida está en peligro y la suya mucho más.

—Tengo amigos que pueden ayudarme, no se preocupe por mi seguridad.

—No me preocupo por su seguridad. Me preocupo por la mía, no quisiera recibir una bala perdida destinada a usted. No podría desear muerte más absurda después de mi dilatada vida.

—¿Le han disparado alguna vez?

—Tengo una bala alojada cerca de mi hígado. He recibido impactos de bala hasta en cuatro ocasiones. ¡Bendito chaleco antibalas! Sinceramente, son más balas de las que jamás me hubiera imaginado que vería en mi vida.

—Myrmar Corporation, por favor.

—¡Bah! Usted ya lo sabe todo.

—Así es. Pero dígame, ¿por qué traicionarlos ahora?

—Desavenencias empresariales. Yo tenía un contrato con ellos. Ellos no lo respetaron. Sufrirán las consecuencias. Nada personal.

—Se va a poner feo.

—Ni se lo imagina.

—Empiece, por favor.

—Myrmar Corporation es un gigante empresarial. Toca todo lo que puede dar dinero, desde farmacéuticas, fabricación de armas, coches, televisión, prensa en general. Lo que se les ocurra. Diversifican su actividad todo lo que pueden y más. Y además entran en el mercado financiero. Compran empresas de manera poco clara para alcanzar todo el espectro de mercado a nivel global.

—Eso lo sabemos todos.

—Claro. Su cúpula ejecutiva es una larga lista de personas con mucho poder y sobre todo información. Hay primeros ministros de varios países, ministros, dictadores africanos, líderes populistas sudamericanos, varios millonarios rusos. Un crisol de nacionalidades que aposentan sus refinados culos en los sillones de la junta para trazar las líneas básicas de acción.

—Nada nuevo bajo el sol, Claire.

—No, supongo que no. Vamos, usted y yo sabemos que posee una gran cantidad de pruebas que demostrarán lo que busca.

—Y las he traído todas conmigo para que usted me resuelva el rompecabezas. He seguido el dinero y sé dónde acaba, pero me pierdo en los detalles. Usted es un regalo del cielo.

—Pues déjeme continuar.

—Hágalo, insisto.

—Estamos en un mundo que se pudre, o por lo menos en el lado de la manzana que tiene el gusano. Me temo que nada volverá a ser igual por mucho que nos empeñemos. La turba espera que sus protestas generen unos réditos ilusorios. ¿Para qué echarse a la calle? ¿Para pedir que volvamos a vivir bien como antes? ¿O lo que se pide es un cambio? Difícil respuesta. Volver a lo malo conocido es trabajar sobre seguro, pero ya sabemos el resultado. El cambio exige sacrificio y tal vez el precio no nos guste. Un mundo más justo para todos los habitantes del planeta exige que la hamburguesa triple XXL deje de existir para que los recursos planetarios no sean devorados por una minoría. ¿Estamos dispuestos a ello? El principal inconveniente de pedir es que alguien nos escuche, y hay que tener cuidado con lo que se pide no vaya a ser que nos lo den.

—¿No cree que las cosas han ido demasiado lejos?

—No es eso. Nos hemos pasado la vida hablando de conspiraciones en la sombra para controlar y desestabilizar a la turba. Grandes mentes pensantes y dominantes que han dirigido el mundo durante años. Y fíjese que toda esta enorme crisis global ha ocurrido delante de nuestras narices, con nuestro consentimiento y sin hacer nada para evitarla. La gente es idiota, es lo que digo. Todo el mundo es bueno hasta que se agota el dinero.

—Por favor, señora Ellin.

—Vamos a hablar de dinero. Eso quiere, ¿verdad? Myrmar es el paradigma de la empresa, o súper empresa. No hay negocio, por muy mal que hayan ido las cosas, que no les reporte un beneficio mínimo del diez por ciento. Cualquier cosa que tocan se convierte en oro, incluso las que dicen no tener. Son los únicos que ganan dinero con los coches, las medicinas, las inversiones inmobiliarias… todo les va bien. ¿Cómo es posible? Crean empresas que contienen empresas con filiales que montan otras empresas que controlan sectores estratégicos. Son los únicos que de verdad controlan todo el proceso de manufactura de sus negocios industriales. Desde extraer el mineral necesario hasta la venta del producto final. Todo pasa por las manos de los hombres de la Myrmar. Es increíble que puedan hacerlo. El coste para otros sería disparatado. En realidad pueden hacerlo porque son de los pocos que tienen esta práctica. Compran, a través de empresas fantasmas no vinculadas a Myrmar, a las empresas que subcontratan en los distintos niveles de producción, ponen a un hombre de confianza al frente, y tienen garantizado el producto que elaboren esas otras empresas al coste que se decida aquí en Bruselas, sede central de la Myrmar. Esto provoca que las empresas competidoras en cada sector del proceso de producción no puedan seguir el ritmo que marcan las filiales no reconocidas de Myrmar, y quiebran o tiran sus precios, creando convulsiones serias en los mercados. Por eso siempre les va bien, porque hacen que sus rivales desaparezcan.

—Eso es más o menos lo que viene diciendo el rastro del dinero.

—Myrmar tiene altísimos beneficios, que llega incluso a repartir entre todos sus empleados, como forma de premiar la fidelidad. Los contratos de confidencialidad de la compañía nada tienen que envidiar a los de la CIA. La cuestión es que para realizar lo que antes le he explicado se podría pensar que hace falta que mucha gente mire para otro lado. Por mucha gente nos referimos a los distintos organismos reguladores que controlan este tipo de actividades. ¿Y sabe lo mejor? Que no hace falta mover un solo dedo para eso. Es más, los políticos de sonrisas esculpidas y trajes a medida hacen cola para hacerse fotos con los hombres de la Myrmar. De países tercermundistas me dirá su mente estancada en el lado rico e incorruptible del mundo. A eso le responderé que, en el Tercer Mundo, no tienen organismos reguladores. Cuando una empresa es lo suficientemente grande como para no llamar la atención por nada de lo que haga es cuando cesan las preguntas y los misterios, y sus actividades acaban por convertirse en inversiones para el desarrollo económico de cualquier zona del mundo en el que vayan a emplazar una actividad. Da igual que sea Burkina Faso o el centro de la City londinense. Nadie va a preguntar nada. Incluso me atrevería a añadir que cuanto más alto es el nivel de liberalización de los sectores de un país, más fácil es hacer los negocios que le dé la gana a la empresa. Ahora bien, eso no significa que todo esté bajo control. Por supuesto que siempre hay que atar muchos cabos sueltos y, de vez en cuando, las empresas encuentran muchos obstáculos que tienen que ser salvados. En principio utilizan sus propios recursos para abrirse camino, pero cuando hay que hacer «algo más» es cuando recurren a mí y a mi gestora.

—¿Gestora, ha dicho?

—Es mi imagen corporativa, ya sabe. Me gusta verme como una asesora técnica en la resolución de dificultades logísticas corporativas. Soluciono problemas. Mis empleados y yo somos un cuchillo afilado que actúa directamente sobre el terreno. También gestiono y distribuyo información adicional a mis clientes. Me gusta diversificar mis actividades, sobre todo cuanto más mayor me hago. Sobre todo porque, a cierta edad, los remordimientos a veces juegan malas pasadas. No estoy orgullosa de todo lo que he hecho, pero tampoco voy a arrepentirme. Me he intentado rodear de los mejores profesionales que hay para poder minimizar los daños que se puedan causar y optimizar los resultados que pueda ofrecer a mis clientes.

—Odio la palabra «optimizar».

—No deje que su mentalidad burguesa progresista empañe la visión del conjunto, señor Van Boer.

***

Soy una oportunidad, una luz, una guía dentro de tu vida. Te lo advierto, jugar con fuego puede ser malo para tu salud. Sal ahí fuera, abandona la cueva y escala hasta el monte de los hombres. Hay una nueva ocasión para ti. Tienes que volver al camino marcado porque fuera de él todo vas a temer. Las gargantas profundas como tú cuchichean palabras que caen en oídos equivocados y desembocan en ideas que hacen daño a los que todo pueden lograr. Eres uno de los nuestros, ¿por qué abandonar el redil? Tu mera presencia evoca el terror. Tú al igual que yo engrasamos la maquinaria, pero nunca nos dejan activar los engranajes. No puedes ni debes abandonar tu labor. Ya es tarde para eso. Tú ya no tienes la vida de los otros, por mucho que lo desees. La línea que debes seguir la han trazado otros y tu decisión de ver qué hay a los lados del sendero nos ha llevado hasta aquí. Yo, el «Señor de la Muerte», apuntándote con el frío acero del arma redentora. Tú, el antes «Amo del Caos», mirándome con odio. Es tu fornicación con la Traición la que ha engendrado a tu decepcionante vástago. ¿Por qué me odias por ello? Sabías lo que iba a pasar. Pero, como te he dicho, tienes una nueva oportunidad. Dime lo que tu verborrea ha ido sembrando y quién es el que anhela oír el sonido de tu voz. ¿Cuántos de tus pecados has compartido? ¿Es eso lo que has hecho? ¿Intentar limpiar tu alma? ¿Tú? El Amo del Caos queriendo hacer que el populacho conozca sus hazañas. El ser que dinamitó las almas de retoños de un orfanato porque la tierra donde jugaban los infantes era de la propiedad de las monjas y no de otros con lucrativos intereses. El ser que envenenó al espía que se iba a ir de la lengua. El ser que ejecutó al padre de familia y simuló un robo en su hogar. Esos ojos que me miran con ese odio en realidad sé que ocultan el dolor de tu mente atormentada. Casi puedo entender la razón de tu traición. Pero si tan sólo hubieras acudido a mí, estoy seguro que podría haber hecho algo para limpiar tu conciencia y evitar esto. Dime qué has dicho y a quién para que el mal sea minimizado. Deja a tu alma descansar. Es el alma lo único que parece que tienes débil. Siempre juega a romperse. Es normal. La Pureza del alma es una hembra que contonea su cuerpo delante de nosotros, nos seduce, nos dice que nos ama. Es de una aplastante lógica que queramos dejarnos abrazar por esos brazos de seda. Queremos morir en su regazo. Pero nosotros tenemos que ser fuertes a la tentación. Tenemos corazones demasiado negros como para compartir cama con la Pureza del alma. Llevamos mucho tiempo frecuentando a la chica fácil que es el Reverso sucio del alma. Ella sí que es la mujer que de verdad nos trata como nos merecemos. Ella es la que hace que estemos en tensión, la que nos ayuda a hacer bien nuestro trabajo. Es una mujer que deja huella. Podría reconocer a cualquiera que se haya acostado con ella en cualquier parte del mundo. Somos así. Sus muñecos en sus manos, nos domina, nos deja creer que la poseemos pero es ella la que tiene la sartén por el mango. Ahora deja tu mente en blanco para que tus pensamientos sean libres.

Los dos sabemos que sólo yo cruzaré el umbral de esa puerta vivo. La muerte es tu nueva oportunidad. Dejar atrás el dolor y el sufrimiento para que tu nuevo ser alcance su pleno desarrollo y pase a un estado inmaterial de pura energía. Ya no tendrás que escuchar las sibilinas órdenes, ni ensuciarte las manos de sangre ajena. Sangre que no se limpia por mucho que frotemos. Una cálida lluvia purificadora limpiará todo tormento y putrefacción que se haya grabado a fuego en tu piel. Es tu hora, Amo del Caos. Casi te envidio por el viaje que vas a realizar. Nada has de temer. Ningún sufrimiento sentirás porque tienes mi respeto. Sólo te pido que, antes de partir en tu dichoso viaje, compartas conmigo la información que te solicito. Habla y apretaré el gatillo con las lágrimas de un amigo que despide a otro amigo. Y te aseguro que no lloro desde el día que partió  definitivamente mi compañera de viaje por los días de nuestra vida juntos.

—¿Mi muerte está decidida?

—Mucho se ha debatido, pero sabes que sí.

***

—Mi organización es la que remata los detalles. Se trata de tener en mente cualquier tipo de contingencia que pudiera surgir y subsanarla lo más rápidamente posible.

—¿Ahí es cuando muere gente?

—No, señor Van Boer, en absoluto. Usted ha visto demasiadas películas de conspiraciones y tramas de corrupción. En realidad, la muerte es el último de los recursos. Si uno es un auténtico profesional su mayor labor es la de vigilar, y la mayor parte de las veces, no se trata de intervenir con un cuchillo seccionador en una operación a corazón abierto, sino con un tratamiento mucho menos agresivo. Aunque reconozco que la proporción de la medida estriba en el rango de percepción de la violencia.

—No entiendo.

—Un misil alcanza un colegio de un pueblo subdesarrollado sumergido en una guerra contra occidente, y veremos indolentes las imágenes de padres recogiendo los cadáveres mutilados de sus hijos en las noticias de las tres de la tarde, mientras le damos un sorbo a un café moccachino. En cambio, un tipo entra con un arma en un instituto de occidente e intenta matar a lo que se mueve y habrá manifestaciones contra las armas, lazos blancos, vigilias, lloros, testimonios de compañeros y profesores, varios servicios religiosos de todas las confesiones legales en el país, amplia cobertura informativa nacional e internacional, debates televisados, programas dedicados a las víctimas, sus fotografías exhibidas todos los días en la televisión acompañadas de una melodía melancólica de chelo o violín y un pequeño baby boom en la localidad en la que ha ocurrido. Percepción de la violencia, señor Van Boer. El acto que realices debe estar en proporción a dicha percepción. No puedes poner una bomba debajo de un coche en pleno centro de Nueva York porque todo cuerpo de seguridad, policía, centro de investigación y demás organismos con tres siglas se pondrán a buscar el origen de dicha explosión. Aunque también hay maneras de distraer la atención o focalizar las investigaciones hacia otra parte echándole la culpa a la mafia, a la droga… Pero eso es complicar demasiado el trabajo. O incluso simular accidentes. La sutileza es un grado muy bien pagado en este sector.

—¿Pero en su trabajo muere gente?

—Sí, pero para llegar a eso tengo gente «especializada», señor Van Boer. No caiga en el lado morboso de la noticia. Estoy seguro que usted vale mucho más que eso.

—¿Puede ponerme un ejemplo de su labor en la Myrmar?

—Alguien de Myrmar, por lo general el ayudante ejecutivo de un CEO, llama a mi número para requerir mis servicios. Evalúo la situación, analizo los detalles y desarrollo un plan que mis hombres y yo ponemos en práctica. Tenemos poco tiempo y un presupuesto base. A partir de ahí es cuando empieza la acción. Le diré que mis hombres se reparten por todo el mundo y, en muchos casos, no se conocen entre ellos. Casi funcionamos como una célula terrorista. En cuanto al ejemplo hace poco hubo una brecha de seguridad en el departamento de contabilidad. Rápidamente las sospechas recayeron en una administrativa de rango medio que había sido la última en consultar cierto envío de fondos hacia cuentas en el extranjero. Cuentas ubicadas en ciertos países poco amantes de dar explicaciones. Permítame decirle que estas cosas son casi inevitables. Siempre hay un alma que quiere curiosear en las actividades más oscuras de la empresa guiados por un errático sentido del deber y la corrección moral. Las ganas por difundir la verdad quedan, normalmente, lapidadas con una rápida lectura de los contratos de confidencialidad. Pero, como le digo, siempre hay alguien que quiere dar la voz de alarma. En este caso la información extraída era el envío de dinero hacia cuentas vinculadas a sociedades fantasmas propiedad de ciertos grupos guerrilleros muy activos en determinadas partes del mundo.

—Necesito que sea más clara. Tengo la firme certeza de que se ha financiado directamente a los grupos opositores en Guinea y en Honduras, y creo que ha sido por tener el control del petróleo que supuestamente hay allí oculto.

—¿Petróleo? Eso está pasado de moda, señor Van Boer. Ahora se lucha por otros recursos como el coltán, la tierra cultivable o el agua. La estupidez del petróleo se nos ha pasado con los coches híbridos. Ahora lo que marca el futuro es quién domina la materia para comer, beber y llamar por teléfono. Actividades en las que la Myrmar tiene grandes inversiones hechas desde la materia prima hasta el producto final, recuerde. Por no hablar del control de las sustancias para elaborar medicamentos, las ganaderías, el transporte por diferentes medios…

—Necesito nombres.

—Usted ya los tiene, estoy segura.

—Alguno tengo, pero no sé cómo vincularlos a la empresa.

—Hay que seguir el camino de baldosas amarillas para llegar a Oz. Evidentemente nadie de la Myrmar se va a encontrar con ningún guerrillero en el lugar más remoto del planeta, señor Van Boer. No se hacen amigos de este tipo en Facebook, ni se twitea con ellos. Esto es más sutil. Tras una reunión en la que se debate cuáles deben ser las estrategias de mercado futuras se quedan los hombres más enterados del funcionamiento del mecanismo de la empresa. Allí se fijan los puntos en los que hay que presionar para hacer que las cosas vayan más rápido. Nadie dice sobornar, o asesinar o amenazar. Ni se les ocurriría pensarlo. Ellos simplemente se reúnen con otras personas de otras empresas que van a actuar para mejorar el rendimiento del sector solicitado. Éstos a su vez llaman a sus hombres se confianza para que presionen a sus contactos en el terreno seleccionado. Esos contactos reciben órdenes muy claras sobre cuáles deben ser los resultados en un plazo fijado. Y en ese momento reciben carta blanca para actuar sobre un presupuesto. Disponen de cierto poder para hacer lo que necesiten hacer. Desde el primero que habló hasta el último que dio la orden de actuar, todos saben qué es lo que va a pasar, pero ninguno de ellos ha dicho jamás ni una sola palabra que implique una acción de fuerza. coacción o violencia. Nunca se pide hacer nada ilegal. Se dice que Hitler nunca ordenó crear los campos de concentración. Simplemente solicitó una «solución» a lo que él consideraba un problema. ¿Comprende la diferencia? Es el ejecutor el que toma las decisiones. En total habrán intervenido unas quince o veinte personas en todo el proceso que le he descrito, pero sólo una se mancha las manos en su trabajo. Desde la Interpol se intenta, en muchos casos, frenar estos procesos pero siempre llegan tarde. La burocracia es lo que tiene. Eso en cuanto a la manera de actuar de la empresa. Pero cuando quieren ir más rápido me requieren a mí y yo hablo con mis hombres. Si se requiere alguna medida drástica, entonces enviamos a los especializados.

***

Éste es mi destino decidido en un despacho frío y oscuro. No hay un mañana conmigo caminando. Irónico es que mi fin venga de la misma forma en la que yo he tratado a los demás. Se me va a robar la vida porque sé demasiado. Alguien lo ha decidido así. Envían a un sicario, o un aprendiz, a que recoja el testigo de mi obra. Mi mente, mis secretos, mis conocimientos se irán conmigo a la tumba y nadie podrá admirar mi obra. Aunque bien pensado es impresionante que el mundo no haya descubierto mi ingente labor. Eso quiere decir que lo he hecho bien. Mirando la pistola desafiante que amenaza mi vida entiendo a mis víctimas. Estoy seguro de su impaciencia deseando que llegue para pedirme cuentas. Lo que no se entiende es que yo no he matado a nadie por voluntad propia. Los he matado porque así se ha decidido en otro lugar. El ejecutor, el segador de almas, el Señor de la Muerte, no ha decidido nunca nada. Las voces al otro lado del teléfono elevan su tono pronunciando nombres que pronto dejarán de respirar. ¡Qué equivocados están los buscadores de la verdad cuando piensan en alienígenas o seres demoníacos que dirigen nuestras vidas a su placer y voluntad! La realidad es que son hombres abusando de hombres para controlar a los hombres en su ansia por conseguir los únicos inventos que ha respetado el hombre. El Dinero y el Poder. Uno es un plano material básico que se carga de un valor ilusorio referenciado al organismo que lo respalde, como si fuera más útil según quien lo emita. El Poder, en cambio, es un plano más etéreo, más difuso y difuminado, pero de gran utilidad en ciertos ambientes. Si tienes dinero puedes conseguir poder. Si tienes poder puedes conseguir dinero. Si tienes las dos cosas puedes poner a tu merced a todos los que quieras. Si no tienes ninguna de las dos cosas no eres más que un pedazo de carne con un alma desdichada que camina sobre la Tierra anhelando un poco de dinero y soñando con el poder. No eres más que la marioneta que hay al otro extremo de los hilos. La ventaja de la marioneta es que es una cosa que no siente ni piensa. El ser humano, por el contrario, piensa y siente. Piensa que otra vida mejor es posible y siente que podría alcanzarla. Mi labor es hacer que ni una cosa ni otra ocurran. El deseo como forma de vida, el anhelo como guía, el egoísmo como credo. Eso es. La respuesta es el egoísmo intrínseco a nuestro carácter como especie. Es lo que nos mueve. Ahora lo veo claro. La claridad llega a mi mente después de tantos años solicitando una respuesta a las preguntas que me hacía. Mi labor está justificada pero, ¿de verdad era necesaria mi presencia? Parece que sí, pero no hace sentir feliz saber que me he dejado guiar de la mano de unos egoístas que sólo quieren acaparar todo lo que este planeta puede ofrecer. Almas humanas corrompidas por los bienes materiales que puede comprar el dinero y por las legiones de falsos seguidores amenazados que trae el Poder. ¿Cuántos aviones tiene que tener un hombre? ¿Cuántas personas necesita complaciendo sus deseos?

¿Y tú?, «Portador de la palabra de la Parca», ¿te darás cuenta alguna vez de que tus días acabarán delante del cañón de la pistola de tu sustituto? Reemplazarme por otro es la mejor manera de continuar con la gran obra que se desarrolla desde las altas esferas. El Rey ha muerto, viva el Rey. Está claro que soy un caballero más de la mesa redonda, pero pensaba que se me respetaría al final de mis días. Olvidé que yo también limpié el rastro de mi antecesor. Es difícil mirar atrás cuando tienes tanto por delante. Me equivoqué al creer que nada me pasaría porque jugaba en el lado de los que siempre ganan. Olvidé las advertencias de mi predecesor. Él había visto el futuro como en un viaje astral y me contó lo que iba a ocurrir. Me dijo que el mundo se sometería a la voluntad final de unos pocos y que no habría ni una sola disensión que iniciara un renglón torcido en la obra de los escribas que deciden. Me dijo que la humanidad se había dejado comprar. El pobre quiere ser rico, el rico quiere evitar ser pobre. El dinero es una ruleta que gira y gira y cae de unas manos a otras. Todos queremos una gran parte de la tarta y no nos damos cuenta de que podemos tener tantas tartas como queramos. Nos han dicho que nada se crea ni se destruye, y nos lo hemos creído porque hay unos cuantos que hacen malabares para no crear y no destruir, y la consecuencia es que los que ansían con sus bocas hambrientas o sus ojos sedientos de poder se matan por tener lo que hay. Esos días de los que se me habló han llegado. Ya no hay voluntad para cambiar, queremos continuar masticando la misma miseria que nos han dicho que funciona. Ahora, en el momento de mi asesinato, me tengo que incluir entre la turba y la masa porque ya he dejado de ser parte de la maquinaria. He visto cosas que ningún hombre tendría que haber visto. Pero mátame tranquilo porque mis labios están sellados y no permitiré que nada se sepa. Aunque te miro y ganas no me faltan. Por una vez me gustaría que fuera la humanidad la que está al otro lado del teléfono susurrando el imperativo que acabe con todos los de nuestra calaña. Los seres humanos se merecen una oportunidad de demostrar que se pueden cambiar las cosas. Por una vez seamos los que decidimos en lugar de mirar para otro lado. Lloro porque sé que nunca será así. La turba es un monstruo irracional y sin control, incapaz de autogestionarse por sí misma. Siempre ha necesitado al que ha alzado su voz por encima de los demás para indicar el camino, aunque haya sido el incorrecto. Lo curioso vino cuando esas voces se acallaron y dejaron que hablara el pueblo a través de un voto. Una genialidad que engañó durante años a la turba miserable que creía decidir y designar a los que querían que dirigieran el destino de sus vidas. La gran mentira, que casi parece la mejor de las opciones. Lo que nunca supieron es que las voces dirigentes se acallaron pero no del todo y susurraron palabras que fueron órdenes y que se transformaron en acciones que cambiaron la forma de ver el mundo. Se hicieron con todo desde sus castillos gigantescos de cristal rodeados por la plebe a la que dominan y aplastan. El gran truco del Diablo siempre ha sido callar para dejar caer a Dios víctima de sus propias palabras. Mahoma no fue a la Montaña porque sabía que algún día podría dinamitarla y construir una carretera. La moralidad se hace con escuadra y cartabón. El mundo se ha ensombrecido con cada día. Minuto a minuto se ha labrado la acción del hombre. La mayoría ha bailado con la más fea y unos pocos lo han hecho con la reina del baile. Polvo eres y en polvo te convertirás, sentencia uno de los libros de la gran mentira. ¿Tan poco vale lo que ocurre entre medias? La lucha ha muerto. La han comprado. Voy a morir porque ellos lo han decidido. Una vez tuve una misión en la que creí. Y luché porque el ser humano ya me había defraudado. La turba no era para mí. Aprieta el gatillo antes de que mis lágrimas dejen la huella de la redención, te lo suplico. Por respeto hacia mí con respeto hacia ti.

—¿Listo?

—Sí.

—Adiós.

***

—¿El caso que me ha descrito antes era un ejemplo en el que se envío a un especializado?

—Más o menos. La Myrmar se saltó las reglas y contactó con uno de mis hombres directamente sin contar conmigo. Mi hombre no evaluó la situación y actúo siguiendo las directrices de la Myrmar. Se ejecutó a la administrativa. Luego yo me enteré y tuve que enviar a alguien para hacer que las cosas volvieran a su cauce. El cómo la Myrmar localizó a mi hombre aún no lo tengo muy claro. Fue un año malo porque hacía poco que había enviado a este recurso en particular a erradicar otro problema de filtraciones en mi organización.

—Yo tengo pruebas de que la Myrmar contactó con alguien para realizar un asesinato, fingiendo un accidente, claro. Fueron descuidados y no supieron ocultar las pistas.

—Por eso es usted el elegido, Van Boer. Su labor periodística es impresionante. Claro que no supieron, porque eso es algo que hacemos los profesionales. Por eso me pagan tan bien. Las chapuzas traen problemas. Lo malo es que a la administrativa en cuestión no habría que haberla tocado. Ella trabajaba para mí. Yo quería esa información para traficar con ella. Le he dicho que mis hombres se reparten por todo el mundo y apenas se conocen entre ellos. Ella… a parte de ser alguien especial… estaba infiltrada realizando una labor que reporta grandes beneficios a mis arcas. Una pérdida que me va a costar resarcir, pero todo tiene solución.

—¿Su hombre también fue ejecutado?

—Sí, no hay margen de error a la hora de recibir órdenes. Sólo pueden ser dadas por mí o por alguien autorizado por mí. Es la mejor manera de dirigir la información en la dirección correcta.

—Duro final, supongo.

—Es el que hay. Bueno, me temo que nuestro tiempo se acaba, señor Van Boer. Ha sido un placer.

—¿Ya? Ni hablar, todavía tengo mil preguntas y usted me prometió respuestas. La gente tiene que saber.

—No ha aprendido nada, señor mío. La gente no quiere sus respuestas. La gente quiere una casa, un coche, un empleo bien remunerado y aparearse. Reduccionista y simple golpe de realidad a su búsqueda de la verdad. De todas formas no he acabado con usted.

—Pero el pueblo…

—El pueblo no quiere nada. Ya está harto de mentiras y miserias. Cada discurso que pronuncian los políticos es un clavo más en la tumba de la decencia. Nos hemos abandonado. La resistencia es inútil, amigo mío. ¡Claro que siempre habrá grandes escándalos! Pero tras unas protestas, juicios, indemnizaciones, pregones políticos, debates, dedos acusadores que hablan con voces de recta moral, informativos de televisión que echan leña al fuego, trajeados encarcelados siendo abucheados por la multitud, al final todo se reduce a una cosa. Con cada uno que cae aparece otro que ocupa su lugar. Es la rueda del mundo y no se para nunca. Y ahora, señor Van Boer, voy a hacer una llamada. Van a entrar un par de señores por esa puerta portando a una mujer medio drogada. Es una prostituta profesional. La vamos a atar desnuda en la cama. Vamos a drogarle a usted y también vamos a desnudarle. Vamos a inyectarle un fuerte estimulante sexual para conseguir que tenga sexo con la prostituta. Después vamos a asfixiarla a ella con el cinturón de sus pantalones fingiendo un juego sexual llevado demasiado lejos. Para rematar esta genial idea, al cabo de un rato le daremos muchas más drogas que causarán un colapso en su organismo. Usted morirá y mañana el servicio de limpieza del hotel descubrirá su cadáver junto al de ella. Pasado mañana su cara aparecerá en las esquelas bajo un titular que incluirá las palabras «prostitución», «drogas», «sexo» y «policía». Casi como si fueran los cuatro Jinetes del Apocalipsis. Después todas las pruebas que ha traído consigo sobre la Myrmar se las llevaré a ellos para hacerles chantaje o para ofrecérselas a cambio de mucho, mucho dinero. Y acto seguido me buscaré a otro cliente para seguir traficando con la información que tanto le ha costado recopilar.

—¿Pero por qué me hace esto?

—Porque puedo, señor Van Boer. Porque ya es hora de ser una de las que deciden en este interminable y apasionante juego. Unos ganan y la mayoría pierde. Lo lamento enormemente, señor Van Boer.

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